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¿Cómo me cuido si soy psicóloga/o?

Hoy vengo a hablar de nosotras y nosotros, compañeras y compañeros de profesión.

En nuestro día a día activamos todos nuestros sentidos para entender qué le sucede a la persona que tenemos delante. Cómo podemos acompañar y comprender su emoción, su historia. Sostenemos estados emocionales de distinto contenido e intensidad.

¿Te has parado a pensar de qué forma nuestro trabajo nos afecta mental y físicamente?

¿Qué implica ser psicóloga o psicólogo?

Ni que decir tiene la de horas que pasamos delante de un libro leyendo, aprendiendo y actualizando conocimientos que nos acerquen algo más a este inalcanzable saber sobre la mente humana.

Además de esta parte “teórica”, hay una parte práctica y real en esto de ser psicóloga/o y es, ser un humano frente a otro. Es acoger emociones y testimonios en tu propio cuerpo y en tu propia mente. Es hacerles un hueco entre todo tu barullo y mirarlo.

Para “mirar” a la persona hace falta empatizar y esto, es conectar con su sensación y su vivencia. Cuando esto sucede, como profesional entrenada/o mantienes cierta distancia emocional que te permite ver más allá del dolor o de lo irracional y estar desde una posición “neutral” u objetiva.

No obstante, la transmisión de información recae en nosotras y nosotros como una gota sobre el mar en calma y hace vibrar la superficie dejando rastro del movimiento.

¿Qué resuena en ti?

Según tus vivencias, conectarás con alguna historia en mayor o menor medida. Es importante que cuides esta parte que se pone en marcha durante nuestra labor profesional y que puede afectar no sólo a tu estado anímico sino además a la propia intervención.

¿Cómo puedo tener en cuenta esta parte?

  • Realiza una terapia personal en la que ahondes sobre ti misma/o y puedas conocer tu historia y hacerte cargo de tus necesidades. De esta forma será más sencillo que durante tu jornada laboral sepas identificar aquello que “toca” partes internas de ti.
  • Mantén revisiones de casos con otras/os compañeras/os. Tener otro espejo que devuelva información te facilitará ver más allá y adquirir otros puntos de vista o formas de trabajar.
  • Crea conexiones con profesionales de distintos ámbitos, modalidades y lugares. De esta forma podrás recurrir a ellas/os siempre que necesites aclarar una cuestión e incluso derivar un caso.
  • Derivar. Tan oportuno como necesario en muchas ocasiones. Cuando no te sientas capaz, cuando no tengas la preparación adecuada o simplemente no te apetezca. Conocer tus limitaciones te permitirá hacer una gran labor profesional y cuidar a la persona que llega a ti.
  • Organiza tu tiempo. Define horas de trabajo fuera y dentro de casa. Mantén un espacio para el ocio, tiempo personal, social y/o de actividad física. Oxigenar y no saturar.
  • Detecta en qué momento estás, cuáles son tus necesidades. Quizás estés pasando por un periodo de duelo y te sea complicado sostener a una persona que se encuentra en el mismo proceso que tú. Identifica tus emociones tras tu jornada laboral o sesión y hazte cargo en la medida de lo posible.
  • Permite expresarte emocionalmente. Si un día sientes tristeza o ansiedad, date permiso para sentir, expresar y entender qué te sucede. No lo saltes y toma consciencia de tu estado.
  • Mantén un límite a eso de “ser psicólogo/a”. No tienes que ser esa figura para toda tu familia o amigos. Tu profesión tiene su espacio y no puedes estar para tds en todo momento.
  • Sabemos que nuestra profesión es vocacional y que es una de nuestras aficiones pero, intenta potenciar otras áreas que generen placer y bienestar.
  • Cuida tu mente y también tu cuerpo. La postura, la tensión tras cada sesión…

Y por supuesto, no olvides que tú también puedes pedir ayuda si en algún momento la necesitas.

En Quiero Psicología sabemos de primera mano lo que implica nuestro trabajo y podremos acompañarte a sostener como persona y como profesional.

verano-frustrante

¿Te frustra sentir que tu verano no es estupendo?

¿Estás deseando que termine el verano? ¿te quema ver las redes sociales por lo que publican los demás? ¿sientes que tu verano está siendo nefasto en comparación con el de otras personas?

Quizás el periodo vacacional para muchos sea la mejor etapa del año y para otros sea un suplicio. Si para ti está siendo complicado lidiar con las distintas realidades que presentan los demás sobre su verano, este post puede interesarte.

Abres una red social y automáticamente sientes presión en el pecho o taquicardia, observas los lugares paradisíacos a los que van las demás personas, las reuniones sociales y familiares o la cantidad de actividades que pueden llegar a hacer y tú, comienzas a sentirte totalmente alejado/a de esa realidad.

Tras un rato observando fotos, vídeos, lugares y personas, decides dejar el teléfono sintiendo a continuación una mezcla entre tristeza, ansiedad y desmotivación.

Entras en bucle con diálogos internos sobre lo “poco divertido” que está siendo tu verano, lo “poco que aprovechas” y la “mala suerte” que tienes.

Quedas exhausto/a y llegas a perder hasta el apetito o a no conciliar bien el sueño y, en definitiva, deseas fuertemente que el verano llegue a su fin para recuperar la rutina de trabajo/estudios y que todo el mundo vuelva a sus quehaceres.

Llegados a este punto te planteas, ¿qué puedo hacer para no sentirme así?

Parece que hay determinadas fechas en el calendario que están cargadas de clichés a los que ajustarse y el verano es una de ellas. Reuniones, viajes, fiestas, etc., son ingredientes que parecen indispensables para poder “decirle al mundo” que has tenido un verano como “debe de ser”.

Se inicia una competición por ver quién viaja al lugar más espectacular, quién ha pasado menos tiempo en casa y quién llega a septiembre con el color de piel más dorado. Todo lo que no se ajuste a dicho patrón de vacaciones “ideales” queda relegado a otra cosa que, desde luego, no puede ser considerado “verano” y, por tanto, se presupone como una “pérdida de tiempo”.

Si observas los meses comprendidos entre junio y agosto desde el filtro que acabamos de describir, siento decirte que con alta probabilidad vas a experimentar como poco, una gran frustración.

Aprovechando que aún queda medio mes para que todos volvamos a la rutina, te animo a que observes qué te quieren decir las distintas emociones-sensaciones que estás sintiendo en relación con lo que hablamos hoy.

La sensación de malestar puede ser una señal de tu mente-cuerpo que está pidiendo a gritos que escuches y que hagas algo al respecto. Esto no quiere decir que tengas que buscar el primer vuelo a Menorca que veas si no, que tal vez, deberías escuchar tu diálogo interno para llegar al fondo de tu necesidad real. Veamos una serie de ejemplos:

-Acabo de ver que mi compañera de trabajo se ha ido de vacaciones con su pareja a otro país y que están visitando lugares espectaculares. Sientes tristeza, envidia, rabia….

Si ahondamos en tus emociones, puede que observes que tu necesidad no es viajar a otro país, si no, pasar más tiempo con tu pareja. Hace mucho que no os dedicáis tiempo de calidad y algo dentro de ti se activa cuando ves a los demás haciéndolo.

-Tu hermano se va a pasar una semana con sus amigos a una casa rural con piscina. Cuando lo ves haciendo la maleta te vas, estás irritado y no quieres ni verlo….

Cuando escuchas tu emoción, conectas con la sensación de echar de menos a tus amistades. Hace varios veranos que no coincidís todos juntos para hacer una escapada y esto te llena profundamente de tristeza, ojalá tú pudieras hacer esto con tu grupo.

-Tienes una cena programada y unas copas luego, pero te comienzas a agobiar porque no tienes ropa nueva y quieres ir con un modelito nuevo. Al final, no encuentras nada que te convenza y cancelas el plan…

Al calmarte te das cuenta de que no has cancelado por el capricho de “no tener un modelito nuevo”. La realidad es que era una quedada importante y querías usar ropa que no sea la habitual pero no cobras lo suficiente en tu trabajo y no has podido aún renovar algo tu armario. La vía de escape fue cancelar ante el malestar que esto te generaba.

Con estos ejemplos (y mil más que podríamos poner), analizamos como detrás de una o varias emociones hay una necesidad real que, si escuchamos y atendemos, podremos cubrir y, por tanto, sentirnos mejor.

Buscar un trabajo con mejores condiciones, comunicar con tu pareja cómo te sientes y qué necesitas, ampliar tu red social para compartir con más personas el tiempo y no quedar relegado/a al grupo de siempre y su disponibilidad, etc… son cosas que sí son «solucionables»

Lo que observas en redes sociales puede dar pie a determinar qué estás necesitando y no tienes y hacia dónde te gustaría encaminarte, pero recuerda, que no todo lo que se muestra es la realidad general de las personas. Dedica tiempo a escucharte, identificar tus necesidades e intentar cubrirlas a corto-medio o largo plazo.

¿Qué puedo hacer entonces?

Durante este proceso en el que eres compasivo/a contigo mismo/a y te permites entender qué te está sucediendo al compararte con otros/as, puedes realizar una serie de conductas concretas que pueden ayudar a reducir el malestar:

Limita tu tiempo en redes sociales. No toda la realidad es justo lo que se publica, por tanto, no alimentes tu angustia observando todo el tiempo sólo la parte “ideal”

Relativiza y añade argumentos racionales que equilibren la parte emocional a tu bucle rumiativo. Elimina los mitos y prejuicios asociados a lo que es el verano. Se puede pasar esta etapa del año en casa descansando y viendo películas, no “tienes que” ir a una playa para ser feliz o rodearte de 50 personas diferentes

-Practica alguna actividad física. Salir a andar, correr, nadar, ejercicios desde casa, etc.

Estimula otras áreas. Lee, dibuja, escribe, escucha música distinta, etc.

-Ejercita la atención en el aquí y el ahora. Toma plena consciencia sobre lo que estás haciendo en este preciso instante, el lugar, los olores, sabores o sonidos. Disfruta lo que tienes en este momento. Pueden ser personas, salud, un lugar físico, etc.

Es posible que a pesar de tu esfuerzo sigas encontrando dificultad para reducir el malestar y sentirte mejor, y éste puede ser el momento clave para pedir ayuda. En Quiero Psicología continuamos dando atención en esta estación del año por lo que podemos comenzar a acompañarte en este proceso sin esperar a septiembre.

¿Qué «tienes que» tener a los 30?

¿Sientes un cosquilleo cuando te das cuenta de que en poco tiempo cumplirás 30 años? ¿Te da pavor que te pregunten tu edad? Si la respuesta es sí, este post es para ti.

Parece que hay una línea divisoria entre una franja de edad y otra. Por debajo de 30 años, se te da la libertad de vivir y hacer lo que quieras, sin cuestionarte pero, cuando llegas al número 3, tenemos la sensación de “tener que” ajustarnos a unas expectativas que se presuponen “tenemos que cumplir” a partir de esa edad y que, sin embargo, quedan en gran parte muy lejos de la realidad.

Tener un trabajo estable, estar en pareja con posibilidad de formar una familia en unos años, obtener ingresos suficientes como para poder pagar una hipoteca o, al menos, tener un vehículo propio, etc. Todo esto es parte de la exigencia a la que has de ajustarte si vas a cumplir o ya tienes los 30 años. Pero ¿realmente es así de sencillo? Si sólo fuera saltar de una edad a otra y con un chasquido de dedos conseguir esta situación vital, no estaríamos haciendo este post ni tú sufriendo el malestar que puede generar esta situación.

¿Qué puedo hacer si me siento así?

-Evalúa si la exigencia viene de fuera o de dentro.

¿Realmente tienes la necesidad de tener pareja ahora mismo? Identifica cuál es tu necesidad real independientemente a tu edad. La sociedad construye una serie de patrones o de normas que van cambiando a lo largo del tiempo y, donde antes era lógico casarse con 20 años, ahora es más bien una idea remota. No te dejes arrastrar por esas condiciones y escúchate.

-Comparaciones.

Cada persona tiene su ritmo y las circunstancias son cambiantes para tod@s. Focalizar tu atención en “sólo” aquellas personas que tienen lo que se presupone que hay que tener a cierta edad, generará en ti frustración e inseguridad al no ajustarte a ese patrón. Es como centrar tu atención en un detalle concreto y perder de vista el alrededor o, como querer ajustarte a unos zapatos talla 32 teniendo una 40.

-Pensamientos “negativos”.

La forma que tienes de hablarte a ti mism@ te hace sentir de determinada manera. Si cuando hablas con amig@s tu mente te lanza mensajes del tipo “debería plantearme ser madre ya, voy a defraudar a mi familia” “él tiene bastante dinero ahorrado y yo no, soy un desgraciado”, sin lugar a duda, te vas a sentir con muchísimo malestar. Trabaja la compasión y el cariño hacia tu propia persona, elabora un discurso más ajustado y comprensivo contigo mism@. No es que seas un desgraciado o que se te esté pasando el arroz, es que quizás no tienes los recursos actualmente o que te sientes bien tal y como estás, pero acabas sucumbiendo a la presión social.

-Sensación fatalista o catastrofista.

“O tengo esto ya, o nunca podré conseguirlo”. El tiempo es limitado, es cierto, pero no todo es blanco o negro. Que cumplas 30 años o que tengas 32 y que no tengas lo que se espera que has de tener, no significa que no puedas conseguir objetivos y cumplir metas en otro momento vital. El ser humano es capaz de adaptarse a múltiples situaciones y de reinventarse en cualquier momento.

-Aquí y ahora.

Pensar todo el rato en el futuro que tu mente catastrofista te dice que no vas a tener, o entrar en bucle rumiativo sobre lo que hiciste mal en el pasado, etc., te aleja de una realidad incuestionable y es que, lo único que realmente “poseemos” es el momento presente. Este preciso instante es lo único seguro y con garantía que tienes. Entrena la capacidad de focalizarte en el presente y el tomar consciencia de lo que estás haciendo-viviendo en este momento. Disfruta lo que hay y valora lo que tienes.

Esto es parte de lo que puedes hacer para sentirte mejor respecto a la “presión social” asociada a la edad. Si consideras que esta exigencia está generando mucho malestar e incluso te resulta limitante en tu día a día, en Quiero Psicología trabajaremos para comprender lo que te sucede y ayudarte a encontrar una forma de disfrutar del maravilloso arte de cumplir años, y lo que es mejor, estar viv@ y tener mil posibilidades de volver a empezar una y otra vez.

yoísta

¿Eres un yoísta o «sufres» a uno?

Es posible que tengas cierta tendencia a llevar las conversaciones a tu terreno.

Puede que sea una costumbre que te haya pasado desapercibida y hasta que alguien no te lo ha comentado no te hayas dado cuenta.

Quizás esta situación te sea familiar: estás con una amiga y te cuenta que ha tenido muchísimo estrés durante el día, que se siente agobiada y que necesita relajarse para poder sentirse mejor.

Te lo cuenta mientras estáis de cañas improvisadas que te ha pedido tomar a última hora del día.

Tú, en respuesta a todo lo que ella te va contando, contestas con un “pues yo llevo un día también súper estresante. Mi jefe no ha parado de darme la tabarra…que ganas de irme a dormir”.

Rediriges la atención a lo que a ti te pasa.

Es una conversación que aparentemente resulta habitual y totalmente funcional.

Nada que objetar.

Sin embargo, si se da de forma repetida y en la mayoría de tus interacciones, puede que estés obviando las necesidades de los demás sin conectar en absoluto con la otra persona.

Esto no quiere decir que no puedas hablar de ti, o que utilizar la palabra Yo sea un error.

Quiere decir que la tendencia a no escuchar con atención al otro y saltar inmediatamente a tus emociones y sensaciones hace que la conversación sea unidireccional y egocéntrica.

Basada en tí, tus experiencias, necesidades o intereses.

Estás muy cerca de ser una persona yoísta.

Este es un término que la RAE aun no contempla, pero su significado implica, entre otras cosas, que hables constantemente de ti mismo/a y que estés más interesado/a en contar tus propias experiencias antes de seguir escuchando lo que los demás tienen que decir.

Si es algo significativo, que se repite de forma más o menos habitual, es probable que tu entorno ya te haya dado cierto feedback.

Desde el cariño que te tienen, intentan hacerte ver el llamativo uso del “yo” que puede que estés haciendo.

En exceso, este comportamiento puede hacer que los demás no se sientan escuchados.

Puede que piensen que lo que cuentan no es validado.

Quizás sientan agotamiento o rechazo al estar con alguien (tú) que tiende a soltar un discurso repetitivo centrado en su propia persona.

Esto último se hace más evidente si las conversaciones centradas en tu Yo suelen, además de ir sobre ti y tus experiencias, estar orientadas a términos pesimistas o negativos sobre algo que te sucede o ha sucedido.

¿Qué puedo hacer si veo que hago esto?

Una vez que identifiques si esto te sucede, plantéate el origen de esta conducta.:

  • ¿Tienes mucho que contar y llevas tiempo sin hablar con nadie?
  • ¿Sueles tener a tu familia desde la infancia pendiente de ti todo el rato?
  • ¿Has pasado mucho tiempo solo o sola?

Desentrañar tu pasado te hará entender tus dinámicas actuales.

  • Intenta tomar consciencia a la hora de hablar con alguien.
  • Piensa antes de hablar lo que vas a decir, así podrás darte cuenta de las veces que hablas sólo de ti y de cuál es el contenido de tu discurso

Escucha con atención lo que te cuenta la otra persona y muestra interés.

  • Puede que la persona con la que estés interactuando esté expresando algo doloroso o que te esté contando algo que le es difícil expresar con palabras, etc.
  • Pregúntale, da tu opinión si es necesario o simplemente acompaña la escucha con expresiones no verbales.
  • Presta atención al discurso, contenido y forma.

Darte cuenta de todo lo que engloba la conversación te hará captar los detalles y dar respuestas ajustadas y adecuadas

Cuando sea oportuno compartir tu experiencia, hazlo.

Compartir experiencias parecidas no deja de ser una conversación.

Atiende al tiempo que estás hablando para no monopolizar la conversación.

Conozco a alguien así, ¿qué puedo hacer para decírselo sin pasar apuro?

Desde el cariño es posible comunicar con asertividad lo que consideres.

Dar un reflejo, hacer de espejo con la intención de hacer mejorar a alguien sobre lo que ves en ella/él, debería ser aceptado con agrado.

En caso de no ser así, o de tener miedo a la reacción, échale un vistazo a nuestro post sobre la evitación de conflictos: https://www.quieropsicologia.com/evitas-los-conflictos-a-toda-costa/

Pregúntale a esa persona si es consciente de lo que hace ofrécele ayuda (si lo consideras necesario y si te ves capaz) para que se dé cuenta y pueda cambiarlo en el momento.

Dile cómo te sientes cuando estás hablando con él/ella y apenas te hace comentarios sobre lo que cuentas.

Habla en primera persona de tus sensaciones cuando pasa esto.

Se puede dar el caso de que intentes comunicar cómo te sientes sobre este punto y la otra persona se lo tome a mal.

Puede que no quiera reconocer ni cambiar su comportamiento,

Si esto pasa, plantéate si te has expresado claramente y de la forma más asertiva posible.

Cuando tu sensación sea que sí, que lo has hecho de la forma más correcta, empática y asertiva que eres capaz de hacer y, aun así la forma de relacionarse de la otra persona no cambia, surge el problema.

Aquí tu «trabajo» será poner límites y respetar tu necesidad y tu espacio.

Estar con alguien que dirige las conversaciones sobre su vida, sus vivencias y sus ejemplos de forma constante puede generar agotamiento.

Este «monopolio» exige una atención individualizada y exclusiva que probablemente no es posible dar de forma permanente.

O, simplemente, te has cansado de hacerlo.

No te sientas mal amigo/a si no correspondes esta exigencia y decides poner límites para preservar tu energía y tu bienestar.

Si esta es tu situación, te recomendamos que leas nuestro post sobre marcar límites en las relaciones interpersonales: https://www.quieropsicologia.com/poner-limites-en-las-relaciones-personales/

Si te has identificado de cualquier forma con este post, bien porque tiendes a monopolizar las conversaciones, bien porque sufres a alguien que lo hace, en Quiero Psicología podemos ayudarte.

Aprender a gestionar tus habilidades comunicativas, explorar el por qué de esta dinámica y compartir con tu entorno tus sensaciones de forma que puedas trasladar el mensaje sin dañar y sin ser dañado/a.

Si estás encerrado/a entre las cuatro paredes de alguien que te hace sentir así y no sabes cómo parar, podremos trabajar sobre ello y conseguir abrir una puerta y encontrar salida.