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Mitos de la depresión

A menudo escuchamos la frase “estoy depre” con demasiada frecuencia. Solemos utilizar el concepto de depresión para referirnos simplemente a estar tristes, a tener un mal día o estar atravesando una mala racha.

Esto provoca que por un lado, las personas que realmente padecen una depresión se puedan sentir incomprendidas, y por tanto, aumentaremos su malestar; y por otro lado, que se llegue a minimizar el sufrimiento de este cuadro clínico.

¿Qué es la depresión?

Hablamos de depresión cuando una persona presenta 5 o más ítems de la siguiente sintomatología:

  • Bajo estado de ánimo la mayor parte del día
  • Falta de motivación y de disfrute en las actividades que se hacen o en el día a día
  • Cambios en el peso sin estar haciendo dieta o cambios en el apetito
  • Insomnio
  • Pérdida de energía
  • Ansiedad o inquietud
  • Sentimientos de inutilidad o culpa desajustada
  • Ideación suicida recurrente

Por lo tanto, no estamos hablando de tener un mal día o incluso una mala semana, ni podemos simplificar una enfermedad mental en un solo síntoma.

¿Qué mitos relacionamos con la depresión?

  • Estar triste las 24 horas del día: La depresión es un conjunto de síntomas y la tristeza es solo uno de ellos. Que no veamos el sufrimiento de la otra persona o no seamos capaces de percibirlo, no significa que la otra persona no esté sufriendo.
  • Debilidad: Al igual que no culpabilizaríamos a alguien por sufrir asma o cáncer, no podemos culpar a alguien de padecer una enfermedad mental. La depresión no afecta a la gente porque sea débil, es un problema más común de lo que creemos.
  • Se “cura” sola: Como hemos explicado previamente, la depresión no solo es estar triste, implica todo un conjunto de síntomas y que estos interfieran en el día a día. Por lo tanto, no solo no se “cura” sola, sino que si no se aborda adecuadamente, con el paso del tiempo, la sintomatología puede empeorar.
  • Es transitoria: Existen diferentes tipos de depresión. Por un lado, puede ser un episodio único, que remitirá con el adecuado tratamiento; pero también está la posibilidad de experimentar recaídas si no se recibe un tratamiento adecuado.
  • Tiene una causa: Lo más común en las enfermedades mentales es encontrar un origen multicausal, es decir, no es común encontrar una única causa o un evento traumático que provoque por sí solo depresión.

Es verdad que los eventos traumáticos y estresantes pueden ser el estímulo que acabe desencadenando esta serie de síntomas, pero también hay que tener en cuenta factores precipitantes, factores genéticos y las estrategias de afrontamiento de la persona que la padece.

  • Solo se cura con medicación: Esto dependerá de cada caso, ninguna intervención es excluyente de la otra, sino que se complementan. La depresión no se puede tratar únicamente con fármacos, necesitaremos cambiar los esquemas cognitivos de la persona, darle herramientas para poder afrontar mejor las situaciones, trabajar sobre actividades placenteras… pero en muchas ocasiones, la intervención farmacológica puede facilitar la intervención psicológica y lograr una mejor adhesión al tratamiento.

En relación a la medicación, cabe destacar que ha de ser prescrita por el médico de cabecera o por el psiquiatra, valorando la situación individual de cada persona, e identificando por tanto, qué fármaco es el más adecuado en su caso.

Esto significa que aunque conozcamos a alguna persona a la que un determinado fármaco le haya podido beneficiar mucho, no implica que las demás personas vayamos a experimentar el mismo efecto. Es fundamental que un especialista decida el tipo de fármaco, la dosis y la pauta concreta para cada persona en función de sus necesidades.

  • La depresión es un problema de adultos: Este mito es falso ya que también existe la depresión y el suicidio infantil. Sin embargo, los síntomas pueden ser diferentes a los de los adultos, ya que los niños tienden a experimentar más rabia o enfado que tristeza.
  • Depresión = suicidio: La ideación suicida es uno de los diferentes criterios que podemos encontrar a la hora de establecer un diagnóstico, pero puede haber gente con depresión que no tenga ideación suicida, ni mucho menos un plan intencionado.

Estas personas experimentan tal sufrimiento, que puede ser habitual que sientan la idea de acabar con este malestar de esta forma, pero puede ser un pensamiento pasajero motivado por el malestar, que no tiene por qué llevarse a cabo.

No obstante, deberemos estar atentos a estas señales y ofrecer ayuda de un especialista a estas personas.

En conclusión, la depresión no se limita a ser sinónimo de tristeza, hablamos de un conjunto de síntomas, y por tanto, de una enfermedad mental. Por lo que, al igual que en otras enfermedades, no podemos culpar a la persona de padecerla, será el resultado de un conjunto de circunstancias personales, sociales y químicas.

Si te has identificado con alguno de los síntomas anteriores o conoces a alguien que podría estar padeciendo una depresión, no dudes en solicitar ayuda. Desde Quiero Psicología podemos ayudarte.

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El apego y las relaciones de pareja

Hace unos meses, publicamos un post definiendo el apego y explicando cómo los diferentes estilos podían afectar en la vida adulta. Puedes leerlo aquí. Hoy, queremos explicar, concretamente, cómo el tipo de apego de cada persona puede influir a la hora de establecer y mantener relaciones de pareja.

Recordemos que dentro del apego inseguro, podemos encontrar 3 subtipos: El apego ansioso, el apego evitativo y por último, el apego desorganizado. Afortunadamente, el apego desorganizado es el menos prevalente en la sociedad, por lo que centraremos el post de hoy en el apego seguro, el apego ansioso y el apego evitativo.

Comportamientos según el estilo de apego

Para entender mejor la diferencia entre estos estilos, observemos 3 casos diferentes:

  • Pedro lleva saliendo con Víctor un par de meses, lo pasan muy bien juntos y siente que le apetece dar un “paso más” en la relación. Al ver que ya no ha vuelto a quedar con otros chicos y que cada vez le apetece pasar más tiempo con Víctor, se plantea comunicarle cómo se siente y proponer que sean pareja estable.
  • Luis tiene muchas ganas de tener pareja, ha probado en varias aplicaciones y aunque ha conocido a gente maravillosa, nunca ha logrado establecer una relación duradera. Cree que ha tenido muy mala suerte, pero empieza a plantearse que quizás sea él el culpable, se pregunta si hará algo mal para que las relaciones no se mantengan.
  • María se define como un “alma libre”, dice que le encanta conocer gente, mantener relaciones sexuales, pero eso sí, “sin pillarse”. Se define como una persona autosuficiente. Cuando percibe que la persona que está conociendo exige más compromiso, empieza a experimentar agobio y miedo, y acaba rompiendo el vínculo.

Como explicamos en el anterior post, en función de la relación que establezcan nuestros cuidadores con nosotros, y el grado de sintonía entre nuestras demandas y sus respuestas, desarrollaremos una serie de esquemas mentales y expectativas, que repetiremos en la edad adulta.

Es como si nuestro cerebro esperara que la gente nos trate igual que nuestros cuidadores nos han tratado, y que por tanto, deberemos comportarnos y socializarnos, acorde a las estrategias que hemos desarrollado para que nuestros padres nos atiendan.

Pedro muestra un estilo de apego seguro, ya que no teme al compromiso y pretende afrontar sus dudas mostrando sus emociones y comunicándose de forma asertiva. Sabe que tiene derecho a exponer su postura y que la mejor forma de conocer la opinión de la otra persona es preguntando y explorando.

Luis, en cambio, se ha criado en un entorno inconsistente. Muchas veces, se ha tenido que ocupar de mediar entre las discusiones de sus padres. Su madre se caracteriza por ser muy ansiosa, con el fin de “proteger a su hijo”, le obliga a cumplir un horario estricto de salidas, pregunta con quién sale y se preocupa cuando llega tarde. Su padre, en cambio, se limita a apoyar a la madre, dice que llega muy cansado de trabajar y no tiene tiempo.

María, por otro lado, es una persona muy estudiosa desde la infancia. Con el fin de contentar a sus padres, siempre se ha esforzado en ser “la niña perfecta”, no meterse en líos y mantener un expediente brillante. Sus padres mantienen una relación que se caracteriza por escasas muestras de cariño, discusiones y una vida dedicada al trabajo. Al estar tan ocupados y mostrar poca expresión emocional, cuando María tenía un problema, tendía a guardárselo y no compartirlo, ya que igualmente, sería ignorada.

¿Qué consecuencias tiene esto?

No es que Luis esté haciendo algo mal o que resulte una persona insoportable, el problema es que desde pequeño, le han hecho sentir eso. Luis ha desarrollado un apego ansioso.

Luis ha crecido observando las innumerables preocupaciones de su madre, lo que le ha llevado a pensar que el mundo es caótico e impredecible, que no te puedes fiar de nadie. ¿Qué hace su cerebro para poder enfrentarse a ese mundo impredecible? Controlar, intentar tener todo bajo control.

No es que María sea un alma libre, es que desde pequeña, ha tenido que cubrir sus necesidades por ella misma porque sus padres no le han ayudado adecuadamente. María ha desarrollado un apego evitativo.

Como sus padres no atendían sus necesidades y apenas expresaban su afecto, María tiende a evitar las situaciones que implican intimidad, como lo son las relaciones de pareja estables. Inconscientemente, y a modo de superviviencia, su cerebro no se permite pedir ayuda, expresar emociones o establecer vínculos comprometidos, porque no quiere reexperimentar la sensación de rechazo.

Pedro, a diferencia de María y Luis, y a pesar de darle vergüenza dar el paso de tener una conversación con Víctor acerca de su relación, no se siente responsable de las emociones de su pareja, ni cree que por expresar cómo se siente vaya a molestarle o ser ignorado.

Ansioso y evitativo, una mala combinación

Ante una amenaza, así como el ansioso se hiperactivará, el evitativo, en cambio, se desactivará. Por lo que cuando experimenten peligro, el ansioso tenderá a aproximarse más, preguntará, se reasegurará de la información, se mostrará más cerca; mientras que el evitativo, se alejará.

Imaginaos las parejas que están formadas por una persona ansiosa y otra evitativa: La excesiva proximidad del ansioso implicará una amenaza para el evitativo, por lo que se alejará aun más, algo que el ansioso percibirá como peligroso. A consecuencia, se aproximará más y se formará un círculo vicioso.

Si te has sentido identificado con alguno de estos comportamientos y experimentas malestar en tus relaciones, no dudes en escribirnos. Afortunadamente, el estilo de apego de cada uno no es irreparable y éste puede modificarse con psicoterapia.

Horóscopo-efecto-psicológico

No soy yo, es mi signo del zodíaco

Capricornio, eres una persona reservada, pero ante personas de confianza, eres el alma de la fiesta. Leo, saca tu potencial, esta semana tendrás la oportunidad profesional que te mereces. Géminis, ten cuidado con las personas que acabas de conocer, puede que más de uno se esté intentando aprovechar.

¿Te encajan estos enunciados?, ¿qué pasaría si cambiásemos estos signos por otros?. ¿Por qué todos nos identificaríamos con  estas descripciones independientemente de nuestro signo del zodiaco?, ¿puedo fiarme de lo que me dice el  horóscopo?

El Efecto Forer

En 1948 el psicólogo Bertram Forer realizó a sus estudiantes una investigación que dio pie a este conocido sesgo de pensamiento.

Los estudiantes completaron un test de personalidad y posteriormente, recibieron los supuestos resultados de su examen. Una vez que leían los resultados y la supuesta descripción de su personalidad, debían calificar de 0 a 5 el grado de acuerdo con la información recibida.

La media de las puntuaciones fue de 4,2 puntos, por lo que el alumnado quedó bastante satisfecho con el perfil obtenido.

La descripción recibida fue la siguiente:

Tienes la necesidad de que otras personas te aprecien y admiren, y sin embargo, eres crítico contigo mismo. Aunque tienes algunas debilidades en tu personalidad, generalmente eres capaz de compensarlas. Tienes una considerable capacidad sin usar que no has aprovechado. Tiendes a ser disciplinado y controlado por el exterior, pero preocupado e inseguro por dentro. A veces tienes serias dudas sobre si has obrado bien o tomado las decisiones correctas. Prefieres una cierta cantidad de cambios y variedad y te sientes defraudado cuando te ves rodeado de restricciones y limitaciones. También estás orgulloso de ser un pensador independiente; y de no aceptar las afirmaciones de los otros sin pruebas suficientes. Pero encuentras poco sabio el ser muy franco en revelarte a los otros. A veces eres extrovertido, afable, y sociable, mientras que otras veces eres introvertido, precavido y reservado. Algunas de tus apreciaciones tienden a ser bastante poco realistas.

¿Se te ocurre alguna persona con este perfil?, ¿a caso no te  identificas tú con este enunciado?

Resulta que independientemente de las respuestas que dieron los estudiantes, todos recibieron la misma descripción de su perfil.

¿Por qué pasa esto?

El efecto Forer consiste en identificarse  con una descripción que en realidad es genérica, inespecífica y se podría ajustar a la mayoría de la población.

Si damos enunciados vagos, coherentes con la mayoría de circunstancias y contenido inespecífico, es muy probable que la gran mayoría de nosotros nos atribuyamos la descripción y estemos de acuerdo con ello.

¿Por qué caemos en esta trampa?

  • Necesidad de control: El ser humano maneja muy mal la incertidumbre, necesita tener información para poder obtener cierta predicción de lo que pueda ocurrir y disminuir así la ansiedad o la preocupación.
  • Sesgo de confirmación: Este tipo de error de pensamiento consiste en dar por hecho y reafirmar mediante un estímulo externo, como podría ser en este caso el horóscopo, una convicción de la que no nos sentimos tan seguros.
  • Evitación de la responsabilidad: Es más fácil culpar a la predicción del horóscopo o a tu signo zodiacal del comportamiento que has tenido, que tener que asumir las consecuencias de tu propio comportamiento.
  • Baja autoestima o falta de autoconocimiento: Si no conocemos nuestras fortalezas ni competencias, y tenemos una identidad poco definida, será habitual verte dentro de estas descripciones genéricas.

Pero es que a veces acierta…

Efectivamente, hablamos de descripciones tan genéricas que prácticamente, lo difícil sería no identificarse con nada de lo descrito. Las palabras utilizadas no han sido elegidas al azar, Forer utilizó expresiones vagas como “generalmente”, “a veces” o “tiendes”. De esta forma no se utilizan términos absolutos ni demasiado específicos con el fin de generalizar.

Profecía autocumplida

Cuando observamos que ha ocurrido algo que el tarot u el horóscopo predijo, es fácil asociarlo a la predicción previa que obtuvimos. Sin embargo, existe un último efecto que explicaría este fenómeno.

Llamamos profecía autocumplida al proceso en el cual se nos da una predicción o etiqueta, generamos una expectativa, y acabamos actuando acorde a ella, aumentando por tanto, la probabilidad de que la predicción se cumpla.

En otras palabras, la consecuencia acaba convirtiéndose en la causa.

Si nos afirman que somos de determinado perfil y nos anticipan que van a ocurrir ciertos eventos en un futuro, generaremos una expectativa y actuaremos acorde a ello. No será que la tarotista ha acertado, sino que ha provocado que generemos una especie de mapa mental, que inconscientemente, iremos siguiendo.

De hecho, en los años 50, se realizó un experimento que a día de hoy sería imposible de de replicar por cuestiones éticas más que evidentes: Una clase de estudiantes, tras realizar un test de aptitudes, fue dividida aleatoriamente en un grupo experimental y grupo control. Independientemente de los resultados, el grupo experimental recibió buen feedback acerca de sus competencias académicas, mientras que el grupo control recibió malas calificaciones y pobres competencias.

¿Qué efecto tuvieron estos supuestos resultados académicos? Que el grupo experimental, que había recibido tantas alabanzas, mejoró su media académica, mientras que en el grupo control aumentó la tasa de abandono escolar.

No fueron los resultados ni las aptitudes de los estudiantes los que provocaron este efecto, sino las predicciones y etiquetas que se les emitieron.

Si percibes que te cuesta tolerar la incertidumbre, que te gustaría conocerte más y potenciar tu identididad o que tienes dificultades para asumir las consecuencias de tus actos, tendiendo a escudarte en factores externos, desde Quiero Psicología podemos darte las mejores herramientas para poder enfrentarte a ello.

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¿Qué estilo de apego tengo?

En numerosas ocasiones, escuchamos frases como “este niño está muy apegado a sus padres” o “mi pareja tiene demasiado apego hacia mí”, sin embargo, ¿en qué se traducen estas frases?, ¿el apego es algo bueno, o algo de lo que avergonzarnos?. ¿Qué definimos realmente como apego?

Para comprender esta teoría, en primer lugar, necesitaremos echar la vista atrás  y pensar en un bebe recién nacido. Cuando un bebé nace, todos coincidiremos en que estamos ante un ser dependiente. Este bebé dependerá de sus cuidadores para lograr cubrir sus necesidades, como ser alimentado, mantener su higiene y ser reconfortado.

En otras palabras, cuando nacemos, somos seres dependientes, necesitamos ser cuidados para sobrevivir, debido a la inmadurez de nuestro cerebro. De hecho, somos la especie que más depende de sus cuidadores para desarrollar estrategias de afrontamiento y lograr autonomía.

A consecuencia, el apego se define como el vínculo afectivo que se establece entre el niño y sus cuidadores. Este vínculo tiene como objetivo la supervivencia del niño, que como hemos dicho previamente, es inmaduro y dependiente.

Este vínculo comienza a desarrollarse ya desde la gestación y los estudios científicos coinciden en que aproximadamente termina de establecerse en torno a los 7 meses del bebé.

¿Cuál es el problema? Que no todos los cuidadores tienen la capacidad para desarrollar un vínculo afectivo adecuado con sus hijos.

Como hemos visto, el término apego suele utilizarse indistintamente para expresar una vinculación. Sin embargo, existen diferentes tipos de apego y no todos serán adecuados.

Estilos de apego

Apego seguro

Este estilo de apego se desarrolla cuando los progenitores establecen una base segura con su hijo, respondiendo adecuadamente y de forma coherente a sus necesidades. Para ello, se mostrará como una figura de cuidado disponible, capaz de atender y cubrir las necesidades físicas y emocionales de su hijo.

De esta forma, se establecerá una sintonía entre las demandas de los hijos y las respuestas de los padres. Se trata de progenitores que empatizan y conectan con las necesidades individuales de sus hijos, haciéndoles sentir atendidos y reconfortados.

Cuando un niño desarrolla un apego seguro, mostrará curiosidad y seguridad para explorar su entorno, pudiendo desarrollar así su propia autonomía y una base segura que le permitirá establecer en un futuro, más vínculos afectivos.

Apego inseguro

Si bien un niño dependerá de sus progenitores o cuidadores para poder cubrir sus necesidades y sobrevivir, porque no tiene la madurez suficiente ni las capacidades para poder hacerlo por sí solo, podemos encontrar estilos de crianza que no sean capaces de cubrir adecuadamente estas necesidades.

Anteriormente, explicamos que la parentalización se definía como el proceso de inversión de roles donde los hijos ejercían de cuidadores de sus propios progenitores. Estos niños, que no pueden recurrir a sus padres para cubrir sus necesidades y ven como estos no tienen la capacidad para atenderles, desarrollarán un tipo de apego inseguro.

Existen 3 tipos de apego inseguro:

Apego evitativo

Este tipo de vínculo surge ante progenitores con dificultades para manejar estados emocionales. Ante esta incapacidad, tienden a ignorar y desatender las necesidades emocionales de sus hijos, por lo que no conectan con las emociones de los niños, no etiquetan ni interpretan los estados emocionales que muestran y por tanto, no facilitan la expresión emocional.

A consecuencia, los niños desarrollan dificultades para entender sus propios estados emocionales, empatizar con las emociones de los demás y expresar cómo se sienten. Aprenden que para ser atendidos, deberán evitar temas de conversación con contenido emocional, por lo que se centrarán en actividades más lúdicas, el ámbito académico o en pasar desapercibidos.

Habitualmente se convierten en seres muy independientes y con miedo a relaciones que implican intimidad.

Apego ansioso-ambivalente

Este estilo surge cuando los cuidadores responden de forma inconsistente, caótica e incoherente a las demandas de sus hijos. Esto provoca que el niño no pueda predecir cómo van a responder sus padres, provocando por tanto, inseguridad y un elevado grado de ansiedad y angustia.

Muchas veces, estos padres atenderán a sus hijos en función de cómo se encuentren, dependerá por tanto, de su estado emocional. Son padres que también muestran dificultades para gestionar sus propias emociones, por lo que primero priorizan cómo se sienten ellos, sin tener en cuenta que como hemos explicado previamente, los niños son seres inmaduros y dependientes.

Un ejemplo de este estilo de crianza sería la sobreprotección, donde los padres priorizan sus propias necesidades, ignorando las de sus hijos, impidiendo que el niño explore el mundo de una forma segura.

Por ende, estos niños suelen ser vistos públicamente como niños miedosos, demandantes e insistentes. Sin embargo, esto es fruto de la angustia que sienten, al haber sido criados en un ambiente impredecible e inconsistente.

En la edad adulta, estos miedos repercuten en sus relaciones sociales, especialmente las de pareja, ya que se trata de personas con miedo al abandono, inseguridad y baja autoestima.

Apego desorganizado

Este vínculo ocurre cuando la figura de cuidado es por un lado, fuente de protección, pero a su vez, fuente de peligro y dolor para el niño.

Hablamos de padres con grandes dificultades para gestionar emociones, sin inteligencia inter ni intra personal, que en ocasiones padecen un trastorno psicológico, han sido también criados en ambientes hostiles y traumáticos, etc.

Este estilo de apego es el menos prevalente en la sociedad y el que mayor interferencia psicológica produce.

Nos referimos a padres con un estilo de crianza inestable, contradictorio, negligente y con ausencia de conexión con las demandas que requieren sus hijos.

El niño observará que sus padres, las figuras que deberían cuidarle y proporcionar una base de seguridad en su crecimiento, son paradójicamente las mismas que le provocan malestar y dolor. Por lo tanto, estos niños verán a sus progenitores como una amenaza.

Se estima que aproximadamente, solo un 60% de la población ha podido establecer un estilo de apego seguro con sus cuidadores. Si te has podido sentir identificado con estos patrones de crianza y reconoces dificultades a la hora de relacionarte con tus amistades o pareja, desde Quiero Psicología podemos ayudarte.

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Volver a casa por Navidad

¿Cuántas películas tienen como gancho la vuelta a casa por navidad?, ¿cómo son las emociones que nos venden los anuncios en estas fechas? Felicidad, abrazos, nostalgia….

Si bien hace una semana exponíamos cómo los compromisos navideños y sociales de estas fechas podían afectar a nuestro estado de ánimo, pudiendo provocar emociones desagradables como enfado, ansiedad o vergüenza; hoy queremos centrarnos en la extraña sensación de volver a tu ciudad de origen o casa familiar por navidad.

Esto se da en personas que durante el resto del año viven en otro domicilio, y especialmente nos referimos a las personas que viven en otra ciudad o país, alejados de su familia. Este distanciamiento puede ser por motivos laborales, legales, afectivos o simplemente, por decisión personal.

Si bien no nos gusta etiquetar, esta sensación ha recibido el nombre de Síndrome de regresión navideña por la prensa. Esto no quiere decir, por tanto, que sea un diagnóstico, ni mucho menos una patología, sino que es una sensación más habitual de lo que creemos en la población.

Esta no es mi habitación.

Después de meses fuera de casa, de ser autosuficiente económicamente y tener tu propio alojamiento… llegas a casa de tus padres y te toca dormir en tu habitación de la infancia. Todavía quedan algunos peluches y posters de tus ídolos adolescentes en las paredes. La cama es pequeña y la decoración ya nada tiene que ver con cómo eres.

Incluso habrá familias que habrán dado otro uso a la habitación, quizás ahora sea un despacho o vestidor, por lo que ya no contarás con un espacio propio para ti.

Ante esta situación es habitual experimentar recuerdos del pasado, nostalgia, pero también vergüenza, tristeza o incluso enfado. Percibir esa falta de vinculación con tus antiguas pertenencias y ver cómo todo ha cambiado puede provocar un pequeño proceso de duelo.

¿A qué hora vuelves?

Una vez independizado, lejos quedan las preguntas de ¿con quién sales esta noche? o las advertencias del tipo “ten cuidado y vuelve pronto”. Sin embargo, la vuelta al hogar familiar puede traer de vuelta ciertas exigencias que quedaron atrás hace mucho tiempo.

Si bien tus estrategias de afrontamiento han cambiado, puede que tus padres sigan manteniendo las mismas rutinas y normas, que por alguna razón, dejaste atrás y afortunadamente, has olvidado.

Esto puede generar conflictos y provocar una sensación de regresión al rol de niño del que huiste.

Todo es igual, pero nada es lo mismo.

Quieres volver a ver a esas amistades que hace tiempo que no ves, poneros al día y disfrutar de un buen rato juntos. No obstante, resulta que algunos de ellos están fuera, otros están con su pareja y el otro grupo ya tiene planes.

Si bien esto puede resultar un tanto exagerado, al igual que tú has tenido la oportunidad de madurar, vivir nuevas experiencias y cambiar (como podemos apreciar cuando volvemos a nuestra vieja habitación), debemos asumir que nuestras antiguas amistades también lo habrán hecho.

Es muy común que el viejo círculo de amistades haya cambiado, quizás se haya reducido, o que ahora también se incluyan parejas, gente nueva, etc. También se podrán apreciar cambios de gusto, de identidad, de opinión política… no podemos pretender que todo siga igual que lo dejamos.

Esto no tiene por que suponer un límite, de hecho, puede resultar incluso enriquecedor. No obstante, es importante ajustar las expectativas previas al viaje, ya que si nosotros hemos cambiado, no podemos exigir que nuestro entorno social siga igual y gire en torno a nuestra vuelta.

¿Cómo afrontar la vuelta a casa?

Por mucho que los anuncios nos vendan felicidad, volver al hogar no tiene por qué ser algo placentero.

Regresar puede reactivar viejos estilos de apego, y hay que tener cuidado e identificarlo, deberemos poner en práctica todo lo trabajado hasta ahora en terapia.

  • Marca límites con asertividad: Ya no eres el niño que montó esa cama y decoró esas paredes. Explica tu necesidad de privacidad expresando tus emociones, a través de los mensajes yo, y no hace falta que respondas a todas las preguntas que te planteen.
  • Dedícate tiempo a solas y fomenta el autocuidado: Pasar de vivir de forma independizada y autosuficiente a convivir con la familia bajo sus normas, puede resultar estresante. Todos necesitamos un tiempo a solas para conectar con nuestras necesidades y emociones. Si ves que tienes dificultades para obtener esa privacidad en casa de tus padres, sal a dar una vuelta, haz ejercicio o practica alguna actividad que no podrías hacer en otro momento o lugar.
  • Aprovecha para compartir tus cambios y conocer los de los demás: Afortunadamente, las experiencias van moldeando nuestra personalidad y poco a poco vamos forjando nuestra identidad. Es probable, y beneficioso, que ya no seamos como nuestra familia o incluso viejas amistades nos recuerdan, lo mismo nos pasará con ellos. Dedica este tiempo para compartir ideas y si esto resulta una fuente de conflicto, recuerda, no estás obligado a estar de acuerdo con todos y tienes derecho a proteger tu intimidad.

Por mucho que nos vendan los beneficios de la navidad, para muchas personas supone toda una serie de obligaciones y un importante estresor. Es un periodo breve donde socialmente nos empujan a juntarnos con gente que habitualmente apenas vemos, desplazarnos a otras ciudades u hogares, etc. Sin embargo, debemos recordar que por suerte o desgracia, tiene fecha final.

Recuerda que no estás obligado a seguir esas tradiciones si no lo deseas, y si no eres capaz de poner límites a tu familia siempre puedes contar con nuestra ayuda experta.

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¿Qué es la parentalización?

La parentalización o parentificación es un proceso donde, a raíz de diferentes circunstancias, el hijo ha de hacerse responsable de sus propios padres. Esto provoca una inversión de roles, el niño pasa a desempeñar la figura paterna, responsabilizándose y cuidando de sus progenitores.

Formas de la parentalización:

La parentalización puede darse a través de múltiples formas:

  • Emocional: Existen padres con dificultades para regular sus emociones, que tienden a delegar la toma de decisiones relevantes en sus hijos ante su falta de estrategias de afrontamiento. Estos hijos, desde los primeros años de vida, tienden a hacer de sostén emocional, a cuidar la salud mental de sus padres o incluso ejercen de mediadores entre las disputas de sus progenitores.
  • Económica: Se trata de niños o adolescentes que han de hacer frente a gastos económicos para sostener a la familia porque sus padres se encuentran en situación de desempleo o sufren de alguna alteración que les impide trabajar. Estos menores o bien han de combinar la escuela con un trabajo, o en los peores casos, acaban abandonando sus estudios.
  • Instrumental: Estos niños se encargan de realizar las tareas domésticas como la limpieza del hogar, la compra, cocinar, llevar a sus hermanos menores al colegio, etc.

¿Por qué ocurre?

La parentificación tiene lugar cuando nos encontramos con padres que carecen de habilidades de afrontamiento y de regulación emocional suficientes para manejar sus propios estados mentales, y por tanto, para también responder a las de sus hijos.

Cuando un progenitor no es capaz de empatizar con las necesidades individuales que tiene su hijo ni presenta la capacidad para poder responder adecuadamente a sus demandas, se da un cuidado negligente. ¿Qué quiere decir esto? Que las necesidades del niño no se reconocen correctamente o se ignoran.

A consecuencia, el niño desarrolla diferentes estrategias a modo de supervivencia. Habrá menores que tenderán más a la evitación, ignorando y bloqueando sus emociones y necesidades, porque saben que no se les va a atender o incluso, pueden ser sancionados. Mientras que otros, ante esta negligencia, tenderán a hiperresponsabilizarse ellos mismos no solo de sus propias necesidades sino también de las de sus padres.

Estos fenómenos suelen ser recurrentes en entornos donde uno de los progenitores padece algún trastorno mental, entre padres que se encuentran bajo un proceso de divorcio, familias donde ha fallecido uno de los principales cuidadores, situaciones de riesgo social, padres que consumen sustancias o relaciones de maltrato.

¿Qué consecuencias tiene en la vida adulta?

Cuando somos bebés, somos seres totalmente dependientes de nuestros cuidadores. Nuestro cerebro y por tanto, las principales funciones ejecutivas, están todavía sin desarrollar, por lo que recibir un cuidado adecuado y mantener un vínculo seguro con nuestros cuidadores es esencial para poder lograr un funcionamiento adaptativo en la vida adulta.

Si crecemos en un entorno parentalizado, evidentemente, estas necesidades básicas no se van a poder cubrir adecuadamente.

Como hemos explicado antes, el niño, desde su propia inmadurez cerebral y siguiendo las reacciones de sus padres, desarrollará sus propias estrategias para evitar el sufrimiento: Reprimir sus emociones, ignorar sus propias necesidades, anteponer las demandas de sus padres a las suyas, sobreproteger a sus cuidadores, etc.

Siguiendo la teoría del apego, y cómo podemos ver a través de las personas que atendemos, estos patrones de comportamiento y roles quedan instaurados en la memoria del niño y generan por un lado, una representación de cómo han de actuar en el resto de situaciones sociales y por otro lado, una serie de expectativas de cómo actúan los demás.

Es como si el cerebro, con el fin de simplificar la información y ahorrar energía, crease una especie de mapa mental o guión de actuación para poder enfrentarse a las situaciones sociales y evitar así el malestar.

El problema surge cuando estos mapas son representaciones distorsionadas de la realidad, es decir, cuando el niño ha asumido una inversión de roles que no le corresponden a su edad madurativa y por tanto, no representan un adecuada relación paterno-filial.

A consecuencia, hablamos de niños inseguros, con baja autoestima, sensación de desprotección y por tanto, un elevado nivel de ansiedad, que podrá interferir en la vida adulta.

Estas personas, ante la ausencia de un modelo de regulación emocional eficaz, suelen tener dificultades para identificar sus estados emocionales y regular sus propias emociones.

De hecho, es muy habitual que estos niños parentalizados desempeñen un rol cuidador en el resto de situaciones sociales, como con amigos y pareja, ya que han aprendido que lograrán ser reforzados y escuchados si anteponen las necesidades de la otra persona a las suyas.

Suelen ser personas con dificultades para expresar su opinión, poner límites, decir que no, y sobre todo, dependen mucho del refuerzo externo para reafirmar su valía.

Otra estrategia muy común es la de desarrollar un patrón evitativo. Estos menores cuando exponen sus necesidades o sus estados emocionales, son ignorados y a veces incluso castigados. Por ende, ante esta negligencia, aprenden que la mejor forma de sobrevivir, y no resultar molestos para sus padres, es desconectarse de sus emociones.

Si crees que has sido un niño parentalizado y te sientes identificado con este post, tiendes a hiperresponsabilizarte de las necesidades de tu entorno y experimentas malestar, en Quiero Psicología podemos ayudarte.

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Consejos frente al duelo perinatal

Llamamos duelo al proceso psicológico que conlleva una pérdida o fallecimiento. En este proceso de adaptación, surgen diferentes emociones que nos ayudan a procesar que esa persona ya no está entre nosotros, como por ejemplo la tristeza, la rabia o el enfado.

Cuando un embarazo no llega a término o el bebé fallece tras el parto, se desencadenan una serie de emociones adaptativas que reciben el nombre de duelo perinatal.

Si bien la OMS define el período perinatal desde las 22 semanas de gestación hasta una semana después del nacimiento, a nivel psicológico esta acotación resulta realmente limitada, ya que dejaría de lado los abortos que se dan en las primeras semanas de gestación o las muertes producidas en las primeras semanas de vida.

Esta definición, en la que la gran mayoría del sistema sanitario se basa, invalida el dolor de los progenitores que se encuentran fuera de este rango, lo que aumenta aún más el estigma que sufren estas personas y el silencio de la sociedad ante estas situaciones.

Emociones más comunes del duelo perinatal:

Tristeza: Independientemente del tiempo de gestación, estos progenitores están experimentando una pérdida, la ruptura de un proyecto vital y de una serie de expectativas generadas en función de ese embarazo.

Culpa: El ser humano tiende a seguir un pensamiento lógico de causa-consecuencia. Sin embargo, ante un hecho imprevisto o improbable, encuentra serias dificultades para poder comprender qué factores han propiciado este desenlace.

Ante esta falta de respuestas, y teniendo en cuenta la postura del sistema sanitario, es muy común encontrarnos con madres que se sienten culpables o busquen algún tipo de explicación en comportamientos pasados como por ejemplo: Quizás sea porque ese día hice ejercicio, me tenía que haber cuidado más…

Vergüenza: Como hemos dicho, la falta de información, el miedo a dañar a estos padres y la ansiedad por no encontrar respuestas, genera un silencio y tabú social, que puede provocar que estos progenitores sientan vergüenza por comunicar lo que les ha ocurrido, ya que pueden sentirse juzgados o no comprendidos.

Impotencia: La falta de explicaciones contundentes, la falta de apoyos y una experiencia médica tan traumática pueden generar emociones como impotencia, rabia o frustración.

Miedo: Es habitual que surjan dudas y desesperanza acerca de la posibilidad de un nuevo embarazo, o también miedo a tener que enfrentarse a otro duelo.

Fracaso: Muchas mujeres sienten que están fracasando socialmente ante la imposibilidad de tener hijos de forma biológica o padecer problemas de fertilidad.

Como podemos observar, este tipo de duelo requiere de especial atención, por lo que silenciarlo solo aumentará el dolor de estas personas.

¿Qué frases NO debemos decir?

-Por lo menos estabas de pocas semanas

-Peor hubiese sido que el embarazo estuviese más avanzado

No intentes encontrar algo positivo en esta situación, estamos hablando de una pérdida y del dolor que ésta conlleva.

– Todavía sois jóvenes y podéis volver a intentarlo

Esto invalida las emociones de los progenitores. El hecho de tener o no otro bebé en el futuro, no va a eliminar la pérdida que acaban de sufrir, y mucho menos, sustituirla. No minimices su pérdida mostrando datos acerca de la probabilidad de un futuro embarazo.

Hubiera sido más duro si lo hubieseis conocido

Esto es un mito, ya que los datos demuestran que las emociones de rabia e impotencia pueden intensificarse en el caso de padres a los que se les ha impedido ver el feto o despedirse de su hijo.

Es una decisión del destino; cuando tenga que ser, será

Tener un hijo es una decisión personal y cuando se inicia el embarazo, surgen una serie de expectativas y proyectos asociados que se ven truncados cuando éste se interrumpe de forma inesperada. No busques dar consuelo a estas personas con este tipo de frases, ya que pueden aumentar la sensación de impotencia y desesperanza.

Como hemos explicado previamente, el ser humano tiende a buscar explicaciones y causas ante los sucesos que no esperaba, si bien hay personas que pueden verse reconfortadas en apoyarse en cuestiones más espirituales, también podemos encontrar personas a las que les produzca rechazo y mayor desconsuelo.

¿Cómo puedo ayudar?

Pregunta cómo se sienten y a ambos progenitores: No evites conectar con el dolor de esas personas, permite que expresen su dolor y sus sensaciones, y lo que es más importante: No quites de la ecuación al padre. Se ha comprobado que ante estas situaciones, ambos progenitores tienen la mismas emociones de duelo.

Pregúntales directamente por la pérdida, si tenían algún nombre pensado, si guardan algún objeto de recuerdo… Hablarlo no va a producirles más dolor, sino que puede ayudarles a sanar la herida. Recordemos que habitualmente estas situaciones son tabú en la sociedad, por lo que debemos crear espacios seguros para poder comunicarnos.

Valida sus emociones: No minimices sus dolor, estas personas están experimentando una pérdida y cada persona procesa el duelo como mejor puede. El silencio solo aumentará la sensación de desesperanza.

Muéstrate disponible: Ofréceles tu voluntad de ayudar y escucharles cuando lo necesiten, a buscar información médica o asesoramiento psicológico si lo necesitan, siempre y cuando, se respete también su espacio de duelo.

Coincidiendo con el mes internacional de la concienciación de la muerte gestacional y perinatal, desde Quiero Psicología queremos dar visibilidad a estos procesos y ofrecer un entorno seguro donde poder hablarlo, sin temor a ser juzgado o rechazado.

Si lamentablemente has experimentando una pérdida de este tipo, si te sientes identificado con las emociones expuestas anteriormente o crees que necesitar sanar un duelo, desde Quiero Psicología podemos ayudarte.

cuidando-cuidador

Cuidando al cuidador

Cuando estamos al cuidado de un familiar o amigo enfermo, tenemos la tendencia de organizar los horarios acorde a sus demandas. Sin embargo, si la enfermedad se cronifica, es habitual que progresivamente nuestra vida empiece a girar en torno a sus necesidades.

En este caso, llamamos cuidador a la persona encargada de cubrir las necesidades especiales de alguna persona ya sea por su edad, condiciones físicas o porque padece algún tipo de enfermedad. Por ejemplo, una persona que se dedica a cuidar a algún familiar anciano o a una persona con discapacidad física.

En España, se estima que el 90% de las personas dependientes se encuentran bajo la atención de algún familiar.

Cuando esta situación se prolonga en el tiempo, existe el riesgo de que el cuidador acabe desarrollando una sensación de sobrecarga y fatiga, que a largo plazo, puede repercutir negativamente en su área laboral, social y emocional.

¿QUÉ CONSECUENCIAS TIENE EL ROL DE CUIDADOR?

Sobrecarga:

La gran mayoría de estas personas también han de hacer frente a su trabajo, tareas domésticas y cubrir sus propias necesidades. Es habitual que si nos encontramos en esta situación experimentemos la sensación de no poder llegar a todo.

Fatiga:

La sobrecarga de tareas y sobreimplicación en los cuidados provoca, inevitablemente, un elevado grado de cansancio que puede acabar generando lesiones musculares y problemas de salud.

Ansiedad por el futuro:

Muchos de los cuidadores se preguntan: ¿quién cuidará a esta persona cuando yo no esté? O ¿si yo enfermo, quién se hará cargo de sus cuidados?. Por lo que es muy habitual experimentar preocupaciones y desesperanza hacia el futuro.

Aislamiento social:

La sobrecarga puede dar pie a cancelar planes sociales, posponer compromisos laborales o médicos, evitar conocer a gente nueva, etc. Paulatinamente, esto provoca la limitación del contacto social y a largo plazo, el aislamiento.

Descuido de los hábitos de salud:

Cuando debes hacer frente a tantas demandas, puedes acabar dejando de lado los hábitos alimenticios, de higiene y de sueño. Cuando tu horario se centra en los cuidados de la otra persona es normal acabar adaptando toda tu rutina a al suya.

Tristeza por la pérdida de reforzadores:

Cuando la vida del cuidador se limita a cuidar a la persona dependiente y deja de lado a sus amistades y compromisos laborales, es normal experimentar una sensación de vacío y soledad.

La emoción de tristeza surge ante las pérdidas, por lo que estas personas pueden verse inmersas en una espiral constante de pérdidas, al focalizar su rutina únicamente en el bienestar de su familiar y descuidar su propia salud.

Culpa:

Esta emoción surge cuando la persona cuidadora antepone sus necesidades o compromisos a los de la persona cuidada, considerando, de una forma distorsionada, que está haciendo algo malo y actuando de forma desconsiderada por no estar dedicada exclusivamente al rol de cuidador.

LOS CUIDADORES DURANTE LA PANDEMIA

El Informe sobre el Bienestar de los Cuidadores de 2020, señala que todo este malestar se ha intensificado a raíz de la pandemia.

El hecho de tener que limitar los contactos sociales, la disminución de plazas en los centros de día y la sobrecarga de la atención primaria, han disminuido considerablemente los apoyos de estas personas y por tanto, reducido su autonomía.

A esto habría que sumarle el gran porcentaje de personas que afirma tener miedo de padecer COVID y por tanto, no poder hacerse cargo de la persona que cuida, aumentando así su hiperresponsabilidad y nivel de ansiedad.

Otro dato interesante de este informe, es la desigualdad entre sexos, ya que existe un mayor porcentaje de mujeres cuidadoras, que hombres cuidadores.

¿QUÉ PUEDES HACER? CUÍDATE

Recuerda tus derechos:

Tienes derecho a decir NO, a equivocarte, a descansar, a no poder con todo, a pedir ayuda y delegar responsabilidades.

Establece límites:

Prioriza las tareas importantes de las tareas urgentes pero no importantes. Veamos un ejemplo de este concepto para entenderlo mejor:

Imaginemos que yo tengo la costumbre de desayunar café con leche todas las mañanas y mi día establecido para hacer la compra son los jueves por la tarde. Resulta que un jueves por la tarde me invitan a una pequeña fiesta de cumpleaños que coincide con mi hora habitual de realizar la compra. Si no compro leche, no me podré hacer mañana mi café rutinario, pero si voy a hacer la compra a la hora de siempre, me perderé la celebración.

En este caso, quizás me compense más acudir a la fiesta, que es un evento único, y modificar mi rutina de desayuno. Es cierto que si no voy a la compra, no podré desayunar el viernes mi desayuno habitual, pero puedo hacer la excepción al no tratarse de un problema urgente, y desayunar fuera de casa o comer algo diferente.

Fomenta el autocuidado:

Una vez establecida una rutina realista, es imprescindible incluir pequeños momentos de autocuidado, siendo obligatorio contemplar como mínimo un momento al día para ello.

Con autocuidado no nos referimos a acudir a un spa a diario, sino realizar actividades que nos resulten gratificantes como escuchar música, leer, caminar, hacer ejercicio físico, dibujar, etc.

Mantén hábitos saludables de higiene, alimentación y sueño:

Trata de acostarte siempre a la misma hora y de mantener una dieta equilibrada, que incluya todas las comidas.

Apóyate en asociaciones o en grupos de apoyo:

Estos servicios permiten por un lado, obtener información sobre la enfermedad para establecer metas realistas y ajustadas, y por otro lado, establecer una red donde poder desahogarse y apoyarse ante una situación tan compleja.

En conclusión, no podemos cuidar a otra persona adecuadamente si no nos cuidamos primero a nosotros. Si te sientes identificado con este post y te gustaría recibir más información, en Quiero Psicología estaremos encantadas de atenderte y poder acompañarte en este proceso.

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¿Qué es el síndrome del impostor?

¿Alguna vez te has sentido culpable tras haber sido seleccionada para un empleo?, ¿te preocupa no estar a la altura de tu puesto de trabajo?, ¿crees que no mereces tener éxito laboral y estás engañando a tus jefes?

Si la respuesta es afirmativa, probablemente sufras lo que comúnmente se conoce como el síndrome del impostor.

Este fenómeno social, lejos de ser una patología o un trastorno, se caracteriza por la sensación de no ser merecedor del éxito personal o laboral y por tanto, sentirse culpable y con miedo de no poder cumplir las expectativas.

Si te identificas con esta sensación, coincidirás en que en muchas ocasiones has experimentado ansiedad y preocupación de que se “descubra” que no estás a la altura de ese puesto, y que por tanto, eres un fraude o impostor.

Las personas que experimentan este fenómeno, sienten que sus compañeros de trabajo o jefes han sido engañados, y que su desempeño no está a la altura de las responsabilidades que conlleva su puesto. A consecuencia, quienes padecen el síndrome del impostor suelen permanecer en una alerta y preocupación constante, con el fin de no ser “descubiertos” y tratan de estar a la altura de las expectativas que ellos mismos han generado.

¿Quiénes padecen este síndrome?

Normalmente, hablamos de personas muy autoexigentes y perfeccionistas, que ya desde la infancia han sido sometidas a ambientes de mucha responsabilidad y exigencia, provocando baja autoestima e inseguridad.

Estas personas se caracterizan por un alto grado de responsabilidad y autocrítica, ya que no han podido crecer en un ambiente reforzante. Es común que estas personas se hayan desarrollado en un contexto donde pocas veces se premiaba el esfuerzo porque nunca era suficiente, o se omitían las emociones.

Por ende, y aunque parezca paradójico, son personas que a pesar de haber conseguido grandes logros a nivel académico y laboral a través de su esfuerzo, creen que sus logros se deben al azar o a factores ajenos a ellos. Creen que no son dignos de merecer ese reconocimiento.

Habitualmente, estas personas se ven envueltas en un círculo vicioso: Ante la preocupación de no estar a la altura de su puesto laboral, suelen aumentar sus esfuerzos para paliar su ansiedad. Sin embargo, este sobre esfuerzo acaba generándoles aun más preocupaciones y mayor ansiedad, aumentando por tanto, su inseguridad.

¿Patología o fenómeno social?

No obstante, como ya hemos dicho antes, el síndrome del impostor no es una patología que figure en los manuales de psiquiatría, sino un fenómeno cultural y social, por lo que no es casualidad que mayoritariamente lo experimenten mujeres.

Durante años, a través de la sociedad heteropatriarcal en la que vivimos, las mujeres y los hombres han sido educados para desempeñar diferentes roles, quedando la mujer relegada a un plano más doméstico o familiar.

De esta forma, las mujeres internalizan una serie de esquemas sociales sobre cómo han de comportarse, qué se puede esperar de ellas y qué rol pueden desarrollar en la sociedad. Parece que cuando una mujer escapa de alguno de estos estereotipos está quebrantando una serie de reglas sociales no escritas, defraudando a la imagen que se espera de ella.

Esto no solo afecta, por tanto, a nivel laboral, sino que también puede dar pie a problemas de autoestima que acaban generando inseguridad con el propio cuerpo, con la relación de pareja o con el rol de madre/hija. Por lo tanto, es habitual experimentar emociones de culpa, ansiedad y vergüenza.

¿Cómo podemos superarlo?

Si coincides con las sensaciones descritas anteriormente, no padeces ninguna enfermedad, estás experimentando una serie de pensamientos irracionales que responden a las demandas de la sociedad actual.

  • Identifica tus fortalezas y tu trayectoria profesional, ¿cuánto tiempo y esfuerzo has invertido para llegar donde estás? Pregúntate si realmente es cuestión de azar o si estás recogiendo los frutos de tanto esfuerzo.
  • Normaliza tus errores y asume que somos seres en constante aprendizaje. La experiencia se obtiene a base de preguntar, equivocarse, repetir y practicar. Tus compañeros o superiores también comenzaron siendo inexpertos en ese puesto.
  • ¿Qué es lo peor que puede pasar?. Preguntante si las consecuencias que anticipadas van a ser tan catastróficas como temes y la escasa probabilidad que hay de que eso ocurra.
  • Focalízate en el presente y disfruta de tus logros. Si has llegado hasta esa posición es gracias a tu valor, conecta con las emociones agradables que supone tu éxito.

Con todo, si te has sentido identificada con este post y te gustaría reducir tu malestar, desde Quiero Psicología estaremos encantadas de darte las pautas necesarias para manejar esta sensación y permitirte saborear el éxito que te mereces.

ciberacoso

Cuando la Violencia de Género es Online

Como ya hemos hablado en anteriores post, la era digital ha cambiado nuestra forma de relacionarnos y comunicarnos con los demás. Hoy en día, podemos establecer vínculos afectivos a pesar de la distancia física, conocer a gente mediante aplicaciones, compartir nuestros recuerdos y tener nuevas alternativas de ocio.

Sin embargo, estos cambios también han dado pie a nuevas formas de ejercer violencia.

Recordemos, que la violencia de género implica una relación asimétrica y de dominio que puede darse en múltiples formas: Violencia física, sexual, psicológica, económica, reproductiva… y que además, esta violencia puede darse de forma activa y/o pasiva.

A consecuencia, a raíz del auge de las nuevas tecnologías, ha surgido una nueva forma de ejercer violencia.

Ciberacoso

Este fenómeno se caracteriza por ejercer una relación de dominio a través de las nuevas tecnologías. Implica insultar, ridiculizar, amenazar o acosar a otra persona mediante redes sociales.

También se incluiría la suplantación de identidad, donde el acosador puede hacerse pasar por esa persona y difundir mensajes falsos o compartir información privada de la víctima.

Actualmente, como ya sabemos, los teléfonos móviles forman una parte imprescindible en nuestras vidas. Ahí guardamos fotos, información íntima, conversaciones con amistades, accedemos a redes sociales, etc.

Es por esto por lo que ejercer ciberacoso constituye una violación a nuestra privacidad y un total acceso a nuestra información.

La violencia online puede verse reflejada en diferentes formas:

Sexting no consentido:

Este fenómeno proviene del acrónimo sex (sexo) y texting (chatear), ya que consiste en comunicarse o enviar fotos de contenido sexuales a través de mensajería instantánea.

Estas acciones pueden formar parte de la intimidad de una pareja. Sin embargo, cuando estas imágenes de contenido sexual se difunden sin consentimiento alguno, estamos hablando de violencia, y por tanto, de un delito.

El acosador puede difundir estas imágenes con el objetivo de ridiculizar a la víctima, amenazarla o chantajearla con publicarlas, con el fin de coaccionarla.

Grooming:

Esta práctica digital consiste en la puesta en contacto de un adulto con un menor a través de las nuevas tecnologías con fines sexuales.

Estos pederastas en primer lugar, tratan de ganarse la confianza de menor formando un vínculo afectivo, por lo que es habitual que estas personas al principio simulen ser también menores.

Una vez obtenido el vínculo, el acosador tiende a solicitar imágenes de carácter sexual, pudiendo llegar incluso a difundirlas por otras redes.

La diferencia reside en que en este fenómeno, el acosador siempre es un adulto y la víctima una persona menor de edad.

Uso de redes sociales:

El acosador puede utilizar las redes sociales de la víctima para controlar sus acciones, los “me gusta” que da, las fotos que publica, etc. Estas personas pueden ejercer su dominio prohibiendo a la víctima subir material que ellos consideren inoportuno, utilizar los “me gusta” como forma de castigo o refuerzo, o espiar las interacciones que hace la víctima.

Por otro lado, el acosador puede crear un perfil falso suplantando la identidad de la víctima, pudiendo compartir rumores falsos o imágenes sexuales convirtiéndola en motivo de burla.

¿Qué diferencia el acoso online del offline?

Al formar parte de una sociedad donde las nuevas tecnologías forman un pilar básico de comunicación, el perfil de ciberacosador es mucho más amplio.

Estas personas pueden aprovecharse del carácter anónimo que pueden darte las redes, para acosar y controlar a la víctima con mayor facilidad. Esto implica que las opciones para ejercer violencia también aumentan, ya que es habitual que hoy en día tengamos un perfil abierto en diferentes redes o contemos con diferentes medios tecnológicos para comunicarnos.

Asimismo, el riesgo de dañar a la otra persona es mayor, ya que las tecnologías suponen un canal donde poder transmitir un mismo mensaje a un gran número de personas con un solo click. A diferencia del acoso offline, la dimensión se da a un nivel más global o macro.

Si la víctima ha bloqueado el perfil del acosador en redes, éste tiene la opción de acceder a ella a través de otro medio o crear un nuevo perfil sin tener que desvelar explícitamente su identidad.

¿Qué puedo hacer ante este fenómeno?

En primer lugar, debemos prevenir estas prácticas y minimizar el riesgo de que el ciberacoso ocurra.

Si somos padres de un menor de edad, en primer lugar, debemos comunicar los riesgos que implica el uso de redes sociales, destacando la importancia de mantener los perfiles con la mayor privacidad posible. Así como de advertir los riesgos que conlleva interactuar o dar permiso de acceso a tus datos a personas desconocidas.

En el caso de los adultos, si sospechamos que estamos siendo víctimas de ciberacoso, estaríamos hablando de un delito penal, y por tanto, contaríamos con la opción de denunciar.

Es importante limitar el acceso de nuestras redes a personas de confianza, minimizando el riesgo de que las fotos o la información se difundan. En caso de recibir insultos, amenazas o acoso de una persona, deberemos bloquear el perfil y hacer uso de la opción de denunciar perfil que ofrecen actualmente las redes sociales.

Si te sientes identificado con esta práctica digital y te gustaría recibir ayuda especializada, desde Quiero Psicología estaremos encantadas de recibirte.