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¿Cómo gestionar las cenas navideñas en familia?

Se acerca la Navidad y, por tanto, las cenas navideñas en familia (política o extensa), lo que puede dar lugar a situaciones incomodas, estresantes y difíciles de gestionar emocionalmente. Las expectativas elevadas, la presión para que todo sea perfecto y las dinámicas familiares a menudo complejas pueden suponer todo un reto para nuestra salud mental. En este artículo, exploraremos algunas estrategias para gestionar emocionalmente las cenas navideñas.

Ajustar y comunicar expectativas

Las cenas navideñas suelen ser una excusa para juntarse, es importante que recuerdes que es una reunión como cualquier otra y no es necesario que sea “perfecta” o “especial”, porque esto nos asegura sentir frustración fácilmente. Es importante reconocer que las imperfecciones son parte del encanto de la temporada y enfocar nuestra energía en disfrutar del tiempo juntos en lugar de buscar la perfección. También puede ser muy útil compartir con los familiares asistentes qué expectativas tienen respecto a la cena, para poder ajustar al máximo las nuestras a la posible realidad: qué personas van (especialmente si tienes alguna relación conflictiva con alguien de la familia), qué tipo de celebración o cena se espera, cuanto tiempo estáis todos dispuestos a estar (incluyéndote a ti) …

Poner límites y explicar normas personales

Las cenas navideñas a menudo implican la reunión de familiares con dinámicas complejas. Es importante ser consciente de las posibles tensiones y abordarlas con empatía. Además de compartir espacio con personas con las que no sueles o eliges hacerlo, es fácil que familiares realicen comentarios juiciosos (aun sin tener mala intención) sobre tu vida o sobre ti: recuerda que tienes derecho a decir que no te gustan esos comentarios, aunque sea un momento puntual, igual que tienes derecho a ignorar esos comentarios. Sin embargo, es muy útil reflexionar y comunicar los comentarios y comportamientos que son intolerables para ti, estableciendo un “protocolo” si se dan (por ejemplo, cambiar de tema, dejar de interactuar con esa persona, o levantar e irte a tomar el aire, avisando de esto). Tómate tiempos de descanso durante y después de las cenas para poder tener autocuidado y relajarte después de un momento estresante.

Otro punto importante para considerar es el consumo abusivo de alcohol y sustancias, así como la habitual ingesta de comida, que están normalizadas durante esta época. Si se dan, pueden llevar a momento incómodos, desinhibiendo a las personas de la familia y generando actitudes que puedan ofender o desbordar a otros. Intenta medir tu comportamiento, acorde a lo que te apetece, pero teniendo siempre en cuenta tu cuidado (“no necesito emborracharme o comer muchísimo porque luego me voy a sentir físicamente mal”). Aunque esté normalizado hacerlo, si tú has establecido tu límite y los demás puedan verlo como “raro”, recuerda que tú decides lo que haces, y pide que respeten tus decisiones, sin dar más pie a esto: no es un debate, estás comunicando lo que has decidido.

Planificar con antelación

Es normal que el gasto nos suponga una preocupación en esta época.

Define cuanto quieres gastarte en los regalos personalmente y ponlo en común con tu familia: tus posibilidades pueden no ser las de otros y los regalos son una tradición heredada que podemos customizar a nuestro gusto. Recuerda que puedes preguntar a tus familiares que elaboren listas de regalos que quieren para compartirlas “anónimamente”, para poder comprar esos regalos con anticipación en momentos donde sean más económicos, o que existen alternativas como realizar un amigo invisible con un presupuesto fijo.

La planificación anticipada también nos puede ayudar de cara a la ejecución de la cena en sí. Plantear qué se quiere cenar y elaborar el menú con tiempo (para comprar y para tener el tiempo de preparación necesario para cada plato), teniendo en cuenta las preferencias de las personas que acuden es importante para que todos se sientan incluidos y puedan disfrutar de la cena en sí. A pesar de poder tener tradiciones más establecidas, si años anteriores, éstas han generado malestar a las personas de la cena, os invito a replantearos qué tradición queréis tener realmente (por ejemplo, que todo el mundo elija un plato que le apetece – ¡aunque sea pizza!).

Delegar y establecer responsabilidades

En línea con lo anterior, la planificación permite poder dividir la carga emocional y física que puede suponer una cena navideña: Todos pueden contribuir de alguna manera, ya sea preparando un plato específico, comprando ingredientes, decorando el lugar o encargándose de la música. Esto no solo reduce el estrés del anfitrión principal, sino que también fortalece el sentido de comunidad durante la celebración.

Tener apoyos

No tienes por qué enfrentarte a esto solo, busca apoyos en la familia, a quien acudir si te sientes triste o enfadado, aunque sea durante la cena. Si no es posible tener un aliado presente, intenta avisar a alguna persona con la que tengas confianza para poder acudir a ella, durante o después para tener un espacio seguro donde expresar como te sientes y ser cuidado.

Estas pequeñas pautas no van a cambiar una realidad imperfecta y compleja que es un reencuentro familiar con muchas expectativas y tensiones, pero puede ayudarte a centrarte en tener puntos de apoyo y estrategias de autocuidado durante estas Navidades.

Si, a pesar de esto, las Navidades se te están haciendo complicadas o los futuros eventos familiares te suponen mucho malestar, estaremos encantadas de ayudarte desde el equipo de Quiero Psicología.

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Cuando me comparo siento que no he conseguido nada

Según avanzamos en la vida, vamos alcanzando hitos vitales que pueden haber sido muy deseados y esperados, además de otros que pueden haber pasado más desapercibidos. Paralelamente, somos seres sociales, por lo que tendremos personas en nuestro círculo cercano (e incluso puede ser más distante, como por ejemplo conocidos a los que vemos en las redes sociales) que vayan alcanzando esos mismos hitos, a ritmos diferentes al nuestro.

Es muy fácil que tendamos a compararnos con ellos, con una sensación de que salimos “perdiendo”, generando una sensación de frustración o de fracaso. En este artículo, daremos unas pautas de como poder gestionar esta situación y estas emociones.

Acepta las diferencias individuales

Aunque todos somos diferentes y hemos vivido situaciones muy diversas, es inevitable compararse con los demás, pero es muy importante centrarte en lo que es importante para ti y te define. Tomate un momento para identificar los valores que son centrales para ti y para definir cuáles son tus prioridades.

Aquí puedo utilizar “la rueda de la vida”, que es un círculo dividido en los aspectos de tu vida (ocio, amor, familia, dinero, trabajo, salud…), donde puedes puntuar como de satisfecho te encuentras con l. Esto es importante porque va a determinar qué metas van a ser más importantes y urgentes para ti, así como los recursos de los que dispones. Por ejemplo, si estamos en un punto de nuestra vida donde nuestra salud es frágil, una meta como podría ser comprarnos un coche puede tomar un segundo lugar; así como si un valor central nuestro es la responsabilidad, seguramente una meta que implique mucha responsabilidad para las circunstancias en las que estamos, no será una opción de primeras. Esto es útil, no solo contigo, sino también al compararte con los demás: si pagamos un alquiler, no podremos ahorrar de la misma forma que una persona que no lo hace.

Es esencial hacer hincapié en no tomar como una realidad lo que se observe en las redes sociales, ya que ese contenido suele estar muy elaborado y se centra en la parte más atractiva de la realidad. Si esto te genera una emocionalidad muy intensa, no dudes en tomarte un tiempo de las redes sociales o poder reducir la cantidad de perfiles o información que recibes, por ejemplo, siguiendo a perfiles que visibilicen los aspectos más negativos de los proyectos o solo perfiles de personas conocidas o en circunstancias lo más parecidas a las tuyas.

Utiliza la envidia para definir tus metas

Inevitablemente, miramos a los demás como punto de referencia y esto puede ser muy beneficioso, especialmente si nos rodeamos de personas con valores similares a los nuestros y que nos inciten a progresar y crecer. Aunque la envidia o celos pueden ser emociones muy desagradables de sentir, son emociones que nos ayudan a orientarnos en nuestra vida gracias al contexto en el que nos encontramos. Lejos de evitarlas o de negar que están ocurriendo, te invito a que puedas observarlas de una forma más científica y compasiva: intenta investigar qué parte de lo que ha conseguido o tiene la persona en la que te has fijado, te genera envidia o celos. La envidia pone el foco en algo que queremos y que no tenemos, pero lo que nos suscita esa emoción son conceptos importantes para nosotros. Por ejemplo, puede que me dé envidia que mi amigo se haya comprado un Mercedes, pero no me gustan los coches, ni quiero uno de marca. Investigando, llego a la conclusión de que me da envidia que pueda realizar un gasto muy grande en un capricho, y pueda establecer como meta una cierta cantidad de dinero que pueda ser dedicada a caprichos. También, puede ser útil compartirlo con las personas cercanas que te susciten esa envidia para normalizarlo, ya que no es nada de lo que avergonzarse, y puede que esa persona me ayude definir o conseguir esa meta.

Utiliza la ansiedad y la frustración para redefinir tus pasos

Otra posibilidad es que mirar las vidas de los demás de tu alrededor te genere ansiedad o frustración, sobre tus metas. Ya hemos comentado que es necesario aceptar las diferencias individuales y dirigir tu atención a las metas que sean importantes para ti, pero puede que sientas aun así que no estás yendo “suficientemente rápido” o no lo estás consiguiendo. Por un lado, la ansiedad me avisa de que algo que es importante para mí es incierto y me incita a intentar anticipar y controlar los aspectos que sí podemos controlar del futuro. Por otro lado, la frustración nos avisa de que no estamos consiguiendo el objetivo que nos hemos planteado y ayuda a cambiar la estrategia que estamos poniendo en práctica para conseguir un objetivo o redefinir el objetivo. Teniendo en cuenta estas dos emociones, intenta enfocarte en una de las metas más importantes para ti (recordemos que no podemos trabajar hacia todas las metas de la misma manera, ya que nuestro recursos mentales y físicos son limitados). Determina si estás haciendo todo lo que puedes de cara a esa meta, o si existen otras maneras más eficaces de acercarte a ella. Si es así, puede ser útil que dejes escritas (o en algún formato visual que sea más atractivo para ti) tu meta y estrategia para ver cómo vas progresando hacia la meta, y puedas revisitar como lo estás enfocando, más adelante. No se trata de dudar de ti de manera recurrente, sino plantear una frecuencia para poder reevaluar como avanzas y como de satisfecho estás con tu estrategia.

A pesar de estas pequeñas pautas, si sigues sintiendo malestar respecto a tu progreso vital o a las comparaciones que realizas respecto a otros, desde el equipo de Quiero Psicología, estaremos encantadas de poder ayudarte a gestionar estas emociones y situación.

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Errores comunes en una pareja abierta

Tener una relación abierta puede ser una experiencia enriquecedora, pero también requiere comunicación, respeto y límites claros para que funcione de manera saludable. En este artículo, entenderemos por pareja, el vínculo principal, si tienes una relación jerárquica o tu primer vínculo si acabas de o quieres abrir la relación. Aquí te dejamos errores comunes a la hora de abrir una pareja y cómo prevenirlos o gestionarlos:

Seguir estereotipos y evitar las emociones

Las nuevas formas de relaciones son cada vez más visibles y comunes: poder explorar y diseñar el tipo de relación que quieres tener con tu pareja abre un mundo de posibilidades que pueden ser muy atractivas. Sin embargo, es esencial realizar un ejercicio de autoconocimiento y no dejarse llevar por lo que los demás han vivido o lo que les funciona, ya que todos tenemos necesidades y deseos diferentes (algunas parejas quieren conocer a las otras personas involucradas, otras definen normas como no compartir cierta actividad o lugar importante para la pareja). Existen libros que pueden ayudarte al respecto, intercambiar experiencias en un espacio seguro con otras parejas abiertas, e incluso acudir a terapia de pareja o individual especializada: poder tener información y herramientas al respecto puede abrirte a perspectivas diferentes.

Intenta tomar un tiempo para escribir las expectativas que tienes al respecto de la relación, los límites que necesitas para sentirte seguro en la relación (los cuales vas a poder revisitar y cambiar, según vaya avanzando la relación), y cómo querrías que tu pareja ayudase a gestionar las emociones que suelen surgir como celos, inseguridad, miedo, etc. Comunica los resultados de tu reflexión a tu pareja, dejando margen para hablarlo todas las veces necesarias.

Es muy importante estar conectado con tus emociones, no tienes que ser una persona experta, pero sí es necesario revisarse de manera habitual y buscar tener herramientas y apoyos para gestionarse, evitar las emociones en estas situaciones puede contribuir a conflictos y malentendidos mayores.

“Vamos fluyendo” o No establecer reglas claras

Hemos hablado de la importancia de conocer nuestros límites, por ellos es muy importante realizar acuerdos claros, podéis escribirlos en algún lugar físico donde podáis revisarlos juntos. Estos acuerdos serán una línea de vida a la que poder agarrarse cuando os sentáis confundidos y perdidos. Entre algunos temas comunes en los acuerdos, suelen estar: el nivel de detalle y frecuencia de comunicación respecto a los otros vínculos, las prácticas seguras a la hora de mantener relaciones sexuales (este compromiso es muy importante para la salud sexual de todos los involucrados, sabiendo que siempre existe un nivel de riesgo y por ello también importantes las revisiones médicas frecuentes) y el tipo de vinculación que se está dispuesto a tener con otras personas. Cualquier cambio en la dinámica debe hablarse y estar de acuerdo antes de implementarlo, así como si se dan “infracciones” es importante que esto se gestione antes de seguir dando pasos que pueden violentar a alguien.

No comunicar y ocultar “para no hacer daño”

Si en una relación monógama y exclusiva, la comunicación es importante, en estos casos, lo es todavía más: se van a dar más situaciones complejas con otras personas y poder tener una conversación abierta y honesta es esencial para poder evitar malentendidos y emociones más intensas. Comparte con tu pareja los deseos, necesidades y límites que tienes, además de poner en común las expectativas que podáis tener los dos, para poder ajustarlas si es necesario. Esta conversación no debe darse únicamente al principio, sino que es útil establecer un momento para hablar de forma regular sobre como os sentís.

Puede ser tentador no compartir actividades u emociones para evitar que tu pareja desconfíe o se sienta insegura, pero esto puede generar todo lo contrario.

No dudes en verbalizar la inquietud que puede generar al otro lo que has hecho o sentido, pero ponerlo encima de la mesa permitirá que lo gestionéis como un equipo (aunque luego implique más a uno que a otro).  Las normas establecidas tampoco pueden limitar de forma indiscriminada a la otra persona para evitar tu malestar, ya que entonces no se está gestionando la relación desde la confianza, sino desde el miedo.

Hablamos de tener mucha comunicación, pero no se necesita una transparencia total sobre lo que pienses: es habitual que compares a tus vínculos, puesto que están todos en tu vida y significan algo para ti, pero estas comparaciones pueden dañar la autoestima y la confianza de los vínculos. Intenta centrarte en las cualidades únicas de cada persona y apreciar lo que cada uno aporta a la relación.

Descuidar a la pareja

Ya hemos comentado la importancia de la responsabilidad afectiva y, en este tipo de relaciones, es fácil que otros vínculos requieran una parte de atención que puede verse como una amenaza hacia la pareja. Intenta definir prácticas o hábitos que aseguren la conexión e intimidad emocional y sexual con tu pareja, así como dejar espacio para que cualquiera pueda verbalizar si se siente menos valorado o con menos libertad que la otra persona. Por rechazo o incluso rabia que puedan generarte las emociones desagradables de tu pareja, es importante asegurarse de escuchar y validar los sentimientos de tu pareja (practicando la empatía y la comprensión) para fomentar un clima de seguridad y confianza.

En definitiva, una relación abierta necesita de comunicación constante, el respeto mutuo y la voluntad de trabajar juntos como equipo para mantener la relación saludable y satisfactoria para ambos.

Si estás planteándote abrir tu relación o teniendo dificultades gestionando esa situación, desde Quiero Psicología, estaremos encantadas de acompañarte en este proceso y ayudar a que puedas tener todas las herramientas que necesites.

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Cómo controlar tus enfados

La ira es una emoción humana natural y poderosa que todos experimentamos en algún momento de nuestras vidas. Es una respuesta emocional que, en sí misma no es negativa, pero su expresión inadecuada puede llevar a consecuencias negativas para nosotros mismos y para quienes nos rodean. Por esta razón, aprender a controlar la ira es esencial para mantener relaciones saludables y una vida emocionalmente equilibrada.

¿Qué es la ira?

La ira es una emoción compleja que involucra una combinación de reacciones físicas, cognitivas y conductuales. Se desencadena cuando percibimos una amenaza, ya sea física o emocionalmente (también concierne a nuestras pertenencias o nuestro entorno cercano), para poder activarnos y defendernos de ésta. Las reacciones físicas de la ira incluyen aumento de la presión arterial, frecuencia cardíaca acelerada y liberación de hormonas como la adrenalina y el cortisol. A nivel cognitivo, la ira puede distorsionar nuestros pensamientos y hacernos más propensos a reacciones impulsivas e irracionales. A nivel conductual, tendemos tendencia a levantar la voz, moverse agitadamente, insultar o buscar ofender o atacar a las personas de nuestro alrededor.

Posibles causas de la ira

Aunque la ira se suele dar en origen por una posible amenaza hacia la persona, las causas pueden variar según las personas y las situaciones. Cuando esa ira suele ser desbordante, suele deberse a estas posibles causas:

  • Percepción de injusticia: Sentir que hemos sido tratados de manera injusta o que se nos ha negado algo que merecemos puede desencadenar una respuesta de ira.
  • Frustración: La incapacidad para alcanzar metas o enfrentar obstáculos significativos puede llevar a una acumulación de frustración que finalmente explota en ira.
  • Estrés: Estar expuesto a estrés de forma habitual puede provocar un estado de ánimo más irritable, mermando nuestra capacidad para lidiar con las situaciones cotidianas de manera tranquila y reflexiva, y desencadenando una respuesta de ira en situaciones que normalmente no se darían.
  • Heridas emocionales pasadas: Haber vivido anteriormente experiencias traumáticas o dolorosas puede hacer que seamos más propensos a sentirnos atacados o revivir emociones desagradables como la ira. Además, si tenemos una relación de desconfianza o mala comunicación con la persona con la que estamos hablando: es probable que ya hayamos tenido experiencias de dolor o de ira y que se “reactive” esa sensación en situaciones en las que no aparecería la ira.

¿Cómo controlar la ira?

El proceso de controlar la ira no es lineal, y es probable que experimentemos altibajos en el camino. Es importante recordar que cometer errores es natural, pero lo esencial es aprender de ellos y seguir adelante con un enfoque positivo en el desarrollo personal.

Durante el enfado

Reconoce y Acepta tus Emociones

El primer paso para controlar los enfados es reconocer y aceptar que estamos experimentando esta emoción. Es normal sentir enfado en ciertas situaciones, pero negar o reprimir esta emoción solo empeorará las cosas a largo plazo. Permítete sentir el enfado sin juzgarte por ello, reconociendo que es una emoción que forma parte de tu experiencia humana.

Técnicas para bajar la intensidad

Cuando sientas que el enfado está aumentando, tómate un momento para respirar profundamente o para poner en práctica cualquier ejercicio de relajación o de respiración consciente (con el que ya te sientas cómodo) para calmar el sistema nervioso y reducir la intensidad de la emoción. Repite este proceso varias veces hasta sentir que te has calmado.

Salir de la situación temporalmente

A veces, la mejor manera de controlar un enfado es tomar distancia de la situación. Si te sientes abrumado por la emoción, retírate momentáneamente de la situación que lo provocó. Esto te permitirá enfriar la cabeza y evitar reacciones impulsivas que puedan generar conflictos innecesarios. Intenta definir alguna palabra o señal para indicar que vas a separarte momentáneamente (la conversación se retomará después cuando estés más tranquilo), especialmente si es una persona con la que tiendes a verte en esa situación.

Comunicar asertivamente

Aprender a expresar nuestros sentimientos y necesidades de manera clara y respetuosa puede evitar conflictos innecesarios y mejorar la comprensión entre las partes involucradas. Comunica tus emociones de manera clara y respetuosa, evitando culpar o atacar a la otra persona. Es fundamental practicar la escucha activa, presta atención a lo que la otra persona está diciendo y trata de entender su perspectiva. Otra herramienta útil, es intentar enfocarse en cual está siento el problema, para dirigir la conversación hacia las posibles soluciones.

Después de tu enfado

Toma Conciencia de tus Desencadenantes

Identificar los desencadenantes que provocan tus enfados es crucial para evitar situaciones que puedan exacerbar esta emoción. Reflexiona sobre qué situaciones, palabras o acciones de los demás te hacen sentir enfadado, para poder evitarlos o y trata de desarrollar estrategias para manejarlos de manera más efectiva.

Si, tras intentar aplicar estas pautas y reflexionar al respecto, sigues teniendo dificultades para gestionar tus enfados, desde Quiero Psicología, podemos ayudarte a tener herramientas y mejorar la gestión de la ira, para que puedas mejorar tus relaciones sociales y calidad de vida.

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Tips para vacaciones familiares tranquilas

Las vacaciones de verano suelen ser el momento para poder descansar y disfrutar de tiempo de calidad y en cantidad con tus seres queridos, ya que muchas personas coinciden en la disponibilidad y el buen tiempo invita a este descanso a mitad de año.

Ya sea con tu familia directa o tu familia política, e incluso las amistades más cercanas de tu pareja o tuyas (circulo que para muchos es la familia elegida), muchas veces las vacaciones familiares están cargadas de expectativas altas, entusiasmo y ganas de crear muchos recuerdos inolvidables.

Sin embargo, en estas vacaciones, se suele convivir de forma excepcional con personas con las que no solemos convivir, y esto puede dar lugar a tensiones y conflictos. Para que estas vacaciones sean gratificantes y emocionalmente satisfactorias, es importante considerar algunos aspectos que pueden ayudarte a gestionar mejor las emociones en esa circunstancia.

1.      Ajustar expectativas y establecer límites

Es importante que ajustes tus expectativas: pensar que vas a convivir con personas con las que hace mucho o nunca has convivido sin tensiones puede ser poco realista. Intenta definir qué cosas específicas quieres hacer o sacar de esas vacaciones, y si es posible, que dependan en gran parte de ti. Por ejemplo, poder ir a la playa la mayoría de los días, o acabar el libro que te has traído. Puedes comunicarlo en la medida de lo posible, especialmente si crees que los demás pueden tener una perspectiva diferente a la tuya.

Unos de los mayores puntos de discusión suelen ser las actividades, reparto de las tareas y distribución del tiempo. No menosprecies la importancia de tener una conversación para poder asentar ciertas bases, establecer límites claros y negociar cuando sea necesario: ceder en ciertas situaciones y encontrar compromisos ayudará a mantener un ambiente armonioso.  Además, acordar rutinas flexibles (“de vacaciones”) para dar estructura a nuestros días y tener una guía que oriente las actividades y comidas ayuda a disfrutar del descanso sin perturbar nuestro descanso ni generar desacuerdos.

2.      Comunicación abierta y empática

La base de cualquier relación sólida es la comunicación. Durante las vacaciones en familia, es fundamental mantener una comunicación abierta y empática. Intenta escuchar activamente a cada persona, especialmente en referencia a sus pensamientos y sentimientos y respeta sus opiniones, aunque no siempre estés de acuerdo. Asimismo, intenta comunicar tu estado mental en la medida en la que te sientas cómodo, para que todos podáis tener en cuenta esto a la hora de hablar e interactuar entre vosotros. Si algo te sienta mal, intenta aclararlo con preguntas, ya que una comunicación clara y afectuosa puede prevenir malentendidos y minimizar conflictos.

3.      Tiempo para ti y tiempo con los demás

Aunque las vacaciones familiares implican pasar tiempo juntos, es crucial respetar el espacio personal de cada miembro de la familia. Planifica momentos a solas, ya sea para leer, dar un paseo o simplemente descansar, y comunicarlo (esto no siempre está muy normalizado, pero es importante que los demás puedan tenerlo en cuenta).

Si crees que puede generar reacciones adversas (por ejemplo, que piensen que no quieres pasar tiempo con ellos), planifica tiempo con los demás, para que haya espacios y actividades conjuntas igualmente.  Puedes incluso buscar que todos colaboren en la planificación de esas actividades conjuntas: que cada miembro elija una actividad durante las vacaciones garantizará que todos se sientan incluidos y disfruten de algo que les interese. Además, realizar actividades relajantes, como meditar, hacer yoga o simplemente disfrutar de una caminata por la naturaleza, pueden ayudar a generar un clima más tranquilo y de conexión emocional.

4.      Practicar la tolerancia y la paciencia

Durante las vacaciones, es normal que surjan diferencias de opinión y roces entre los miembros de la familia. En estos momentos, es esencial practicar la tolerancia y la paciencia. Recuerda que todos tienen diferentes personalidades y formas de abordar situaciones, y lo que es importante es encontrar soluciones respetuosas y comprensivas. Asimismo, si crees que hay temáticas que no quieres que se aborden o de los que tu prefieres permanecer alejado, comunícalo: puede que no respeten tu límite, pero eres libre de salir de la situación si esto ocurre, ya que lo has avisado.

Aunque hablamos de como aliviar tensiones, puede ocurrir conflictos y las emociones se desborden y haya personas ofendidas o heridas: Date un tiempo para gestionar lo que haya ocurrido, pero recuerda que nadie es perfecto y es importante aprender a disculparse y aceptar disculpas sinceras, para poder seguir adelante sin rencores.

Si aun así, se dan situaciones que crees que hayan impacto mucho en tu bienestar emocional o que crees que pueden haber perjudicado la relación que tienes con esos familiares y puede que tengas que seguir viendo, estaremos encantadas de ayudarte desde el equipo de Quiero Psicología.

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No quiero sentir ansiedad

La ansiedad es una respuesta natural del organismo ante situaciones estresantes. A pesar de ello, generalmente no es agradable sentir ansiedad, especialmente si esta respuesta se vuelve excesiva o persistente, interfiriendo en nuestra vida. En este artículo, exploraremos las pautas para manejar la ansiedad y examinaremos algunas posibles causas que contribuyen a su desarrollo.

Entender la ansiedad

La ansiedad es una emoción que todos experimentamos en determinadas circunstancias, como antes de un examen importante o una entrevista de trabajo. Aparece especialmente cuando se da una situación incierta (que no sabemos cómo va a desarrollarse) y que es importante para nosotros, para que podamos estar preparados para ella. Por ello activa nuestro cuerpo y centra nuestra mente en lo relacionado a ese suceso (por ejemplo, pensando en todos los factores que pudiéramos controlar de una entrevista: la ropa, el CV, como llegar, etc.).

 Algunos síntomas comunes de la ansiedad incluyen la preocupación constante, la tensión muscular (dolores de cabeza, contracturas, rigidez muscular), los problemas de sueño y falta de apetito, inquietud motora, dificultad para concentrarse, bruxismo… Sin embargo, cuando la ansiedad se vuelve crónica y afecta nuestra calidad de vida, es importante buscar formas de manejarla.

Posibles causas de la ansiedad

  • Factores biológicos: Algunas personas pueden ser más propensas a desarrollar ansiedad debido a diferencias en la química cerebral o en la forma en que su cuerpo maneja el estrés, así como su balance hormonal (por ejemplo, las hormonas durante el ciclo menstrual, la falta de vitaminas…).
  • Experiencias traumáticas recientes o actuales: Haber vivido o estar viviendo experiencias traumáticas, como abusos, violencia, enfermedades graves o fallecimientos cercanos, contribuyen a la sensación de peligro y activación constante, que puede empeorar los síntomas de ansiedad.
  • Factores Ambientales y estilo de vida: Un trabajo muy demandante o estresante, una situación económica ajustada que supone un estrés constante, cambios importantes en la vida (como una mudanza o incluso un embarazo) y el consumo excesivo de sustancias como el alcohol, drogas o cafeína pueden desencadenar o empeorar la ansiedad.
  • Problemas en relaciones sociales importantes: Una relación conflictiva o que simplemente está pasando por un mal momento con tu pareja, padres o amistades cercanas puede provocar mucha ansiedad.
  • Rasgos de personalidad: Si una persona tiene rasgos más marcados, como la autoexigencia, el perfeccionismo o el control, es fácil que pequeños estímulos o situaciones ajenas puedan generar mucha ansiedad.

Pautas para manejar la ansiedad

  1. Reconoce y acepta: Hemos explicado que es una emoción adaptativa y natural, no te juzgues por sentir ansiedad, permítete experimentarla y reconoce que no te define como persona. Intentar controlarla, solo aumentará los síntomas y será más frustrante.
  2. Practica técnicas de relajación: Puedes probar con técnicas accesibles como la meditación, ejercicios de mindfulness, yoga, la respiración profunda o visualizaciones guiadas (descritas después) o simplemente con sonidos relajantes. Así aprenderás a centrarte en tu cuerpo sin juzgar las sensaciones y generarte una sensación de calma. La respiración profunda es una técnica simple (existen varios tipos de ejercicios) que no quita la ansiedad, pero reduce los síntomas. Siéntate en una posición cómoda, cierra los ojos y concéntrate en la respiración: Inhala por la nariz, sintiendo cómo se expande tu abdomen, retén el aire unos segundos y luego exhala muy lentamente por la boca, contrayendo el abdomen “hasta vaciarte”; y repítelo varias veces. La visualización guiada: Se trata de imaginar escenas relajantes y tranquilas (conocidas o imaginadas), existen audios y vídeos que pueden facilitarte el ejercicio. Cierra los ojos y visualiza un lugar tranquilo, como una playa o un jardín. Imagina todos los detalles, como los sonidos, los olores y las sensaciones táctiles.
  3. Mantén un estilo de vida saludable: Encuentra una actividad física que disfrutes (caminar, correr o cualquier otra forma de ejercicio) y dedícale al menos 30 minutos al día, busca tener una dieta con alimentos nutritivos de forma equilibrada y establece una rutina de sueño estable.
  4. Autocuidado y emociones agradables: Busca que tu horario incluya actividades agradables para reponer tu energía y reducir la ansiedad. Enfocarte de manera consciente en emociones agradables también puede ser muy beneficioso. Por ejemplo, empieza un diario de gratitud, donde cada día, escribas tres cosas por las que te sientas agradecido (cosas pequeñas como una conversación divertida o un paisaje bonito que has visto).
  5. Establece límites y prioridades: A menudo, nos sentimos abrumados por una lista interminable de tareas, identifica las tareas más importantes y delega o elimina aquellas que no son urgentes o necesarias. Asimismo, pon límites a las personas que supongan estresores para ti.
  6. Busca apoyo social y profesional: No tengas miedo de pedir ayuda y compartir tus preocupaciones con personas cercanas que puedan brindarte una perspectiva diferente o ayudarte delegando en ellos. Si tienes varios factores de los anteriormente mencionados o un problema subyacente, estas pautas podrán aliviar los síntomas, pero un trabajo más profundo con un profesional será necesario. Desde Quiero Psicología, estaremos encantadas de poder ayudarte a gestionar la ansiedad y adquirir habilidades para ello.
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Creo que soy una persona fría

¿Alguna vez alguien de tu círculo cercano ha mencionado (ya sea en tono de broma o de crítica) que eres una persona emocionalmente fría o distante? Puede que no estés de acuerdo, puede que sea algo que veas, pero no quieras cambiar sobre ti mismo, o puede que te hayas parado a reflexionar sobre ello más tarde y sí te gustaría poder cambiarlo. Aquí, aclararemos un poco qué significa ser frío, las desventajas y como poder trabajarlo.

¿Soy una persona fría? 

  •  Tienes dificultad para expresar tus emociones a los demás, incluso aunque sean emociones agradables, no solo verbal, sino que físicamente también. Es posible que te sientas incomodo haciéndolo por la presencia y reacción de los demás, o que también sientas esa incomodidad en tu intimidad.
  •  Mantienes una distancia emocional: Evitas conversaciones o situaciones que impliquen sentimientos profundos (tuyos o de los demás), prefieres tener “conocidos” antes que amistades donde haya confianza, mantienes esa barrera también a nivel físico.
  •  Falta de empatía: Te cuesta ponerte en el lugar de la otra persona, no entiendes si reaccionan diferente a como tú lo harías, las personas emocionales te generan incomodidad o rechazo.
  •  Control emocional excesivo: Intentas desvelar lo menos posible sobre cómo te sientes, evitando mostrar cualquier signo de vulnerabilidad o debilidad.

Las emociones son una parte integral del ser humano, nos guían, hacen crecer y conectan con los demás a un nivel más profundo. Sin embargo, no todos las experimentamos igual, ni todos tenemos la misma capacidad para conectar, así que aceptar que somos diferentes es importante para no buscar ser como los demás, ya que es difícil pasar de ser una persona más distante a ser extremadamente afectuosa: ¡no vas a dejar de ser tú!

Posibles razones detrás de la frialdad emocional

  •  Experiencias traumáticas en el pasado, como abuso emocional (especialmente relaciones abusivas prolongadas), físico o sexual o pérdidas significativas, pueden llevar a una persona a cerrarse emocionalmente como mecanismo de defensa: Se asocian emociones intensas como el dolor y miedo a la intimidad emocional, por lo que se evitan esas situaciones o incluso la posibilidad de que ocurran. Algunas personas pueden llegar hasta disociarse de esa parte emocional, para protegerse.
  •  Apego evitativo: Si has crecido sintiendo que no podías expresar tus emociones o se invalidan, es posible que hayas desarrollado un apego que haga que consideres tus emociones como irrelevantes, desbordantes o peligrosas, aprendiendo a reprimirlas.
  •  Falta de Habilidades emocionales: Si has crecido en un entorno poco emocional, es fácil que no sepas identificar y expresar emociones, y no quieras o sepas conectar.
  •  Rasgos de personalidad: Si una persona tiene tendencias narcisistas o antisociales pueden tener dificultades para conectarse emocionalmente con los demás.

¿Se puede cambiar?

Cambiar no es fácil, rápido, ni cómodo, pero no puedes evitar sentir o que los demás sientan, y no conectar emocionalmente facilita que experimentes frustración, soledad, indefensión… Es más, conectar emocionalmente tiene muchos beneficios como aumentar la calidad de nuestras relaciones sociales (especialmente el apoyo y la comunicación saludable), lo que mejora el bienestar físico (mejora el sistema inmunológico, aumenta la esperanza de vida…) y mental (disminuye el riesgo de sufrir síntomas como ansiedad y depresión, aumenta nuestra capacidad de resiliencia, proporciona un sentido de aceptación, seguridad y pertenencia…). Puedes probar con los siguientes pasos:

  •  Autoexplórate: Reflexiona sobre tus emociones y las posibles causas de tu frialdad.
  •  Reconoce y expresa tus emociones: Intenta identificarlas, permítete sentirlas y experimentarlas sin juzgarlas. Después, intenta hablar con alguien de confianza, mantener un diario emocional o explorar otras formas de expresión artística, como escribir o pintar.
  •  Practica la empatía: Intenta prestar atención en cómo se sienten los demás y comprender sus perspectivas, desde la curiosidad y amabilidad (¡preguntar y asumir que no sabes qué decir o hacer está bien!
  •  Practica la comunicación emocional (y asertividad): Intenta integrar como te sientes en conversaciones con personas de confianza, para sentirte más seguro hablando de emociones de manera clara y respetuosa. ¡Sé amable contigo y ve poco a poco!
  •  Autocuidado y manejo del estrés: Para poder sentir y expresar de forma más sana, es importante que te cuides con actividades agradables y estableciendo límites. También que aprendas a relajarte y manejar la ansiedad, ya que niveles muy altos pueden fomentar esa frialdad (practica yoga, meditación, técnicas de relajación…)
  •  Busca apoyo y ayuda profesional: apóyate en tu círculo cercano (puedes verbalizar que estás trabajando en ello), y si notas que prefieres un acompañamiento profesional, desde Quiero Psicología estaremos encantadas de ayudarte.
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Sufro de hiponcondría

Todos hemos escuchado noticias o conocemos a personas que han sido diagnosticadas con enfermedades (graves o no) de forma más o menos repentina, incluso personas que han fallecido súbitamente. Esto no solo puede generar mucho malestar al entorno cercano, por el duelo que conlleva, sino que estas historias ponen en relevancia muchas veces nuestra propia mortalidad y vulnerabilidad. Para algunas personas, esto supone un miedo y ansiedad que les interfiere en el día a día, llegando a un nivel que puede ser patológico.

¿Qué es la hipocondría?

En el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, manual de referencia para los diagnósticos en salud mental), la hipocondría no se considera como un trastorno diagnóstico, sino que se ha redefinido como Trastorno de Ansiedad por Enfermedad. Se caracteriza por una preocupación excesiva y persistente por tener o adquirir una enfermedad grave, a pesar de la ausencia de evidencia médica que lo respalde (incluso tras una evaluación médica adecuada) y generando un malestar significativo. Esto se traduce en interpretar de manera exagerada los síntomas físicos normales o leves como indicadores de una enfermedad grave. Es importante destacar que este trastorno requiere que los síntomas no sean mejor explicados por otro trastorno mental (como el trastorno de pánico o la fobia específica a una enfermedad) y que la preocupación no sea atribuible a una condición médica existente.

Suele comenzar en la adolescencia o adultez temprana, y existe una alta comorbilidad con trastornos de ansiedad y depresión, por el impacto que tiene en el funcionamiento de la persona. Aunque no existe una causa única para la hipocondría, se han identificado algunos factores que pueden aumentar el riesgo de desarrollar este trastorno, como:

  • Experiencias traumáticas previas (enfermedades graves propias o cercanas, pérdidas)
  • Tendencia a la ansiedad o la depresión
  • Historia familiar de trastornos de ansiedad o hipocondría.
  • Rasgos de personalidad o patrón de pensamiento perfeccionistas, obsesivos o controladores

¿Qué síntomas son?

Como hemos descrito, este trastorno psicológico conlleva una preocupación excesiva y persistente por padecer una enfermedad grave, a pesar de contar con evidencias médicas que demuestran lo contrario, lo que se traduce en los siguientes síntomas y características. Es importante tener en cuenta que estos síntomas deben estar presentes durante un período prolongado y causar un deterioro significativo en el funcionamiento diario para cumplir con los criterios diagnósticos.

  1. Ansiedad y Preocupación excesiva y constante por la salud. La ansiedad es una característica principal en este trastorno, junto con la preocupación constante y desproporcionada por su salud, incluso cuando no hay evidencia de enfermedad. Suelen pasar gran parte de su tiempo, obsesionadas con la idea de estar gravemente enfermas, teniendo mucha dificultad para desechar esta idea o gestionar los pensamientos intrusivos al respecto, incluso ante pruebas objetivas de lo contrario. El miedo irracional y persistente a padecer enfermedades graves (letales o crónicas como cáncer, enfermedades cardíacas o trastornos neurológicos, etc.) retroalimenta esa ansiedad.
  2. Interpretación exagerada de síntomas físicos. Existe una hiperactivación y focalización en el cuerpo y las sensaciones físicas y un patrón catastrofista que hace que cualquier pequeña molestia puede ser percibida como una señal de enfermedad grave (por ejemplo, un dolor de cabeza se explica por un tumor cerebral). Esta interpretación distorsionada de los síntomas genera una mayor ansiedad y preocupación, que alimenta el miedo y las búsquedas de atención médica e información.
  3. Búsqueda compulsiva de información y atención médica. Por un lado, suelen pasar muchas horas investigando sobre enfermedades, síntomas y tratamientos en Internet, con un sesgo confirmatorio que hace que destaquen únicamente los diagnósticos de enfermedad grave, alimentando aún más sus miedos y generando un círculo vicioso de ansiedad. Por otro lado, suelen acudir de manera recurrente a médicos, especialistas y servicios de urgencias, realizar numerosas pruebas médicas (incluso a pesar de un resultado previo negativo) y tratamientos (alternativos o convencionales) e incluso cambiar de médico o buscar repetidamente segundas opiniones al no recibir una respuesta que apoye sus creencias.  Aunque no es lo más habitual, existe un porcentaje de personas que recaen en el otro extremo, evitando situaciones médicas a toda costa, por miedo a obtener resultados negativos o por temor a confirmar sus creencias.
  4. Malestar y deterioro en el funcionamiento diario. El estrés y la preocupación constantes, junto con los síntomas anteriores limitan las actividades de las personas (por ejemplo, no viajar por miedo a estar lejos de un hospital), causan dificultades en las relaciones interpersonales (deteriorando la calidad y cantidad de interacciones sociales) y en el mantenimiento de un empleo y rutina estables (faltar por citas médicas recurrentemente).  Todo esto acaba afectando negativamente la calidad de vida de la persona. Principio del formulario

Si crees que estas experimentando estos síntomas, desde Quiero Psicología, estaremos encantadas en ayudarte a gestionar el malestar e invertir en recuperar tu calidad de vida.

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¿Qué significa tener baja autoestima?

Probablemente, hayas escuchado mucho las palabras “baja autoestima” en redes sociales, videos virales y otros post. Aunque se usan con mucha facilidad, seguramente te hayas hecho la pregunta “¿Yo tengo baja autoestima?”. Aquí buscaremos aclararte qué significan realmente todos estos términos y qué implica esto.

¿Qué es la autoestima?

La autoestima es la evaluación subjetiva que una persona hace de sí misma, y tiene una estrecha relación entre la visión que tenemos de uno mismo y la visión que nos gustaría tener. Este concepto tan ambiguo resulta de varios componentes que interactúan entre sí.

  • Autoaceptación: Es la capacidad de reconocerse y aceptarse tal como es, con virtudes y defectos, e implica una actitud compasiva y tolerante hacia uno mismo, sin juzgarse de manera excesivamente negativa.
  • Autovaloración: Hace referencia a la percepción y valoración positiva de las propias habilidades, fortalezas, cualidad y logros.
  • Autoconfianza: Se refiere a la confianza en las propias habilidades y capacidades para enfrentar desafíos, tomar decisiones, superar obstáculos y actuar como quiere.
  • Autonomía: Hace referencia al sentido de independencia y a capacidad para tomar decisiones propias, establecer metas y expresar libremente sus necesidades y deseos.
  • Autoimagen positiva: se trata de la percepción positiva de la propia apariencia física y la aceptación del propio cuerpo. Implica sentirse satisfecho y cómodo con su cuerpo.
  • Autoeficacia: hace referencia a la capacidad de confiar en que uno puede lograr metas, superar desafíos y tener éxito en diferentes áreas de la vida.

Durante la vida, sufrimos muchos cambios y eventos externos que hacen que estos componentes vayan variando: por ejemplo, si no obtengo los resultados que esperaba ante un reto laboral, es posible que mi autoeficacia se vea perjudicada; o si sufro una lesión que me impide hacer la cantidad de ejercicio que realizaba antes, puedo verme con menos musculatura y que me cueste asimilar una forma física diferente de la habitual. Por esto mismo, la autoestima no es una característica fija, sino que puede ser trabajada y mejorada, a través de los diferentes componentes. Aún así, existen personas que, por sus rasgos de personalidad y/o falta de herramientas, tienen una tendencia general hacia una autoestima alta o baja.

Síntomas de baja autoestima

Cuando una persona tiene una baja autoestima, suele tener un bajo nivel en los componentes anteriores, o varios de ellos estando muy alterados. Esto se traduce en los siguientes síntomas, que afectan de manera global a la persona (a pesar de que su funcionamiento pueda ser similar al habitual, el malestar percibido suele ser alto).

  • Autocrítica constante: Presencia de un dialogo interno, repleto de juicios y críticas negativas sobre uno mismo en casi todas las situaciones. En algunos casos, puede haber hasta verbalizaciones o comentarios en tono humorístico.
  • Sentimientos de inferioridad: sensación persistente de no ser una persona lo suficientemente buena, inteligente, atractiva o talentosa como los demás, resaltando la indefensión e imposibilidad de asemejarse a las personas con las que se compara uno.
  • Sensibilidad al rechazo: intensa emocionalidad con relación al rechazo e interpretación de las situaciones externas, actos y palabras de las personas de su alrededor, de manera que se confirmen las creencias negativas sobre uno mismo. A menudo, el propio miedo o anticipación del rechazo bloquea o impide a la persona actuar como desea.
  • Evitación: igual que con el rechazo, la persona suele evitar situaciones que pueda suponer un reto o un riesgo, por el miedo a fracasar y confirmar las creencias negativas sobre uno mismo.
  • Aislamiento social o dependencia emocional: La inseguridad general suele llevar a que la persona se aísle, evitando interactuar con otros por evitar el malestar (aunque a largo plazo, genere un mayor malestar al no sentirse conectado a otros, ni tener apoyos). Aunque, de tener relaciones ya consolidadas, es fácil que se vuelquen en éstas, pudiendo crear dinámicas de dependencia emocional (por ejemplo, solo salir de casa si está con esa amistad).

Factores que pueden causar baja autoestima

Aunque ya hemos explicado que algunos eventos externos afectan a la autoestima y sus componentes, algunos factores pueden contribuir al desarrollo de una baja autoestima:

  • Experiencias traumáticas en la infancia: Sufrir experiencias tempranas como el abuso sexual, emocional o físico (incluyendo el acoso escolar) especialmente si son prolongadas en el tiempo, puede afectar seriamente el desarrollo de una baja autoestima.
  • Tipo de crianza: relacionado con el factor anterior, si los adultos de referencia no atienden las necesidades emocionales de los niños adecuadamente en su crecimiento, se puede desarrollar un apego inseguro que fomente creencias negativas sobre uno mismo.
  • Estándares o expectativas poco realistas: Establecer estándares demasiado altos e inalcanzables para uno mismo puede llevar a la percepción constante de fracaso y, por lo tanto, a una baja autoestima. Las comparaciones sociales constantes, un ambiente competitivo o ser objeto de críticas constantes externas pueden agravar esas creencias negativas y baja autoestima.
  • Eventos traumáticos: Además de experiencias de abusos sexual, físico o emocional (puntuales o prolongados) en la vida adulta, haber vivido sucesos como la pérdida de un ser querido, una ruptura con el circulo social, un divorcio, un cambio vital (por ejemplo, una patología o enfermedad que incapacite parcialmente) o un desenlace no esperado (por ejemplo, un despido) en un área considerada importante, puede afectar negativamente a la autoestima.

Como hemos comentado, la autoestima no es algo estático y permanente: si encuentras que has vivido alguna de estas situaciones, te sientes identificado con estos síntomas, o simplemente consideras que quieres trabajar en tu autoestima, desde Quiero Psicología, estaremos encantadas de poder ayudarte en ese proceso de crecimiento.

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Por qué la terapia no sirve sin continuidad

Afortunadamente, la salud mental va teniendo cada vez más visibilidad e importancia para las personas. Aunque cuidar de nuestra salud mental no siempre implica iniciar un proceso terapéutico, muchas personas acaban por buscar ayuda profesional, habiendo pasado un espacio de tiempo en el que se ha contemplado la idea o se han buscado profesionales. De estas personas, existe un porcentaje de personas que recurren a profesionales, lo hacen de una forma ineficaz, desde el desconocimiento mayormente, que puede ser perjudicial: desmotivando a la persona hasta que incluso descarte la opción de pedir ayuda, estigmatizando, aumentando el sentimiento de desesperanza respecto a sus problemas, posponiendo un aspecto de autocuidado esencial, etc.).  Por ello, te daremos unas pocas pistas que pueden romper mitos acerca de la frecuencia de la terapia.

Con una sesión me vale

Aunque puedas salir muy contento o con ciertas herramientas a corto plazo de la primera sesión, esto no equivale a una terapia: Una terapia implica un proceso terapéutico con una evaluación e intervención, que por supuesto no puede darse en una sesión (especialmente si no es de 1 hora).

La primera sesión sirve especialmente para averiguar si te sientes cómodo con tu terapeuta y con el tipo de terapia que practica.

Haber puesto en práctica esas herramientas es muy buena señal de que estás motivado para tu terapia y posiblemente de que te sientas a gusto con tu terapeuta, así que ¡enhorabuena! Sigue con tu proceso y aprovecha ese impulso de energía y ánimo, y no te dejes llevar por la emoción del momento que te dice que ya todo está bien. Si aun así sientes que el problema era algo muy puntual y está solucionado, comunícalo a tu terapeuta y espera a ver si esos cambios se mantienen: la terapia no es milagrosa, pero no se puede tampoco subestimar el efecto que tiene sentirnos escuchados, validados y con la confianza de poder enfrentarnos a situaciones y emociones complejas.

Voy cuando lo necesito

Aunque no todos los procesos terapéuticos son iguales, sí que es fácil observar cómo este proceso no suele implicar una mejora de forma lineal nuestro estado de ánimo: existen altibajos, similares a lo que ocurre fuera de las sesiones. Esto puede llevar de forma impulsiva a “volver” a terapia cuando nos sentimos mal, sin aprender a gestionar esos altibajos, sino con intención de “quitarlos”.

De esta manera, la terapia se convierte en intentar apagar fuegos, en vez de poder averiguar que los genera para estar mejor a largo plazo, impidiendo un aprendizaje sostenible.

Además, cuando se recurre a las sesiones de esa forma tan poco constante, es difícil poder trabajar de forma continuada un mismo problema (ya que pueden suceder muchos eventos nuevos en nuestra vida) y estando a un nivel que permita el aprendizaje (teniendo una intensidad emocional muy alta, bajar la intensidad para poder gestionar la emoción puede ser la prioridad).

Si solo vas al gimnasio una vez para fortalecer, a pesar de que hagas mucho en ese entrenamiento, esto no tendrá efectos, y es probable que te lesiones o tengas tantas agujetas que no puedas, ni quieras, continuar con tu objetivo.

«Es que no tengo dinero /tiempo»

Si la frecuencia tan irregular se debe a complicaciones económicas, coméntalo con tu terapeuta para que podáis encontrar una frecuencia que te sea cómoda a la vez que eficaz, se entiende que la terapia es un esfuerzo económico y la idea es poder facilitarla en la medida de lo posible. Si se trata de complicaciones debido a poco tiempo libre u horarios cambiantes, la mayoría de los terapeutas tenemos en cuenta la variabilidad del horario laboral de muchos (si además se tienen varios trabajos y/o labores domésticas), pero puedes comentarlo para definir la disponibilidad que es más recurrente para las sesiones (y confirmar solo entre dos opciones) o en la que cuando podréis definir la sesión (según te entreguen tus horarios, por ejemplo) y puedes considerar la opción de poder tener sesiones online, especialmente para ahorrar tiempo en desplazamientos. Ir a terapia es una inversión de tiempo, no es fácil, pero tu bienestar lo merece.

“Vengo porque me lo ha pedido mi pareja/familia”

En este tipo de casos, hablamos de personas, que si bien hacen un esfuerzo por una persona o tras ultimátums porque quieren conservar la relación que sea, no están inherentemente motivadas en la terapia. Esto no quiere decir que no pueda haber una reflexión posterior y que luego se encuentren motivados, pero los cambios en terceras personas no pueden ser objetivos del proceso terapéutico (“quiero que mi expareja vuelva conmigo, o vea que estoy mejor”): si no eres tú la persona que quiere conseguir un cambio, el esfuerzo no suele ser ni fácil, ni fructífero.

Una variante de esta idea es venir para “ser feliz”, y, aunque es una idea que se promueve mucho en la sociedad, es un concepto idealista que es importante redefinir en términos cuantificables y personales.

Si se busca eliminar las emociones o situaciones desagradables, es probable que la terapia se abandone, puesto que es una parte importante de ella aprender a sentir de forma segura y gestionar lo que solemos evitar de forma intuitiva, pero acaba siendo perjudicial.

Si te decides a iniciar tu proceso terapéutico, de forma seria y para tu crecimiento y bienestar, estaremos encantadas de poder ayudarte desde el equipo de Quiero Psicología.