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¿Qué es la violencia estética?

Vivimos en una sociedad que está obsesionada con la delgadez, con ajustarnos a un determinado canon de belleza impuesto; una configuración normativa que nos invade a través de redes sociales, de la televisión, de las películas, de las series, de las fotografías.

Es un canon impuesto y calificado como sano, si te ajustas a este tipo de configuración estás sano físicamente, de la salud mental, obviamente, no hablamos.

Es una imposición que recibimos de forma externa pero gota a gota va calando en nuestra mente y en nuestra forma de pensar, provocando que de manera inconsciente cambiemos nuestra forma de actuar, modifiquemos nuestras costumbres, que nuestras conversaciones giren entorno a la apariencia física de quienes rodean, ya sean personas cercanas, familiares, o simples transeúntes.

Aunque todos estamos expuestos a este tipo de violencia, las mujeres somos más vulnerables y la vivimos de forma mucho más intensa y marcada. Es otro tipo de violencia al que se nos somete, teniendo que seguir unas exigencias estéticas y sufriendo una obsesión por la belleza corporal definida por una sociedad patriarcal y con marcados intereses machistas.

Es una violencia que se ejerce a nivel psicológico, pero que las mujeres expresamos modificando nuestro aspecto físico, intentando adaptarnos a un patrón subjetivo y previamente definido como bello, estético, deseable, femenino.

Lo malo de este tipo de violencia es que es tan sumamente sutil que no la percibimos y todas hacemos determinadas cosas con nuestra imagen corporal y con nuestro físico de manera automática y tradicional que ya las consideramos como parte de la idiosincrasia de ser mujer.

Nos depilamos, no arreglamos las cejas de determinada forma, no salimos sin estar maquilladas… ¿por qué lo hacemos?, ¿por qué nos sentimos bien? ¿por qué nos gusta? ¿Somos conscientes de los motivos que nos llevan a realizar determinadas acciones?

¿De dónde sacamos el modelo a seguir?

Pero, de dónde obtenemos el modelo a seguir para que todas nos tengamos que ajustar a él, al cuerpo que es normativo, que tiene una forma determinada, un peso concreto, un tono de moreno y un color de pelo.

Nos bombardean con imágenes de mujeres definidas como perfectas, con estas características corporales, pero que también visten de una manera determinada, siguiendo unas tendencias que nos dicen que vamos a la moda.

Desde la televisión, en los anuncios publicitarios, en instagram, en tik tok, a través de los vídeos musicales, de las películas de cine o de las series netflix.

¿Cuántas veces hemos visto una serie apocalíptica en la que los protagonistas, llevan meses caminando a través de carreteras abandonas, enfrentándose a peleas contra diferentes seres, durmiendo en condiciones deplorables y con una higiene cuanto menos deficiente? Y, ¡qué curioso! Los personajes femeninos van perfectamente depiladas, con el pelo limpio y con ropa que no les va a permitir moverse con agilidad, mientras que a los personajes masculinos se les permite que se les note el paso del tiempo y las consecuencias de las condiciones en las que están viviendo.

Parece algo sin importancia, ¿verdad? Pero provoca que de manera inconsciente nos vaya calando la imagen a la que nos debemos ajustar para ser “la mujer perfecta”.

Nos venden como eslóganes publicitarios que para sentirnos bien, debemos vernos bien y vernos bien es cumplir con determinadas características que seguimos a pies juntillas a costa de nuestra salud mental y en muchas ocasiones de la física.

Consecuencias del ajuste al modelo

Podemos pensar que no estamos sufriendo las consecuencias directas del ajuste a este canon normativo de belleza ya que realizamos determinadas conductas todos los días que hemos interiorizado como “lo que hay que hacer”. Lo hacía nuestra madre y la madre de nuestras amigas en el colegio, nuestra profesora del instituto, y casi cualquier mujer que nos encontramos en nuestro día a día.

Hay que comer fit, hay que hacer ejercicio diariamente, hay que consumir determinados productos, para ajustarnos a ese modelo de cuerpo en muchas ocasiones inalcanzable ya que se obvian las características genéticas de altura, construcción, metabolismo…

Desde este punto de vista, podemos abordar cuestiones como la gordofobia, las distorsiones de la percepción que tenemos de nuestro cuerpo, las modificaciones corporales que se hacen a través de las cirugías estéticas e incluso los trastornos de la conducta alimentaria.

Consecuencias que a su vez están distorsionadas ya que le quitamos importancia a que alguien se ponga botox en los labios, siga un dieta alimenticia “para encontrarse mejor”, o que tengamos conversaciones en las que nuestra manera de clasificar al otro sea por su peso o su forma de vestir.

Todas estas consecuencias pueden provocar en cada persona, en cada mujer que sintamos que no somos válidas, que no somos suficientes, que no somos deseables, que no somos “buenas mujeres”.

¿Qué podemos hacer?

Es necesario tomar consciencia de nuestros actos, realizarlos de manera crítica; conocer nuestras motivaciones.

No te juzgues o te critiques por darte cuenta que realizas determinadas acciones, cuestiona la motivación por las que las haces. Piensa si ese acto concuerda con tu vida, con lo que quieres transmitir de manera consciente e intencional y si es así, ¡hazlo!

Ponte tacones, píntate los labios de rojo o usa zapatillas de deporte; depílate o no lo hagas. Acude al gimnasio, a zumba, a pilates o a musculación.

Ponte ese vaquero que está de moda o la camisa de tu abuelo.

Vive de manera consciente, real, intencional, vive siendo tú, ajustándote a tu propia idea de quien eres, porque de esa manera eres perfecta, eres sana y eres completa.

Y no te olvides que no estás sola durante este proceso, que más mujeres están en el mismo camino que tú. Pero si aún así, necesitas un ayuda extra, no dudes en acudir a un profesional que te permita realizar este camino hacia una salud plena física y mental.

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