Maltrato de hijos/ hijas a padres/madres: el maltrato filio-parental
Cada mañana me despierto con los mismos sonidos al otro lado de la pared: la voz de un adolescente de unos 13 años que insulta a su madre de manera desproporcionada porque le despierta para ir al colegio.
Al principio, simplemente eran quejas.
Pronto aparecieron palabras malsonantes que se fueron trasladando paulatinamente a los insultos, agresiones verbales y amenazas.
Desde hace poco han comenzado a escucharse golpes en la pared o contra el mobiliario.
Antes era por la mañana.
Ahora es lo único que se oye a través de la pared cuando la madre da alguna indicación a su hijo.
Son las respuestas que usa cuando no quiere dejar la video consola para comer en la mesa junto con su madre, exige que le lleven el plato de comida a su habitación para no dejar lo que esté haciendo o quizás, para no interactuar con ella, ¿quién sabe?
El hecho es que esta escena no es única en un vecindario.
Se reproduce diariamente en muchas «al otro lado de la pared».
En más familias de las que nos damos cuenta, los niños y niñas se han convertido en agresores y sus víctimas son sus padres, mayoritariamente las madres.
Desde 2006 se ha visto una escalada en las cifras de la violencia filio-paternal llegando al número abrumador de 4.833 casos relacionados con este tipo de violencia en Madrid, de los cuales un 10% eran menores de 14 años.
Son cifras que nos hacen plantearnos qué está ocurriendo en la población infantil y juvenil para que se conviertan en los verdugos de sus padres, aquellos que por definición les ofrecen protección y cuidado.
Muchos podríamos pensar que este tipo de conductas sólo se dan en familias que tienen algún tipo de vulnerabilidad, patología o que están en una situación social complicada.
Las solemos asociar a familias relacionadas con consumos de drogas o alcohol, pero no es así.
La violencia filio-paternal se da en todos los estratos sociales, en familias con distintas características.
¿Qué es la violencia filio-paternal?
Este tipo de violencia se podría definir como un conjunto de acciones y conductas dirigidas de los hijos e hijas a los padres.
Conductas como agresiones físicas, verbales, no verbales o psicológicas; amenazas, golpes, insultos, ruptura de objetos…
Hablamos del maltrato de hijos o hijas a padres y madres.
De forma constante y reiterada.
Esta puntualización es importante, porque a lo largo de la infancia y la adolescencia se pueden dar situaciones en la que los menores se comportan de esta manera de forma puntual y excepcional.
Lo que no quiere decir que nos encontremos ante un caso de maltrato hacia los progenitores.
Todos en algún momento de nuestra vida nos hemos dejado llevar por un enfado mostrando respuestas agresivas y que han dañado a otro.
Este hecho no implica que nos hayamos convertidos en maltratadores.
Simplemente que nos hemos visto sobrepasados por la situación y no hemos encontrado los recursos adecuados para afrontarla de otra manera.
Cuando este suceso se convierte en constante, en rutina, y las agresiones verbales, físicas o psicológicas son la única forma que tenemos de afrontar los conflictos, los problemas o de conseguir aquello que se desea, es cuando podemos hablar de violencia.
Posibles causas
Debemos tener en cuenta que estas posibles causas no son condición indispensable para que aparezca la violencia filio-paternal. Simplemente han de tomarse como características que suelen aparecer.
Hasta hace no mucho se culpabilizaba de esta situación a los padres, a aquellos que son las víctimas.
Afortunadamente ahora se ha ampliado la visión y se ha observado que hay múltiples factores que pueden influir.
Es importante tener en cuenta los factores familiares, puesto que es el principal entorno en el que se relacionan los menores, pero también pueden influir otros factores sociales
Causas familiares
Podemos encontrarnos con familias que, por determinados factores (trabajo, sobrecarga, dificultades personales y emocionales) han realizado unas funciones familiares deficitarias llegando incluso al abandono.
También nos podemos encontrar con situaciones en las que la sobreprotección del menor y una sobre exigencia hacia el o ella se dan de forma paralela.
Hábitos familiares donde la escasez de tiempo, la autoridad desdibujada y la permisividad están presentes en el día a día.
Causas sociales
Nos encontramos en un momento social donde el sentimiento de culpa está desprestigiado y se alienta el consumismo, la gratificación inmediata y el hedonismo.
Características que son un caldo de cultivo para que proliferen conductas en las que lo que más nos interesa es nuestro bienestar, le pese a quien le pese.
Esto a su vez provoca una falta de empatía constante en todas nuestras relaciones.
Características de los menores
Los niños y niñas que ejercen violencia hacia sus padres, suelen tener una serie de características en común.
Como hemos dicho antes, no quiere decir que estas características sean condición indispensable y que si aparecen, sí o sí, el menor terminará teniendo estas conductas agresivas.
- Son niños o niñas que desde pequeños suelen insultar y mostrar conductas de desafío hacia adultos o figuras de autoridad.
- Ejercen el control con sus exigencias y no suelen atender a normas ni a límites.
- Pueden mostrar una elevada insensibilidad y ausencia de consciencia de lo que está bien o está mal.
- No muestran sentimientos de vinculación moral o emocional hacia sus padres, familiares o amigos.
- Les cuesta responder de forma positiva a las pautas educativas.
- No suelen aprender de los errores, ya que les cuesta asumir su parte de responsabilidad en ellos.
- Buscan su propio beneficio sin atender a las necesidades o peticiones de los demás.
- Presentan bajos niveles de empatía y dificultades para desarrollar sentimientos de culpa.
¿Qué podemos hacer para prevenir?
Debemos ser conscientes que la mejor forma de prevenir cualquier tipo de conducta que pueda ser contraproducente es a través del ejemplo.
Revisar nuestros propios comportamientos y actitudes nos puede ayudar mucho a la hora de transmitir a los niños y niñas como queremos que se comporten.
- Actuar de forma no violenta, ni verbal ni físicamente y mostrar nuestra inconformidad ante la presencia de actos violentos.
- Trabajar en una educación emocional individual y familiar. Una buena manera es a través de compartir lo que estamos sintiendo, expresando nuestras emociones.
- Ofrecer una educación en valores, moral y ética.
- Facilitar a nuestros hijos e hijas herramientas y recursos de autocontrol, capacidad de esfuerzo, tolerancia a la frustración y resolución de conflictos.
Desde una comunicación clara, estable y sincera podemos prevenir que en un futuro nuestros hijos e hijas tengan comportamientos agresivos hacia nosotros, hacia otros o hacia ellos mismos.
Descubrir que estamos en una situación en la que sentimos que el control se nos está escapando de las manoses duro y doloroso.
Lo más sano para todas las partes implicadas y afectadas es pedir ayuda a aquellos que nos rodean o a un profesional.
Todos tenemos aspectos en los que podemos crecer y mejorar y con ayuda siempre es más fácil.
Si este es tu caso, no dudes en acudir a Quiero Psicología. Podemos ayudarte y proveerte de las herramientas necesarias para gestionar esta situación. Si realmente es insostenibles, podemos aconsejarte sobre recursos a los que puedes acudir.
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