El derecho a morir dignamente.
El 24 de marzo se legalizó la eutanasia activa en España, una ley que entrará en vigor a partir del 25 de junio del 2021.
Con esta nueva ley, la eutanasia se convierte en un derecho individual que nos permite decidir sobre cómo queremos morir.
Hasta ahora este hecho se contemplaba solo cuando se activaba el protocolo de “Muerte Digna”.
Hay algunas las diferencias entre estos dos conceptos:
La ortonasia o muerte digna habla del derecho que tiene toda persona, un paciente terminal especialmente, de morir dignamente.
Esto implica que puede elegir no ser sometido a prácticas que invasivas (cirugías, hidratación, alimentación o reanimación por vía artificial) al no garantizar una mejora y por generar más dolor y padecimiento.
La muerte digna permite que el proceso de la muerte fluya de manera natural, sin bloquearlo, detenerlo o retrasarlo.
Es un acto pasivo, se deja morir.
La eutanasia es un proceso activo, en el que una tercera persona hace algo que pone fin a la vida de la persona que está sufriendo por la enfermedad que padece.
Una opción es que un profesional sanitario administre al paciente alguna sustancia.
La otra es que un profesional sanitario prescriba esa sustancia y que sea el propio paciente quien se la auto administre.
En ambos casos, la muerte se produce de manera directa e intencionada.
Es necesaria una petición informada, expresada y mantenida en el tiempo por esa persona.
Se lleva a cabo en un contexto de sufrimiento debido a una enfermedad o padecimiento incurable que la persona experimenta como incapacitante y que no ha podido ser mitigado por otros medios.
Lo que se pretende es que quien está padeciendo deje de sufrir y que se desencadene la muerte de la forma más rápida y menos dolorosa posible.
Defensores y detractores
La eutanasia genera mucha polémica.
Quienes la defienden, la consideran como el derecho de todo ser humano a morir dignamente.
Defienden el derecho de los enfermos y las enfermas que no van a curarse, a evitar el sufrimiento.
El derecho de cualquiera que no quiere seguir viviendo sin un mínimo de calidad de vida.
Las voces que están en contra, consideran la eutanasia un crimen.
Un atentado hacia una persona que seguiría viviendo si no fuese por la intervención activa de una tercera persona.
Si lo vemos desde los ojos y la experiencia de una persona enferma y que sufre sin esperanzas de mejora, quizás tengamos una perspectiva más realista.
Decisión vital
Mucha gente tiene muy claro que no quieren vivir sin un mínimo de calidad.
Sobre todo en lo que afecta a la salud y a la capacidad de relacionarse y/o interactuar con el mundo.
Otras personas no se plantean este hecho hasta que no se encuentran en una situación de enfermedad crónica.
O hasta que alguien muy cercano se plantea la posibilidad de la eutanasia.
Hasta que no vemos que nuestra vida se convierte en una tortura, es muy probable que ni siquiera nos planteemos hacer nada al respecto.
Cuando alguien toma una decisión de este tipo, suele ser porque el sufrimiento es tan grande que no puede seguir viviendo como lo hacía antes.
No tiene porqué tratarse de un impedimento físico constante, puede ser un dolor aleatorio que te deje fuera de juego, la pérdida del control de tu cuerpo, la dependencia al 100% de otras personas.
Las motivaciones, deseos o inquietudes se ven limitadas por la enfermedad.
Son situaciones en las que el objetivo de la vida desaparece.
Vivir no es un incentivo.
Seguir vivo se convierte en un castigo para uno mismo y para otros.
Puede suceder que las funciones vitales sigan activas.
Lo más probable es que se vean limitadas o se desarrollen gracias a medios artificiales que la persona enferma entiende como un alargamiento de la vida con sufrimiento y padecimiento.
Tomar una decisión de este calibre implica muchos momentos de reflexión.
Sopesar sus consecuencias: el abandono de la vida, el sentimiento de fallar a tus seres queridos para los que eres importante.
Acompañar en el proceso
Si es alguien cercano quien ha tomado esta decisión, nuestro papel, el más importante es acompañar en el proceso.
A pesar de ser una decisión voluntaria, intencionada, pedida, informada, etc. no deja de ser un momento doloroso y difícil en el que pueden aparecer dudas, miedos e inseguridades.
Acompañamos en este proceso para que el final de la vida de esa persona querida sea lo más pleno posible.
Sintiendo que la decisión que ha tomado está bien.
Sin juzgar.
Mostrando afecto, cariño, amor.
Es un proceso en el que debemos acompañar de la manera que la persona enferma desee, tan bien como seamos capaces.
Es evidente que en este acompañamiento podemos experimentar miles de emociones contradictorias.
Miedos que no sepamos cómo llevar.
Dudas que no sepamos resolver.
No deja de ser una situación nueva y bastante única.
Vivir este proceso solos puede ser duro.
Quizás nos resulte abrumador.
Incluso podemos sentir que nos sobrepasa, que no podemos responder a las demandas de nuestro ser querido como desea o necesita.
En esos momentos es importante recordar que no estamos solos.
Seguro que podemos contar con el apoyo de otros familiares o amigos.
Si te encuentras en una situación como esta y sientes que te desbordas, puedes acudir a un profesional de la psicología que pueda ayudarte a entender lo que estás sintiendo.
Gestionar tus emociones, entenderlas y darles el espacio que merecen es fundamental.
En Quiero Psicología te escuchamos y te damos herramientas que te ayuden a entender lo que estás sintiendo.
Estamos solo a una llamada.