Sufro de hiponcondría
Todos hemos escuchado noticias o conocemos a personas que han sido diagnosticadas con enfermedades (graves o no) de forma más o menos repentina, incluso personas que han fallecido súbitamente. Esto no solo puede generar mucho malestar al entorno cercano, por el duelo que conlleva, sino que estas historias ponen en relevancia muchas veces nuestra propia mortalidad y vulnerabilidad. Para algunas personas, esto supone un miedo y ansiedad que les interfiere en el día a día, llegando a un nivel que puede ser patológico.
¿Qué es la hipocondría?
En el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, manual de referencia para los diagnósticos en salud mental), la hipocondría no se considera como un trastorno diagnóstico, sino que se ha redefinido como Trastorno de Ansiedad por Enfermedad. Se caracteriza por una preocupación excesiva y persistente por tener o adquirir una enfermedad grave, a pesar de la ausencia de evidencia médica que lo respalde (incluso tras una evaluación médica adecuada) y generando un malestar significativo. Esto se traduce en interpretar de manera exagerada los síntomas físicos normales o leves como indicadores de una enfermedad grave. Es importante destacar que este trastorno requiere que los síntomas no sean mejor explicados por otro trastorno mental (como el trastorno de pánico o la fobia específica a una enfermedad) y que la preocupación no sea atribuible a una condición médica existente.
Suele comenzar en la adolescencia o adultez temprana, y existe una alta comorbilidad con trastornos de ansiedad y depresión, por el impacto que tiene en el funcionamiento de la persona. Aunque no existe una causa única para la hipocondría, se han identificado algunos factores que pueden aumentar el riesgo de desarrollar este trastorno, como:
- Experiencias traumáticas previas (enfermedades graves propias o cercanas, pérdidas)
- Tendencia a la ansiedad o la depresión
- Historia familiar de trastornos de ansiedad o hipocondría.
- Rasgos de personalidad o patrón de pensamiento perfeccionistas, obsesivos o controladores
¿Qué síntomas son?
Como hemos descrito, este trastorno psicológico conlleva una preocupación excesiva y persistente por padecer una enfermedad grave, a pesar de contar con evidencias médicas que demuestran lo contrario, lo que se traduce en los siguientes síntomas y características. Es importante tener en cuenta que estos síntomas deben estar presentes durante un período prolongado y causar un deterioro significativo en el funcionamiento diario para cumplir con los criterios diagnósticos.
- Ansiedad y Preocupación excesiva y constante por la salud. La ansiedad es una característica principal en este trastorno, junto con la preocupación constante y desproporcionada por su salud, incluso cuando no hay evidencia de enfermedad. Suelen pasar gran parte de su tiempo, obsesionadas con la idea de estar gravemente enfermas, teniendo mucha dificultad para desechar esta idea o gestionar los pensamientos intrusivos al respecto, incluso ante pruebas objetivas de lo contrario. El miedo irracional y persistente a padecer enfermedades graves (letales o crónicas como cáncer, enfermedades cardíacas o trastornos neurológicos, etc.) retroalimenta esa ansiedad.
- Interpretación exagerada de síntomas físicos. Existe una hiperactivación y focalización en el cuerpo y las sensaciones físicas y un patrón catastrofista que hace que cualquier pequeña molestia puede ser percibida como una señal de enfermedad grave (por ejemplo, un dolor de cabeza se explica por un tumor cerebral). Esta interpretación distorsionada de los síntomas genera una mayor ansiedad y preocupación, que alimenta el miedo y las búsquedas de atención médica e información.
- Búsqueda compulsiva de información y atención médica. Por un lado, suelen pasar muchas horas investigando sobre enfermedades, síntomas y tratamientos en Internet, con un sesgo confirmatorio que hace que destaquen únicamente los diagnósticos de enfermedad grave, alimentando aún más sus miedos y generando un círculo vicioso de ansiedad. Por otro lado, suelen acudir de manera recurrente a médicos, especialistas y servicios de urgencias, realizar numerosas pruebas médicas (incluso a pesar de un resultado previo negativo) y tratamientos (alternativos o convencionales) e incluso cambiar de médico o buscar repetidamente segundas opiniones al no recibir una respuesta que apoye sus creencias. Aunque no es lo más habitual, existe un porcentaje de personas que recaen en el otro extremo, evitando situaciones médicas a toda costa, por miedo a obtener resultados negativos o por temor a confirmar sus creencias.
- Malestar y deterioro en el funcionamiento diario. El estrés y la preocupación constantes, junto con los síntomas anteriores limitan las actividades de las personas (por ejemplo, no viajar por miedo a estar lejos de un hospital), causan dificultades en las relaciones interpersonales (deteriorando la calidad y cantidad de interacciones sociales) y en el mantenimiento de un empleo y rutina estables (faltar por citas médicas recurrentemente). Todo esto acaba afectando negativamente la calidad de vida de la persona. Principio del formulario
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