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Es hetero pero…

Hace unas semanas me estaba tomando algo con unas amigas y charlando tranquilamente sobre todo tipo de temas cuando por algún motivo surgió hablar de a quién le gustaba quién. Concretamente, de algún modo la conversación derivó en hablar de una chica que algunas conocían. Se acabó hablando de la orientación sexual de esta chica en cuestión.

Se debatió sobre ello, se dijo que sí, que le gustaban las chicas pero que era hetero. Yo estaba tan en shock que no sabía muy bien ni qué decir. Este grupo de gente eran personas bienintencionadas, con empatía, formación y conocimiento de muchos temas y aun así se estaba discutiendo la orientación sexual de esta chica no presente como si fuese un debate o una conversación abierta. Confronté la situación y dije “pero si ha dicho que es bisexual” a lo que se me respondió que la chica en cuestión había afirmado que “soy bi pero salgo más con chicos” o incluso que le gustaban a veces más chicos o atraían más. Esto fue aceptado por todas las personas presentes como un argumento irrefutable. “Pero es que salir más o que te atraiga más un género no te hace menos bi” afirmé. “Ya, pero si dice que es bisexual, ¿pero le gustan más los hombres entonces que es?”, me contestaron. “Pues entonces es una persona bi a la que le gustan más los hombres”.

Parece increíble la necesidad imperiosa que tenemos de dicotomizarlo todo, hombre o mujer, femenino-masculino, hetero-homo. Nada entremedias ni otras opciones, y si existen las intentamos meter con calzador en cualquiera de estas parejas de categorías. Además, las asumimos opuestas y excluyentes (¡y no lo son!). Borrando la libertad, la flexibilidad, la diversidad y la riqueza y variedad del ser humano.

A veces sustituimos la heteronorma por una homonorma (o la propia LGBTIAQ+ tomamos la heternorma como referencia para descubrirnos y etiquetarnos) y esto es malo; no sólo para la gente que se autodefine como bisexual, queer, asexual o alguna etiqueta que no encaje en lo hetero y lo homo, sino que es dañino para las propias personas homosexuales y heterosexuales también. Al intentar meternos a todas en este reduccionismo absurdo no nos permitimos más opciones, fluir, cambiar. No exploramos nuestro deseo libremente, sino que lo vemos a través de prejuicios, de un prisma muy concreto. A menudo este prisma es asumir a todo el mundo hetero hasta que no se demuestre lo contrario… y si te sales de ahí y eres un chico más afeminado se te etiqueta como gay, las mujeres más marimacho se las ve como lesbianas (cuando nada de esto tiene que ver con la orientación sexual). Y por supuesto un chico que dice ser bi… será gay hasta que se demuestre lo contario y una chica bi será vista como hetero hasta que se demuestre lo contrario. En ambos casos se asume que el amor o atracción por las mujeres es menos válida, importante o que ni siquiera es real. El amor hacia los hombres si parece más legítimo. (El amor hacia las personas no binarias no parece ni existir ni ser nombrado nunca).

En conclusión: no podemos ni debemos forzar etiquetas sobre la gente. Esto es extremadamente violento y fuerza a la gente de vuelta en el armario. Las personas con cis passing o straight passing (que puedan aparentar físicamente ser hetero o cisgénero cuando no lo son) pueden tener ciertos privilegios materiales en algunas situaciones (como recibir menos acoso callejero) pero la otra cara de la moneda es la invisibilidad constante. El que nunca te consideren suficientemente queer, el que te metan un ay otra vez dentro del armario. No es ninguna sorpresa que justo estas personas sean las que más tiempo tardan en salir del armario, más les cuesta y tengan más dudas en cuanto a su identidad.

Por esto, cuando alguien te diga que es lesbiana, bi, gay, queer, asex, no binarie…. Por favor que lo primero que salga de tu boca no sea cuestionarles. Acompaña y apoya a estas personas, valida sus identidades tanto en su presencia como su ausencia. Recuerda que nadie tiene que tener un currículo concreto ni reunir suficientes puntos en el carnet bisexual para ser válido, válida o válide. Las personas bi pueden tener preferencia por géneros, pueden fluctuar sus gustos y seguir siendo bi. Pueden no haber salido nunca con un género concreto (o ninguno) y seguir siendo bi (fíjate que a la gente hetero que no ha salido con nadie no se les cuestiona su heterosexualidad). Las personas bisexuales no deben nada a nadie para ser “suficientemente bi”, así que no las llames heteropero, heteroflexible (a no ser que lo pidan).

No seas el primer bully bífobo, homofóbo, tránsfobo o acefobo de alguien. No seas la primera persona en meter a alguien en el armario (¡aunque no esté delante!). No seas esa persona que intenta reescribir la historia de otras, que niegue su realidad y haga que la gente se sienta insegura y vuelva al armario. No sabemos el impacto que tienen las palabras y es muy importante cuidarlas, especialmente en un tema tan personal. Cuando alguien te cuente su identidad valídala y apóyales, que han decidido compartir ese pedacito de sí mismas contigo, y desde Quiero Psicología podemos ayudarte para comprender y acompañar mejor a nuestros seres queridos.

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¿Cómo sé si soy asexual?

En la segunda mitad del mes de octubre se celebra La Semana de la Conciencia Asexual, una campaña internacional cuyo objetivo consiste en educar sobre las identidades de las personas asexuales, arrománticas (que no sienten una atracción romántica), demisexuales (únicamente sienten atracción sexual hacia alguien con quien se ha establecido previamente un vínculo afectivo), y grisexuales (persona con una baja pulsión sexual o que solo siente atracción sexual hacia otra que cumpla una determinada característica, circunstancia o situación)..

Hoy nos centraremos específicamente en la asexualidad y algunas preguntas, mitos y creencias frecuentes asociadas a ella.

¿En qué consiste está orientación sexual exactamente?

 La asexualidad se define como la ausencia de atracción sexual dirigida hacia otras personas. Las personas asexuales pueden sentir otro tipo de atracciones como romántica, afectiva, estética… etc. Por lo tanto, pueden ser asexuales y heterorrománticas, birrománticas, homorrománticas o arrománticas

¿Eso no es tener bajo deseo?

Un mito frecuentemente extendido sobre las personas asexuales es que no experimentan lívido o deseo sexual. Esto no es exactamente lo mismo que ser asexual: una persona puede ser hetero, bi, homosexual y tener un deseo sexual bajo, alto o cambiante, no es dependiente de que orientación sexual tenemos. Las personas asexuales también pueden tener un deseo bajo o alto, pero esto no cambia el hecho que experimentan nula o poca atracción sexual orientada hacia otras personas. ¡Son dos cosas completamente distintas!

¿Las personas asexuales se masturban?

Del mismo modo, las personas asexuales pueden querer masturbarse más o menos a menudo (o jamás) debido a que el deseo que tenemos, es independiente de que nos atraiga una persona sexualmente.

¿Las personas asexuales tienen relaciones sexuales?

Algo similar puede suceder con las prácticas sexuales con otras personas. Una persona asexual puede querer tener relaciones sexuales con otras personas con más o menos frecuencia. Yo puedo querer experimentar satisfacción sexual sin tener necesariamente atracción sexual dirigida hacia otras personas, aunque es probable que pueda interesarme menos a menudo que a una persona alosexual (personas que sí experimentan atracción sexual).

Es interesante que frecuentemente para muchas personas asexuales las fantasías o prácticas sexuales suelen estar mucho más centradas en el qué hago que con quién.

Es decir, lo erotizado (lo que “me pone”) suele ser más la práctica en sí, el escenario, los juguetes, el contexto… etc. que las personas involucradas. El deseo puede partir más de lo que se hace en sí que del hecho de erotizar a una persona concreta. El BDSM por ejemplo puede ser una práctica sexual o no: por ejemplo, el shibari o bondage (atadura de personas) no tiene por qué ser sexual (puede ser sensual, estético, dramático, liberador), las cosquillas pueden ser sexuales o no… Incluso la masturbación puede no ser sexual y puedo usarla como un alivio de tensión corporal.

Por esto para algunas personas asexuales el BDSM puede ser particularmente interesante, aunque otras personas lo asocien directamente a atracción sexual dirigida hacia otras personas. Por supuesto esto tampoco significa que sea el caso de todas las personas asexuales ni la mayoría.

Esto, de nuevo, no significa que a las personas asexuales no les atraigan las personas, sino que no experimentan atracción sexual hacia otras personas o no tan frecuentemente ni con tanta intensidad. Sin embargo, si les pueden atraer románticamente, estéticamente, platónicamente, amistosamente… etc.  Pueden tener prácticas eróticas consigo mismas o no, tener relaciones sexuales con otras personas o no… al igual que las personas de otras orientaciones sexuales.

Del mismo modo que no eres más o menos bisexual por salir con más hombres, mujeres o personas no-binarias (recordatorio que a una persona heterosexual si no sale con nadie no se le cuestiona su heterosexualidad) una persona asexual no es más o menos asex por cómo ni con quién se relaciona ni las prácticas que tiene.

Cada persona asexual puede tener una definición individual y personal sobre lo que es ser asex para ella y esto es válido, legítimo y merece respeto, tolerancia y aceptación.

La asexualidad no es una patología ni algo que corregir, las personas asexuales no están rotas ni incompletas. Las personas asexuales no son fruto de un trauma, y en el caso de que alguien sea asex y tenga algún trauma es indispensable recordar que las sexualidades a las cuales les atraviesa algún trauma son igual de válidas y merecen autodescubrirse libres de estigmas.

Existen personas hetero traumatizadas y no se cuestiona e invalida su orientación sexual a raíz de eso ni se plantea jamás que la heterosexualidad sea algo a corregir o modificar (en terapia ni en ningún lado). La asexualidad u otras orientaciones disidentes merecen la misma comprensión y apoyo en estas situaciones que las personas asexuales (y es responsabilidad por parte de las personas que nos dedicamos al ámbito sanitario garantizar estos derechos).

Las personas asexuales merecen no ser cuestionadas, que se las escuche y acompañe y que sean aceptadas igual que el resto de las identidades afectivo-sexuales. La asexualidad merece ser reconocida dentro de la diversidad humana como cualquier otra orientación: necesaria, válida, libre y digna de que se le garanticen los mismos derechos, celebración y visibilidad, desde el equipo de Quiero Psicología, estaremos encantadas de ayudarte y acompañarte.

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¿Por qué no sé (casi) nada de la vida personal de mi terapeuta?

Si alguna vez has estado en terapia tal vez te hayas preguntado acerca de la vida de tu terapeuta o por qué no pareces saber mucho sobre asuntos personales suyos. Quizás te haya picado la curiosidad o te hayas planteado por qué pareces saber tan poquito de una persona que sabe tanto de tu vida. (¡Si es así sigue leyendo!)

Lo cierto es que esto tiene varias explicaciones y todo esto no es casualidad, sino que suele ser una decisión consciente y orientada a los objetivos de la terapia.

Por un lado, tu terapeuta está allí para cuidarte a ti y a tu salud mental, por lo tanto, es una relación asimétrica de cuidados. Nuestra función es ayudaros y acompañaros a alcanzar el máximo bienestar posible y eso requiere explorar temas muy íntimos: inseguridades, recuerdos, expectativas y creencias de cada persona. ¡La terapia va de vosotras! No somos las protagonistas y os merecéis un espacio en terapia dedicado a vuestro cuidado y dónde os podáis permitir mostraros vulnerables.

Por supuesto, al entrar en estos temas nuestra misión es que os sintáis a gusto, en casa; y para ello es de crucial importancia que no os sintáis juzgados y que sintáis qué podéis hablar con total libertad y sinceridad.

Si las personas que nos dedicamos a realizar terapia diésemos opiniones sobre ciertos temas o compartiésemos nuestras vivencias sin filtro, es más fácil que sin querer, acabemos proyectando una imagen de cómo somos y también de como esperamos que sean los demás.

Es fácil que sin darnos cuenta como pacientes intentemos complacer a nuestro terapeuta, para sentirnos válidas o intentar no decepcionar respecto a la imagen que se tiene de nosotras. O, al contrario, puede ser que si sentimos que podemos no encajar con la imagen que se tiene de nosotras u optemos por callarnos cosas que necesitamos compartir.


Para que se entienda mejor vamos a poner un ejemplo práctico: si por ejemplo mi terapeuta me dice que es del Barça y yo soy del real Madrid (o viceversa) y los dos expresamos abiertamente del equipo que somos podrían viciarse ciertas dinámicas. Por ejemplo, si gana el equipo de mi terapeuta quizás yo venga con algo de frustración o enfado a terapia y no me apetezca hablar de ciertos temas. O si gana mi equipo tal vez sienta que si saco el tema pueda hacer sentir mal a mi terapeuta y esquive hablar del tema. En ambos casos estaría cambiando mi comportamiento, acomodándome a factores que no son relevantes a mi proceso terapéutico, y me merezco centrarme en mí misma en terapia.


En teoría no parece ser una influencia muy grande el poder comentar un partido o de que equipo somos, ¿verdad?

¿Pero qué sucede cuando hablamos de asuntos mucho más personales o que evocan emociones mucho más fuertes?

Vamos a poner otros ejemplos ilustrativos (que esperemos que nunca sucedan en terapia).

Si nuestra terapeuta revelase que tiene una mala relación con su madre, su padre, su abuela o su hermano puede que nos sintamos mal o culpables como pacientes si nuestra relación con ese miembro familiar es estupenda y que nos cohibamos en lo que expresamos en terapia. Por el contrario, si nuestra terapeuta expresa que tiene una relación estupenda con su padre, su madre, su ex… y nosotros no tenemos esa experiencia puede hacer que nos sintamos tristes, solos o incomprendidos. De nuevo, esta segunda situación puede dañar también el vínculo entre terapeuta y paciente y es un pilar principal de la terapia.

De hecho, al comenzar un proceso terapéutico lo que más va a definir cuanto se avanza en terapia va a ser las habilidades y capacidades del terapeuta. Sin embargo, conforme avanza el tiempo y las sesiones lo que más define el progreso es la calidad del vínculo entre paciente y terapeuta. Es decir, lo que más afecta al éxito terapéutico es tener buena relación con mi psicólogo: que yo me sienta comprendido, cuidado, protegido. Esto hará que yo me sienta más motivado, más comprometido… y si creo más en mi terapeuta probablemente crea más en mí.

Por este motivo, revelar información personal nuestra como terapeutas no tiene sentido en muchos contextos o incluso puede ser dañino y es recomendable que no hablemos de temas que puedan generar inseguridades en el vínculo terapéutico. Por otro lado, es importante que también como terapeutas decidamos activamente poner límites con aquellos que no estemos cómodas.

¿Significa eso que mi terapeuta no puede contarme nada personal suyo?


Al contrario, significa que podemos compartir experiencias nuestras, pero debe tener un objetivo terapéutico. A esto se le denomina autorrevelación. Y, de hecho, al revés, la autorrevelación puede unir y ser esencial para ofrecer apoyo en la terapia.

Si mi terapeuta me dice que es bisexual y yo también lo soy, puede ayudarme a salir del armario (o simplemente hacerme sentir más segura si yo también lo soy). Si mi terapeuta me dice que ha perdido un ser querido y yo también he vivido esa experiencia, puedo sentirme más reconfortada al transitar el duelo en terapia. Si mi terapeuta me dice que tuvo insomnio o ansiedad y ahora ya no puede hacerme sentir que voy a conseguir solucionar mi problema pronto (¡cuidado con autorrevelar problemas en el presente que puede hacer sentir a nuestras pacientes que ciertos problemas no tienen solución, aunque sí la tengan!).

Si mi terapeuta me cuenta que también se ha cuestionado su género (o está en ello) puede validar que yo pueda estar en un proceso similar o que tengo derecho a explorar mi género en libertad. Si mi terapeuta me revela que tiene hijas y yo también puedo sentirme más comprendida si tengo dificultades en la crianza. O, al contrario, si mi terapeuta no tiene peques puede validarme en mi decisión de no tenerlos. También existe la posibilidad de que mi terapeuta me exprese que, aunque no tenga hijas y yo sí se va a esforzar mucho en comprender como es mi visión del mundo o la crianza y me haga sentir igualmente validada. Si mi terapeuta es de una opinión política similar a la mía o es feminista y me lo expresa puede hacerme sentir más en casa y que me sienta más cómoda para hablar abiertamente de esos temas.

En definitiva, no se trata de compartir o no compartir experiencias nuestras sino de saber compartir de una forma que va a ser sanadora para la paciente y el vínculo terapéutico. Estaremos encantados en ayudarte desde el equipo de Quiero Psicología.

LGBTIAQ+

Algunas cosas que quiero decirte como persona LGBTIAQ+

Si estás leyendo este texto es muy posible que seas una persona del colectivo LGBTIAQ+ o bien alguien que tiene a una persona del colectivo cerca.

Si perteneces a la primera categoría este escrito es para dar voz a ciertas experiencias que puede que te resuenen: para describir lo que significa ser disidente en una sociedad que espera e incluso impone que seamos personas heterosexuales, cisgénero (que se identifican con el género asignado a sus genitales), alosexuales (que no son asexuales)… y normativas y como nos afecta en nuestros entornos sociales y familiares. Este texto es para ti y que puedas compartirlo con quien quieras cuando lo necesites.

Si no es el caso y perteneces a la segunda categoría tienes a una persona cercana a ti, sea familiar, amiga, ligue, pareja, hija, hermana, sobrino… o alguna persona en tu vida que quiere tener una conversación contigo que posiblemente no sea fácil o cómoda. Te invito a leer este texto hasta el final para iniciarla porque os merecéis estar a gusto y sentir seguridad y cercanía.

Esta persona en tu vida pertenece a alguna (o varias) de las siguientes categorías: lesbiana, gay, bisexual, trans, no-binaria, poliamorosa, asexual, intersex…

Este post en concreto no va sobre explicar que quiere decir en profundidad cada uno de estos términos, sino de que la persona que te ha enviado esto pertenece al colectivo y esto supone unas consecuencias injustas o difíciles en nuestras vidas que nos gustaría compartir contigo.

Nos gustaría decirte que recibimos rechazo o silencio cuando tratamos de ser nosotras mismas y nos cuesta hablar de nuestra vida personal porque no recibimos siempre el interés o el apoyo que necesitamos. El hecho de que no seamos lo que nuestros círculos sociales o familiares esperan de nosotras nos somete a presión para encajar o callarnos y nos hace muchísimo daño. Nos hace sentir expulsadas y rechazadas de muchos círculos. Duele no poder ser nosotras mismas. Duele no poder compartir nuestras experiencias. Duele que nos intenten forzar a ser algo que no somos.

El dolor de no poder traer todo nuestro ser a comidas familiares, a conversaciones casuales, a lo más pequeño y cotidiano de nuestras vidas es demoledor. No podemos ser quienes somos plenamente.  Es injusto. Es frustrante. Es un camino solitario en el cual podemos sentirnos abandonadas o desamparadas. Y no nos lo merecemos.

Merecemos cariño, cuidados, apoyo e interés en nuestras vidas como todas las demás personas. Merecemos poder contar con quien estamos saliendo o dejamos de salir, quien nos gusta, quien nos hace daño o con quien rompemos. Merecemos hablar de quienes somos.

Nos merecemos sentirnos libres, escuchadas, deseadas, celebradas. Merecemos una vida rica, colorida, segura y llena de amor. Y justamente por esto es posible que alguien que te importa te haya pasado esto. Porque necesita recibir esto de ti también.

Necesitamos conversaciones incómodas y difíciles que hagan que nos sintamos escuchadas y comprendidas.

Necesitamos sentirnos en casa con la gente de nuestro entorno y para ello necesitamos que iniciéis conversaciones para las cuales no estéis preparadas. No necesitamos que tengáis las palabras perfectas, pero necesitamos que lo intentéis.

Necesitamos que afrontéis el miedo a lo desconocido, a lo distinto, a pasar un rato incómodo. Porque le importas a la persona que te ha mandado esto y quiere que sepas como se siente.

Estás en su vida y le es importante poder compartir esto contigo. Poder sentirse segura y que le vas a escuchar y que puede ser ella misma. Que está a salvo, que no le vas a juzgar y que le vas a apoyar. Para esto es muy importante que no estés a la defensiva, porque para trabajar una relación (del tipo que sea) necesitamos poder mostrarnos vulnerables todas las partes involucradas. Para ello es importante entender que esto no es un reproche ni un ataque, es la necesidad de sentirnos escuchadas y sólo conseguiremos esa cercanía si nos cuidamos y escuchamos plenamente. ¡Para nosotras esto no es nada fácil!

Me encantaría que por favor intentes hacer esto lo mejor que puedas, que nos tengamos paciencia y nos digamos las cosas con cariño y que intentes entender quien soy. Que te informes si lo necesitas sobre mi identidad, que me preguntes con mucho cariño y mimo si tienes dudas. Pero necesito tu apoyo y comprensión.

Necesito conversaciones incómodas para poder entendernos, necesito que entiendas que la incomodidad es parte del cambio, de aprender y de conectar entre nosotras y tener una mejor relación. Necesito que me aceptes tal y como soy.

Necesito que me preguntes sobre mí y sobre mi vida para poder mostrarme ante ti tal y como soy plenamente, sin recortar las partes de mí que no entiendes. Necesito no tener que censurarme y que aceptes todas las partes de mi ser, especialmente aquellas que no comprendes del todo para poder sentirme cuidada. Necesito que me entiendas, cuides y quieras justo ahí donde menos me entiendes, necesito que busques comprenderme para poder ser quien soy.  Te garantizo que esto va a hacer que sea más fácil y fluido poder hablar entre nosotras y va a mejorar como nos hablamos y cuidamos.

Si lo haces te lo agradeceré y estoy segura de que tú también te alegrarás de haberlo hecho.

Si te encuentras en situaciones similares, estaremos encantados en ayudarte desde el equipo de Quiero Psicología.

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¿Por qué hace falta seguir celebrando el orgullo?

En las altas horas de la madrugada del 28 de junio de 1969 comenzaron los disturbios en la Stonewall Inn. La policía inicia una redada contra todas las personas presentes ahí: personas trans, gays, lesbianas, bis, drag queens, trabajadoras sexuales… En definitiva, todas aquellas personas que encajaban en el concepto de vagas y maleantes. Personas disidentes, con pluma, con roles de género, cuerpos o vidas que no encajaban en lo que era considerado la norma buscaban un refugio en la noche donde poder ser ellas mismas, donde ser libres.

Pero otra vez el abuso, la represión en forma de violencia policial. Pero esa noche no, no iba a quedar sin respuesta. Fue el inicio de una revuelta, de todo un movimiento. El nacimiento (de muchos) del activismo LGBTIAQ+.

53 años parece mucho tiempo y a la vez no ha sido tanto. Ahora celebramos cada año con purpurina, carrozas, fiestas y conciertos. Y merecemos ese espacio y esa fiesta. ¿Pero seguimos en conexión con lo que representa este día? ¿Defendemos y honramos lo que significa?

¿Por qué sigue siendo necesario este día?

¿Por qué este día no es sólo una fiesta, sino también una protesta?

Porque las personas del colectivo se dan cuenta de quiénes son tarde en la vida o pasan una buena porción de su vida en el armario, cuestionándose quiénes son o no aceptándose porque nuestras identidades son negadas, invisibilizadas o estigmatizadas.

Porque todavía se considera que no puede haber maltrato entre dos personas del mismo género.

Porque merecemos una terapia donde se nos atienda con conocimiento, empatía, comprensión. Merecemos profesionales que sepan estar a la altura y nos acompañen y validen en nuestras vivencias, que reafirmen nuestras realidades y nos hagan sentir en casa.

Porque la violencia entre dos personas del mismo género todavía no tiene unas leyes específicas que protejan a las víctimas y apenas existen recursos que atiendan a nivel psicológico y legal a las personas sufriendo violencia intragénero.

Porque las personas sufriendo violencia intragénero no suelen saber ni que lo que están viviendo es violencia (ni siquiera se suele saber que existe un término específico para nombrarlo).

Porque las mujeres lesbianas, trans y bisexuales siguen siendo fetichizadas e hipersexualizadas y a veces esto se considera una mayor “aceptación” en sociedad que sufrir discriminación de otras formas.

Porque las personas bisexuales siguen siendo tachadas como personas atravesando una fase, indecisas y siguen siendo apartadas o expulsadas de espacios LGBTIAQ+.

Porque las personas asexuales son invalidadas, estigmatizadas tanto dentro como fuera de terapia.

Porque los cuerpos de las personas trans e intersex son patologizados o fetichizados y merecen el mismo respeto, cariño y representación que todos los demás cuerpos. Porque nadie nace en el cuerpo equivocado.

Porque si piensas que este día no es necesario a eso se le llama «normalización del estigma» y ocurre también en el feminismo cuando la gente dice «si ya se ha conseguido la igualdad, si mi marido limpia la casa». No eres consciente de todo lo que queda para que todas las personas diversas sean personas de pleno derecho.

Merecemos celebrarnos, disfrutarnos y enorgullecernos de quiénes somos.

Merecemos derechos, cuidados, libertad y ser respetadas, comprendidas y aceptadas tal y como somos. Merecemos servicios públicos y sanitarios que velen por nosotras, merecemos sentirnos validades en terapia. Merecemos sentirnos en casa en cualquier lugar porque las calles (y todos los demás espacios) también son nuestras.

Si quieres un abordaje con perspectiva de género y terapia afirmativa LGBTIAQ+ no dudes en contactarnos en Quiero Psicología.

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¿Vives con el piloto automático puesto?

Probablemente todos los días pases por las mismas calles, coges las mismas líneas de metro y pasas delante de los mismos árboles. 


¿Pero cuándo ha sido la última vez que te has parado a mirarlos? ¿Cuándo te has parado a mirar de qué color están las hojas de los árboles, las texturas de sus ramas y tronco? ¿Te has fijado en cómo pisas el suelo de forma diferente en distintas zonas de dónde vives? ¿Qué olores hay? ¿Con qué personas te encuentras, cómo visten y qué aspectos tienen?


¿En qué momento hemos perdido la conexión con nuestro día a día? 


El ser humano es la única especie que está constantemente viviendo en dos momentos que no existen: el pasado y el futuro. Rememoramos cosas que han sucedido, revisamos qué podríamos haber hecho distinto y anticipamos que podría suceder poniéndonos en todos los escenarios posibles. En definitiva, rumiamos sin parar, y hasta cierto punto tiene sentido y es adaptativo. Somos previsores y aprendemos de nuestros errores, pero a veces por el camino nos perdemos la vida. 


Nos privamos del sentir, del estar aquí y ahora, de conectar con el presente. Nos perdemos el conectar con el mundo sensorial porque a menudo estamos perdidos dando vueltas por nuestra cabeza. Y no nos fijamos en lo que sucede a nuestro alrededor, no conectamos con nuestro entorno y nuestros sentidos. 


Comemos viendo la tele o trabajando o hablando con más gente y no apreciamos los sabores, olores y texturas de la comida. Estamos en conversaciones más pendientes de que vamos a contestar o decir que de escuchar a la otra persona. No conectamos entre nosotres. 


Tenemos relaciones sexuales pensando: «¿le gustará?», «¿se verá bien mi cuerpo?» «¡A ver si llego ya al orgasmo!». Conectamos más con los pensamientos en nuestra cabeza que con el presente, con el sentirnos y sentir a la(s) otra(s) persona(s).


Tocamos buscando como le gusta ser tocada a la otra persona y no pensamos en cómo nos gusta acariciar. Buscamos gustar sin conectar con lo que me gusta a mí. 

Entonces si me estoy perdiendo la vida ¿qué puedo hacer?


Por eso hoy quiero invitarte a que te pares y te escuches. Que te fijes en ese recorrido que haces todos los días, pero que mires de verdad, como si fuese el primer día que pasas por ahí. Que te fijes en los colores de tu zona, en sus ruidos, olores… En la gente con la que te encuentras. 


Que escuches de verdad lo que están contando, que te dejes conectar con las personas de tu entorno sin prisa por saber qué contestar. Que comas la comida de hoy fijándote en cómo está hecha, en su temperatura, textura, olor, sabor, en el ruido que hace al masticarla… 


Te invito a sentir tu cuerpo y ver cómo te gusta conectar con él. Contigo, con otras personas, pero sobre todo contigo. Que te fijes en como te gusta abrazar, como te gusta ducharte, acariciarte y enjabonarte. Que te des mimos como si fueses lo más valioso y presente allá donde estés. 


Si identificas que te vas a otro lugar que no es el aquí y ahora, que conectas de nuevo con preocupaciones o saltas a otros momentos recuerda que eres humano, y que mereces paz y autocompasión. No siempre podemos estar presentes. 


No te juzgues por ello, es normal y difícil pararlo. Cuando veas que te enredas con un momento que no es el presente da un paso atrás y amablemente tráete de vuelta. Reconecta con el presente. Fíjate en la temperatura del aire, en que hay a tu alrededor, en que toca tu cuerpo, qué sensaciones te evoca…


A este ejercicio se le llama mindfulness, al pequeño acto de rebeldía de conectar con el aquí y ahora. El otro nombre que recibe es atención plena: se puede hacer mindful eating, pasear o hacer deporte mindful, mindful sex… Es una forma de escucharse y estar presente haciendo lo más pequeñito y cotidiano. 


Te invito a tomarte hoy un momento para salir de tu cabeza y quedarte en el presente contigo. Porque te lo mereces, para que te escuches y lo disfrutes. 

Y si te es absolutamente imposible salir de tu cabeza para escucharte, para saber lo que necesitas, para vivir el momento presente, saber que cuentas con nuestra ayuda.

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Cuando el conflicto no tiene solución

¿Te has visto enfrentándote al mismo conflicto una y otra vez con algún ser querido? ¿Te encuentras repitiendo los mismos argumentos y escuchando la misma respuesta una y otra vez?

Lo cierto es que hay algunos conflictos que no tienen solución como tal: porque nadie va a dar su brazo a torcer o porque hay factores o circunstancias que se escapan a nuestro control. A veces soy yo la persona que no está dispuesta a cambiar y en otras ocasiones es la otra persona quién no quiere (o no puede) cambiar.

Encontrar un punto medio entre mis deseos y los de la otra persona puede ser extremadamente difícil, pero en otras ocasiones es imposible. Yo puedo tener necesidades que son incompatibles con las de la otra persona y por desgracia puede no haber ningún punto medio u opción de consenso.

Identificar que no vamos a llegar a un acuerdo es crucial, además de un acto de valentía. Es muy difícil reconocer que no podemos encontrarle solución a algo, pero nos ahorrará mucho sufrimiento y malestar a largo plazo.

En estas situaciones cabe plantearse: ¿me merece la pena discutir por esto? ¿Quiero continuar esta conversación? Si la respuesta es no te ofrecemos a continuación dos opciones para abordar estas situaciones.

Lo primero es recordar mis derechos asertivos:

Tengo derecho a decir que no.

Tengo derecho a actuar conforme a mi criterio y mis valores. Tengo derecho a expresar mis emociones y mis necesidades.

Una vez recordemos nuestros derechos nos será más fácil ejercerlos.

Existen múltiples técnicas de asertividad que nos pueden ayudar a ejercer nuestros derechos asertivos y poner distancia con ciertos conflictos. Hoy exploraremos las siguientes: el disco rayado y el banco de niebla.

El disco rayado: ¿hemos establecido un límite que no se está respetando? ¿ya hemos dicho que no queremos hacer algo o que no queremos quedar esta tarde, pero nos insisten?

El disco rayado consiste en expresar nuestro límite una y otra vez (exacto, ¡como un disco rayado!). “No, no voy a ir”, “te agradezco la oferta, pero no voy a acudir”, “no voy a hacerlo”.

Podemos usar nuestra creatividad para repetir lo mismo parafraseándolo de distintas formas o simplemente repetir la misma oración una y otra vez “no, gracias”.

Por supuesto también podemos ofrecer quedar otro día, hacer planes en otro momento u ofrecer alternativas a lo que nos están proponiendo, pero es importante recordar que si no queremos hacer algo estamos en nuestro derecho.

Y, sobre todo si nos insisten o presionan no tenemos que dar ninguna explicación respecto a nuestro comportamiento.

La segunda técnica de asertividad que nos puede ayudar en estas situaciones de conflicto sin solución es el banco de niebla.

En ocasiones, podemos envolvernos en discusiones que no van a ningún lado y no queremos continuar. Las emociones pueden escalar y vemos que nos está afectando y queremos parar la discusión. Esta estrategia es especialmente útil cuando quiero decir que no o si se me falta al respeto o se está teniendo un comportamiento hostil hacia mí.

Similar al disco rayado, puedo escoger verbalizar oraciones que no entran en el conflicto. Escojo no añadir más leña al fuego e intento parar la situación, sin intentar imponerme ni dar la razón a la otra persona.

Algunos ejemplos de respuesta si nos presionan, nos acusan o machacan y no queremos escalar el problema son los siguientes: “lo tendré en cuenta”, “lo pensaré”, “lo reflexionaré”.

En ningún caso estamos pretendiendo quitarle la razón o invalidar a la otra persona, pero tampoco estamos cediendo ni dando la razón. “Entiendo lo que dices, pero yo no lo veo así”.

Por último, es importante recordar que nuestros derechos asertivos también conllevan responsabilidad asertiva (y afectiva). Si yo tengo derecho a decir que no, a querer parar una situación que me hace daño o en la que siento que se está siendo hostil contra mí, las demás personas también tienen esos mismos derechos.

¿Y tú, qué más derechos asertivos se te ocurren que tenemos todas las personas? ¿De qué forma podrías ejercitarlos y honrarlos más a menudo?

Y ya sabes, si o te sientes capaz de ejercitarlos ya sabes que en Quiero Psicología estamos para ayudarte.