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Pacientes insistentes y con apego ansioso

Cómo intervenir sin reforzar la dependencia y favoreciendo el desarrollo y la autonomía.

Muchos terapeutas han experimentado la complejidad de acompañar a pacientes con altos niveles de ansiedad interpersonal: aquellos que envían mensajes entre sesiones, que preguntan reiteradamente si la relación terapéutica está bien, que se angustian si el terapeuta tarda en responder o si una sesión se reprograma. Aunque a veces estas conductas pueden sentirse invasivas o demandantes, en la mayoría de los casos reflejan un patrón emocional profundamente arraigado: un estilo de apego ansioso.

Estos pacientes no son simplemente «dependientes» o “intensos”. Están expresando, a través de su insistencia, un temor profundo a la pérdida del vínculo. Lo que buscan no es atención excesiva, sino aliviar una angustia que sienten como urgente y desbordante. El desafío clínico está en cómo sostener el vínculo con empatía, sin ceder a reforzar patrones que alimentan esa misma ansiedad.

¿Qué significa “apego ansioso” en la práctica clínica?

El apego ansioso se construye muchas veces en historias donde el cuidado fue inconsistente: a veces disponible, a veces no. Como resultado, estos pacientes desarrollan la creencia de que el amor es inestable y que hay que luchar constantemente para mantener la conexión.

En consulta, este patrón se manifiesta con:

  • Necesidad frecuente de confirmación: “¿Qué te parece/qué opinas sobre esto?”, “¿Está bien lo que dije/lo he hecho bien?”.
  • Alta sensibilidad al silencio o al cambio: interpretaciones rápidas de abandono o indiferencia.
  • Dificultad para tolerar pausas, demoras o distancia en la relación terapéutica.
  • Conductas impulsivas para aliviar el malestar: mensajes fuera de sesión, urgencias, audios, alargar las sesiones.

Aunque comprensibles, estas conductas no ayudan a largo plazo. Al contrario, refuerzan el círculo de ansiedad – búsqueda – alivio – ansiedad, generando más dependencia.

¿Por qué no es útil responder a todas las demandas?

Cuando el terapeuta responde siempre de forma inmediata a las demandas (por ejemplo, atendiendo mensajes fuera del horario o modificando frecuentemente el encuadre para evitar angustia), puede estar reforzando sin querer un patrón que perpetúa el malestar:

  • El paciente aprende que solo puede calmarse si el otro responde.
  • Se evita el contacto con el malestar, sin desarrollar herramientas para tolerarlo.
  • La ansiedad aumenta cada vez que el entorno no responde como se espera.

Así, sin buscarlo, el vínculo terapéutico se convierte en una fuente de alivio momentáneo, pero no de crecimiento. La función del terapeuta no es estar siempre disponible, sino ayudar al paciente a tolerar mejor la espera, la incertidumbre y la autonomía emocional.

¿Qué estrategias clínicas se pueden implementar?

Mapear el patrón emocional y relacional

Antes de intervenir, es útil comprender con el paciente qué sucede cuando siente urgencia o temor al abandono:

  • ¿Qué dispara esa ansiedad?
  • ¿Qué interpreta cuando no hay respuesta?
  • ¿Qué siente y cómo actúa en esos momentos?
  • ¿Qué espera que ocurra si contacta inmediatamente?

Explorar estas preguntas permite nombrar el ciclo y empezar a observarlo desde una posición más consciente y menos impulsiva.

Sostener límites con claridad y calidez

Los límites terapéuticos (como no responder mensajes fuera del horario o no extender sesiones) no son castigos. Son parte del marco de trabajo y, correctamente planteados, pueden ser contenedores de la ansiedad.

Frases útiles para comunicar límites sin invalidar:

  • “Entiendo que fue difícil esperar. Me alegra que hayas traído eso a sesión para pensarlo juntos.”
  • “No siempre podré responder fuera de horario, pero eso no significa que no me importe tu malestar.”

Este tipo de respuestas reconocen la emoción sin reforzar la conducta impulsiva, favoreciendo formas más saludables de conexión.

Fortalecer recursos internos para la autorregulación

El objetivo no es que el paciente deje de sentir angustia o necesidad, sino que pueda atravesar esos estados sin quedar atrapado en ellos ni depender exclusivamente de otro para calmarse.

Estrategias posibles:

  • Identificar pensamientos repetitivos que intensifican la ansiedad.
  • Desarrollar autoinstrucciones: frases internas de calma y contención.
  • Técnicas de respiración, escritura o distracción que ayuden en momentos críticos.
  • Acordar planes de acción para situaciones entre sesiones (por ejemplo, esperar un tiempo antes de actuar, registrar la emoción, anticipar que será tema de la próxima sesión).

Reforzar cada avance, por pequeño que sea

Cuando un paciente logra no escribir fuera de sesión, tolera una espera, o puede expresar su angustia en vez de actuarla, es importante reconocerlo:

“Eso que hiciste requiere un gran esfuerzo. Lo que antes necesitabas resolver en el momento, ahora lo pudiste sostener hasta que lo hablemos juntos.”

El refuerzo positivo de estas pequeñas victorias fortalece su sentido de eficacia y aumenta su autoestima.

Los pacientes con apego ansioso no necesitan más respuestas inmediatas. Necesitan experiencias relacionales que les muestren que el vínculo puede sostenerse sin urgencia, que su malestar puede ser sentido sin que se desborde, y que pueden contar con otro sin tener que pedirlo a gritos.

Como terapeutas, nuestra tarea no es calmar cada vez que se enciende la alarma, sino acompañar a que esa alarma pierda poder. No se trata de dejar al paciente solo, sino de ayudarle a descubrir que puede estar consigo mismo sin desmoronarse.

Un vínculo seguro no es uno sin ansiedad, sino uno donde la ansiedad puede ser pensada, sostenida y transformada.

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