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Obras, ruidos y vecinos molestos

La vida en entornos urbanos conlleva una serie de desafíos que pueden pasar desapercibidos a simple vista, pero que ejercen una influencia significativa en nuestra salud mental. Entre estos desafíos se encuentran las obras en la vía pública, los ruidos constantes y los vecinos molestos. En este artículo, exploraremos cómo estas situaciones pueden afectar nuestro bienestar psicológico y qué estrategias podemos emplear para mitigar sus efectos.

¿Qué conlleva sufrir estas situaciones?

Estrés y ansiedad: Las obras en la vía pública y los ruidos constantes pueden generar altos niveles de estrés y ansiedad en las personas que viven o trabajan cerca de ellas. El ruido constante de maquinaria, el martilleo y la interrupción del tráfico pueden crear un ambiente caótico y perturbador que afecta nuestro estado emocional. Esta exposición prolongada al estrés puede tener efectos perjudiciales en nuestra salud mental, aumentando el riesgo de desarrollar trastornos de ansiedad y depresión. Además, las disputas con vecinos molestos pueden desencadenar niveles elevados de ansiedad y preocupación constante. La anticipación de futuros conflictos o la preocupación por cómo manejar situaciones conflictivas pueden generar un estado de hipervigilancia, lo que dificulta nuestra capacidad para relajarnos y disfrutar de nuestro entorno doméstico.

Dificultades para dormir: El ruido constante proveniente de las obras, de vecinos molestos o la interrupción de sueño debido a la preocupación por futuros enfrentamientos puede interferir significativamente con nuestro sueño. El descanso reparador es fundamental para nuestra salud mental y física, y la privación del sueño debido al ruido puede provocar irritabilidad, fatiga y dificultades para concentrarse durante el día. A largo plazo, la falta de sueño de calidad puede contribuir al desarrollo de problemas de salud mental y disminuir nuestra calidad de vida en general.

Impacto en la concentración y el rendimiento cognitivo: Los ruidos constantes y/o la falta de sueño, pueden dificultar nuestra capacidad para concentrarnos en nuestras tareas diarias y afectar nuestro rendimiento cognitivo La presencia constante de distracciones auditivas puede hacer que sea difícil enfocar nuestra atención en el trabajo, los estudios u otras actividades importantes. Esto puede llevar a un aumento de los errores, la disminución de la productividad y una sensación general de frustración y desánimo.

Aumento de la irritabilidad y la agresividad: La exposición crónica a los ruidos urbanos puede aumentar los niveles de irritabilidad y agresividad en las personas. La constante intrusión de ruidos no deseados en nuestro espacio personal puede generar una sensación de invasión y falta de control, lo que a su vez puede manifestarse en reacciones emocionales exageradas ante situaciones cotidianas. Esto puede afectar nuestras relaciones interpersonales y contribuir a conflictos con familiares, amigos o vecinos.

Aislamiento social y falta de conexión comunitaria: Las disputas con vecinos pueden conducir al aislamiento social y a una falta de conexión con la comunidad circundante. El temor a enfrentarse a los vecinos molestos o la vergüenza de ser percibido como el agresor puede llevarnos a retirarnos de las interacciones sociales en nuestra área residencial, lo que puede contribuir a sentimientos de soledad y aislamiento.

Ansiedad con respecto a las relaciones sociales: Las disputas con vecinos molestos pueden generar tensión en nuestras relaciones interpersonales, tanto dentro como fuera del hogar. El estrés crónico provocado por conflictos vecinales puede afectar nuestra capacidad para comunicarnos de manera asertiva con amigos, familiares y seres queridos, lo que puede llevar a un distanciamiento emocional y a una disminución en la calidad de nuestras relaciones.

Estrategias para manejar este tipo de estrés:

Aunque puede resultar difícil evitar por completo estas situaciones estresantes, existen estrategias que podemos emplear para mitigar su impacto en nuestra salud mental.

Prácticas de autocuidado: Priorizar el autocuidado mediante la práctica regular de ejercicio físico, técnicas de relajación como la meditación o el yoga, y asegurarse de tener un tiempo dedicado al descanso y la desconexión.

– Establecer límites: Comunicar claramente los límites con los vecinos molestos o con las autoridades pertinentes en el caso de obras en la vía pública. Establecer límites saludables es fundamental para proteger nuestro bienestar psicológico.

Buscar apoyo social: Mantener conexiones sociales sólidas con amigos, familiares o grupos comunitarios puede proporcionar un valioso apoyo emocional durante momentos de estrés urbano.

Adoptar perspectivas alternativas: Tratar de adoptar una perspectiva diferente frente a las situaciones estresantes, reconociendo que son temporales y que podemos encontrar formas de adaptarnos y superarlas.

Las obras en la vía pública y los ruidos constantes representan desafíos significativos para nuestra salud mental en entornos urbanos. El estrés, la ansiedad, las dificultades para dormir, la disminución del rendimiento cognitivo y el aumento de la irritabilidad son solo algunas de las consecuencias negativas que pueden surgir como resultado de su presencia constante en nuestras vidas.

Es fundamental tomar medidas para mitigar su impacto, como el uso de tapones para los oídos, la búsqueda de entornos más tranquilos cuando sea posible y la adopción de estrategias de afrontamiento saludables para manejar el estrés de las ciudades.

Y si todo esto te ha generado un cuadro de estrés o de ansiedad en Quiero Psicología podemos ayudarte a darte herramientas efectivas.

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Celos entre amigos

Las relaciones de amistad son una parte fundamental de la vida de las personas, proporcionando apoyo emocional, compañerismo y diversión. Sin embargo, al igual que en cualquier tipo de relación interpersonal, los celos pueden surgir y afectar la dinámica entre amigos.

Los celos en la amistad pueden manifestarse de diversas formas y tener un impacto significativo en la calidad de la relación. En este post, exploraremos los celos examinando sus causas, consecuencias y posibles estrategias para abordarlos.

Causas de los celos en la amistad

Algunas causas comunes de los celos entre amigues pueden ser:

Comparación Social: Una persona puede sentirse amenazada cuando percibe que otra persona del grupo es más exitosa, atractiva o talentosa que elles en ciertos aspectos de la vida, como el trabajo, las relaciones románticas o la apariencia física.

Inseguridad Personal: La baja autoestima y la falta de confianza en sí misme pueden llevar a una persona a sentirse inadecuada en comparación con sus amigos, lo que puede desencadenar sentimientos de celos ante los logros o éxitos de las demás.

Temor a la Pérdida: El miedo a perder la amistad de una persona querida puede provocar celos, especialmente si perciben que su amiga está desarrollando relaciones cercanas con otras personas y vuestra relación empieza a cambiar. Es muy habitual sentir celos cuando tu amigue ha conocido a alguien románticamente y pasa la mucho tiempo con esa persona, desplazando el resto de vínculos.

Falta de Comunicación: La falta de comunicación abierta y honesta en la amistad puede dar lugar a malentendidos y suposiciones incorrectas, lo que a su vez puede alimentar los celos y la desconfianza.

Consecuencias de los celos:

Los celos pueden tener consecuencias negativas tanto para la persona que los experimenta como para la dinámica general de la amistad. Algunas de estas consecuencias pueden ser:

Deterioro de la Confianza: Los celos erosionan la confianza entre amigues, lo que puede llevar a una mayor distancia emocional y dificultar la comunicación de forma asertiva.

Resentimiento y Hostilidad: Los sentimientos de celos pueden dar lugar a comportamientos hostiles y vengativos hacia la persona percibida como amenaza, lo que puede dañar aún más la relación.

Autoestima Baja: La comparación constante con otras amigas y la sensación de no estar a la altura pueden afectar negativamente la autoestima y el bienestar emocional de una persona.

Ruptura de la Amistad: En casos extremos, los celos pueden conducir a la ruptura de la amistad si no se abordan de manera adecuada y constructiva.

Estrategias para afrontar los celos

Cuando los celos se cuelan en las relaciones de amistad, es crucial contar con herramientas efectivas para abordarlos. Algunas de estas estrategias incluyen:

Autoconocimiento: Reconocer y comprender las propias emociones de celos es esencial. Muchas veces cómo nos sentimos tiene más que ver con lo que hemos vivido en el pasado que con lo que está ocurriendo en el presente.

Comunicación asertiva: Establecer una comunicación abierta y honesta con las amigas es fundamental. Hablar sobre los sentimientos de manera respetuosa y receptiva puede ayudar a resolver malentendidos y prevenir que los conflictos escalen.

Fomentar la Autoestima: Trabajar en desarrollar una autoestima saludable y una actitud positiva hacia uno mismo es muy importante. Al hacerlo, se pueden reducir los sentimientos de inseguridad y la necesidad de compararse con otros amigos.

Buscar Apoyo Profesional: En casos donde los celos tienen un impacto significativo en la salud emocional y las relaciones interpersonales, buscar ayuda profesional puede ser clave.

Es importante hacer introspección y ser honestas con nosotras mismas. Fijarnos si es un caso aislado o algo que se repite de forma sistemática en los diferentes vínculos. En resumen, los celos entre amigas pueden ser una realidad difícil de navegar, pero con un enfoque adecuado y una actitud proactiva, estas emociones pueden transformarse en oportunidades de crecimiento y fortalecimiento de las relaciones de amistad. Si no te vez capaz en Quiero Psicología podemos ayudarte.

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¿Síndrome postvacacional o depresión?

Las vacaciones son un momento de relajación y recarga, pero para muchas personas, el regreso a la rutina diaria puede ser un desafío emocional. Este fenómeno se conoce como síndrome postvacacional. Aunque es una experiencia común, puede ser difícil de manejar si no se aborda adecuadamente. En el post de hoy, exploraremos qué es el síndrome postvacacional y ofreceremos consejos para superarlo de manera saludable.

¿Qué es el síndrome postvacacional?

El síndrome postvacacional es una respuesta emocional y psicológica que algunas personas experimentan al regresar a sus responsabilidades laborales, académicas o familiares después de un período de vacaciones. Los síntomas pueden variar desde fatiga y tristeza hasta irritabilidad y ansiedad. Es importante comprender que estos sentimientos son normales y temporales, pero pueden afectar la calidad de vida si no se manejan adecuadamente.

¿Por qué hacemos hincapié en que estos síntomas son normales, aunque sean desagradables?

Porque si hemos estado haciendo planes divertidos y variados, volver a estudiar/trabajar con la presión que eso supone, lo más habitual es que no nos guste demasiado.

Hemos pasado, sin comerlo ni beberlo, de un contexto con mucha estimulación agradable, novedosa e inmediata, a un contexto donde casi todo es impuesto y donde tenemos que esperar al fin de semana para que llegue la tranquilidad y el ocio.

De repente pasas de ser tú quien elige tu rutina, desde a que hora levantarse, como hasta que vas a comer, a un entorno en que tienes que cumplir con muchas obligaciones y muy poca libertad.

Por todas estas cosas, decimos que hasta cierto punto es normal sentir emociones desagradables al volver a nuestra “vida real”. Sin embargo, vamos a comentar algunos tips que pueden ayudar a sobrellevar este período de una forma un poco más amable.

  • Planificación y anticipación: Saber que la transición de las vacaciones a la rutina puede ser difícil es el primer paso. Antes de regresar, establece expectativas realistas y planifica gradualmente la vuelta a tu rutina.
  • Cuida tu bienestar físico: Mantén una dieta equilibrada, haz ejercicio regularmente y asegúrate de descansar lo suficiente.
  • Establece metas y objetivos: Definir metas personales o profesionales para el período después de las vacaciones puede brindarte un sentido de propósito y dirección.
  • Programa momentos agradables: Asegúrate de incluir momentos de relajación y disfrute en tu rutina diaria. Esto puede ser tiempo para practicar la meditación, leer un libro o practicar una actividad que te guste.
  • Planifica tu próxima escapada: No es lo mismo tener dos semanas de vacaciones al año y ya está, que de vez en cuando hacer una escapada de fin de semana, aunque sea al pueblo de tu abuela, donde no tienes que pagar alojamiento.

Sin embargo, si notas que los síntomas son más graves de lo normal o persisten durante un período prolongado, podrían ser indicativos de una respuesta más severa al estrés postvacacional o de un problema subyacente. Aquí hay algunas señales de que el síndrome postvacacional podría ser más grave de lo normal:

  • Intensidad extrema: Si tus síntomas, como la tristeza, la ansiedad o la fatiga, son excepcionalmente intensos y afectan significativamente tu capacidad para funcionar en la vida diaria.
  • Duración prolongada: Si los síntomas persisten durante varias semanas o incluso meses después de regresar de las vacaciones, esto podría indicar un problema más grave.
  • Impacto en el trabajo o las relaciones: Si el síndrome postvacacional está afectando tu desempeño laboral, tus relaciones personales o tu calidad de vida de manera importante.
  • Síntomas adicionales: Si experimentas síntomas adicionales que no son típicos del síndrome postvacacional, como pensamientos suicidas, abuso de sustancias o una fuerte sensación de desesperación, es crucial buscar apoyo profesional de inmediato.

En estos casos, es importante no ignorar los síntomas y buscar la ayuda de un profesional de la salud mental.

Desde quiero psicología podemos ayudarte.

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Depresión y soledad

La depresión es un trastorno mental que afecta el estado de ánimo, los pensamientos, el comportamiento y la salud en general de una persona. Es más que simplemente sentirse triste o desanimada de vez en cuando, como muchas personas puedan pensar.

La depresión es un estado prolongado de tristeza profunda y pérdida de interés en las actividades cotidianas, que puede interferir significativamente en la vida diaria de una persona.

¿Qué se siente en una depresión?

Los síntomas de la depresión pueden variar, pero comúnmente incluyen:

  • Sentimientos persistentes de tristeza, vacío o desesperanza.
  • Pérdida de interés o placer en actividades que antes eran agradables.
  • Cambios en el apetito o el peso.
  • Dificultades para dormir o dormir en exceso.
  • Fatiga o falta de energía.
  • Dificultades para concentrarse, recordar o tomar decisiones.
  • Sentimientos de inutilidad o culpa excesiva.
  • Agitación o ralentización psicomotora.
  • Pensamientos de autodestrucción o suicidio.

¿Por qué puede ocurrir la depresión?

La depresión es un trastorno complejo y su desarrollo puede estar influenciado por múltiples factores interrelacionados. Vamos a comentar algunas de las posibles causas y factores de riesgo asociados a la depresión:

  • Factores biológicos: Ciertas afecciones médicas, como trastornos hormonales, enfermedades crónicas, problemas neurológicos y desequilibrios en el sistema inmunológico, pueden aumentar el riesgo de desarrollar problemas depresivos.
  • Factores psicológicos: Experiencias traumáticas, abuso físico, emocional   y/o sexual, pérdidas significativas, estrés crónico, problemas de autoestima y otros eventos emocionales pueden contribuir al desarrollo de la depresión.
  • Factores ambientales: El entorno en el que una persona vive puede tener un impacto en su salud mental. Factores como la exposición a situaciones estresantes, pobreza, desempleo, violencia o falta de apoyo social, las expectativas culturales, la discriminación, la marginación y otros factores sociales.
  • Historia personal: Experiencias negativas en la infancia, como negligencia, abandono o abuso, pueden aumentar la vulnerabilidad a la depresión en la edad adulta.
  • Factores hormonales: Los cambios hormonales, como los que ocurren durante el embarazo, el posparto, la menopausia y ciertas condiciones médicas como el hipotiroidismo, también pueden influir.
  • Uso de sustancias: El abuso de alcohol y drogas puede desencadenar o empeorar los síntomas depresivos en algunas personas.
  • Predisposición personal: Algunas personas pueden tener una predisposición a interpretar las situaciones de manera negativa o a sentirse abrumadas por el estrés, lo que aumenta su vulnerabilidad con este tipo de problemas psicológicos.

Es importante tener en cuenta que la depresión puede ser causada por una combinación de estos factores y que no existe una única causa que se aplique a todas las personas. Cada individuo es único y puede tener diferentes factores que contribuyen a su experiencia depresiva.

Sin embargo, hoy queríamos hablar del impacto que puede tener la soledad en la depresión y en la salud mental en general. La relación entre la soledad y la depresión es compleja y bidireccional, lo que significa que la soledad puede contribuir al desarrollo o exacerbación de la depresión, y la depresión también puede llevar a una sensación intensificada de soledad.

¿Pero de qué forma puede influir la soledad en la depresión?

  • Falta de apoyo y aislamiento social: La soledad implica sentirse aislado y desconectado de los demás, la falta de apoyo social y emocional puede aumentar la sensación de tristeza y desesperanza ya que la falta de interacciones sociales y relaciones significativas puede dificultar la expresión y el procesamiento de emociones. Esto puede llevar a la acumulación de emociones negativas y aumentar la carga emocional.
  • Rumiación y pensamientos negativos: Las personas que se sienten solas a menudo pueden caer en patrones de rumiación, que es la tendencia a dar vueltas repetitivas a pensamientos distorsionados. Esto puede intensificar los síntomas depresivos y mantener a la persona atrapada en un ciclo de pensamientos negativos.
  • Falta de actividades gratificantes: La interacción social y las actividades compartidas pueden proporcionar distracciones y experiencias positivas que ayudan a mitigar los síntomas de la depresión. La soledad puede privar a las personas de estas distracciones y actividades agradables que podrían mejorar su estado de ánimo, ya que se expondrían a estímulos que son mucho más reforzantes.
  • Impacto en la autoestima: La soledad prolongada puede afectar a la autoestima y a la apercepción de uno mismo. Las personas pueden empezar a cuestionar su valía y su capacidad para conectarse con los demás, lo que puede aumentar los sentimientos de inutilidad y tristeza propios de la depresión.
  • Efecto en la percepción del mundo: La soledad puede influir en cómo una persona percibe el mundo que la rodea. Puede hacer que todo parezca más sombrío y desolado, lo que se alinea con los síntomas de la depresión.

En resumen, contar con una red de apoyo en el tratamiento de la depresión puede ser sumamente beneficioso para mejorar el bienestar emocional, facilitar la recuperación y brindar un entorno de comprensión y apoyo durante los momentos difíciles.

Si estás experimentando sentimientos de soledad y depresión, buscar apoyo de amigos, familiares o profesionales de la salud mental puede marcar una diferencia significativa en tu bienestar. En Quiero psicología te atenderemos encantadas.

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No quiero sentir ansiedad

La ansiedad es una respuesta natural del organismo ante situaciones estresantes. A pesar de ello, generalmente no es agradable sentir ansiedad, especialmente si esta respuesta se vuelve excesiva o persistente, interfiriendo en nuestra vida. En este artículo, exploraremos las pautas para manejar la ansiedad y examinaremos algunas posibles causas que contribuyen a su desarrollo.

Entender la ansiedad

La ansiedad es una emoción que todos experimentamos en determinadas circunstancias, como antes de un examen importante o una entrevista de trabajo. Aparece especialmente cuando se da una situación incierta (que no sabemos cómo va a desarrollarse) y que es importante para nosotros, para que podamos estar preparados para ella. Por ello activa nuestro cuerpo y centra nuestra mente en lo relacionado a ese suceso (por ejemplo, pensando en todos los factores que pudiéramos controlar de una entrevista: la ropa, el CV, como llegar, etc.).

 Algunos síntomas comunes de la ansiedad incluyen la preocupación constante, la tensión muscular (dolores de cabeza, contracturas, rigidez muscular), los problemas de sueño y falta de apetito, inquietud motora, dificultad para concentrarse, bruxismo… Sin embargo, cuando la ansiedad se vuelve crónica y afecta nuestra calidad de vida, es importante buscar formas de manejarla.

Posibles causas de la ansiedad

  • Factores biológicos: Algunas personas pueden ser más propensas a desarrollar ansiedad debido a diferencias en la química cerebral o en la forma en que su cuerpo maneja el estrés, así como su balance hormonal (por ejemplo, las hormonas durante el ciclo menstrual, la falta de vitaminas…).
  • Experiencias traumáticas recientes o actuales: Haber vivido o estar viviendo experiencias traumáticas, como abusos, violencia, enfermedades graves o fallecimientos cercanos, contribuyen a la sensación de peligro y activación constante, que puede empeorar los síntomas de ansiedad.
  • Factores Ambientales y estilo de vida: Un trabajo muy demandante o estresante, una situación económica ajustada que supone un estrés constante, cambios importantes en la vida (como una mudanza o incluso un embarazo) y el consumo excesivo de sustancias como el alcohol, drogas o cafeína pueden desencadenar o empeorar la ansiedad.
  • Problemas en relaciones sociales importantes: Una relación conflictiva o que simplemente está pasando por un mal momento con tu pareja, padres o amistades cercanas puede provocar mucha ansiedad.
  • Rasgos de personalidad: Si una persona tiene rasgos más marcados, como la autoexigencia, el perfeccionismo o el control, es fácil que pequeños estímulos o situaciones ajenas puedan generar mucha ansiedad.

Pautas para manejar la ansiedad

  1. Reconoce y acepta: Hemos explicado que es una emoción adaptativa y natural, no te juzgues por sentir ansiedad, permítete experimentarla y reconoce que no te define como persona. Intentar controlarla, solo aumentará los síntomas y será más frustrante.
  2. Practica técnicas de relajación: Puedes probar con técnicas accesibles como la meditación, ejercicios de mindfulness, yoga, la respiración profunda o visualizaciones guiadas (descritas después) o simplemente con sonidos relajantes. Así aprenderás a centrarte en tu cuerpo sin juzgar las sensaciones y generarte una sensación de calma. La respiración profunda es una técnica simple (existen varios tipos de ejercicios) que no quita la ansiedad, pero reduce los síntomas. Siéntate en una posición cómoda, cierra los ojos y concéntrate en la respiración: Inhala por la nariz, sintiendo cómo se expande tu abdomen, retén el aire unos segundos y luego exhala muy lentamente por la boca, contrayendo el abdomen “hasta vaciarte”; y repítelo varias veces. La visualización guiada: Se trata de imaginar escenas relajantes y tranquilas (conocidas o imaginadas), existen audios y vídeos que pueden facilitarte el ejercicio. Cierra los ojos y visualiza un lugar tranquilo, como una playa o un jardín. Imagina todos los detalles, como los sonidos, los olores y las sensaciones táctiles.
  3. Mantén un estilo de vida saludable: Encuentra una actividad física que disfrutes (caminar, correr o cualquier otra forma de ejercicio) y dedícale al menos 30 minutos al día, busca tener una dieta con alimentos nutritivos de forma equilibrada y establece una rutina de sueño estable.
  4. Autocuidado y emociones agradables: Busca que tu horario incluya actividades agradables para reponer tu energía y reducir la ansiedad. Enfocarte de manera consciente en emociones agradables también puede ser muy beneficioso. Por ejemplo, empieza un diario de gratitud, donde cada día, escribas tres cosas por las que te sientas agradecido (cosas pequeñas como una conversación divertida o un paisaje bonito que has visto).
  5. Establece límites y prioridades: A menudo, nos sentimos abrumados por una lista interminable de tareas, identifica las tareas más importantes y delega o elimina aquellas que no son urgentes o necesarias. Asimismo, pon límites a las personas que supongan estresores para ti.
  6. Busca apoyo social y profesional: No tengas miedo de pedir ayuda y compartir tus preocupaciones con personas cercanas que puedan brindarte una perspectiva diferente o ayudarte delegando en ellos. Si tienes varios factores de los anteriormente mencionados o un problema subyacente, estas pautas podrán aliviar los síntomas, pero un trabajo más profundo con un profesional será necesario. Desde Quiero Psicología, estaremos encantadas de poder ayudarte a gestionar la ansiedad y adquirir habilidades para ello.
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Sufro de hiponcondría

Todos hemos escuchado noticias o conocemos a personas que han sido diagnosticadas con enfermedades (graves o no) de forma más o menos repentina, incluso personas que han fallecido súbitamente. Esto no solo puede generar mucho malestar al entorno cercano, por el duelo que conlleva, sino que estas historias ponen en relevancia muchas veces nuestra propia mortalidad y vulnerabilidad. Para algunas personas, esto supone un miedo y ansiedad que les interfiere en el día a día, llegando a un nivel que puede ser patológico.

¿Qué es la hipocondría?

En el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, manual de referencia para los diagnósticos en salud mental), la hipocondría no se considera como un trastorno diagnóstico, sino que se ha redefinido como Trastorno de Ansiedad por Enfermedad. Se caracteriza por una preocupación excesiva y persistente por tener o adquirir una enfermedad grave, a pesar de la ausencia de evidencia médica que lo respalde (incluso tras una evaluación médica adecuada) y generando un malestar significativo. Esto se traduce en interpretar de manera exagerada los síntomas físicos normales o leves como indicadores de una enfermedad grave. Es importante destacar que este trastorno requiere que los síntomas no sean mejor explicados por otro trastorno mental (como el trastorno de pánico o la fobia específica a una enfermedad) y que la preocupación no sea atribuible a una condición médica existente.

Suele comenzar en la adolescencia o adultez temprana, y existe una alta comorbilidad con trastornos de ansiedad y depresión, por el impacto que tiene en el funcionamiento de la persona. Aunque no existe una causa única para la hipocondría, se han identificado algunos factores que pueden aumentar el riesgo de desarrollar este trastorno, como:

  • Experiencias traumáticas previas (enfermedades graves propias o cercanas, pérdidas)
  • Tendencia a la ansiedad o la depresión
  • Historia familiar de trastornos de ansiedad o hipocondría.
  • Rasgos de personalidad o patrón de pensamiento perfeccionistas, obsesivos o controladores

¿Qué síntomas son?

Como hemos descrito, este trastorno psicológico conlleva una preocupación excesiva y persistente por padecer una enfermedad grave, a pesar de contar con evidencias médicas que demuestran lo contrario, lo que se traduce en los siguientes síntomas y características. Es importante tener en cuenta que estos síntomas deben estar presentes durante un período prolongado y causar un deterioro significativo en el funcionamiento diario para cumplir con los criterios diagnósticos.

  1. Ansiedad y Preocupación excesiva y constante por la salud. La ansiedad es una característica principal en este trastorno, junto con la preocupación constante y desproporcionada por su salud, incluso cuando no hay evidencia de enfermedad. Suelen pasar gran parte de su tiempo, obsesionadas con la idea de estar gravemente enfermas, teniendo mucha dificultad para desechar esta idea o gestionar los pensamientos intrusivos al respecto, incluso ante pruebas objetivas de lo contrario. El miedo irracional y persistente a padecer enfermedades graves (letales o crónicas como cáncer, enfermedades cardíacas o trastornos neurológicos, etc.) retroalimenta esa ansiedad.
  2. Interpretación exagerada de síntomas físicos. Existe una hiperactivación y focalización en el cuerpo y las sensaciones físicas y un patrón catastrofista que hace que cualquier pequeña molestia puede ser percibida como una señal de enfermedad grave (por ejemplo, un dolor de cabeza se explica por un tumor cerebral). Esta interpretación distorsionada de los síntomas genera una mayor ansiedad y preocupación, que alimenta el miedo y las búsquedas de atención médica e información.
  3. Búsqueda compulsiva de información y atención médica. Por un lado, suelen pasar muchas horas investigando sobre enfermedades, síntomas y tratamientos en Internet, con un sesgo confirmatorio que hace que destaquen únicamente los diagnósticos de enfermedad grave, alimentando aún más sus miedos y generando un círculo vicioso de ansiedad. Por otro lado, suelen acudir de manera recurrente a médicos, especialistas y servicios de urgencias, realizar numerosas pruebas médicas (incluso a pesar de un resultado previo negativo) y tratamientos (alternativos o convencionales) e incluso cambiar de médico o buscar repetidamente segundas opiniones al no recibir una respuesta que apoye sus creencias.  Aunque no es lo más habitual, existe un porcentaje de personas que recaen en el otro extremo, evitando situaciones médicas a toda costa, por miedo a obtener resultados negativos o por temor a confirmar sus creencias.
  4. Malestar y deterioro en el funcionamiento diario. El estrés y la preocupación constantes, junto con los síntomas anteriores limitan las actividades de las personas (por ejemplo, no viajar por miedo a estar lejos de un hospital), causan dificultades en las relaciones interpersonales (deteriorando la calidad y cantidad de interacciones sociales) y en el mantenimiento de un empleo y rutina estables (faltar por citas médicas recurrentemente).  Todo esto acaba afectando negativamente la calidad de vida de la persona. Principio del formulario

Si crees que estas experimentando estos síntomas, desde Quiero Psicología, estaremos encantadas en ayudarte a gestionar el malestar e invertir en recuperar tu calidad de vida.

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Por qué la terapia no sirve sin continuidad

Afortunadamente, la salud mental va teniendo cada vez más visibilidad e importancia para las personas. Aunque cuidar de nuestra salud mental no siempre implica iniciar un proceso terapéutico, muchas personas acaban por buscar ayuda profesional, habiendo pasado un espacio de tiempo en el que se ha contemplado la idea o se han buscado profesionales. De estas personas, existe un porcentaje de personas que recurren a profesionales, lo hacen de una forma ineficaz, desde el desconocimiento mayormente, que puede ser perjudicial: desmotivando a la persona hasta que incluso descarte la opción de pedir ayuda, estigmatizando, aumentando el sentimiento de desesperanza respecto a sus problemas, posponiendo un aspecto de autocuidado esencial, etc.).  Por ello, te daremos unas pocas pistas que pueden romper mitos acerca de la frecuencia de la terapia.

Con una sesión me vale

Aunque puedas salir muy contento o con ciertas herramientas a corto plazo de la primera sesión, esto no equivale a una terapia: Una terapia implica un proceso terapéutico con una evaluación e intervención, que por supuesto no puede darse en una sesión (especialmente si no es de 1 hora).

La primera sesión sirve especialmente para averiguar si te sientes cómodo con tu terapeuta y con el tipo de terapia que practica.

Haber puesto en práctica esas herramientas es muy buena señal de que estás motivado para tu terapia y posiblemente de que te sientas a gusto con tu terapeuta, así que ¡enhorabuena! Sigue con tu proceso y aprovecha ese impulso de energía y ánimo, y no te dejes llevar por la emoción del momento que te dice que ya todo está bien. Si aun así sientes que el problema era algo muy puntual y está solucionado, comunícalo a tu terapeuta y espera a ver si esos cambios se mantienen: la terapia no es milagrosa, pero no se puede tampoco subestimar el efecto que tiene sentirnos escuchados, validados y con la confianza de poder enfrentarnos a situaciones y emociones complejas.

Voy cuando lo necesito

Aunque no todos los procesos terapéuticos son iguales, sí que es fácil observar cómo este proceso no suele implicar una mejora de forma lineal nuestro estado de ánimo: existen altibajos, similares a lo que ocurre fuera de las sesiones. Esto puede llevar de forma impulsiva a “volver” a terapia cuando nos sentimos mal, sin aprender a gestionar esos altibajos, sino con intención de “quitarlos”.

De esta manera, la terapia se convierte en intentar apagar fuegos, en vez de poder averiguar que los genera para estar mejor a largo plazo, impidiendo un aprendizaje sostenible.

Además, cuando se recurre a las sesiones de esa forma tan poco constante, es difícil poder trabajar de forma continuada un mismo problema (ya que pueden suceder muchos eventos nuevos en nuestra vida) y estando a un nivel que permita el aprendizaje (teniendo una intensidad emocional muy alta, bajar la intensidad para poder gestionar la emoción puede ser la prioridad).

Si solo vas al gimnasio una vez para fortalecer, a pesar de que hagas mucho en ese entrenamiento, esto no tendrá efectos, y es probable que te lesiones o tengas tantas agujetas que no puedas, ni quieras, continuar con tu objetivo.

«Es que no tengo dinero /tiempo»

Si la frecuencia tan irregular se debe a complicaciones económicas, coméntalo con tu terapeuta para que podáis encontrar una frecuencia que te sea cómoda a la vez que eficaz, se entiende que la terapia es un esfuerzo económico y la idea es poder facilitarla en la medida de lo posible. Si se trata de complicaciones debido a poco tiempo libre u horarios cambiantes, la mayoría de los terapeutas tenemos en cuenta la variabilidad del horario laboral de muchos (si además se tienen varios trabajos y/o labores domésticas), pero puedes comentarlo para definir la disponibilidad que es más recurrente para las sesiones (y confirmar solo entre dos opciones) o en la que cuando podréis definir la sesión (según te entreguen tus horarios, por ejemplo) y puedes considerar la opción de poder tener sesiones online, especialmente para ahorrar tiempo en desplazamientos. Ir a terapia es una inversión de tiempo, no es fácil, pero tu bienestar lo merece.

“Vengo porque me lo ha pedido mi pareja/familia”

En este tipo de casos, hablamos de personas, que si bien hacen un esfuerzo por una persona o tras ultimátums porque quieren conservar la relación que sea, no están inherentemente motivadas en la terapia. Esto no quiere decir que no pueda haber una reflexión posterior y que luego se encuentren motivados, pero los cambios en terceras personas no pueden ser objetivos del proceso terapéutico (“quiero que mi expareja vuelva conmigo, o vea que estoy mejor”): si no eres tú la persona que quiere conseguir un cambio, el esfuerzo no suele ser ni fácil, ni fructífero.

Una variante de esta idea es venir para “ser feliz”, y, aunque es una idea que se promueve mucho en la sociedad, es un concepto idealista que es importante redefinir en términos cuantificables y personales.

Si se busca eliminar las emociones o situaciones desagradables, es probable que la terapia se abandone, puesto que es una parte importante de ella aprender a sentir de forma segura y gestionar lo que solemos evitar de forma intuitiva, pero acaba siendo perjudicial.

Si te decides a iniciar tu proceso terapéutico, de forma seria y para tu crecimiento y bienestar, estaremos encantadas de poder ayudarte desde el equipo de Quiero Psicología.

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Lo duro de ir a terapia

Mucha gente llega a terapia con una idea errónea de lo que es el cambio, de lo que es adquirir herramientas emocionales para tener más recursos.

En general, se cree que el cambio será todo coser y cantar. El paciente viene a terapia pensando: este síntoma tan molesto que tengo me lo quitan y ya está.

Error. El síntoma no se quita. El síntoma se interpreta lo que significa, lo que está expresando para poder saber de dónde viene: si es que te cuesta decir que no, si es que tienes miedo a las personas de autoridad, si es que tu autoestima está dañada, si es que pasaste por una pareja tóxica y un largo etcétera.

El paciente se sorprende al descubrir que la causa estaba en otro sitio. Algunos en este proceso abandonan porque quieren quitarse el síntoma molesto pero no “remover la mierda”. Muchos perfiles evitativos huirán.

Pero, oh sorpresa, para mejorar el dolor no se puede rodear. El dolor se atraviesa. Sólo de esta manera saldrás del otro lado sintiéndote más fuerte y mejor.

Ahora, si eres tan valiente como para seguir trabajando en ello (o ya lo has sido), enhorabuena, pero ahora entrarás (o habrás entrado ya) en un camino que a ratos se puede hacer muy duro.

¿Qué tiene «malo» ir a terapia?

Un tabú del que no se habla es de lo que te espera ahora. Si haces una terapia profunda y completa adquirir esas herramientas emocionales te hará más sabio o sabia, hará que identifiques lo que te hace daño, tus traumas, tu forma de querer y la forma en la que te han querido pero también te hará ver el mundo de una forma que hasta ahora no lo has contemplado. Y eso no siempre se va a sentir como fácil.

Te relato aquí alguna de las cosas más clásicas que puedes o has podido experimentar:

  1. Ves más claro a las personas que te rodean, para lo bueno y para lo malo. Te darás cuenta de que alguna (o mucha) de la gente que te rodea es tóxica, manipuladora o simplemente sin ningún recurso emocional y te pondrá en la duda de cortar, cambiar o alejarte de relaciones. Spoiler: lo harás. Y dependiendo de la relación puede ser muy costoso emocionalmente, habrá momentos donde preferirás no haberlo visto. Pero al final nunca te arrepentirás, quizá conserves menos personas en tu vida, pero éstas no te harán sentir solo, no te criticarán y hundirán tu autoestima.
  2. Ves el mundo mucho más claro: cuando de repente aprendes sobre tipos de apego, formas de manipulación, características tóxicas, tipos de personalidad, etc, te das cuenta mucho más rápido y mejor de quién hace qué y porqué. Sin embargo: la gente de tu entorno no lo hará. Muchos te negarán esa realidad que ahora ves, la minimizarán, te dirán “ya conoces a fulanito”, “te tomas todo muy a pecho” o “es que es tu madre”. Esto te puede hacer sentir solo o ignorado. Te encuentras en un mundo de repente, que, de nuevo, tampoco te arrepentirás al final haber descubierto, pero sé consciente de que lo verá menos gente, porque sólo lo ve la gente que ha trabajado en ellos mismos, en asumirse y conocerse. Y esto no abunda tanto.
  3. Te darás cuenta de tu historia vital: probablemente descubrirás traumas (porque todos tenemos) sobre ti, tu familia, amigos y parejas y esto provocará que pases épocas en duelo, triste o enfadado. Es necesario cambiar la historia errónea que te habías contado, es necesario quitarte culpas que nunca debiste tener, responsabilizar a los otros de lo que te hicieron y otras cosas te harán verte a ti mismo de una manera distinta. Cuando avances verás cómo tu autoestima crece, cómo atraviesas esos dolores, pero no siempre será todo sencillo.

¿Merece la pena hacer terapia?

Con esto quiero decir que todo el que se somete a un proceso de terapia se verá reforzado, mejorará y sentirá que cambia su vida, pero no es todo un camino de rosas. Por eso es de admirar a todos aquellos pacientes que se someten a estos procesos de cambio, algunos de ellos lo hacen pensando que son débiles porque tienen ansiedad o están deprimidos o les agobia los exámenes. Pero nada más lejos de la realidad, todo lo contrario: es mucho más valiente intentar mejorar todos los días y enfrentarse a lo que nos duele que quedarse en el mismo sitio sin hacer nada.

Si has elegido empezar (o ya llevas tiempo en un proceso de terapia) sólo puedo decirte que estés orgulloso de ti, que todo ese dolor que ahora sientes se disipará. Atraviésalo, que del otro lado te espera algo mejor.

Y si no, y quieres empezarlo, en Quiero Psicología te estamos esperando.

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Depresión ¿Qué siento? ¿me he roto para siempre?:

¿Qué es una depresión?

Cada vez hay menos estigma de cara a la salud mental y aunque es muy positivo poder hablar sin tapujos de problemas psicológicos, se ha trivializado mucho la palabra depresión:

Una depresión no es simplemente tristeza desencadenada por un evento desagradable vital (ya que está sería una reacción emocional totalmente adaptativa de nuestro cuerpo), por lo que no sería apropiado usarlo indistintamente con la palabra “tristeza”. Es importante que la etiqueta nos da un contexto: poder entender los síntomas, como interactúan, qué suele ocurrir en esos casos… pero…

Una persona no es una depresión: recuerda que basta que cambie un criterio de los que se han definido como parte del grupo, para no “encajar”: es fácil ponernos la etiqueta, pero no tanto quitárnosla. Por eso, la mayoría de los psicólogos trabajan con los síntomas, la personalidad y el contexto de la persona, y no con un trastorno “aplicable a todo”.

Tipos de depresión

Aunque depresión se use livianamente el término depresión, aquí nos referiremos al más común que es el episodio depresivo mayor. De hecho, afecta a cerca de un 5 % de la población mundial, y con más frecuencia a las mujeres que a los hombres. Un episodio depresivo mayor se manifiesta por una combinación de síntomas que interfieren con la capacidad para ser funcional, es decir que altera la vida habitual de la persona (trabajar o estudiar, dormir, comer, socializar, etc.). Estos episodios depresivos pueden clasificarse como leves, moderados o graves.

Aun teniendo un episodio depresivo, existen diferentes tipos de trastornos con relación a éste: puede ser un trastorno depresivo de un solo episodio, recurrente (quiere decir que la persona ha experimentado por lo menos dos episodios) o un trastorno bipolar (es un trastorno que se caracteriza por episodios depresivos que se alternan con episodios maníacos). También existe el trastorno distímico, el cual se suele definir como depresión crónica y se caracteriza por la mayoría de la sintomatología de la depresión mayor, pero en una intensidad más leve, menos incapacitante y durante más tiempo (mínimo 2 años).

¿Cuáles son los síntomas?

El trastorno depresivo mayor es un trastorno que afecta principalmente al estado de ánimo, pero también a la forma de pensar y percibir la realidad, al organismo. Describiremos los criterios diagnósticos de la depresión mayor, pero recordemos que solo un profesional puede diagnosticar con una evaluación completa de la persona y su situación.

La persona tiene que presentar cinco o más síntomas de la siguiente lista (siendo uno de los dos primeros obligatorios para su diagnóstico), de manera diaria, y durante al menos dos semanas, afectando a su funcionamiento vital, como hemos comentado antes:

1. Un estado de ánimo triste, desanimado, desesperanzado.

2. Una pérdida de interés en casi todas las actividades habituales, especialmente evidente en las que antes sentía placer.

3. Alteraciones en el peso y/o apetito. Aunque generalmente se da una disminución del apetito y una pérdida significativa del peso, algunas personas muestran un aumento del apetito o de la ingesta de alimentos -aunque no haya apetito- y también del peso.

4. Alteraciones en el ciclo de sueño: suelen aparecer muchas dificultades para quedarse dormido y/o sueño interrumpido, o demasiado sueño (hipersomnia).

5. Alteraciones en el aspecto psicomotor: algunas personas pueden sufrir episodios de agitación, incapacidad para permanecer tranquilo, y otros un enlentecimiento psicomotor, que consiste en hablar muy pausadamente y moverse lentamente (como si uno fuera a cámara lenta).

6. Una fatiga constante o gran pérdida de energía: que cualquier tarea, por pequeña que parezca, supone un esfuerzo titánico o parece difícil o imposible de lograr. 

7. Sentimientos de inutilidad y culpa, muy intensos y desproporcionados, sobre situaciones presentes o pasadas. Se repasa lo vivido, magnificando errores, catalogando cada acto como un fracaso, poniendo atención en todas las señales negativas.

8. Dificultades para concentrarse, tomar decisiones o recordar.

9. Pueden aparecer pensamientos recurrente acerca de la muerte y/o el suicidio (exista o no un plan, se lleve a cabo o no). A pesar del miedo a morir, la persona suele estar convencida de que él y los demás estarían mejor si falleciera.

Como hemos comentado, existen otros síntomas que se suelen dar como: llanto frecuente, sentimientos de angustia y ansiedad constante, irritabilidad y explosiones emocionales,

¿Por qué o cómo aparece?

Una depresión puede desencadenarse por un evento externo de naturaleza desagradable (despido, ruptura, fallecimiento), o no tener un desencadenante claro (endógena).  En ambos casos, pueden estar implicados diferentes factores que interactúen o lo potencien, como:

  • Químicos y hormonales: puede existir una desregulación de ciertos neurotransmisores (los mensajeros químicos del cerebro) importantes como la serotonina, u hormonal, como el tiroides o como los estrógenos y progesterona (ciclos menstruales, embarazos, etc.)
  • Genéticos: puede existir una predisposición genética, pero no quiere decir que se vaya a padecer, ya que el contexto familiar puede ser similar o no, pero otras circunstancias varían.
  • Médicos: muchos trastornos orgánicos cerebrales se acompañan de depresión con una frecuencia muy alta, como el cáncer.
  • Psicosociales: vivir situaciones traumáticas o de alto estrés (un divorcio, pérdida de un ser querido, etc.) pueden facilitar un trastorno depresivo, pero además rasgos de personalidad o patrones de conducta como: una baja autoestima, apego ansioso…

En relación a esto, se han formulado muchas teorías: Según Lewinsohn, la depresión se origina en una baja frecuencia de estímulos reforzadores positivos, ya sea disponibles en el ambiente, por las características de la persona (perspectiva, habilidades sociales…). Según Seligman, se debería a un estilo de atribución interno, global y estable que se basa en la desesperanza, y que hace que, ante sucesos desagradables, la persona tienda a la depresión (indefensión aprendida). Según Beck, las personas desarrollan esquemas y estructuras cognitivas, basadas en experiencias pasadas y guardadas en la memoria, que posibilitan una visión negativa de uno mismo, del mundo y del futuro (la Triada Cognitiva). Estos esquemas filtran la información recibida del mundo y por tanto definen cómo la persona percibe la realidad. Según Bower, cuando una persona está en un estado concreto emocional, le resulta fácil recordar sucesos previamente asociados en el pasado con esa emoción, pudiendo reinterpretar la realidad de esa forma, amplificando el estado emocional negativo.

Tips para la recuperación

  • Trata de estar acompañado y hablar con personas de tu entorno en las que confíes, si alguno ha pasado por algo similar, es más fácil que pueda apoyarte como necesitas.
  • Haz actividades agradables, aunque sea poco tiempo, y aunque no te sientas tan bien como antes al realizarlas o creas que no vas a estar al 100%. Empezar ya es algo.
  • No espere que su estado de ánimo mejore de inmediato, sino gradualmente.
  • Pospón decidir cambios importantes (cambiar de trabajo, divorciarse, etc.), consulta con personas que te conozcan bien y tengan una visión más objetiva de la situación.
  • No esperes grandes cambios rápido, toca celebrar cada pequeño logro: intenta ponerte metas realistas para la situación en la que estás. Sentirse mejor toma tiempo.
  • Es fácil que tengas pensamientos negativos, recuerda no creértelos, aunque puedan parecer muy reales en el momento. Puedes apuntarlos en algún lugar, ya los evaluarás y cambiarás más adelante.
  • Busca ayuda profesional que pueda darte herramientas y comprensión en un espacio seguro. En Quiero Psicología podemos ayudarte si estás listo para dar el paso.
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Gestionar emocionalmente un cambio laboral

En la actualidad vivimos una situación de incertidumbre debido a los problemas que la inflación pueda estar provocando, esto se ve reflejado en el panorama laboral. Muchas personas se ven obligadas a cambiar constantemente de trabajo para buscar aquellos objetivos laborales que necesitan o mejorar las condiciones salariales que les permita tener una vida.

Últimamente, observamos mucho en los medios de comunicación como en especial, los jóvenes, se pueden ver afectados por los cambios o la incertidumbre laboral. En terapia también observamos la demanda de muchos jóvenes con inseguridades y miedo a cambiar de trabajo o verse en situaciones totalmente precarias. Hay que tener en cuenta, que muchos jóvenes hoy en día tienen una formación muy amplía y están muy cualificados para poder avanzar en su profesión.

Sin embargo, es muy significativo cuando comprobamos que a pesar de toda la preparación adecuada, se ven sometidos en trabajo precarios y abusivos, en los que además no son valorados profesionalmente. Todo esto puede conllevar una inestabilidad emocional, además de afectar gravemente a la autoestima.

Algunas demandas en terapia más allá de ayudar a gestionar dichos cambios, también nos hacemos frente ante despidos improcedentes con alegaciones incoherentes o la privación de  renovaciones contractuales con la única finalidad de tener contratos temporales que permitan mayor ahorro económico por parte de la empresa. Debido a estas situaciones, mucha gente acaba optando por la posibilidad de opositar, pero este camino tampoco es fácil ya que, conlleva un cambio importante en el modo de vida.

Todos estos factores pueden perjudicar a la estabilidad emocional de una persona. ¿Cómo podemos gestionar emocionalmente los cambios laborales?

  • Deja fluir las emociones,  al contrario de lo que opinan muchas personas, reprimir las emociones solo nos puede perjudicar. Respetemos nuestro momento de indecisión, nuestro miedo o nuestra rabia. Son emociones necesarias y está bien vivirlas para que puedan ser pasajeras y no se queden enquistadas.
  • Aceptar la situación, es mejor focalizarse en aquello que sí podemos gestionar o controlar por nuestra parte que frustrarnos por acontecimientos o cambios que no están en nuestro poder.
  • Busca tus refugios externos, aquellos sitios o momentos del día a día que te permite resetear y afrontar los cambios desde otro punto de vista.
  • Focalizate en los aspectos positivos del cambio, en ocasiones puede provocar mucho vértigo cambiar de trabajo o asumir nuevos patrones en un mismo puesto laboral, pero puede que dentro de estos cambios se dé una oportunidad buena, busca aquello que puedes ganar con el cambio.
  • Valora tus cualidades laborales, y manten objetivos profesionales a los que quieras llegar y ponte a ello, actuación para alcanzarlos.
  • Siempre te puedes apoyar en tus seres queridos, te puede ayudar a despejar la mente y valorar la situación desde otra perspectiva.

Por otro lado, nos podemos ver en la situación de interrumpir nuestro ejercicio profesional en contra de nuestra voluntad. ¿Qué pasa si me han despedido?

El despido es un duelo como otro cualquiera y necesita pasar una serie de fases que nos permita gestionar lo sucedido.

  • Negación. A veces es muy díficil reconocer la situación acontecida. Esto puede conllevar rabia y frustración constante posicionando a la persona en irritabilidad constante.
  • Negociación, en esta fase nos intentamos autorregular utilizando frases como, “todo va a salir bien”.
  • Tristeza, esta fase se caracteriza por un sentimiento de vacío e incertidumbre, esto provoca una desmotivación profunda. Es importante tener en cuenta que los motivos de despedido, en ocasiones, van más allá de nuestras cualidades y profesionalidad.
  • Valoración de la situación, se revisa los aspectos de la organización y se empieza a valorar nuevas oferta de empleo.
  • Aceptación, que consiste en reconocer de forma sincera la situación y aceptarla, sin buscar culpables y asumiéndola. Es un proceso de adaptación a la nueva situación, sin resignación.

Cualquier cambio laboral o situación de desempleo  es un factor estresante que en ocasiones sea difícil de gestionar, por ello, no dudes en contactarnos desde Quiero Psicología podemos ayudarte.