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Hablar de sexualidad con nuestros hijos e hijas

Cuando nos planteamos la idea de tener que hablar con nuestros hijos sobre sexualidad nos asaltan miles de dudas y miedos.

¿Será el momento adecuado? ¿cómo debo hablarle? ¿qué debo decirle? ¿cuánta cantidad de información?

En otro post hace unos meses te hablamos de Niños, niñas y pornografía. Te mostrábamos algunas pautas directamente relacionadas con la pornografía y la forma de educar a nuestros hijos e hijas en la sexualidad.

Queremos ahondar en este tema. Que nuestros niños y niñas sean adultos sanos. Conseguir que la sexualidad, el sexo y todo lo concerniente al tema sea abordado desde la honestidad y la cercanía. Hacer que nuestros hijos e hijas se sientan cómodos y seguros a lo largo de las distintas etapas de su desarrollo.

La información debe ser adecuada a la edad del niño.

Hay varios requisitos fundamentales a la hora de abordar «la charla». Uno de ellos es tener siempre en cuenta en qué etapa de desarrollo se encuentra nuestro hijo o hija.

La manera en la que le damos la información a un niño de 6 años, no es igual a la forma en la que se la damos a un adolescente.

Procesan la información de manera distinta en función de sus experiencias, de sus conocimientos previos, de la edad madurativa y cronológica.

Si sobresaturamos y ofrecemos información para la que no están preparados, podemos hacerles más lío que aclarar conceptos.

Debemos hablarles de una forma clara, concisa y veraz.

No debemos hablarles con dudas, dando demasiadas vueltas, utilizando metáforas infantiloides (la abejita pone una semillita) balbuceando, etc. Estas actitudes pueden mostrar a nuestros hijos e hijas que nos da vergüenza hablar “de estos temas” que es justo lo que queremos evitar.

¿Cuándo debo hablar con ellos y ellas?

Hay diferencia entre hablar de manera puntual sobre un tema de educación sexual y ofrecer una educación sexual. Son dos conceptos muy diferentes.

Al hablar con nuestros hijos e hijas, estamos transmitiendo una información concreta. Información que o bien han pedido ellos o nosotros como adultos hemos decidido ofrecer por considerarlo necesario, adecuado para su correcto desarrollo, etc.

La educación se da en el día a día, en la cotidianeidad.

El mejor ejemplo que podemos dar es en nuestro día a día.

La forma en que vivimos y expresamos nuestra propia sexualidad en la intimidad de nuestro hogar es fundamental.

Normalizar las muestras de afecto, cariño y respeto hacia nuestras parejas, hablar sobre la menstruación sin hacerlo parecer algo «sucio», etc.

No ocultarnos, no avergonzarnos, les enseñará a ellos y ellas a no hacerlo.

¿Qué temas tratar?

Según nuestros hijos e hijas van cumpliendo años, su capacidad cognitiva, su nivel de comprensión, su curiosidad y su interés aumentan.

Como ya hemos comentado, los temas que vayamos abordando tienen que estar muy ligados a la edad de nuestros hijos.

A partir de los 2 años.

Un dato importante a tener en cuenta es que los niños comienzan a percibir diferencias entre los sexos a partir de los 2 años.

Empiezan a sentir curiosidad por las distintas características entre niños y niñas y comienzan las autoexploraciones.

Son conductas normales y sanas que todos los niños tienen. No es preocupante ni alarmante y es una señal de que podemos ir comenzando a ofrecerles una educación sexual sana y adecuada.

Es el momento para indicarles los nombres reales de sus genitales. Para ir explicándoles las diferencias físicas entre niños y niñas, por ejemplo.

Debemos permitir la autoexploración. Se les puede indicar que es algo que es mejor hacer en casa que en el parque. Es importante remarcar que no es porque sea vergonzoso o algo que esconder. Podemos decirles que así no se llenarán de arena o cualquier otra idea que no les indique que lo que hace ha de ser escondido.

Al comenzar a sentir curiosidad, además de la autoexploración, intentan investigar en otras personas.

Cuando comienzan a intentar hacer esto, es la oportunidad perfecta para transmitirles que nadie tiene derecho a tocar a otra persona sin su consentimiento. Ni ellos pueden tocar, ni tampoco deben permitir que otros les toquen, ni siquiera un familiar o un amigo.

4 – 5 años.

Entorno a los 4 o 5 años, empiezan a hacer preguntas sobre de donde vienen los bebés. Puede suceder que, al ver a una embarazada, pregunten qué le pasa. Normalizar siempre es la clave.

Es precisamente en este momento, cuando se les puede ir explicando los procesos del embarazo, la gestación y el nacimiento. Sin dar más información de la necesaria, pero sí recordando hablarles con datos veraces y reales.

Cada persona lo hará a su manera. Es importante que uses tu lenguaje y tu manera particular de hablar. Utilizar palabras sencillas y habituales cuando te comunicas con tu hijo o hija. Siempre cumpliendo la premisa de no transmitir fantasías como hablarles de cigüeñas o similares.

Hay que contarles cómo es el proceso de la fecundación sin entrar en detalles más profundos. Si les damos más información o más profunda de la que están preparados para recibir, perderán la atención y el interés.

Para transmitir, primero debemos escuchar lo que están interesados en descubrir.

+/- 8 años.

Entorno a los 8 años, la curiosidad aumenta. Sus capacidades también lo hacen y es probable que hayan tenido acceso a más información a través de algún amigo o de hermanos mayores.

Es un momento complicado. Nuestros hijos e hijas empiezan a ser conscientes de que la sexualidad es un proceso íntimo y comienzan a asociar estos procesos con algo vergonzante.

Pueden llegar a ocultarnos lo que saben, lo que han descubierto. Este descubrimiento y de dónde llega es vital. En muchas ocasiones llega a través de la pornografía y esto puede hacer que en sus cabezas se instalen conceptos e ideas erróneas.

Aquí, es muy importante que seamos los adultos quienes tomemos la iniciativa. Dejarles claro que estamos disponibles para hablar con ellos y ellas de todo lo que les puedan preocupar.

10 – 12 años.

Alrededor de los 10 años, muchos de los niños y la mayoría de las niñas comienzan a experimentar cambios corporales. Este suceso que les puede generar dudas e inquietudes.

Es ahora cuando debemos hablarles sobre cuáles son los orígenes de estos cambios que están sintiendo.

Hay que informarles de los procesos de ambos sexos (menstruación, eyaculación, ovulación, etc).

De esta forma les estaremos ofreciendo consciencia de las diferencias sin marcarlas como algo negativo. La idea es justo la contraria, identificar que cada uno experimenta cosas diferentes y que todo está bien.

Adolescencia.

Con la llegada de la adolescencia, debemos abordar temas más complejos y amplios. Hablar de las relaciones sexuales en sí mismas, el placer asociado, las infecciones de transmisión sexual, las opciones de anticoncepción, las distintas formas de relaciones, etc.

Como siempre, teniendo en cuenta que la información que les transmitimos debe ser clara, concisa y veraz. Ofreciéndoles confianza y un espacio seguro y libre de crítica o juicio para que expresen sus dudas.

La sexualidad no es sólo un proceso biológico.

Hasta ahora hemos visto cómo hablarles sobre los procesos biológicos y físicos asociados a la sexualidad. Obviamente, todos sabemos que no es únicamente un proceso físico.

Es un hecho que lleva asociado expresión emocional, no únicamente amor, también deseo y pasión que pueden ser independientes del amor.

Todo lo que les contemos debe ir acompañado de esta parte más emocional y del respeto por el otro o los otros.

Es fundamental que tengan claro desde pequeños que se trata de procesos íntimos en el que se ven involucradas dos o más personas de manera voluntaria y consciente.

Sentar las bases del respeto mutuo es un básico. El respeto debe ser el hilo conductor de todas las interacciones sexuales que tengan a lo largo de su vida.

Todas las prácticas sexuales son lícitas, correctas y maravillosas siempre que las personas que involucradas se sientan respetadas y tomadas en cuenta.

Si logramos transmitir este concepto a nuestros hijos e hijas estaremos consiguiendo que puedan vivir y tener una sexualidad sana. Que, en un futuro, sepan hablar con sus hijos e hijas de una forma cercana como hemos hecho nosotros.

¿Crees que no sabes relacionarte con tus hijos o hijas de esta forma?. Si necesitas ayuda para dar el paso de hablar sobre sexualidad o cualquier otro tema que te resulte “delicado”, no lo dudes: contáctanos y estaremos encantadas de ayudarte.

¿Cómo puedo visibilizar la Violencia de Género?

En el post “La invisibilidad de la violencia de género” hablamos de los cimientos invisibles sobre los que se construye la sociedad desigual y patriarcal en la que vivimos.

Vimos como en las diferentes etapas de la vida hay ejemplos suficientes que mantienen esta desigualdad. Al igual que es muy importante conocer qué sostiene a la Violencia de Género, también es importante saber cómo podemos cambiar las cosas.

¿Qué puedes hacer tú para desmontar esta estructura y crear una más igualitaria?

Si no se te ocurre nada, usa estas propuestas, comenzando por el principio:

Infancia.

Cuando te dirijas a un niño o a una niña, trátales por igual.

Déjales hablar de lo que a ellos les gusta, sin juzgar. Puede haber niños que quieran jugar con muñecas, vestirse con falda o pintarse la cara, y eso está bien. Puede haber niñas que quieran jugar con coches, al fútbol o trepar por los árboles, y eso también está bien.

Es necesario y positivo para su desarrollo que niños y niñas puedan explorar, interesarse por cosas diferentes, experimentar aquello que les genera curiosidad y definir quiénes son.

Permíteles hacerlo de manera flexible.

¿Qué tal si en vez de decir “esto es de niños” o “esto es de niñas” pruebas a decir “normal que te guste esto, es muy chulo”?

Así les harás sentir comprendidos, escuchados, respetados y validados. Y, sobre todo, les dejas claro el mensaje de que pueden explorar libremente y que eso está bien.

Al hablar de emociones o de regular emocionalmente a un niño y a una niña, trátalos igual.

Pregúntale a tu hijo por qué está triste.

Dile que está bien sentirse así a veces. Que puede sentirse triste y eso es síntoma de valentía, no de debilidad.

Explícale que está bien que sea cariñoso contigo, con sus amigos y amigas o con sus familiares.

Permite que se enfade y ponga límites, es necesario que aprenda para así poder defenderse de las cosas que le hacen sentir mal.

Si hablas con una niña, evita frases como “las niñas no se enfadan”, “tienes que ser buena”.

Nuestros hijos deben aprender a expresar emociones como la tristeza, el miedo o el enfado, independientemente de si son niños o niñas. Solo así podrán desarrollarse como adultos sanos y regulados emocionalmente.

Evita mandarles mensajes implícitos con preguntas cerradas.

“¿Qué tal son los niños de tu colegio?”

Con esta pregunta abierta, das opción a que te hable libremente de cómo son los niños y niñas con los que se relaciona.

De esta forma será más fácil que te diga si hay alguien que le hace sentir mal o si tiene algún amigo íntimo, incluso si le gusta alguien.

También es importante explorar qué significa “gustar” en edades tempranas.

Puede ser que haya oído algo sobre tener novio o novia, de lo que hacen las parejas y se limite a reproducirlo sin tener realmente consciencia de ello.

Es importante que nuestros hijos e hijas tenga relaciones ajustadas a su edad y no asumiendo roles de adulto.

“¿Que cosas te gusta hacer?”

Si a un niño o niña le gusta hacer algo, probablemente tienda a repetirlo y esto puede hacer que se le dé mejor.

Potenciar las cosas que le gustan o que se le dan bien hace que desarrolle una mejor autoestima, haciendo que se sienta útil, válido y capaz.

Da igual si las cosas que le gustan «no son apropiadas para un niño» o son «cosas que las niñas no hacen». De lo que se trata es de permitir a nuestros hijos desarrollar sus mejores capacidades, sin poner el límite más que en aquello que les gusta o les disgusta.

“¿Por qué no me ayudas con las tareas de casa?”

Tanto si es niño o niña, es importante que aprenda a responsabilizarse de las tareas de casa.

Enséñale lo que hay que hacer y llega a un acuerdo para que se responsabilice de algo adecuado a su edad: recoger los juguetes, hacer la cama, etc.

Gran parte de la desigualdad reflejada en la sociedad, nace en el reparto poco equitativo de las tareas del hogar.

«¿Qué quieres por tu cumpleaños/navidad?»

Escucha lo que pide y pon un límite que no resida en si o que quiere es «para niños» o «para niñas».

El juego es fundamental en la infancia. Es fuente de exploración y de crecimiento, permite poner en marcha sus recursos y habilidades.

No hay juegos para niños o para niñas, hay juegos, punto. Permite que el juego sea algo libre y sin juicios.

Adolescencia.

Este es un periodo crítico en el que se establecen relaciones íntimas con los iguales y se tienen las primeras relaciones de pareja. Es en la adolescencia donde aparecen y se desarrollan muchas de las bases que sostienen la violencia de género, normalmente de forma inconsciente.

Con los adolescentes es importante que te puedas acercar a ellos desde la escucha incondicional, el entendimiento y la aceptación.

Intenta ser un modelo positivo que puedan seguir, tanto a la hora de regular tus emociones como cuando te relacionas con tus iguales o tu pareja.

Aprendemos a través de los otros, especialmente de los modelos más cercanos.

Trata de mostrar tus emociones de una manera equilibrada. Explica la importancia de sentirte triste o de sentir miedo y gestionarlo de una manera adecuada.

Ser un referente al que tus hijos e hijas puedan acudir sin miedo ni vergüenza facilitará que detectes y actúes sobre comportamientos que pueden ser dañinos para ellos y ellas.

Marca límites en tus relaciones, para que tus hijos e hijas aprendan desde una base sólida.

Diles que las chicas no necesitan que los chicos las protejan. Chicas y chicos pueden llegar a sentirse igual de seguros y pueden ayudarse mutuamente en caso de necesidad.

Enséñales que las chicas no son sumisas por definición. No tienen que aguantarlo todo. Es importante que aprendan a poner límites o a irse a tiempo. Su papel no es el de cuidadoras.

Es importante que tus hijos tengan un modelo real de lo que es el sexo, siéntate a hablar con ellos. Explícales que las relaciones sexuales tienen que ser consentidas y que los chicos no tienen mayor deseo sexual que las chicas.

Haz que entiendan que la base de toda relación es la confianza. Si se sienten controlados, explícales que eso no es sano ni normal y que una buena relación no necesita control.

Que tengan claro que la violencia no es una forma de expresar las emociones ni la manera de solucionar nada.

Demuéstrales que pueden contar contigo, que les valoras por lo que son, que les quieres y que les apoyas.

En la adolescencia, detrás de la Violencia de Género puede haber fuertes sentimientos de inseguridad: miedo a que la pareja se vaya, necesidad de pertenecer al grupo o de reconocimiento, entre otras.

Para evitar en la medida de lo posible esa inseguridad, es fundamental que los y las adolescentes sepan que son importantes y válidos solo por ser quiénes son, sin necesidad de aparentar ni cumplir esos “roles” que son tan perjudiciales.

Detrás de la masculinidad tóxica y del rol de cuidadora de la mujer hay una gran sensación de malestar, insatisfacción, frustración, baja autoestima y ansiedad.

Humor sexista.

El objetivo de una broma es hacer reír y resultar neutral. La broma termina cuando el mensaje que transmite hace daño.

No refuerces las «gracias» que perpetúan la violencia. Suelen ser recurrentes las relacionadas con las mujeres y las tareas del hogar; su mal humor; el control que ejercen sobre sus parejas masculinas; las pocas ganas que tienen de mantener relaciones sexuales, etc.

Micromachismos.

Identifica los mensajes en los que hay una valoración negativa a la mujer: “las tías son todas unas histéricas”, “no puedo confiar en las mujeres”, “las chicas son bastantes sueltas”.

Cuidado con reforzar o validar este tipo de generalizaciones. Puedes responder diciendo “quizá tu última experiencia con esta persona ha sido desagradable, eso no significa que todas las mujeres sean así”.

Cosificación.

“Las mujeres están para lo que están”.

Este tipo de comentarios facilitan la normalización de situaciones injustas, irreales y terribles para la mujer.

Normalizar la prostitución es un claro ejemplo de la cosificación de la mujer. Se presupone que las mujeres están para dar placer sexual y que su única función es esa, quedan reducidas a ser un servicio para el hombre.

La publicidad nos bombardea con mensajes implícitos donde la mujer se somete al hombre.

Las mujeres no disfrutan siendo sometidas ni dominadas, disfrutan siendo libres y estando en relaciones de igualdad.

Compartir fotos de chicas en el grupo de wasap sin su consentimiento ni su conocimiento, es otro ejemplo de cosificación. Lo que se busca es tener el control sobre las mujeres y manipular su intimidad. Si observas este comportamiento en tu hijo, déjale claro lo que está haciendo.

Lenguaje.

Cuando oigas comentarios despectivos sobre una mujer, señálalos. Si se ve a una mujer en la TV que desempeña un puesto laboral y oyes la típica frase de “está ahí por ser quién es” rebátelo y destaca por lo que realmente está ahí.

Cuesta reconocer los logros de las mujeres, se tiende a infravalorarlas y decir que están ahí por otros motivos o que son menos válidas en general que los hombres. Cada caso es un mundo.

Anulación.

Ningún hombre tiene el derecho a minusvalorar, hablar o tratar con superioridad a una mujer por el mero hecho de serlo.

Tu hija tiene derecho a poner límites y eres tú la persona encargada de enseñarle dónde, cuándo y cómo ha de hacerlo.

Es complicado poner límites cuando hay una sociedad que respalda ese tipo de conductas.

Que los compañero la saluden repetidamente diciéndole lo guapa que está, o lo bien que le queda esa ropa puede hacerle sentir que sólo vale por lo guapa que es o el estilo que tiene.

Si en su grupo de amigos y amigas hay alguien que siempre hace comentarios que pisan lo que está diciendo, puede sentirse anulada, poco valorada o ignorada.

Es tarea tuya prestar atención a los comentarios que ella pueda hacer a este respecto, haciendo hincapié en su valía por otras cosas o en su capacidad para decir que se calle a ese que siempre la interrumpe.

Como puedes ver, el cambio puede comenzar desde el principio.

La mejor herramienta que tenemos es la educación y el ejemplo.

Cambiar los cimientos desde abajo, construir una sociedad desde el principio depende de ti y de todos nosotros.

Con las pautas que te proponemos en este post podrás empezar a identificar y cambiar aquellas cosas que has podido normalizar e interiorizar.

Si quieres revisarte y dar un espacio a todo lo que llevas vivido, te esperamos en quiero para ayudarte a trabajar en ello.

Saber decir «basta».

Somos animales sociales, seres que vivimos en tribu, en grupo, necesitamos del otro y por eso buscamos las interacciones relacionales, las relaciones de amistad.

El primer grupo relacional que aparece en nuestra vida es la familia: compartimos nuestros primeros años con ellos, nuestras primeras interacciones, es el espacio protegido en el que experimentamos y adquirimos nuestra forma de relacionarnos.

Más tarde, con la incorporación al colegio, comenzamos a poner en práctica lo aprendido en casa.

Estas primeras relaciones ajenas a la familia, a medida que pasa el tiempo, van ganando terreno compartiendo con nuestros amigos y compañeros gran parte de nuestro ocio, trabajo, actividades.

Todo este tiempo compartido provoca que generemos vínculos de amistad que adquieren mucha importancia.

En ocasiones, estos vínculos llegan a ser más importantes que los familiares o de pareja. Se muestran constantes en nuestro día a día a lo largo de los años, convirtiéndose en fuente de apoyo y escucha mutuos.

Con nuestras amistades encontramos una vía de escape a situaciones vitales que pueden estar estresándonos: dificultades laborales, conflictos con los padres o hermanos, discusiones con la pareja, etc

Sabemos que siempre tendremos un hombro en el que apoyarnos y llorar si es necesario. Donde no nos van a juzgar y se pondrán de nuestro lado, así como nosotros haremos por ellos. Es una concepción de la amistad donde todo es mutuo, recíproco, equitativo… un hoy por ti y mañana por mí.

Qué ocurre cuando la amistad se convierte en un constante “hoy por ti”.

Todos tenemos o hemos tenido una amistad a la que parece que, de forma constante, le están pasando cosas malas. Una persona a la que le sobrepasan sus circunstancias vitales y a la que siempre le sucede algo.

Parece que usan a las amistades como descarga emocional. Por no defraudarles, nos mostramos fuertes y aguantamos el tirón.

Les escuchamos, les apoyamos, les ofrecemos un consuelo que nunca parece ser suficiente. En honor a la amistad que nos une, continuamos impertérritos, afrontando y aguantando.

Es importante tener en cuenta que para mantener una amistad, no debe ser obligatorio recoger toda esa carga emocional que el otro vuelca sobre nosotros.

No al menos de forma constante hasta llegar a ser agotadora.

Si permitimos que esta situación de desequilibrio se mantenga en el tiempo, padeceremos consecuencias directas en nuestro estado anímico y emocional.

Soportar durante un periodo prologando esta sobrecarga, provocará altos niveles de estrés y fatiga emocional cada vez que estemos con esa persona e incluso pudiéndose extender al resto de nuestra vida.

¿Cómo identificar si estás siendo la descarga de alguien?

La amistad es un camino de doble sentido.

Hay veces que somos apoyo para otros, y en otras ocasiones nos apoyamos en nuestros amigos.

No es cuestión de llevar una cuenta de “debe y haber” pero sí es necesario que la relación sea equitativa. Que no sintamos que nos absorben o que nos usan como saco de boxeo o paño de lágrimas exclusiva y constantemente.

La dificultad estriba en saber si la sensación que estamos teniendo es cierta y no dejarnos llevar por el convencionalismo de que en la amistad hay que aguantar.

De hecho, la palabra clave de toda esta cuestión es aguantar.

Cuando aguantamos, estamos haciendo un sobreesfuerzo. Estamos usando más energía, más recursos de los que deberían ser necesarios para mantener una situación.

Estamos tolerando y asumiendo situaciones, casi siempre de manera inconsciente, por miedo a ser abandonados, a no ser aceptados, a no ser queridos. Pero en nuestro fuero interno sabemos que la situación es injusta para nosotros.

Algunas de las señales que nos indican que es el momento de decir “hasta aquí” pueden ser:

  • Sentirte de forma continuada fatigado y cansado cada vez que estás con esa persona o hablas con ella telefónicamente o por mensajes.

  • Evitas estar a solas con esa persona. Buscas quedadas grupales en sitios públicos.

  • Minimizas el tiempo en el que interactúas con él/ella. Por ejemplo, quedas sólo para tomar un café, acortas las conversaciones telefónicas o por mensaje aludiendo responsabilidades de cualquier tipo.

  • Sientes que tienes que hacer acopio de energía antes de un encuentro o llamada con esa persona.

  • Eludes conscientemente hablar de determinados temas, cambias las conversaciones a temas más triviales, generales o superficiales. Evitas preguntar “¿qué tal?” porque ya sabes que la respuesta va a ser negativa.

Si observas alguna de estas señales es el momento de decir “¡para!, ¿qué ocurre aquí?, ¿esta situación está siendo justa para mí?”.

Si la respuesta a esta última pregunta es un ¡no! es el momento de actuar.

Toca hablar con esa persona para comunicarle de manera respetuosa y asertiva que te estás viendo saturado por la situación y que necesitas que se produzca un cambio.

Ahora que lo veo en mi ¿qué busco en el otro?

Además de las señales que podemos ver en nosotros mismos, existen características que vemos en el otro que nos pueden ayudar a averiguar si estamos en una situación en la que debemos decir basta, te mostramos una pequeña clasificación.

– Pesimista por convicción:

Personas que tienen una visión pesimista de la vida, están convencidos de que su perspectiva es la única válida y la transmiten de forma tajante y constante.

Esta perseverancia puede provocar que las personas que le rodean acaben adoptando la misma visión y que siempre centren su atención en los aspectos negativos de las situaciones.

– Catastrofista:

Se trata de personas que ven la vida como una sucesión de inminentes desgracias.

Sienten que están en constante peligro y así lo transmiten a su entorno.

Se muestran incapaces de disfrutar de las situaciones positivas que se presentan, por miedo a que desaparezcan o por la creencia de que ellos no son merecedores.

– Quejica o victimista:

Sus problemas son siempre mucho más importantes que los de los demás.

Se quejan de todo lo que les ocurre, nunca nada bueno.

Son ese tipo de personas que se venden como víctimas de su entorno, de su familia, de su situación familiar o de la sociedad.

– Pusilánime o débil:

Se muestran como seres desvalidos y en los demás generan pena o lástima ya que hacen sentir que sin la ayuda del otro no podrían hacer frente a sus circunstancias vitales.

Dar una segunda oportunidad.

En algún momento de nuestra vida hemos padecido o hemos hecho padecer a alguien situaciones de descompensación en la relación.

Situaciones vitales extremas, rupturas sentimentales, fallecimientos de familiares o personas cercanas, dificultades laborales, económicas, etc.

En estas situaciones, una de las dos personas ha necesitado mayor apoyo durante un periodo prologando de tiempo.

Justo por esto, todos, en alguna ocasión ofrecemos segundas y hasta terceras y cuartas oportunidades.

Debemos tener en cuenta que todos tenemos un límite que si es sobrepasado, puede provocar la modificación radical de nuestra relación.

Cuando sentimos que esa persona está tirando de nosotros de forma continua, sin ofrecer un respiro y sin tener en cuenta que nosotros también estamos viviendo nuestra vida con sus circunstancias, mejores o peores, es momento de poner límites.

Si te encuentras en esta situación y necesitas ayuda para comenzar a establecer tus límites, contáctanos. Estamos para ayudarte.

Adolescentes y pandemia.

La pandemia que estamos viviendo está teniendo consecuencias en todos los ámbitos de nuestra vida. El impacto laboral, económico y social es evidente.

Hemos tenido que cambiar nuestra forma de relacionarnos y de reunirnos con nuestros seres queridos y amoldarnos a las indicaciones que nos dictan las autoridades competentes.

Algunas personas han tenido menos problemas para adaptarse y aceptar y mantener las restricciones impuestas. Otras han sido incapaces de hacerlo, hasta tal punto que se han negado a cumplirlas y han continuado actuando como lo hacían antes de la pandemia.

¿Cómo está afectando esto a nuestros adolescentes?

Uno de los grupos sociales a los que más les ha costado adaptarse a la normativa es a la adolescencia y la juventud. En gran medida esto sucede por sus propias características generacionales.

Hablamos de un grupo de edad que se caracteriza, entre otras cosas, por un constante desafío hacia las figuras de autoridad.

Esto es debido a que están en pleno proceso de búsqueda de su propia identidad: necesitan sentirse diferentes, mostrar que no siguen al grupo al tiempo que buscan pertenecer a uno. Buscan sus propias características identificativas que les diferencien de la infancia y de los adultos. En este post, dejamos algunas pistas de lo que pueden estar experimentando nuestros hijas e hijas https://www.quieropsicologia.com/la-cuarentena-como-ha-afectado-a-nuestros-ninos-y-ninas/

Los y las adolescentes, en concreto, pelean, se enfrentan y cuestionan las decisiones que les afectan y que se toman sin contar con ellos, a pesar de que puedan ser beneficiosas o incluso necesarias.

¿Qué puedo hacer?

Imaginemos una familia en la que los padres, pensando en el bienestar de su hijo adolescente, crean unas normas de convivencia, horarios de llegada y tareas por cumplir.

Es más que probable que el hijo adolescente sienta que estas normas han sido creadas sin tenerle en cuenta y con el objetivo de coartar su libertad y su forma de expresión. Se enfrenta a sus progenitores negándose a cumplirlas y generando estrategias para poder saltárselas o esquivarlas.

Si esta situación la extrapolamos a lo que ocurre en este momento, podemos comprender que los adolescentes sientan que se les está ignorando. Tiene sentido que crean que se les está privando de una necesidad intrínseca a su edad: la socialización con su grupo. Un grupo de iguales con los que sienten identificados, que les comprenden y les apoyan incondicionalmente.

El cambio que podemos introducir es relativamente sencillo: si estas normas se crean a través del consenso y la negociación con el hijo adolescente, la probabilidad de que se cumplan y se respeten es mucho mayor.

Haciendo esto, incluyendo a nuestros hijos e hijas en la toma de decisiones que afecten al núcleo familiar, sentirán que se han tenido en cuenta sus necesidades e intereses y podrán comprender que determinadas limitaciones se han impuesto por el bien de la convivencia y para facilitar la seguridad de todos los miembros de la familia.

¿Cómo puedo hacerlo?

Necesitamos que nuestros jóvenes acepten las normas indicadas por las autoridades sanitarias. Que no expongan su salud y la del resto de la unidad familiar por el hecho de “estar con sus amigos”.

Obviamente es imposible incluirles dentro de la toma de todas las decisiones. Lo que sí podemos intentar es ofrecerles una explicación sobre lo que está sucediendo y el motivo por el qué se imponen estas limitaciones.

A la hora de transmitirles la información, debemos tener en cuenta que esta debe ser coherente, fundamentada y contrastada con fuentes fiables. Recordemos que nuestros hijos son expertos en buscar y encontrar la aguja de la noticia en el pajar de internet.

Una buena estrategia para que incorporen las normas a su forma de pensar, es permitir que sean ellos quienes realicen la búsqueda de la información. Utilizar su pericia con la tecnología puede ayudar a que se vean involucrados e implicados.

Una vez se haya obtenido dicha información, es fundamental ponerla en común entre todos los miembros de la familia. Que ellos sean los “portavoces” les ayudará a poder expresar cómo les hace sentir lo que ven, qué les preocupa y qué miedos tienen.

Este puede ser el punto de partida. Gestionarlo así puede ayudar a que, entre todos, se encuentre una forma respetuosa y adecuada de introducir esta normativa dentro de la rutina familiar.

Hacerlo así, de forma que todos se sientan implicados, atendidos y escuchados, permite que todos los miembros de la familia puedan expresar sus necesidades y deseos.

Como adultos, debemos entender que todas las normas que transmitamos como una imposición, van a provocar el rechazo de los adolescentes. Es importante transmitir lo que está ocurriendo desde la comprensión de sus necesidades. La validación de sus miedos y creencias nos ayudará a acercarnos a ellos y así facilitar el cumplimiento de normas.

Cuando los adolescentes sienten que son parte de la solución, que se han tenido en cuenta sus intereses y necesidades, cuando sienten que son escuchados, son capaces de involucrarse, de empatizar con las necesidades de los otros y de mostrarse colaboradores.

Nos encontramos en un momento complicado para toda la sociedad. Todos, de una forma u otra, hemos tenido que modificar muchas de nuestras rutinas.

Depende de cada uno de nosotros la forma en que manejamos esta crisis vital global. Podemos afrontarla o huir de ella. Podemos verla como una oportunidad para reflexionar y conocernos a nosotros mismos y a aquellos con quienes convivimos.

A través de la creatividad, de la comunicación, podemos transmitir a nuestros jóvenes y adolescentes que esta situación les puede hacer más fuertes, más capaces, con mejores y más recursos.

Observar y ver que otra forma de ocio y de relaciones son posibles, que no mayor cantidad significa más calidad.

Tanto adultos como adolescentes tenemos dos opciones: por un lado, podemos sacar lo mejor de nosotros mismos. Utilizar la búsqueda de información para desarrollar un pensamiento crítico y actuar en beneficio del crecimiento personal y social. Por otro, podemos dejarnos llevar por el miedo, caer en la rebeldía sin causa o en el desafío. Esto, probablemente, provocará malestar y sufrimiento a nosotros y a nuestro entorno.

Como siempre, tú eliges. Si necesitas ayuda para transitar el camino, no dudes en contactarnos, estamos para escucharte y apoyarte.

adopciones complicadas

Los procesos de adopción y acogida

¿Los problemas de conducta de tu hijo/a se hacen incontrolables?

¿Intentas comprender qué le sucede o cómo ayudarle?

¿Te sorprende su actitud hacia ti?

¿Esperabas una convivencia tranquila, cariñosa y de unión y sientes que sucede lo contrario?

Como en cualquier proceso de maternidad/paternidad las circunstancias vitales son variadas. En procesos adoptivos hay que tener en cuenta una serie de cuestiones.

Para los adultos probablemente sea un proceso cargado de emociones, ilusión y ganas, es posible que para el niño/a no sea así, sino al contrario.

Quizás estás ante un/a niño/a que ha vivido una serie de experiencias vitales que han influido en su manera de ver y entender el mundo. Experiencias que han determinado la persona que es ahora, las reacciones que tiene, su forma de pensar, de relacionarse o de comunicarse, entre otras.

Estas experiencias puede que no hayan sido agradables y que estuvieran cargadas de dolor, incertidumbre, malestar o miedo. Todo esto, junto a un cambio vital como la adopción, no es fácil de asimilar. Puede que se sienta asustado, desubicado o no entienda cómo le va a afectar esta situación.

Para entender su comportamiento actual, tenemos que conocer su realidad, desde sus inicios hasta el día de hoy. Es posible que estos niños, desde etapas muy tempranas, hayan experimentado ausencia de afecto o poca estimulación. Puede que se hayan sentido desprotegidos e incluso hayan sido víctimas de comportamientos ajenos que hayan puesto en peligro sus vidas.

Sus inicios en el mundo quizás comenzaron en casas de acogida o centros, con ausencia de cuidadores primarios que les permitieran conocer el mundo de una forma más segura.

¿Qué consecuencias puede tener esto en ellos/as?

Comienzan un proceso de adaptación, pasan a estar con una familia y en lugares totalmente desconocidos. Esto, acompañado de experiencias pasadas traumáticas, implica cierta reticencia, miedo y desconfianza a lo nuevo que se hace visible a través de problemas de conducta.

El miedo al abandono puede estar profundamente oculto. El vínculo que se crea desde el nacimiento de un bebé con sus cuidadores principales es vital para el correcto desarrollo de cualquier niño/a. Este vínculo se compone de todo lo que implica cubrir las necesidades básicas: las físicas, las emocionales, las cognitivas y las de protección y desarrollo.

El vínculo tiene que ser predecible y estable desde los primeros años de vida. El niño/a debe saber que pase lo que pase, ese vínculo estará ahí para calmarlo, cuidarlo o ayudarle a gestionar sus estados emocionales.

Cuando adoptas a un niño, conozcas su historia o no, es crucial que sepas que estás ante alguien que quizás no confíe en ese vínculo. Esto sucede porque, independientemente del motivo, estuvo en peligro una vez o incluso desapareció, lo que se significa sentirse completamente desprotegido y desamparado.

Si esto sucede, es posible que la confianza que supone volver a crearlo se haga muy despacio y  con mucha cautela por su parte. El niño no tiene ninguna garantía de que vuestro vínculo vaya a ser perdurable. No tiene la certeza de que no desaparezca. No sabe que siempre estará disponible porque no es lo que ha aprendido desde muy pequeño.

Si conocemos y entendemos sus vivencias, comprenderemos el terror que puede sentir y su mecanismo de defensa como autoprotección. Ante una situación muy dolorosa se activan inconscientemente todas las alarmas en un ser humano. Todo lo que implique perder ese vínculo conllevará conductas y emociones que expresarán el dolor y miedo que sienten a que eso vuelva a suceder.

Cuando comience a establecer un apego seguro contigo, depositará en ti toda su vivencia para apegarse de forma adaptativa. Esto significa que serás su “saco de boxeo”, “paño de lágrimas” y “pilar fundamental”. Contigo se permitirá expresar todo el dolor y hacerlo consciente para poder integrarlo en su vida y continuar viviendo de la forma más sana posible.

El grado de oposición que puedas observar será proporcional a las secuelas experimente por el daño recibido en el pasado. Quizás no conozca límites o se sienta perdido/a ante algo que no ha vivido nunca y que no sabrá cómo gestionar.

Algo que puede ser característico en edades más avanzadas es el comportamiento infantil que surja en diferentes situaciones. Si no ha podido vivir su infancia con normalidad y ahora siente que sí puede, aprovechará cada instante para recuperar esas experiencias perdidas.

Tal vez también observes cómo quiere destacar siempre, ser el/la mejor en todo o, buscar incansablemente la atención de quienes le rodean. Esto es una forma más de cubrir esa necesidad de afecto que no fue realizada tiempo atrás, y que como todo ser social, necesita. Esta búsqueda de atención por otras personas puede ser interpretada como exagerada esta, pero no hay que perder de vista el origen de este comportamiento.

¿Qué puedo hacer con todo esto?

Establece reglas claras y concisas. En principio, no va a asumirlas de golpe, lo que requerirá de ti grandes cantidades de paciencia y firmeza.

Hazle saber que es una persona válida, que merece ser querido/a, ayúdale a aceptar quien es, felicítale por sus logros.

Ofrécele seguridad, intenta que tanto tú como vuestro entorno sean predecibles. Evita las situaciones inesperadas que puedan generarle confusión.

– Conviértete en alguien con quien pueda hablar, muéstrale comprensión, escucha y empatía. Intenta entender todos los estados emocionales que puedan ir surgiendo: rabia, vergüenza, tristeza, etc.

Paciencia y cariño son imprescindibles para la reparación del vínculo que estás llevando a cabo.

¿Te encuentras en este proceso y estás experimentando algunas de estas dificultades o cualquier otra? En Quiero Psicología te acompañaremos, trabajando desde un enfoque basado en la teoría del apego que te ayudará a mejorar la dinámica familiar.