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autoexibencia control

¿Mi autoexigencia me impide funcionar?

¿Es la autoexigencia «marca de la casa»?

¿Cómo te sientes si por complicaciones en el día no has podido ir al gym, siendo una rutina habitual para ti?

¿Qué ocurre cuando algo que tenías previsto, como un plan con amigos, se cancela a última hora?

¿Te irrita sentir que algo no está en tu control? Por ejemplo, que tu jefe te presione para mejorar porque hoy no has hecho las cosas tal y como él te dijo y eso te genera tal malestar que tu día se  nubla por completo con esa sensación.

Si las situaciones anteriores u otras parecidas te generan malestar es posible que la organización, las rutinas y el orden sean partes importantes de tu día a día, probablemente esta dinámica te permita por ejemplo, llegar puntual a tus citas, dormir a tus horas, tener una alimentación equilibrada, mantener a buen ritmo tu cuenta de ahorros o planificar tus vacaciones mucho antes de que comience el verano.

Sin embargo, si cuando alguno de tus planes mentales no se ajusta a lo que luego sucede y esto te genera un intenso malestar, lo que en principio te ayuda y te hace sentir mejor, llevado al extremo se convierte en algo que te bloquea o limita.

Es funcional llevar una rutina diaria que te permita ir al trabajo, hacer deporte y descansar pero comienza a ser disfuncional cuando por no poder ir un día al gimnasio te sientes fatal y te autocastigas al día siguiente con más horas de entreno que compensen las que te faltaron ayer llegando incluso a encontrarte mal por el esfuerzo físico extra realizado.

Estableces una serie de expectativas que tienes que cumplir y lo que inicialmente haces por salud, placer o deseo, se convierte en una obligación y no permites que no suceda, ya no es algo que puedas hacer o no, es algo que hay que realizar y si no es así hay además un castigo, una consecuencia negativa. Es como si convivieras con un látigo que corrige cada paso que das y esto, día a día genera un daño considerable.

¿Crees que se disfruta sabiendo que un “paso en falso” implica recibir un latigazo?

De forma sistemática tu autoexigencia te hace estar alerta constantemente, no puedes relajarte, no puedes permitirte un fallo o un imprevisto.

La exigencia en su justa medida puede generar consecuencias agradables pero si se descompensa la balanza estaríamos hablando de un patrón obsesivo que te impide funcionar y recomponerte ante los imprevistos que naturalmente nos suceden a todos/as en el día a día. Esta intensidad en la exigencia implica rigidez mental, es decir, la incapacidad de aceptar algo distinto a lo previsto.

Y si hablamos de previsión y anticipación sobre lo que va a suceder, ¿qué otro concepto está implicado?

El control. Si consideras que eres alguien con un patrón obsesivo, estarás familiarizado/a con el control, de hecho, “necesitas” controlar aquello que va a suceder para conseguir el bienestar y rechazas la incertidumbre.

Sin embargo, ¿crees que podemos controlar absolutamente todo? Tu respuesta indudablemente será que no, ya que es imposible, y estaríamos hablando de una ilusión más que de una realidad.

Por tanto, si ese látigo fustigador del que hablábamos antes aparece cada vez que “pierdes el control sobre algo”, sin duda, terminarás bastante magullado/a.

Además, en principio, tu mano es la que sostiene ese látigo y es muy probable que no sólo te autocastigues a ti, sino que también lo hagas con aquellos que te rodean; amigos/as, familia, pareja, empleados/as a tu cargo, compañeros/as de trabajo. Casi con seguridad, cuanto más cercanos, peor.

Ya hemos imaginado el malestar que puede generar recibir latigazos constantemente pero ¿cómo se expresa esto en ti?  Es decir, ¿cómo visibilizar este “daño” surgido a raíz de una elevada autoexigencia?

Las consecuencias que acarrea la falta de permisividad ante los fallos y no cumplir las expectativas o convivir con cierta incertidumbre pueden ser:

-Emociones tales como miedo, frustración, ira, tristeza, etc..

-Hablar de miedo implica hablar de ansiedad: taquicardia, presión en el pecho, intranquilidad motora…

-Afectación en las diferentes áreas de tu vida.

-Abuso de sustancias tóxicas que te permitan desconectar durante unos momentos.

-Somatizaciones.

Si te sientes identificado/a con este post y no sabes bien qué puedes hacer, lo primero que te sugiero es reflexionar.

¿A qué crees que se debe este patrón?

Cuándo y cómo aprendiste esta dinámica?

¿Qué supone en ti la autoexigencia?

¿Cómo te sientes cuando “no cumples”?

¿Qué pasa cuando “no tienes nada que hacer” y no has podido planificarlo?

“Tener un látigo en la mano” es algo que aprendiste en algún momento de tu vida y aunque tú lo sostengas, no quiere decir que te sientas a gusto con ello. Puede que esta dinámica funcione en ti como un mecanismo de defensa y que alguna vez haya sido tu mejor alternativa y, hasta ahora, te haya permitido seguir y gracias a ello, estar donde estás.

Si consideras que esta gestión de tu vida te puede llegar a limitar en determinados momentos o genera malestar en ti y en tu entorno, en Quiero Psicología te acompañaremos en este proceso de autoconocimiento que te permita crear recursos que ajusten y modulen la exigencia. Aprender a ser menos exigente contigo mismo/a está en tu mano: contáctanos.