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Qué hacer en caso de conflicto

Gestionando los conflictos


A menudo los conflictos encuentran sus raíces en la diversidad de perspectivas, valores y necesidades individuales. Desde la psicología sabemos que nuestras experiencias pasadas, creencias y emociones subyacentes influyen significativamente en cómo percibimos y respondemos ante situaciones conflictivas.

La comunicación desempeña un papel fundamental en la resolución de los conflictos. La falta de habilidades comunicativas efectivas puede dar lugar a malentendidos, resentimientos y escaladas.

Aprender a expresar de manera clara y comprender las emociones de la otra persona puede reducir la intensidad de los conflictos.

De la misma manera, es fundamental expresar nuestras necesidades de una forma honesta haciendo referencia a cómo nos sentimos nosotrxs y no qué ha hecho mal la otra persona. Cuando señalamos de esta forma a la otra persona ésta puede sentirse atacada y ponerse a la defensiva. Si queremos que se genere este acercamiento, expresar desde cómo nos hace sentir la situación o el conflicto que estamos viviendo hará el encuentro más fácil y podremos generar esa empatía en la otra persona. No obstante, no siempre debería ser de esta forma.

Las personas adultas deberíamos tener la madurez emocional suficiente para poder recibir críticas sin sentirnos atacadas de esta forma. Y esto, una vez más, forma parte del crecimiento personal de cada unx en un proceso terapéutico si no lo hemos aprendido a hacer en nuestras etapas anteriores.

Emociones en los conflictos

En esta misma línea, las emociones, desde la ira hasta el miedo y la tristeza, son componentes esenciales en los conflictos. Reconocer y gestionar nuestras propias emociones, así como a comprender las emociones de lxs demás.

La inteligencia emocional se convierte en una herramienta muy valiosa para manejar situaciones conflictivas de manera constructiva. Así pues, la psicoterapia se erige como una herramienta valiosa para abordar conflictos internos y mejorar las habilidades de afrontamiento.

A través del autoconocimiento y el entendimiento de los patrones de pensamiento, los individuos pueden desarrollar estrategias efectivas para enfrentar los conflictos de manera más saludable. Fomentar la empatía y comprender las motivaciones detrás de las acciones de lxs demás puede ser clave para la resolución de conflictos, transformando el conflicto de una lucha de poder a una oportunidad para el crecimiento personal y relacional.

Por todo ello, el viaje hacia la resolución de conflictos comienza internamente. Es importante que tengamos el autoconocimiento suficiente para reflexionar sobre nuestras propias emociones, valores y patrones de pensamiento. Comprender nuestra psicología interna nos permite abordar los conflictos desde una base más sólida. Del mismo modo y como comentábamos anteriormente, las emociones intensas a menudo acompañan a los conflictos. Tener la regulación emocional necesaria nos ayudará a manejar de forma funcional emociones como la ira, la frustración y el estrés.

Por otro lado, es fundamental encontrar soluciones que satisfagan las necesidades de ambas partes. La negociación y las habilidades para llevarla a cabo son fundamentales para la resolución de cualquier conflicto.

Sugerencia: la fórmula asertiva

Cuando no sepas cómo expresarte te dejamos una sugerencia aquí: la fórmula asertiva.

  1. Siempre empieza intentando ponerte en el lugar del otrx, por ejemplo con frases como «Entiendo que tú», «Sé que esto es difícil», «Entiendo que a lo mejor te viene peor»…
  2. Luego expresa lo que tú sientes o lo que te pasa «pero a mi me hace sentir así…» me es difícil esta situación porque…», etc.
  3. Y por último propon una solución o un compromiso en forma de pregunta como: «¿qué te parecería sí…?», «¿sería bueno si quizá podamos hacer…».

Te lo pongo en un ejemplo concreto, por ejemplo a lo mejor un amigx siempre es el que decide dónde vais o lo que hacéis y tú nunca rechistas a pesar de que algunos planes te vienen mal. Quizá le pudieras decir algo como: «entiendo que te viene mejor si hacemos el plan X porque está cerca de tu casa pero a mi que quedemos siempre por esa zona me hace desplazarme mucho y me hace sentir que no se me tiene mucho en cuenta lo que me pone triste ¿Qué te parece si nos vamos turnando y quedamos a veces en tu zona y a veces por la mía?.

Por todo ello, la resolución de conflictos no solo busca la solución externa, sino también la comprensión interna. Al incorporar estos principios psicológicos, podemos transformar los desacuerdos en oportunidades de crecimiento personal y fortalecer nuestras conexiones con lxs demás.

El camino hacia la armonía no solo es externo, sino también un viaje introspectivo que enriquece nuestra comprensión de nosotrxs mismxs y de aquellas personas con quienes compartimos nuestras vidas. Y si quieres mejorar ese camino y esa comunicación e Quiero Psicología te podemos ayudar.

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Cómo controlar tus enfados

La ira es una emoción humana natural y poderosa que todos experimentamos en algún momento de nuestras vidas. Es una respuesta emocional que, en sí misma no es negativa, pero su expresión inadecuada puede llevar a consecuencias negativas para nosotros mismos y para quienes nos rodean. Por esta razón, aprender a controlar la ira es esencial para mantener relaciones saludables y una vida emocionalmente equilibrada.

¿Qué es la ira?

La ira es una emoción compleja que involucra una combinación de reacciones físicas, cognitivas y conductuales. Se desencadena cuando percibimos una amenaza, ya sea física o emocionalmente (también concierne a nuestras pertenencias o nuestro entorno cercano), para poder activarnos y defendernos de ésta. Las reacciones físicas de la ira incluyen aumento de la presión arterial, frecuencia cardíaca acelerada y liberación de hormonas como la adrenalina y el cortisol. A nivel cognitivo, la ira puede distorsionar nuestros pensamientos y hacernos más propensos a reacciones impulsivas e irracionales. A nivel conductual, tendemos tendencia a levantar la voz, moverse agitadamente, insultar o buscar ofender o atacar a las personas de nuestro alrededor.

Posibles causas de la ira

Aunque la ira se suele dar en origen por una posible amenaza hacia la persona, las causas pueden variar según las personas y las situaciones. Cuando esa ira suele ser desbordante, suele deberse a estas posibles causas:

  • Percepción de injusticia: Sentir que hemos sido tratados de manera injusta o que se nos ha negado algo que merecemos puede desencadenar una respuesta de ira.
  • Frustración: La incapacidad para alcanzar metas o enfrentar obstáculos significativos puede llevar a una acumulación de frustración que finalmente explota en ira.
  • Estrés: Estar expuesto a estrés de forma habitual puede provocar un estado de ánimo más irritable, mermando nuestra capacidad para lidiar con las situaciones cotidianas de manera tranquila y reflexiva, y desencadenando una respuesta de ira en situaciones que normalmente no se darían.
  • Heridas emocionales pasadas: Haber vivido anteriormente experiencias traumáticas o dolorosas puede hacer que seamos más propensos a sentirnos atacados o revivir emociones desagradables como la ira. Además, si tenemos una relación de desconfianza o mala comunicación con la persona con la que estamos hablando: es probable que ya hayamos tenido experiencias de dolor o de ira y que se “reactive” esa sensación en situaciones en las que no aparecería la ira.

¿Cómo controlar la ira?

El proceso de controlar la ira no es lineal, y es probable que experimentemos altibajos en el camino. Es importante recordar que cometer errores es natural, pero lo esencial es aprender de ellos y seguir adelante con un enfoque positivo en el desarrollo personal.

Durante el enfado

Reconoce y Acepta tus Emociones

El primer paso para controlar los enfados es reconocer y aceptar que estamos experimentando esta emoción. Es normal sentir enfado en ciertas situaciones, pero negar o reprimir esta emoción solo empeorará las cosas a largo plazo. Permítete sentir el enfado sin juzgarte por ello, reconociendo que es una emoción que forma parte de tu experiencia humana.

Técnicas para bajar la intensidad

Cuando sientas que el enfado está aumentando, tómate un momento para respirar profundamente o para poner en práctica cualquier ejercicio de relajación o de respiración consciente (con el que ya te sientas cómodo) para calmar el sistema nervioso y reducir la intensidad de la emoción. Repite este proceso varias veces hasta sentir que te has calmado.

Salir de la situación temporalmente

A veces, la mejor manera de controlar un enfado es tomar distancia de la situación. Si te sientes abrumado por la emoción, retírate momentáneamente de la situación que lo provocó. Esto te permitirá enfriar la cabeza y evitar reacciones impulsivas que puedan generar conflictos innecesarios. Intenta definir alguna palabra o señal para indicar que vas a separarte momentáneamente (la conversación se retomará después cuando estés más tranquilo), especialmente si es una persona con la que tiendes a verte en esa situación.

Comunicar asertivamente

Aprender a expresar nuestros sentimientos y necesidades de manera clara y respetuosa puede evitar conflictos innecesarios y mejorar la comprensión entre las partes involucradas. Comunica tus emociones de manera clara y respetuosa, evitando culpar o atacar a la otra persona. Es fundamental practicar la escucha activa, presta atención a lo que la otra persona está diciendo y trata de entender su perspectiva. Otra herramienta útil, es intentar enfocarse en cual está siento el problema, para dirigir la conversación hacia las posibles soluciones.

Después de tu enfado

Toma Conciencia de tus Desencadenantes

Identificar los desencadenantes que provocan tus enfados es crucial para evitar situaciones que puedan exacerbar esta emoción. Reflexiona sobre qué situaciones, palabras o acciones de los demás te hacen sentir enfadado, para poder evitarlos o y trata de desarrollar estrategias para manejarlos de manera más efectiva.

Si, tras intentar aplicar estas pautas y reflexionar al respecto, sigues teniendo dificultades para gestionar tus enfados, desde Quiero Psicología, podemos ayudarte a tener herramientas y mejorar la gestión de la ira, para que puedas mejorar tus relaciones sociales y calidad de vida.

sufro-hipocondria

Sufro de hiponcondría

Todos hemos escuchado noticias o conocemos a personas que han sido diagnosticadas con enfermedades (graves o no) de forma más o menos repentina, incluso personas que han fallecido súbitamente. Esto no solo puede generar mucho malestar al entorno cercano, por el duelo que conlleva, sino que estas historias ponen en relevancia muchas veces nuestra propia mortalidad y vulnerabilidad. Para algunas personas, esto supone un miedo y ansiedad que les interfiere en el día a día, llegando a un nivel que puede ser patológico.

¿Qué es la hipocondría?

En el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, manual de referencia para los diagnósticos en salud mental), la hipocondría no se considera como un trastorno diagnóstico, sino que se ha redefinido como Trastorno de Ansiedad por Enfermedad. Se caracteriza por una preocupación excesiva y persistente por tener o adquirir una enfermedad grave, a pesar de la ausencia de evidencia médica que lo respalde (incluso tras una evaluación médica adecuada) y generando un malestar significativo. Esto se traduce en interpretar de manera exagerada los síntomas físicos normales o leves como indicadores de una enfermedad grave. Es importante destacar que este trastorno requiere que los síntomas no sean mejor explicados por otro trastorno mental (como el trastorno de pánico o la fobia específica a una enfermedad) y que la preocupación no sea atribuible a una condición médica existente.

Suele comenzar en la adolescencia o adultez temprana, y existe una alta comorbilidad con trastornos de ansiedad y depresión, por el impacto que tiene en el funcionamiento de la persona. Aunque no existe una causa única para la hipocondría, se han identificado algunos factores que pueden aumentar el riesgo de desarrollar este trastorno, como:

  • Experiencias traumáticas previas (enfermedades graves propias o cercanas, pérdidas)
  • Tendencia a la ansiedad o la depresión
  • Historia familiar de trastornos de ansiedad o hipocondría.
  • Rasgos de personalidad o patrón de pensamiento perfeccionistas, obsesivos o controladores

¿Qué síntomas son?

Como hemos descrito, este trastorno psicológico conlleva una preocupación excesiva y persistente por padecer una enfermedad grave, a pesar de contar con evidencias médicas que demuestran lo contrario, lo que se traduce en los siguientes síntomas y características. Es importante tener en cuenta que estos síntomas deben estar presentes durante un período prolongado y causar un deterioro significativo en el funcionamiento diario para cumplir con los criterios diagnósticos.

  1. Ansiedad y Preocupación excesiva y constante por la salud. La ansiedad es una característica principal en este trastorno, junto con la preocupación constante y desproporcionada por su salud, incluso cuando no hay evidencia de enfermedad. Suelen pasar gran parte de su tiempo, obsesionadas con la idea de estar gravemente enfermas, teniendo mucha dificultad para desechar esta idea o gestionar los pensamientos intrusivos al respecto, incluso ante pruebas objetivas de lo contrario. El miedo irracional y persistente a padecer enfermedades graves (letales o crónicas como cáncer, enfermedades cardíacas o trastornos neurológicos, etc.) retroalimenta esa ansiedad.
  2. Interpretación exagerada de síntomas físicos. Existe una hiperactivación y focalización en el cuerpo y las sensaciones físicas y un patrón catastrofista que hace que cualquier pequeña molestia puede ser percibida como una señal de enfermedad grave (por ejemplo, un dolor de cabeza se explica por un tumor cerebral). Esta interpretación distorsionada de los síntomas genera una mayor ansiedad y preocupación, que alimenta el miedo y las búsquedas de atención médica e información.
  3. Búsqueda compulsiva de información y atención médica. Por un lado, suelen pasar muchas horas investigando sobre enfermedades, síntomas y tratamientos en Internet, con un sesgo confirmatorio que hace que destaquen únicamente los diagnósticos de enfermedad grave, alimentando aún más sus miedos y generando un círculo vicioso de ansiedad. Por otro lado, suelen acudir de manera recurrente a médicos, especialistas y servicios de urgencias, realizar numerosas pruebas médicas (incluso a pesar de un resultado previo negativo) y tratamientos (alternativos o convencionales) e incluso cambiar de médico o buscar repetidamente segundas opiniones al no recibir una respuesta que apoye sus creencias.  Aunque no es lo más habitual, existe un porcentaje de personas que recaen en el otro extremo, evitando situaciones médicas a toda costa, por miedo a obtener resultados negativos o por temor a confirmar sus creencias.
  4. Malestar y deterioro en el funcionamiento diario. El estrés y la preocupación constantes, junto con los síntomas anteriores limitan las actividades de las personas (por ejemplo, no viajar por miedo a estar lejos de un hospital), causan dificultades en las relaciones interpersonales (deteriorando la calidad y cantidad de interacciones sociales) y en el mantenimiento de un empleo y rutina estables (faltar por citas médicas recurrentemente).  Todo esto acaba afectando negativamente la calidad de vida de la persona. Principio del formulario

Si crees que estas experimentando estos síntomas, desde Quiero Psicología, estaremos encantadas en ayudarte a gestionar el malestar e invertir en recuperar tu calidad de vida.

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¿Has perdido recientemente a una amiga?

Seguro que muchas de nosotras hemos pasado por una ruptura sentimental y sabemos que una ruptura de una pareja puede ser un proceso emocionalmente difícil, una experiencia dolorosa y traumática, independientemente de quién tomó la decisión de terminar la relación. Es normal sentir una amplia gama de emociones durante una ruptura, incluyendo tristeza, ira, confusión, frustración y soledad.

Sin embargo, es cierto que en la sociedad no se habla tanto sobre la pérdida de una amiga como se habla sobre la pérdida de un familiar o de una pareja. Esto puede deberse a varios factores, como la idea de que las amistades no son tan importantes como otras relaciones, la falta de comprensión sobre lo que significa perder una amiga y la idea errónea de que las amistades son más superficiales o menos duraderas que otras relaciones.

No obstante, la pérdida de una amiga puede ser tan significativa y dolorosa como la pérdida de otros tipos de relaciones. Las amistades pueden ser profundas, duraderas y tener un gran impacto en nuestras vidas. Desde otros modelos relacionales, como por ejemplo la anarquía relacional, las amistades son vistas igual de valiosas y significativas, que las relaciones de pareja, en las que se puede encontrar apoyo emocional, compañía, diversión, conexión, intimidad y complicidad.

Es importante hablar sobre este tipo de pérdidas y reconocer su importancia, de esta forma podemos ayudar a las personas a sentirse comprendidas y apoyadas, y también podemos promover una mayor comprensión sobre la importancia de las amistades en nuestra vida. Además, al igual que en otros tipos de duelo, puede haber diferentes etapas o fases, que varían de persona a persona.

  • Negación: En esta etapa, es común que se niegue la pérdida o se tenga dificultades para aceptar que la amistad ha terminado. Puede haber pensamientos como «esto no puede estar sucediendo» o «tal vez las cosas puedan arreglarse».
  • Ira: En esta etapa, puede haber sentimientos de ira o frustración hacia la otra persona, hacia uno mismo o hacia la situación en general. Se pueden tener pensamientos como «¿cómo pudo hacerme esto?» o «esto no es justo».
  • Negociación: En esta etapa, se pueden hacer promesas o compromisos para intentar recuperar la amistad. Se pueden tener pensamientos como «tal vez si cambio algo, podremos volver a ser amigos» o «voy a intentar hablar con él/ella para arreglar las cosas».
  • Depresión: En esta etapa, se pueden experimentar sentimientos de tristeza, soledad o desesperanza. Pueden aparecer pensamientos como «nunca volveré a tener una amistad como esa» o «no puedo creer que haya perdido a mi mejor amigo/a».
  • Aceptación: En esta etapa, se comienza a aceptar la pérdida y se empieza a buscar formas de seguir adelante. Pueden aparecer pensamientos como «tal vez no podemos ser amigos, pero puedo encontrar otras personas con las que conecte» o «voy a enfocarme en otras áreas de mi vida».

Desde Quiero psicología, queremos brindar una serie de recomendaciones que pueden ayudarte si estas atravesando un proceso similar.

  • Permítete sentir tus emociones: Es normal sentir dolor, tristeza y enfado después de perder a un amigo, permítete sentir y procesar tus emociones.
  • Cuida de ti misma y dedícate tiempo: duerme lo suficiente, haz ejercicio y come bien. Dedica tiempo para hacer cosas que te gustan y disfrutar de actividades que te hagan feliz.
  • No te aísles: A veces ante una pérdida, podemos pensar que el mundo es un lugar hostil y que no podemos confiar en nadie, sin embargo, si hacemos esto no dejaremos de reforzar esa idea y no podremos desmontarla.
  • Sé amable contigo misma: Trata de no culparte a ti mismo, a veces hay muchas variables que influyen y sobre todo recuerda que es algo de dos. 
  • Tómate el tiempo que necesitas: No hay un plazo para superar un duelo de amistad. No te sientas presionada para «superarlo» rápidamente.

Sin embargo, si sientes que ya nada tiene sentido, que has descuidado otras áreas de tu vida y que no puedes tu sola, no dudes en buscar ayuda profesional, en Quiero Psicología estaremos encantadas de ayudarte.

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¿He sufrido violencia sexual?

La violencia sexual se refiere a cualquier actividad sexual que se impone a otra persona sin su consentimiento o que se obtiene mediante el uso de la fuerza, el miedo, la coerción o el engaño, además, la violencia sexual puede ocurrir en cualquier contexto y puede afectar a personas de todas las edades, géneros, razas, orientaciones sexuales y condiciones socioeconómicas. Al mismo tiempo, la víctima puede no haber podido dar su consentimiento debido a su edad, discapacidad, estado de intoxicación, vulnerabilidad o cualquier otra circunstancia que impida su capacidad de dar un consentimiento informado.

Hay muchos tipos de violencia sexual:

  • Violación: cuando una persona obliga a otra a tener relaciones sexuales sin su consentimiento.
  • Acoso sexual: se produce cuando una persona usa su posición de poder para obtener favores sexuales de otra, o para hacer comentarios o insinuaciones sexuales no deseadas.
  • Explotación sexual: se refiere a la utilización de la sexualidad de una persona con fines comerciales, como la prostitución, la pornografía, la trata de personas con fines de explotación sexual, etc.
  • Abuso sexual: se trata de cualquier actividad sexual que se impone a otra persona mediante la fuerza, el engaño o la manipulación, y que causa daño físico o psicológico.
  • Mutilación genital femenina: es una práctica que implica la eliminación total o parcial de los genitales femeninos externos.
  • Matrimonio forzado: cuando una persona es obligada a casarse contra su voluntad, lo que puede incluir relaciones sexuales no deseadas.
  • Acoso sexual por internet: se produce cuando una persona recibe mensajes, imágenes o comentarios de contenido sexual no deseados a través de Internet o las redes sociales.

El abuso sexual en la propia pareja

Tenemos la idea errónea de que este tipo de violencias sólo suceden en la calle y a manos de enfermos mentales y/o psicópatas. Sin embargo, la mayoría de los abusos sexuales ocurren en el hogar o en el entorno familiar y los perpetradores suelen ser personas cercanas a la víctima, como padres, hermanos, tíos, abuelos o la propia pareja.

Las conductas de abuso sexual dentro de la pareja pueden tomar muchas formas, y algunas de las más comunes son las siguientes:

  • Coerción: esto puede implicar la utilización de la fuerza física, la amenaza de violencia, la manipulación emocional, la intimidación o la presión para obligar a la pareja a tener relaciones sexuales.
  • Obligar a la pareja a tener relaciones sexuales sin protección: esto puede constituir una forma de abuso sexual y puede poner en peligro la salud de la pareja.
  • Controlar la sexualidad de la pareja: esto puede incluir la prohibición de tener relaciones sexuales con otras personas, la imposición de prácticas sexuales específicas, o la manipulación emocional para mantener el control sobre la pareja.
  • Amenazar con la violencia: esto puede incluir la amenaza de violencia física si la pareja no cumple con las demandas sexuales del abusador.
  • Ignorar los límites sexuales: puede implicar la insistencia para tener relaciones sexuales cuando la pareja no está interesada o no se siente cómoda, o la imposición de prácticas sexuales no deseadas o dolorosas. Las manipulaciones dentro de la pareja para tener sexo se refieren a cualquier comportamiento que una persona adopta para obtener gratificación sexual de su pareja, sin tener en cuenta sus deseos o necesidades sexuales. Esto puede incluir presionar o persuadir a la pareja para tener relaciones sexuales cuando no está interesada, utilizar la culpa o la manipulación emocional para conseguir sexo, o incluso ignorar las señales de que la pareja no está interesada en tener relaciones sexuales. Es importante destacar que estas “pequeñas” manipulaciones pueden parecer sutiles o incluso inocentes, pero en realidad son una forma de violencia sexual, ya que la persona que las ejerce está utilizando la fuerza o el engaño para obtener gratificación sexual sin el consentimiento de su pareja y pueden tener graves consecuencias emocionales y psicológicas para la víctima.

Si te has sentido identificada con algunas de estas formas de violencia, es importante que pidas ayuda, ya que dejar pasar este tipo de cosas, podría tener consecuencias muy negativas para tu bienestar psicológico y tu sexualidad.

¿Qué es un trauma complejo?

¿Qué es el trauma complejo?

Nos referimos al Trastorno de Estrés postraumático Complejo (TEPT-C), también llamado Trastorno por Estrés extremo no especificado (DESNOS), que es un trastorno que surge tras observar una sintomatología añadida en casos “a priori” con un diagnóstico de Trastorno de Estrés postraumático (TEPT). Como recoge la guía diagnóstica CIE-11, se trata de un trastorno que puede desarrollarse después de la exposición a un evento o una serie de eventos de naturaleza extremadamente amenazadora u horrible, prolongados en el tiempo o repetitivos, incontrolables.

Es decir que la diferencia con el Trastorno de estrés postraumático se daría en la repetición o recurrencia del suceso traumático como, por ejemplo, tortura, esclavitud, violencia doméstica prolongada, abuso sexual o físico repetido en la infancia.

Este trastorno se puede dar en adultos o en niños o adolescentes, ya que la exposición a estos eventos se da en edades tempranas, el desarrollo del niño a nivel emocional (habilidades emociones básicas, la personalidad, el apego) y fisiológico (sensorial y motor) pueden verse afectados.

A parte del patrón de sintomatología típica del TEPT, que consiste en síntomas de reexperimentación, evitación e hiperactivación y vigilancia, este trastorno presenta tres características más específicas, graves y persistentes que son: un autoconcepto negativo, problemas en las relaciones interpersonales y una desregulación afectiva. Todo este perfil supone una gran interferencia y deterioro en los ámbitos social, familiar, educativo, ocupacional y personal de la persona con este trastorno.

Es importante recordar que este diagnóstico debe ser realizado por un profesional de la salud mental, ya que existen finas líneas y matices que distinguen este trastornos de otros, en los que algunos síntomas puedan ser derivados de otra problemática o sumarse.

¿Cuáles son los síntomas de este trastorno?

Cómo ya hemos comentado, la sintomatología del trastorno de estrés postraumático también este presente, pero además tienen unas dificultades añadidas, dado que estas personas han visto su integridad física y psicológica afectada de forma repetida, sacudiendo los cimientos psicológicos que sostienen una salud mental estable. En los adultos, las alteraciones se dan en las siguientes áreas descritas a continuación:

  • Apego: suelen desarrollarse patrones de apego inseguro o desorganizado, que afectan no solo a las relaciones interpersonales, sino que se vuelven evidentes y perjudiciales especialmente en el contexto familiar, como a la hora de tener relaciones de pareja o en la crianza (no pudiendo responder adecuadamente a las necesidades emocionales de los hijos).
  • Autorregulación emocional: hay una gran labilidad emocional con estallidos emocionales (de ira o tristeza), ideación suicida, autolesiones, conductas impulsivas autodestructivas (sexual, consumo de drogas y alcohol…). También suelen tener muchos síntomas de somatización y problemas médicos.
  • Conciencia: amnesia selectiva, revivir las experiencias a través de flashbacks, pensamientos o reviviendo las emociones sentidas), sentirse emocionalmente anestesiados o sufrir de disociación. La disociación puede ir desde la desconexión (la parte emocional y cognitiva se separan), despersonalización (percepción alterada de uno mismo), desrealización (percepción alterada del entorno) o en su forma más extrema, disociación de la identidad (experiencia de tener más de una personalidad dentro de uno).
  • Autoconcepto: tienen una percepción muy negativa de sí mismos, con emociones crónicas de impotencia, indefensión, vergüenza, culpa o estigma, además de sentirse desconectados de las demás personas y del mundo.
  • La percepción del agresor: se pueden preocupar por la relación con éste, idealizarle, atribuirle un poder casi absoluto, sentir una conexión especial con él, buscar su aprobación, adoptar su forma de pensar y valores, e incluso sentir gratitud.
  • Relaciones interpersonales: aislamiento, en parte debido a la desconfianza, ira y agresividad hacia los demás, que se alterna con la búsqueda recurrente de un “salvador” (alguien que restaure la sensación de seguridad). Esto, unido al resto de alteraciones, lleva a una gran dificultad a la hora de entablar y mantener de relaciones íntimas, así como para para autoprotegerse, a pesar de poder tener habilidad sociales.
  • Sistema de creencias y valores: estos eventos traumáticos repetidos rompen con el sistema de creencias adaptativo que tiene una persona, especialmente las ideas sobre uno (“yo soy bueno”), los demás (“la gente es buena”) y sobre el mundo (“el mundo es seguro”, “el mundo es justo”, “el mundo tiene sentido” y “la vida es controlable”), generando sentimientos de abandono, impotencia, desesperanza y desesperación.

En el caso de los niños, la sintomatología se presenta de una forma similar y especialmente en forma de dificultades en el desarrollo de habilidades típicas de la etapa evolutiva (lectoescritura, atencional, ejecutiva…) y trastornos del comportamiento.

¿Se puede solucionar?

La sintomatología del trastorno, así como el deterioro de la persona, pueden poner en un mayor riesgo de volver a ser victima de un abuso físico o sexual, por lo que es importante poder empezar un proceso terapéutico, y en muchos casos, psiquiátrico para poder gestionar la sintomatología.

Aunque los enfoques terapéuticos pueden variar y existen técnicas más específicas para procesar los eventos traumáticos, la mayoría de los estudios están de acuerdo en la importancia de estabilizar y garantizar la seguridad de la persona, antes de después procesar los recuerdos y los sucesos traumáticos, mientras se aprenden y consolidan herramientas, que permitirán integrar todo ello y flexibilizar las creencias que han sido alteradas. No es un proceso terapéutico sencillo, ni corto (ya que todas las personas van a ritmos diferentes y tienen circunstancias diferentes), pero se pueden lograr muchos avances y mejora en la calidad de vida de la persona, reduciendo la sintomatología o su gravedad e intensidad.

Si crees que te encuentras (o alguien cercano a ti) en esa situación, estaremos encantadas desde el equipo de Quiero Psicología, de poder ayudarte.

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¿Cómo es un agresor/a en Violencia Intragénero?

Hace unas semanas terminamos la segunda edición de nuestro curso de Violencia Intragénero.

En él explicamos, entre otras muchas cosas, cómo son los agresores y agresoras en Violencia Intragénero. Lo triste es que este es un tema que no se habla, pero ni siquiera en Violencia de Género (de la que poseemos muchísima más información), la proporción de libros que hablan del fenómeno desde el lado de la víctima y la proporción de libros que hablan de agresores está totalmente desequilibrada. Cuesta mucho encontrar información de los agresores. Hay pocos libros y siempre dicen más o menos lo mismo.

Nos parece triste puesto que creemos en el abordaje integral de la violencia, hay que tratar a las víctimas pero también es importante rehabilitar o incluso simplemente identificar a los agresores.

¿Qué es igual y diferente?

Como siempre lo más conocido de los agresores y agresoras son las variables de riesgo, es decir, los elementos que si han estado presentes en la vida de una persona hace más probable que se convierta en el maltratador/a de su pareja, y en este caso, en la violencia intragénero son los mismos que en la de género: haber presenciado violencia en su infancia, no poseer herramientas para gestionar emociones, baja tolerancia a la frustración, abuso de alcohol u otras sustancias, tener un trastorno de personalidad, etc.

Pero… además de estas clásicas hay otra causa diferenciadora y super importante: el haber sufrido homofobia (o bifobia o transfobia). ¿Por qué aumenta el riesgo? En violencia de género está ampliamente estudiado que una variable que aumenta la probabilidad de ser víctima o agresor es la falta de autoestima y el haber sufrido violencia. Y si he sufrido homofobia evidentemente mi autoestima se puede ver mermada y puedo ser víctima de una violencia bastante reiterada (desde los insultos de maricón en el colegio hasta el rechazo de mis padres porque no me aceptan), por no hablar de que a lo mejor de que estaré más aislado y por lo tanto más a merced de mis circunstancias sin una buena red de apoyo. Todo ello aumenta la probabilidad de ser maltratador/a en Violencia Intragénero.

¿Cómo maltratará un agresor/a en este violencia?

Un buen maltratador/a va a utilizar todo lo que esté a su mano para agredir a su pareja, los insultos se adaptarán perfectamente a las cosas que les pueden hacer más daño, si un maltratador en Violencia de género por ejemplo utiliza la asunción machista de que una mujer si ha estado con varios hombres es una puta, un maltratador en Violencia Intragénero utilizará por ejemplo el cliché de que un gay es siempre una persona sexual y lo usará por ejemplo para minimizar el abuso sexual que ha perpetrado disfrazándolo sólo de mal sexo.

¿Qué más cosas puede utilizar?

Pues en general todo aquello que tiene que ver con la subcultura LGTBI que es la específica aquí, igual que lo de que los gays son un depravados que quieren sexo, el por ejemplo amenazar a tu pareja con sacarlo del armario en contra de su voluntad o en ámbitos que le perjudicarían seriamente…

Hay muchas más específicas que veremos en nuestro próximo curso de de Perfiles de agresor en Violencia de Género e Intragénero. En breve tendrás toda la información en nuestra página, si quieres saber más ¡Apúntate aquí debajo a nuestra newsletter y no sólo lo sabrás el primero sino que te ofreceremos descuentos exclusivos!

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¿A quién llamamos «gilipollas»?

¿Qué queremos decir cuando decimos «este tipo es gilipollas»?

Pues hablando en términos más clínicos y «finos» probablemente es que nos hayamos encontrado con una personalidad desadaptada, si no, incluso puede ser que con un trastorno de personalidad.

¿Por qué?

Verás, cuando nos encontramos con una persona que etiquetamos como «estúpida, gilipollas, egoísta» es que probablemente hace varias cosas de esta lista:

-No ve al otro, es egoísta.

-No tiene flexibilidad para entender otros puntos de vista.

-Tampoco herramientas para intentar empatizar.

-Le gusta tanto su drama que sólo acapara el espacio con su propia historia.

-Es tan rígido que no se adapta a nada, quiere que todo sea como él o ella piensan que debe ser, no tolera que sea de otra manera.

-Has llegado a pensar que no entiende el mundo que le rodea, vamos, que vive tanto en su propia realidad que no entiende cómo funciona de verdad el mundo.

¿Has visto a alguien en esta descripción?

Todo lo que he puesto son características de una personalidad desadaptada ¿y qué es eso? pues te lo explico:

Todos nacemos con un temperamento, es decir, si de bebés somos más tranquilos, más llorones, más activos, más pasivos, etc. Por eso los padres te dirán que «es que este niño ya era nervioso hasta de bebé».

Pero lo más importante es cómo nuestra educación, padres, profesores, etc nos van modulando y las herramientas que aprendemos a utilizar para relacionarnos con los demás (que dependerán de cómo sean las personas que me han rodeado al crecer) y a estas herramientas, que se «solidifican» en lo que llamamos personalidad sobre los 16-18. Un ejemplo: si has aprendido que te prestan muchísima atención y cariño cuando sacas buenas notas probablemente has tendido a ser el más estudioso, el que mejor lo hacía, etc (incluso si no te prestaban especial atención pero esto sí que te grabaron «que lo tenías que hacer» o te castigaron horrible cuando fallabas).

Si tus padres o el entorno ha sido medianamente «sano» (que no perfecto) tus rasgos de personalidad se «adaptaran» al mundo que te rodea, por ejemplo puedes tender a ser cabezota pero sí saber ver otros puntos de vista, o puedes tender a ser un poco más dramático pero bajas tu drama cuando es necesario ayudar a quien quieres.

¿Qué pasa si el entorno no fue sano o esa persona tuvo muchos traumas?

Pues que los rasgos de personalidad se exagerarán, serán tan fuertes, rígidos e inflexibles, que ya sólo vivirás pensando que ese mundo que tienes en la cabeza es el real y verdadero. Por ejemplo, no sabrás bajar tu drama y te parecerá que lo tuyo siempre siempre (da igual la situación o la urgencia es más importante) es lo central, o te parecerá que todo el mundo viene a engañarte todo el tiempo (aunque no sea así), etc.

Para que sepas distinguir un poco estos rasgos te pongo en nivel super resumido los distintos que hay, cuidado, esto es una cuestión de nivel, es decir, cuánto del rasgo tengo, puedo tener una tendencia (y ser medianamente sano), o puedo ya tener una personalidad desadaptada, o en su extremo el trastorno de personalidad:

El obsesivo:

Tienden a ser más rígidos, tienen ideas muy fuertes de cómo deberían ser las cosas y siempre quieren tener la razón, se planifican con detalle, se hacen listas y les gusta el orden y la limpieza, lo suyo es la productividad, quieren que todo sea efectivo. Se les definirá como los cabezotas.

El codependiente o cuidador:

No se preocupa de sí mismo porque vive de cara a los demás, cuidándolos o estando todo el tiempo pendiente de lo que necesitaría el otro. Pueden llegar a ser totalmente controladores y estar todo el tiempo encima diciéndote cómo debes hacer las cosas o incluso anticipándose a tus necesidades sin que se lo hayas pedido y te hagan sentir culpable por ello.

El paranoico:

Esto es lo mismo que desconfiado. Siempre está pendiente de los demás porque cree que le van a engañar, que le van a hacer daño o que las gente que se acerca lo hace para aprovecharse. Tiende a aislarse. Su frase favorita es: «mira lo que me ha dicho fulanita…»

El esquizoide:

Es que «va a su bola», «si le pinchas no sangra». Son personas excesivamente independientes, sólo les importa lo que ellos quieran en ese momento, no por egoísmo maligno sino porque como su emoción no es intensa (es mucho menos intensa que la media) pues no les duelen igual las cosas. Por ejemplo pueden crear lazos contigo y destruirlos sin parpadear y sin entender por qué te duele tanto. Se les ve como magníficos porque no necesitan a nadie pero en realidad no crean vínculos reales. Podría ser la típica persona que juega a videojuegos todo el día o hace actividades muy solitarias.

El narcisista:

Este es casi unos de los perfiles a los que más identificaremos como «gilipollas». Es el egoísmo puro, se tienen en muy alta estima, son creídos y arrogantes, creen que sólo por el hecho de ser ellos tienes que hacerles caso y atenderles. En la exageración del rasgos ya serán psicópatas y disfrutarán haciendo daño. Suelen ocupar puestos de poder en empresas, política, etc.

El histriónico:

Como bien dice la propia palabra lo que quieren es llamar la atención, quieren ser el centro, se pueden considerar «especiales» y suelen tener un aspecto muy exagerado, por ejemplo muchos maquillaje, ropa de colores fuertes o un «rollo» muy definido, por ejemplo ser una persona iluminada y espiritual (y sentirse super especial por ello) o una gurú de youtube, etc. Su especialidad suele ser relacionarse con los demás por la sexualidad, seduciendo. Suelen un poco «fantasmas».

El límite:

Eso es lo que hemos llamado en términos coloquiales el «bipolar» (que bipolar no es esto, pero así lo decidió el lenguaje coloquial). Lo mismo hoy te quieren que mañana te odian, lo mismo hoy tienen una autoestima maravillosa que mañana se han hundido, lo mismo eres su super amiga que mañana tienen un enfado fortísimo por cualquier tontería y te han bloqueado de todas las redes. Son lo impredecible. Vives a su lado como si caminaras sobre ascuas sin saber cuándo te vas a quemar.

Ten en cuenta que todos estos rasgos pueden combinarse entre sí, por ejemplo puedes ser bastante obsesivo y un poco paranoico, u obsesivo y cuidador, etc. No son excluyentes, los rasgos son herramientas que hemos cogido para adaptarnos a las personas que nos rodeaban y por lo tanto podemos tener muchas.

¿Has visto a alguna persona que te rodea y que te está haciendo la vida imposible?¿Querrías saber cómo manejarla?¿te has reconocido a ti mismo? Pues acude a nosotras. En Quiero Psicología somos expertas en estos temas.

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¿Tengo un TCA?

Los problemas psicológicos han ido aumentando en los últimos años, sobre todo, entre las más jóvenes. Después de la pandemia, las consultas psicológicas se han llenado de personas buscando ayuda, y el motivo de consulta que se repite es: TCA (Trastorno de la conducta alimentaria).

¿Qué es un TCA?

Los TCA, son trastornos psicológicos graves, que conlleva alteraciones de todo (o casi todo) lo relativo a la alimentación y lo que eso implica. Existen muchos tipos de TCA, sin embargo, los que más podemos ver en consulta psicológica son principalmente:

  • Anorexia nerviosa: Se rechazan sistemáticamente alimentos.
  • Bulimia nerviosa: Es la ingesta excesiva de alimentos en un periodo corto de tiempo. Esto se une a una preocupación excesiva por el control del peso corporal, lo cual le puede llevar a utilizar métodos para controlar el aumento de peso como inducirse el vómito.
  • Trastorno por atracón: La persona come generalmente una cantidad de comida mucho mayor de lo normal, todo al mismo tiempo. Se siente fuera de control durante estos atracones.
  • Vigorexia: Trastorno del comportamiento que se caracteriza por la obsesión de conseguir un cuerpo musculoso.
  • Ortorexia: Obsesión por controlar la calidad de los alimentos que se consumen, es decir la obsesión por comer totalmente sano.

¿Cuál es el origen de un TCA?

A pesar de sus diferencias, (sobre todo en la forma, más que en la función) también tienen características en común, y una de ellas es la insatisfacción corporal, que podemos definir como la discrepancia entre la imagen corporal que percibimos de nosotras mismas y la imagen corporal que consideramos ideal.

Esto se debe a muchos factores, pero uno de ellos es claramente el canon de belleza que nos han transmitido los medios de comunicación y que no es más que un estereotipo que nos empuja hacia la idealización de una belleza que parece ficticia en la gran mayoría de las veces, y no representa una vida saludable en la gran mayoría de sus casos.

En la década donde muchas de nosotras crecimos, nuestras figuras de referencia eran mujeres adultas (o adolescentes) con cuerpos esbeltos, normativos, proporcionados y algunos excesivamente delgados. Con esto no queremos decir que algunas de estas mujeres no tuvieran una constitución delgada y no tuviesen que hacer grandes esfuerzos, seguro que sí, sin embargo, sabemos que no es lo más habitual.

Actualmente los cánones han cambiado y aunque sabemos que la presión por tener un cuerpo normativo y encajar en los cánones de belleza, ha recaído mucho más en las mujeres y que además el normopeso y el sobrepeso se normaliza más en cuerpos masculinos, ellos no están exentos de este tipo de problemas, ya que el sistema se encarga de que todos caigamos en las mismas trampas.

Actualmente tenemos mucha más información sobre la anorexia o la bulimia nerviosa y podemos identificar como algo negativo o perjudicial el hecho de dejar de comer, de restringir una gran cantidad de alimentos o de llevar a cabo conductas purgativas como pueden ser los vómitos o laxantes, sin embargo, otras conductas que pueden ser igual de problemáticas están siendo aceptadas socialmente.

Por ejemplo, la practica excesiva de ejercicio, con el objetivo de ganar masa muscular en ellos y de tonificar y perder grasa corporal en ellas y el seguimiento de dietas pautadas por un entrenador personal (en el mejor de los casos), que nada tienen que ver con llevar un estilo de alimentación saludable, como la dieta keto, o la dieta depurativa entre otras. O el famoso estilo de vida “realfooding”, que promueve una alimentación basada en alimentos reales, mínimamente procesados, evitando o reduciendo lo máximo posible los ultraprocesados. Parece que a priori no tiene nada de malo, sin embargo, no siempre disponemos de tiempo para cocinar y para no consumir mas de un 10% de ultraprocesados que parece que se nos permite. Y es entonces cuando nos sentimos culpables por no seguir estas reglas (que no dejan de ser restrictivas), al igual que ocurre con otro tipo de dieta, y quizás esta culpa, tenga que mitigarse con algo relacionado con la comida, porque no tenemos otro tipo de estrategias de afrontamiento.

Visto así, parece que hay muchos comportamientos normalizados que pueden preceder a un TCA, sin embargo, lo que para una persona puede ser un disparador, para otra, con otro contexto y otras variables personales, puede no serlo. Sin embargo, puede haber una serie de conductas que nos den una pista sobre como esta siendo nuestra relación con la comida y con el cuerpo.

¿Podría estar haciendo conductas «peligrosas»?

Esto no es un test estandarizado y científico pero si estás haciendo este tipo de conductas con un nivel muy alto de ansiedad puede ser la antesala de un TCA, o al menos, un indicador de que tu autoestima no se encuentra muy bien:

  • Eliminar drásticamente ciertos alimentos que nos gustan porque tienen mayor índice calórico.
  • Seguimiento de las famosas dietas milagro para conseguir cambios en muy poco tiempo
  • Cambiar nuestros hábitos con la llegada de la operación bikini.
  • Demonizar grupos de alimentos porque no son lo suficientemente sanos.
  • Practicar más ejercicio del que nos gustaría o del que disfrutamos
  • Sentir emociones desagradables cuando nos saltamos las reglas.
  • Dejar de acudir a planes sociales en los que puede haber comida/bebida que «engorda» o en los que nuestro cuerpo puede ser más visible (como ir a la piscina)
  • Dedicar mucho tiempo a pensar qué y cómo vamos a comer…

En definitiva, si nuestro estado de ánimo depende de cuanto he adelgazado, o si llevamos a cabo comportamientos para que nuestro cuerpo cambie a toda costa, aun sabiendo lo perjudicial que puede llegar a ser, puede ser hora de pedir ayuda. En Quiero Psicología podemos ayudarte.

Trauma por abandono

En muchas ocasiones en terapia se intervienen en situaciones orientadas al miedo que nos produce tan solo pensar en la soledad. Miedo a que nuestra pareja nos deje o miedo a desvincularse de determinadas amistades que ni siquiera nos hacen sentir bien. En un porcentaje muy elevado ese miedo va vinculado al trauma que una persona ha podido tener por abandono ya sea físico, emocional o ambos.

Una persona puede sentir abandono emocional aunque las personas estén a su alrededor cubriendo las necesidades fisiológicas. El abandono también se puede sentir por una muerte inesperada, aunque evidentemente esto ha sido en contra de la misma persona, puede conllevar que sintamos un abandono y una soledad profunda, así como también puede suceder en las personas que han sido adoptadas.

El trauma por abandono suele tener su origen en la infancia. Sufrir un abandono en la infancia es algo  importante que conlleva dificultades a la hora de  relacionarse con el mundo en la vida adulta. Este sentimiento puede tener una grave consecuencia en la autoestima y cuando en alguna ocasión nos encontremos en  situaciones complicadas como por ejemplo; un despido laboral, una ruptura de pareja etc, enseguida nos llevaremos esto al terreno totalmente personal sintiéndonos inválidos y poco suficientes para los demás.

En este caso nos vemos en la obligación de volver a aprender determinadas cosas por nosotros mismos, a vernos y valorarnos como realmente nos merecemos.

¿Qué consecuencias podemos tener?

Es importante entender que no todo el mundo aceptan y expresan las emociones y el dolor de la misma manera, va a depender de muchos factores en los que se hayan desarrollado, no obstante, podrían existir consecuencias comunes:

  • Una de las consecuencias más obvias que podemos observar en la sesión es la dificultad a la hora de establecer relaciones tanto sentimentales como sociales de manera estable. Las personas con sentimientos de abandono tienden a la desconfianza, sentirse vulnerables, o incluso tener épocas de tristeza y apatía que a veces no saben reconocer de donde provienen.
  • Es común observar conductas de autosabotaje (siempre de manera inconsciente). Cuando una persona se encuentra en una relación en ocasiones su propia sensación de poca valía puede provocar conductas y actitudes que conlleven a la ruptura. Esto ocurriría porque no se consideran merecedores de la felicidad..
  • Es posible que haya problemas de una gran dependencia emocional o ansiedad por relacionarse teniendo la necesidad de aprobación y reconocimiento siempre de manera externa.
  • A su vez, es común sufrir ciertas “reminiscencias emocionales”. En ocasiones, algo o alguien reactiva sus sentimientos de abandono y todo su mundo se paraliza de nuevo.
  • Puede aparecer la ansiedad sostenida en el tiempo. Las personas con heridas por abandono suelen estar en un estado constante de hipervigilancia. Al haber vivido situaciones de peligro en la infancia sin que nadie los socorriera, aprenden a no pedir ayuda y tener que reprimir las emociones.

¿Cómo se puede trabajar este trauma?

En una primera instancia hay que hacer un viaje a nuestro mundo interior, utilizar el diario emocional, mirarse al espejo desde la consciencia, poner en práctica conductas y actividades que conlleven ponerse como prioridad. Sobre todo y muy necesario un proceso terapéutico que permita llegar a la introspección y autocuidado, si quieres que nosotras seamos la mano experta que te acompañe en Quiero Psicología estaremos encantadas.