Nuestros mayores y la pandemia.
Tras más de un año de pandemia, seguimos envueltos en una dinámica que nos obliga a estar alerta a muchos niveles.
Aparecen nuevos términos asociados al Covid, como la “fatiga pandémica”.
Es esa sensación de agotamiento que estamos viviendo tras mucho tiempo sosteniendo la incertidumbre, la alerta y todo lo que envuelve a la pandemia.
A cada uno le afecta de una forma u otra. Cada experiencia es única y personal.
Hoy queremos hablar de una población que ha sufrido especialmente esta experiencia.
Una población que sigue siendo la más vulnerable, la que más precauciones sigue necesitando tomar.
Hablamos de las personas mayores.
Nuestros mayores están padeciendo de forma directa y mucho más grave que otros grupos de población todo lo referente a la pandemia.
La reducción del contacto social y físico ha sido una de las primeras restricciones que se aplicaron y que se han mantenido firmes.
Las visitas a nuestros abuelos y abuelas en las residencias, prohibidas.
Ir a casa de la tía los domingos, prohibido.
Pasar la tarde con tu madre, prohibido.
El alimento que son los abrazos, los besos, la interacción social, prohibido.
Esta situación ha generado un aislamiento que nuestros mayores pueden intentar cubrir a través de videollamadas.
¿Te has parado a pensar lo importante que puede ser para ellos recibir una llamada, aunque sea breve?
La pandemia también se llevó por delante los Centros de día, los polideportivos, las clases y los talleres que nuestros mayores solían disfrutar y aprovechar.
Si eres joven, tendrás muchas opciones para entretenerte.
La universidad, clases, trabajo, gimnasio, bares, etc.
Las personas mayores podían estructurar su rutina incluyendo clases de informática o talleres de pintura.
¿Qué ha pasado cuando todo estaba cerrado?
¿Qué han hecho nuestros familiares con todo ese tiempo para llenar?
La falta de actividades ha fomentado el sedentarismo y el aburrimiento.
Muchos de nuestros familiares han comenzado a experimentar ansiedad y una profunda tristeza. La monotonía del día a día puede ser peligrosa si no les ayudamos a sobrellevarla.
El autocuidado personal como el uso de la mascarilla, gel desinfectante o mantener las distancias, supone estar pendiente todo el tiempo para no cometer errores que te pongan en peligro ni pongan en peligro a los demás.
Esto genera mucha inseguridad y puede llegar a suponer un peso agotador para cualquiera.
Prestar atención a que los demás también se cuiden y que si se acercan a ti lo hagan con garantía de que lo hacen genera mucha tensión y miedo.
Saltan un montón de preguntas que no tenemos tiempo ni de formular.
¿Habrá estado con muchas personas antes de venir a verme?
¿Se habrá lavado las manos al entrar a casa?
¿Por qué no se coloca bien la mascarilla?
A toda esta tensión diaria, podemos sumar la que les vamos poniendo nosotros cuando les llamamos o hablamos con nuestros mayores: “ten cuidado como pilles el virus puede ser muy peligroso” “deberías no salir a la calle ni recibir visitas” “las personas mayores tienen menos probabilidades de sobrevivir”, etc.
Ahora, imagina estar escuchando todo el rato este tipo de frases.
Encender la televisión y ver la cantidad de noticias que te recuerdan la peligrosidad y letalidad del virus a partir de cierta edad.
Todo esto genera en las personas mayores miedo.
Un miedo que se traduce en elevados niveles de ansiedad que suele venir acompañada de una sensación de aburrimiento y que mantiene y aumenta la cantidad de pensamientos rumiativos negativos.
Todas estas sensaciones y pensamientos generan malestar, sensación de desamparo, soledad e inutilidad.
La aparición y la suma de todo esto incentiva e incrementa cualquier sintomatología preexistente, no sólo física sino también psicológica.
¿Cómo puedes ayudarles?
Lo primero es ser conscientes de la situación que viven, ponernos en su piel y no ignorar su malestar.
Hacernos cargo como sociedad y como familiares.
Hablar con ellos por teléfono o video llamada, especialmente en momentos concretos del día como la tarde o la noche.
Preguntarles cuándo se sienten peor para acompañarles, aunque sea a través de las pantallas.
Según el caso, facilitarles el uso de alguna plataforma con la que contactar no sólo por voz sino por imagen puede hacerles sentir aún más cerca a las personas.
Darles mensajes de esperanza, de responsabilidad, pero también de certeza.
Ya se está vacunando a muchos de nuestros mayores y la situación y la tensión a la que se han visto sometidos, se irá relajando poco a poco.
En cualquier caso, podemos y debemos darles seguridad.
La vacuna no va a reparar su mundo emocional que ha quedado tocado. Necesitan recuperar su vida «normal» y debemos estar ahí para apoyarles en el intento.
Crear temas de conversación que no giren en torno a la pandemia y lo desastroso o difícil que está siendo todo.
Ellos y ellas ya lo saben y no es necesario desahogarnos con ellos y hacer que se preocupen más aún.
Tampoco es necesario mentir, pero debemos tener en cuenta que su cuidado y su salud mental son prioritarios.
Cuidarlos implica saber que, en este momento, no son nuestro paño de lágrimas ya que puede generarles aún más impotencia y malestar.
Es importante facilitarles actividades que puedan hacer a nivel individual.
Sopas de letras, puzzles, películas o series si tienen la opción, música o radio, libros, manualidades, etc. para que puedan pasar el tiempo.
Planificarles tareas para hacer deporte que puedan hacer sin dañarse.
Ejercicios sencillos y simples pero que les hagan mantenerse activos.
Técnicas de relajación y meditación a través de audio o vídeo o incluso vía teléfono para guiar paso a paso y hacerlo en compañía.
Acompañarles en la medida de lo posible y compartir el proceso, mostrando interés por lo que están haciendo.
Hacer visitas con todas las precauciones a menudo, para que, aunque sea breve, sientan el calor humano.
En el mejor de los casos, poder hacer turnos para convivir durante unos días o el fin de semana teniendo en cuenta las medidas de protección necesarias.
Utilizar elementos de higiene diferenciados e incluso mantener la mascarilla a pesar de estar juntos solo unas horas.
Hay que tener en cuenta también que puede que muchos familiares, amigos o vecinos hayan sufrido la peor de las consecuencias del Covid-19 como puede ser secuelas graves o incluso la muerte.
Perder a gente a su alrededor o contemplar la posibilidad de ser uno de ellos, genera mucho miedo y tristeza.
Es importante ayudarles a elaborar el duelo y acompañar en este proceso.
En los casos que sea necesario, aportar ayuda psicológica puede ser una opción acertada.
Si ha habido ingresos y han tenido que pasar ese período en soledad, aislados en un hospital, esta situación puede dejar secuelas que también hay que atender y escuchar.
Puede que estén algo más irritables en ocasiones, testarudos y testarudas, que se quejen constantemente, etc., como todos.
Se trata de comprender las pocas opciones que tienen y las limitaciones sociales y de salud que la pandemia y toda esta situación les ha creado.
Lo que hemos hablado de cómo les afecta todo esto.
Necesitan sentir que validamos sus emociones y no reñirles.
Escuchar y permitir la ventilación mental más que el rechazo será un soplo de aire fresco para ellos y ellas.
Si se te ocurren otras formas, serán bienvenidas y la propia persona mayor te lo agradecerá. Validar su etapa vital y darles cuidado propiciará que esta pandemia pase con más estabilidad y bienestar.
No seamos egoístas y cuidemos a las personas que tanto nos ha dado y que aún tiene mucho que ofrecer.
Si eres una persona mayor que necesita desahogo, te escuchamos.
También te podemos ayudar si cuidas de alguno de tus mayores y no sabes gestionar alguna cosa.
En Quiero Psicología ofrecemos terapia individual tengas la edad que tengas y con las precauciones necesarias para estar en un espacio seguro.