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Cuando eres demasiado «sincero»

Es probable que te resulte familiar el concepto “sincericidio” o quizás no, pero es muy posible que la frase “yo soy así, voy con la verdad por delante” la hayas escuchado alguna vez. Si esto es así, ya has tenido tu primera experiencia con un sincericida y con alta probabilidad ha sido un contacto desagradable ya que esta frase típica sirve como pretexto para decir todo cuanto se le antoje a la persona.

También es posible que estés pensando en algún momento donde creas que has hecho daño a otros con tus palabras, por no haberlas medido o porque has pensado solo en lo que tu creías cierto. En este post, vamos a aprender a identificar qué es, cómo detectarlo y cómo cambiar este comportamiento.

¿Qué es el sincericidio?

El termino sincericidio no está recogido en la RAE, pero hace alusión a un comportamiento habitual en la sociedad. Este concepto hace referencia a “matar” “usando la “verdad” como arma, sin medir las palabras, sin tener en cuenta al otro y sin que se le haya pedido esta información.

Gran parte de este compromiso con la verdad encuentra sus raíces en los mandatos sociales que aparecen en las primeras experiencias vitales como por ejemplo cuando de pequeños recibes el mensaje de “no se miente”, cuando se jura sobre la biblia para decir “la verdad y nada más que la verdad” etc. A nivel social se premia la verdad y se castiga la mentira, pero ¿es lo mismo sinceridad que sincericidio?.

¿Cómo se comporta un sincericida?

Los sincericidas equiparan su opinión a la verdad absoluta y desde esa premisa se consideran con el derecho y el deber de compartir esta información.

Pensemos por ejemplo que se está produciendo una discusión. En esos momentos, es difícil a veces considerar otras visiones alternativas porque estás secuestrado por la emoción. En estas situaciones hay diferentes formar de reaccionar: unos optarían por huir de la conversación o se callarían, otros tendrían una comunicación responsable y hablarían sin herir al otro. El “sincericida» no establecería un filtro entre lo que piensa y lo que dice y avasallaría con sus “verdades” caiga quien caiga.

Este es el modo de comunicarse que mantiene un sincericida en la relación con los demás (sin necesidad de discusión).

¿Por qué ocurre?

Cualquier tipo de comportamiento que se mantiene a lo largo del tiempo está ejerciendo una función para la persona.

En el caso de la mentira, nos protege de enfrentarnos a situaciones que no deseamos o nos resultan desagradables, o nos beneficia porque conseguimos algo de este modo.

Del mismo modo ocurre con el sincericidio y estas palabras envenenadas están sirviendo de algo para quien las dice.

Es posible que esa persona no repare en cómo se puede sentir el otro, es decir, no tenga la capacidad de empatizar.

En otras ocasiones, esta forma de actuar es una forma de expresar la rabia. Esta emoción está ligada a la defensa y se dispara ante situaciones donde se siente rechazo o un trato injusto.

Otras veces, este tipo de comunicación se disfraza de sincericidad, pero a menudo se hace con la intencionalidad de dañar al otro de forma deliberada.

Y este comportamiento se lleva a cabo desde la presuposición de ser un ejemplo a seguir por haber sido “honest@”, pero nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que se trata de una actitud agresiva, que conlleva consecuencias negativas en la vida de esa persona.

Si este tipo de comportamiento se perpetúa, es muy probable que las relaciones sociales no se mantengan a lo largo del tiempo, ya que nadie querrá tener al lado a una máquina de decir verdades hirientes puesto que genera un daño emocional innecesario.

Asimismo, al irse quedando sin red de apoyo, las posibles creencias que tenga esa persona sobre el trato injusto de los demás hacia ésta se verán reforzadas. Por tanto, le alentará a seguir defendiéndose desde la palabra y se mantendrá así este comportamiento tóxico.

CÓMO SER SINCERO: No hay sinceridad sin asertividad.

La “asertividad” es una habilidad social que nos ayuda a expresar nuestras opiniones, emociones y sentimientos logrando nuestros objetivos, con el mínimo coste emocional y cuidando la relación con los demás.

La defensa de tus derechos no tiene que ver con ignorar los sentimientos de los demás. De esto se trata la sinceridad, de la capacidad de comunicar sin herir al prójimo.

¿Y cómo se hace eso?

En primer lugar, es necesario adquirir la responsabilidad de qué decir y cómo hacerlo. Ten en cuenta que no tienes que decir absolutamente todo lo que piensas.

Antes de comunicarlo, plantéate para qué quieres decir lo que vas a decir, qué tipo de beneficio obtendría la otra persona de ello y cómo afectará a la relación.

Mantén una actitud empática. Esto implica plantearse en qué circunstancias vas a comunicar lo que quieres decir. Elige el momento más adecuado y valora la situación de la otra persona. Quizás no esté emocionalmente preparada para recibir esa información o no quiera recibirla. Si tienes duda, puedes preguntarle directamente si quisiera saber tu opinión. Si la respuesta es afirmativa, de nuevo recuerda: FILTRA.

Si no sabes cómo defender una opinión, utiliza “mensajes yo”: habla desde tus pensamientos , opiniones y o sentimientos (ej. “Yo pienso/considero/opino..”). De este modo podrás mantener un dialogo constructivo y facilitarás la conversación y la participación de los demás.

¿Qué hacer si estoy ante un sincericida?

Si estas en contacto continuo con una persona que actúa de este modo, házselo saber. Evita calificarle con una etiqueta (ej. “eres insoportable”) y céntrate en las conductas que te hacen sentir mal ( ej. “ Cuando dices…me haces sentir…te agradecería que no se vuelva a repetir/que la próxima vez (pedir cómo te gustaría que se comportara contigo).

Este sería un ejemplo de sinceridad sana. Si es un vínculo que deseamos mantener, de este modo se le está dando la oportunidad a la otra persona de cambiar y de que siga permaneciendo en tu vida.

Es posible que la otra persona no reaccione como esperas o no realice cambios. En ese caso, ese vinculo esta generando un daño innecesario y marcar el límite es una actitud de responsabilidad afectiva para contigo.

Si duele, ahí no es. Y si tienes problemas para poner esos límites, recuerda que desde Quiero Psicología podemos ayudarte.

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