¿Por qué no sé (casi) nada de la vida personal de mi terapeuta?
Si alguna vez has estado en terapia tal vez te hayas preguntado acerca de la vida de tu terapeuta o por qué no pareces saber mucho sobre asuntos personales suyos. Quizás te haya picado la curiosidad o te hayas planteado por qué pareces saber tan poquito de una persona que sabe tanto de tu vida. (¡Si es así sigue leyendo!)
Lo cierto es que esto tiene varias explicaciones y todo esto no es casualidad, sino que suele ser una decisión consciente y orientada a los objetivos de la terapia.
Por un lado, tu terapeuta está allí para cuidarte a ti y a tu salud mental, por lo tanto, es una relación asimétrica de cuidados. Nuestra función es ayudaros y acompañaros a alcanzar el máximo bienestar posible y eso requiere explorar temas muy íntimos: inseguridades, recuerdos, expectativas y creencias de cada persona. ¡La terapia va de vosotras! No somos las protagonistas y os merecéis un espacio en terapia dedicado a vuestro cuidado y dónde os podáis permitir mostraros vulnerables.
Por supuesto, al entrar en estos temas nuestra misión es que os sintáis a gusto, en casa; y para ello es de crucial importancia que no os sintáis juzgados y que sintáis qué podéis hablar con total libertad y sinceridad.
Si las personas que nos dedicamos a realizar terapia diésemos opiniones sobre ciertos temas o compartiésemos nuestras vivencias sin filtro, es más fácil que sin querer, acabemos proyectando una imagen de cómo somos y también de como esperamos que sean los demás.
Es fácil que sin darnos cuenta como pacientes intentemos complacer a nuestro terapeuta, para sentirnos válidas o intentar no decepcionar respecto a la imagen que se tiene de nosotras. O, al contrario, puede ser que si sentimos que podemos no encajar con la imagen que se tiene de nosotras u optemos por callarnos cosas que necesitamos compartir.
Para que se entienda mejor vamos a poner un ejemplo práctico: si por ejemplo mi terapeuta me dice que es del Barça y yo soy del real Madrid (o viceversa) y los dos expresamos abiertamente del equipo que somos podrían viciarse ciertas dinámicas. Por ejemplo, si gana el equipo de mi terapeuta quizás yo venga con algo de frustración o enfado a terapia y no me apetezca hablar de ciertos temas. O si gana mi equipo tal vez sienta que si saco el tema pueda hacer sentir mal a mi terapeuta y esquive hablar del tema. En ambos casos estaría cambiando mi comportamiento, acomodándome a factores que no son relevantes a mi proceso terapéutico, y me merezco centrarme en mí misma en terapia.
En teoría no parece ser una influencia muy grande el poder comentar un partido o de que equipo somos, ¿verdad?
¿Pero qué sucede cuando hablamos de asuntos mucho más personales o que evocan emociones mucho más fuertes?
Vamos a poner otros ejemplos ilustrativos (que esperemos que nunca sucedan en terapia).
Si nuestra terapeuta revelase que tiene una mala relación con su madre, su padre, su abuela o su hermano puede que nos sintamos mal o culpables como pacientes si nuestra relación con ese miembro familiar es estupenda y que nos cohibamos en lo que expresamos en terapia. Por el contrario, si nuestra terapeuta expresa que tiene una relación estupenda con su padre, su madre, su ex… y nosotros no tenemos esa experiencia puede hacer que nos sintamos tristes, solos o incomprendidos. De nuevo, esta segunda situación puede dañar también el vínculo entre terapeuta y paciente y es un pilar principal de la terapia.
De hecho, al comenzar un proceso terapéutico lo que más va a definir cuanto se avanza en terapia va a ser las habilidades y capacidades del terapeuta. Sin embargo, conforme avanza el tiempo y las sesiones lo que más define el progreso es la calidad del vínculo entre paciente y terapeuta. Es decir, lo que más afecta al éxito terapéutico es tener buena relación con mi psicólogo: que yo me sienta comprendido, cuidado, protegido. Esto hará que yo me sienta más motivado, más comprometido… y si creo más en mi terapeuta probablemente crea más en mí.
Por este motivo, revelar información personal nuestra como terapeutas no tiene sentido en muchos contextos o incluso puede ser dañino y es recomendable que no hablemos de temas que puedan generar inseguridades en el vínculo terapéutico. Por otro lado, es importante que también como terapeutas decidamos activamente poner límites con aquellos que no estemos cómodas.
¿Significa eso que mi terapeuta no puede contarme nada personal suyo?
Al contrario, significa que podemos compartir experiencias nuestras, pero debe tener un objetivo terapéutico. A esto se le denomina autorrevelación. Y, de hecho, al revés, la autorrevelación puede unir y ser esencial para ofrecer apoyo en la terapia.
Si mi terapeuta me dice que es bisexual y yo también lo soy, puede ayudarme a salir del armario (o simplemente hacerme sentir más segura si yo también lo soy). Si mi terapeuta me dice que ha perdido un ser querido y yo también he vivido esa experiencia, puedo sentirme más reconfortada al transitar el duelo en terapia. Si mi terapeuta me dice que tuvo insomnio o ansiedad y ahora ya no puede hacerme sentir que voy a conseguir solucionar mi problema pronto (¡cuidado con autorrevelar problemas en el presente que puede hacer sentir a nuestras pacientes que ciertos problemas no tienen solución, aunque sí la tengan!).
Si mi terapeuta me cuenta que también se ha cuestionado su género (o está en ello) puede validar que yo pueda estar en un proceso similar o que tengo derecho a explorar mi género en libertad. Si mi terapeuta me revela que tiene hijas y yo también puedo sentirme más comprendida si tengo dificultades en la crianza. O, al contrario, si mi terapeuta no tiene peques puede validarme en mi decisión de no tenerlos. También existe la posibilidad de que mi terapeuta me exprese que, aunque no tenga hijas y yo sí se va a esforzar mucho en comprender como es mi visión del mundo o la crianza y me haga sentir igualmente validada. Si mi terapeuta es de una opinión política similar a la mía o es feminista y me lo expresa puede hacerme sentir más en casa y que me sienta más cómoda para hablar abiertamente de esos temas.
En definitiva, no se trata de compartir o no compartir experiencias nuestras sino de saber compartir de una forma que va a ser sanadora para la paciente y el vínculo terapéutico. Estaremos encantados en ayudarte desde el equipo de Quiero Psicología.
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