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Errores comunes en una pareja abierta

Tener una relación abierta puede ser una experiencia enriquecedora, pero también requiere comunicación, respeto y límites claros para que funcione de manera saludable. En este artículo, entenderemos por pareja, el vínculo principal, si tienes una relación jerárquica o tu primer vínculo si acabas de o quieres abrir la relación. Aquí te dejamos errores comunes a la hora de abrir una pareja y cómo prevenirlos o gestionarlos:

Seguir estereotipos y evitar las emociones

Las nuevas formas de relaciones son cada vez más visibles y comunes: poder explorar y diseñar el tipo de relación que quieres tener con tu pareja abre un mundo de posibilidades que pueden ser muy atractivas. Sin embargo, es esencial realizar un ejercicio de autoconocimiento y no dejarse llevar por lo que los demás han vivido o lo que les funciona, ya que todos tenemos necesidades y deseos diferentes (algunas parejas quieren conocer a las otras personas involucradas, otras definen normas como no compartir cierta actividad o lugar importante para la pareja). Existen libros que pueden ayudarte al respecto, intercambiar experiencias en un espacio seguro con otras parejas abiertas, e incluso acudir a terapia de pareja o individual especializada: poder tener información y herramientas al respecto puede abrirte a perspectivas diferentes.

Intenta tomar un tiempo para escribir las expectativas que tienes al respecto de la relación, los límites que necesitas para sentirte seguro en la relación (los cuales vas a poder revisitar y cambiar, según vaya avanzando la relación), y cómo querrías que tu pareja ayudase a gestionar las emociones que suelen surgir como celos, inseguridad, miedo, etc. Comunica los resultados de tu reflexión a tu pareja, dejando margen para hablarlo todas las veces necesarias.

Es muy importante estar conectado con tus emociones, no tienes que ser una persona experta, pero sí es necesario revisarse de manera habitual y buscar tener herramientas y apoyos para gestionarse, evitar las emociones en estas situaciones puede contribuir a conflictos y malentendidos mayores.

“Vamos fluyendo” o No establecer reglas claras

Hemos hablado de la importancia de conocer nuestros límites, por ellos es muy importante realizar acuerdos claros, podéis escribirlos en algún lugar físico donde podáis revisarlos juntos. Estos acuerdos serán una línea de vida a la que poder agarrarse cuando os sentáis confundidos y perdidos. Entre algunos temas comunes en los acuerdos, suelen estar: el nivel de detalle y frecuencia de comunicación respecto a los otros vínculos, las prácticas seguras a la hora de mantener relaciones sexuales (este compromiso es muy importante para la salud sexual de todos los involucrados, sabiendo que siempre existe un nivel de riesgo y por ello también importantes las revisiones médicas frecuentes) y el tipo de vinculación que se está dispuesto a tener con otras personas. Cualquier cambio en la dinámica debe hablarse y estar de acuerdo antes de implementarlo, así como si se dan “infracciones” es importante que esto se gestione antes de seguir dando pasos que pueden violentar a alguien.

No comunicar y ocultar “para no hacer daño”

Si en una relación monógama y exclusiva, la comunicación es importante, en estos casos, lo es todavía más: se van a dar más situaciones complejas con otras personas y poder tener una conversación abierta y honesta es esencial para poder evitar malentendidos y emociones más intensas. Comparte con tu pareja los deseos, necesidades y límites que tienes, además de poner en común las expectativas que podáis tener los dos, para poder ajustarlas si es necesario. Esta conversación no debe darse únicamente al principio, sino que es útil establecer un momento para hablar de forma regular sobre como os sentís.

Puede ser tentador no compartir actividades u emociones para evitar que tu pareja desconfíe o se sienta insegura, pero esto puede generar todo lo contrario.

No dudes en verbalizar la inquietud que puede generar al otro lo que has hecho o sentido, pero ponerlo encima de la mesa permitirá que lo gestionéis como un equipo (aunque luego implique más a uno que a otro).  Las normas establecidas tampoco pueden limitar de forma indiscriminada a la otra persona para evitar tu malestar, ya que entonces no se está gestionando la relación desde la confianza, sino desde el miedo.

Hablamos de tener mucha comunicación, pero no se necesita una transparencia total sobre lo que pienses: es habitual que compares a tus vínculos, puesto que están todos en tu vida y significan algo para ti, pero estas comparaciones pueden dañar la autoestima y la confianza de los vínculos. Intenta centrarte en las cualidades únicas de cada persona y apreciar lo que cada uno aporta a la relación.

Descuidar a la pareja

Ya hemos comentado la importancia de la responsabilidad afectiva y, en este tipo de relaciones, es fácil que otros vínculos requieran una parte de atención que puede verse como una amenaza hacia la pareja. Intenta definir prácticas o hábitos que aseguren la conexión e intimidad emocional y sexual con tu pareja, así como dejar espacio para que cualquiera pueda verbalizar si se siente menos valorado o con menos libertad que la otra persona. Por rechazo o incluso rabia que puedan generarte las emociones desagradables de tu pareja, es importante asegurarse de escuchar y validar los sentimientos de tu pareja (practicando la empatía y la comprensión) para fomentar un clima de seguridad y confianza.

En definitiva, una relación abierta necesita de comunicación constante, el respeto mutuo y la voluntad de trabajar juntos como equipo para mantener la relación saludable y satisfactoria para ambos.

Si estás planteándote abrir tu relación o teniendo dificultades gestionando esa situación, desde Quiero Psicología, estaremos encantadas de acompañarte en este proceso y ayudar a que puedas tener todas las herramientas que necesites.

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¿Síndrome postvacacional o depresión?

Las vacaciones son un momento de relajación y recarga, pero para muchas personas, el regreso a la rutina diaria puede ser un desafío emocional. Este fenómeno se conoce como síndrome postvacacional. Aunque es una experiencia común, puede ser difícil de manejar si no se aborda adecuadamente. En el post de hoy, exploraremos qué es el síndrome postvacacional y ofreceremos consejos para superarlo de manera saludable.

¿Qué es el síndrome postvacacional?

El síndrome postvacacional es una respuesta emocional y psicológica que algunas personas experimentan al regresar a sus responsabilidades laborales, académicas o familiares después de un período de vacaciones. Los síntomas pueden variar desde fatiga y tristeza hasta irritabilidad y ansiedad. Es importante comprender que estos sentimientos son normales y temporales, pero pueden afectar la calidad de vida si no se manejan adecuadamente.

¿Por qué hacemos hincapié en que estos síntomas son normales, aunque sean desagradables?

Porque si hemos estado haciendo planes divertidos y variados, volver a estudiar/trabajar con la presión que eso supone, lo más habitual es que no nos guste demasiado.

Hemos pasado, sin comerlo ni beberlo, de un contexto con mucha estimulación agradable, novedosa e inmediata, a un contexto donde casi todo es impuesto y donde tenemos que esperar al fin de semana para que llegue la tranquilidad y el ocio.

De repente pasas de ser tú quien elige tu rutina, desde a que hora levantarse, como hasta que vas a comer, a un entorno en que tienes que cumplir con muchas obligaciones y muy poca libertad.

Por todas estas cosas, decimos que hasta cierto punto es normal sentir emociones desagradables al volver a nuestra “vida real”. Sin embargo, vamos a comentar algunos tips que pueden ayudar a sobrellevar este período de una forma un poco más amable.

  • Planificación y anticipación: Saber que la transición de las vacaciones a la rutina puede ser difícil es el primer paso. Antes de regresar, establece expectativas realistas y planifica gradualmente la vuelta a tu rutina.
  • Cuida tu bienestar físico: Mantén una dieta equilibrada, haz ejercicio regularmente y asegúrate de descansar lo suficiente.
  • Establece metas y objetivos: Definir metas personales o profesionales para el período después de las vacaciones puede brindarte un sentido de propósito y dirección.
  • Programa momentos agradables: Asegúrate de incluir momentos de relajación y disfrute en tu rutina diaria. Esto puede ser tiempo para practicar la meditación, leer un libro o practicar una actividad que te guste.
  • Planifica tu próxima escapada: No es lo mismo tener dos semanas de vacaciones al año y ya está, que de vez en cuando hacer una escapada de fin de semana, aunque sea al pueblo de tu abuela, donde no tienes que pagar alojamiento.

Sin embargo, si notas que los síntomas son más graves de lo normal o persisten durante un período prolongado, podrían ser indicativos de una respuesta más severa al estrés postvacacional o de un problema subyacente. Aquí hay algunas señales de que el síndrome postvacacional podría ser más grave de lo normal:

  • Intensidad extrema: Si tus síntomas, como la tristeza, la ansiedad o la fatiga, son excepcionalmente intensos y afectan significativamente tu capacidad para funcionar en la vida diaria.
  • Duración prolongada: Si los síntomas persisten durante varias semanas o incluso meses después de regresar de las vacaciones, esto podría indicar un problema más grave.
  • Impacto en el trabajo o las relaciones: Si el síndrome postvacacional está afectando tu desempeño laboral, tus relaciones personales o tu calidad de vida de manera importante.
  • Síntomas adicionales: Si experimentas síntomas adicionales que no son típicos del síndrome postvacacional, como pensamientos suicidas, abuso de sustancias o una fuerte sensación de desesperación, es crucial buscar apoyo profesional de inmediato.

En estos casos, es importante no ignorar los síntomas y buscar la ayuda de un profesional de la salud mental.

Desde quiero psicología podemos ayudarte.

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Despatologizando las identidades que escapan de lo «normativo»

Vivimos en una sociedad que determina, primariamente, y en base a los genitales, si un bebé es niño o niña. Una vez realizada esta asignación médica se ponen en marcha diferentes mecanismos sociales que van a condicionar la construcción de su identidad (roles y expresión de género y orientación del deseo). Es decir, nos van a decir quién ser, como comportarse y a quién desear como pareja.

Estos mecanismos y categorías sociales son lo que denominamos “norma” y cualquier persona que se salga de ella queda excluida, discriminada y patologizada. En este post pretendemos aportar un poco de luz al origen de esta construcción y cuan necesaria es una mirada despatologizante en la psicología clínica hacia las personas que se salen de esta norma.

No podemos entender a las personas fuera del contexto sociocultural en el que están inmersas y por ende es un error poner el foco en ellas y no en esos mecanismos de creación y control social. 

Son las instituciones socialmente legitimadas de cada momento histórico las que han dictaminado lo que es normal” y “anormal” en relación a los sexos/géneros y a las sexualidades; cómo esas fronteras han definido y organizado el modelo de vida sexual que preconcebían como sano y equilibrado; así como las etiquetas, definiciones y percepción social que se han generado y otorgado a esos márgenes.

Sexo-Género-Orientación del deseo

Según Butler (1990) todas las personas estamos marcadas por una identidad con respecto a una matriz conformada por tres conceptos: sexo, género y orientación del deseo sexual.

Sexo se refiere a la genitalia con la que naces, a lo biológico, y base a ello te asignan un género: eres mujer u hombre, y orientación del deseo sexual se refiera a quién vas a desear, que lo «lógico» y aceptable para la sociedad siempre ha sido a alguien del género contrario.

La correspondencia entre estas dimensiones es una construcción social que, al establecerse como “natural”, coarta el desarrollo de todas las personas y legitima una forma única de pensar, sentir y hacer como hombres y mujeres. De esta forma, quienes no se identifican con esas categorías cerradas son personas patologizadas y excluidas (Butler, 1990; Missé y Coll-Planas, 2010). 

La orientación sexual, la identidad sexual y la expresión de género son el resultado de una construcción/producción social, histórica y cultural, y por lo tanto no existen papeles sexuales o roles de género, esencial o biológicamente inscritos en la naturaleza humana.

El género y el sexo son actuaciones, actos performativos: repeticiones ritualizadas de actos de habla y de todo un repertorio de gestos corporales que obedecen a un estilo relacionado con uno de los dos géneros culturales (los mujeres deben ser delicadas, los hombres rudos, las mujeres cuidadoras, los hombres proveedores, etc).

Esta repetición ritualizada no es opcional, sino que se basa en un discurso regulativo, una exigencia constante del entorno. Cuando se produce el resultado esperado, tenemos un género y una sexualidad culturalmente considerados congruentes con el sexo del sujeto.

En este sentido puede entenderse el lenguaje como un dispositivo de poder social y político: si el lenguaje construye la creación del yo y el discurso sobre la sexualidad ha creado las identidades sexuales y de género.

Marco sociocultural

Como ejemplo se pueden observar las prácticas de crianza occidentales en las cuales desde que nace el niño tiene un lugar y un papel predeterminado en el mundo: su ropa será azul; sus juegos estarán relacionados con la fuerza, la competencia y el poder (armas, coches, fútbol, etc.); tendrá menos restricciones en su movimiento (no usará vestidos, faldas ni sandalias que le impidan, por ejemplo, subir a un árbol); el trato de los hombres de la casa hacia él tendrá cierto nivel de fuerza y temple; y, por supuesto, se le prohibirá en lo posible llorar (“los hombres no lloran”) o ser “afeminado” (maquillarse, jugar con muñecas o con utensilios de cocina), así como expresar atracción o sentimiento estético por otros niños. Y lo mismo ocurrirá con las niñas: vestirán de rosa; sus juegos estarán marcados por el cuidado, el respeto, la sensibilidad y la empatía; y el trato que recibirá será desde la fragilidad. Se le prohibirá cualquier tipo de “masculinización” y orientación que no sea hacia el género masculino.

A todas las personas que no corresponden con este sexo-género-orientación del deseo se las va a patologizar, y es grave, que dentro de la Psicología Clínica usemos estas categorías artificialmente creadas de lo que es normativo para clasificar lo que es sano o no, debemos mirar más allá del sistema cualtural a la persona, a su realidad, a su sentir particular, que puede ser tan válido y sano como el de cualquiera.

Y si necesitas una mirada así, ya sabes que en Quiero Psicología te podemos ayudar.