¿Qué estilo de apego tengo?
En numerosas ocasiones, escuchamos frases como “este niño está muy apegado a sus padres” o “mi pareja tiene demasiado apego hacia mí”, sin embargo, ¿en qué se traducen estas frases?, ¿el apego es algo bueno, o algo de lo que avergonzarnos?. ¿Qué definimos realmente como apego?
Para comprender esta teoría, en primer lugar, necesitaremos echar la vista atrás y pensar en un bebe recién nacido. Cuando un bebé nace, todos coincidiremos en que estamos ante un ser dependiente. Este bebé dependerá de sus cuidadores para lograr cubrir sus necesidades, como ser alimentado, mantener su higiene y ser reconfortado.
En otras palabras, cuando nacemos, somos seres dependientes, necesitamos ser cuidados para sobrevivir, debido a la inmadurez de nuestro cerebro. De hecho, somos la especie que más depende de sus cuidadores para desarrollar estrategias de afrontamiento y lograr autonomía.
A consecuencia, el apego se define como el vínculo afectivo que se establece entre el niño y sus cuidadores. Este vínculo tiene como objetivo la supervivencia del niño, que como hemos dicho previamente, es inmaduro y dependiente.
Este vínculo comienza a desarrollarse ya desde la gestación y los estudios científicos coinciden en que aproximadamente termina de establecerse en torno a los 7 meses del bebé.
¿Cuál es el problema? Que no todos los cuidadores tienen la capacidad para desarrollar un vínculo afectivo adecuado con sus hijos.
Como hemos visto, el término apego suele utilizarse indistintamente para expresar una vinculación. Sin embargo, existen diferentes tipos de apego y no todos serán adecuados.
Estilos de apego
Apego seguro
Este estilo de apego se desarrolla cuando los progenitores establecen una base segura con su hijo, respondiendo adecuadamente y de forma coherente a sus necesidades. Para ello, se mostrará como una figura de cuidado disponible, capaz de atender y cubrir las necesidades físicas y emocionales de su hijo.
De esta forma, se establecerá una sintonía entre las demandas de los hijos y las respuestas de los padres. Se trata de progenitores que empatizan y conectan con las necesidades individuales de sus hijos, haciéndoles sentir atendidos y reconfortados.
Cuando un niño desarrolla un apego seguro, mostrará curiosidad y seguridad para explorar su entorno, pudiendo desarrollar así su propia autonomía y una base segura que le permitirá establecer en un futuro, más vínculos afectivos.
Apego inseguro
Si bien un niño dependerá de sus progenitores o cuidadores para poder cubrir sus necesidades y sobrevivir, porque no tiene la madurez suficiente ni las capacidades para poder hacerlo por sí solo, podemos encontrar estilos de crianza que no sean capaces de cubrir adecuadamente estas necesidades.
Anteriormente, explicamos que la parentalización se definía como el proceso de inversión de roles donde los hijos ejercían de cuidadores de sus propios progenitores. Estos niños, que no pueden recurrir a sus padres para cubrir sus necesidades y ven como estos no tienen la capacidad para atenderles, desarrollarán un tipo de apego inseguro.
Existen 3 tipos de apego inseguro:
Apego evitativo
Este tipo de vínculo surge ante progenitores con dificultades para manejar estados emocionales. Ante esta incapacidad, tienden a ignorar y desatender las necesidades emocionales de sus hijos, por lo que no conectan con las emociones de los niños, no etiquetan ni interpretan los estados emocionales que muestran y por tanto, no facilitan la expresión emocional.
A consecuencia, los niños desarrollan dificultades para entender sus propios estados emocionales, empatizar con las emociones de los demás y expresar cómo se sienten. Aprenden que para ser atendidos, deberán evitar temas de conversación con contenido emocional, por lo que se centrarán en actividades más lúdicas, el ámbito académico o en pasar desapercibidos.
Habitualmente se convierten en seres muy independientes y con miedo a relaciones que implican intimidad.
Apego ansioso-ambivalente
Este estilo surge cuando los cuidadores responden de forma inconsistente, caótica e incoherente a las demandas de sus hijos. Esto provoca que el niño no pueda predecir cómo van a responder sus padres, provocando por tanto, inseguridad y un elevado grado de ansiedad y angustia.
Muchas veces, estos padres atenderán a sus hijos en función de cómo se encuentren, dependerá por tanto, de su estado emocional. Son padres que también muestran dificultades para gestionar sus propias emociones, por lo que primero priorizan cómo se sienten ellos, sin tener en cuenta que como hemos explicado previamente, los niños son seres inmaduros y dependientes.
Un ejemplo de este estilo de crianza sería la sobreprotección, donde los padres priorizan sus propias necesidades, ignorando las de sus hijos, impidiendo que el niño explore el mundo de una forma segura.
Por ende, estos niños suelen ser vistos públicamente como niños miedosos, demandantes e insistentes. Sin embargo, esto es fruto de la angustia que sienten, al haber sido criados en un ambiente impredecible e inconsistente.
En la edad adulta, estos miedos repercuten en sus relaciones sociales, especialmente las de pareja, ya que se trata de personas con miedo al abandono, inseguridad y baja autoestima.
Apego desorganizado
Este vínculo ocurre cuando la figura de cuidado es por un lado, fuente de protección, pero a su vez, fuente de peligro y dolor para el niño.
Hablamos de padres con grandes dificultades para gestionar emociones, sin inteligencia inter ni intra personal, que en ocasiones padecen un trastorno psicológico, han sido también criados en ambientes hostiles y traumáticos, etc.
Este estilo de apego es el menos prevalente en la sociedad y el que mayor interferencia psicológica produce.
Nos referimos a padres con un estilo de crianza inestable, contradictorio, negligente y con ausencia de conexión con las demandas que requieren sus hijos.
El niño observará que sus padres, las figuras que deberían cuidarle y proporcionar una base de seguridad en su crecimiento, son paradójicamente las mismas que le provocan malestar y dolor. Por lo tanto, estos niños verán a sus progenitores como una amenaza.
Se estima que aproximadamente, solo un 60% de la población ha podido establecer un estilo de apego seguro con sus cuidadores. Si te has podido sentir identificado con estos patrones de crianza y reconoces dificultades a la hora de relacionarte con tus amistades o pareja, desde Quiero Psicología podemos ayudarte.
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