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Pon límites

Poner límites en las relaciones personales.

Somos animales sociales.

Vivimos en grupos y nos relacionamos con diferentes personas cada día. El panadero, la quiosquera, el camarero que nos sirve el café o la conductora del autobús que nos lleva al trabajo.

Hay otro tipo de relaciones más cercanas, mucho más personales e importantes. Hablamos de las que establecemos con nuestros amigos, con la familia o con nuestra pareja.

Es imprescindible que este tipo de relaciones estén marcadas por límites. Estos nos ayudan a mostrar el respeto que tenemos por nosotros mismos y por el otro.

Estas líneas invisibles son una forma de comunicación verbal y no verbal que estableces en tus relaciones. Los límites definen, entre otras cosas, la forma en la que quieres que te traten.

Lo habitual es establecerlos de manera natural e inconsciente. Puede darse en algunas ocasiones o con ciertas personas que sea necesario expresar claramente tus necesidades y la forma en la que deseas ser tratado.

Hacer esto, establecer una línea clara, es fundamental cuando hay comportamientos de otros que te hacen sentir molesto, incómodo o incluso dañarte emocional y psicológicamente.

¿Qué puedo hacer?

Para ciertas personas expresar sus necesidades y marcar unos límites claros es fácil, lo hacen con soltura.

Aquí intervienen el miedo a perder la relación, ciertas inseguridades personales y la costumbre de anteponer el bienestar del otro al propio, entre otras cosas.

El primer paso que puedes dar es hacerte consciente del malestar o incomodidad que te está provocando mantener una relación desequilibrada. Puede ser que sientas que la otra persona está tomando más de lo que ofrece y eso genere el desequilibrio que notas.

Ya lo tengo claro, ahora ¿qué?

Establece los límites en tu cabeza.

Antes de comunicarle a la otra persona cuales son los límites que quieres establecer, es muy positivo que lo hagas mentalmente.

Esto te ayudará a tener lo más claro posible cuál es el límite que quieres y cómo lo vas a comunicar.

Los límites que quieras establecer han de ser realistas, tanto para la otra persona como para ti mismo. De nada sirve trazar líneas rojas que ni si quiera tú estás dispuesto a mantener o que no vas a ser capaz de sostener.

Debes tener en cuenta cómo es la otra persona y cómo es vuestra relación para encontrar la forma más efectiva de comunicar lo que pasa. Si tu petición no se comprende es más que probable que todo siga igual.

Busca un ejemplo del comportamiento que quieres que cambie. Esto te ayudará a justificar tu petición y a mantenerte firme. Sin esta firmeza, será complicado que lleves a cabo las acciones necesarias a la hora de establecer esos límites que deseas.

Planifica la conversación.

En este punto debes tener en cuenta cómo eres tú y cómo te comunicas en general y con la persona en cuestión en particular.

Quizá eres una persona que no muestra dificultades a la hora de expresarse verbalmente y que no se cohíbe ante los enfrentamientos.

Puedes ser una persona que se muestra tímida o insegura ante conversaciones de mayor trascendencia.

Teniendo en cuenta tus propias características, puedes elegir la forma y el momento en el que quieras que se produzca esta conversación.

Indudablemente, la mejor opción sería una conversación en persona. Si esta perspectiva te abruma, puedes optar por una conversación telefónica, un correo electrónico o incluso un mensaje de texto.

La opción de realizar esta petición por escrito te va a facilitar expresar lo que quieres con precisión y de la forma más adecuada. Evitas presiones y te permite sopesar cada una de las palabras.

Claro está que todo lo que no sea cara a cara eliminará la comunicación no verbal, ten esto en cuenta. Quizás puedas llevar escrito lo que quieres decir pero hacerlo frente a frente. La opción de la video llamada también está presente.

¿Cómo lo hago?

En esta conversación, debes explicar a la persona por qué estás marcando esos límites. Que su comportamiento te incomoda. Procura describir lo más detalladamente posible qué te molesta y cómo propones que eso cambie.

Deja claro que tu decisión es una forma de mejorar vuestra relación y que no buscas, ni de lejos, distanciaros.

Para poder hacerlo de manera sosegada, clara y concisa puedes seguir estos cuatro puntos:

  1. Define la situación que te incomoda de la manera más objetiva posible.
  2. Expresa cómo te hace sentir.
  3. Expón el motivo por el que crees que ocurre.
  4. Ofrece una solución que implique a ambas partes (en la medida de lo posible).

¿Qué hago con la reacción del otro?

Debes ser consciente de que, por mucho que hayas expresado la situación con claridad y respeto, el otro puede o no entenderlo o no compartirlo.

Dependiendo de esto, te puedes encontrar ante varias posibles reacciones de la otra parte:

  • Entiende lo que le dices y se muestra consciente de lo que pasa. Quiere modificar lo que esté en su mano para que la relación sea más sana y mejor.
  • Lo que le dices le suena a chino y no entiende el motivo porque el que estáis manteniendo esa conversación.
  • No ha sido consciente de que su comportamiento te estaba dañando y le resulta complicado realizar los cambios que le pides y que necesitas.
  • Es consciente de lo que le estás pidiendo y de lo que implica. Se da cuenta de que, con el cambio, perderá la influencia que ejerce sobre ti.

Independientemente de que el rechazo de tus límites por parte de la otra persona sea o no consciente, debes mantenerte firme en tu decisión de crearlos.

Invierte todo el tiempo necesario en explicar por qué has tomado esa decisión. Ofrece la posibilidad de encontrar una solución conjunta que ayude a mejorar vuestra relación. Pregunta.

¿Y después?

Ahora llega la parte más complicada de toda la situación: mantener en el tiempo esos límites establecidos.

Es algo en lo que se deben involucrar ambas partes.

Mantente firme.

Si es a ti a quien le cuesta, plantéate si has establecido unos límites realistas. Puedes revisarlos mentalmente. Si te parecen sólidos, ten en cuenta que lo has hecho en busca de tu bienestar y del cuidado de tus emociones y sentimientos.

Cuando es la otra persona quien no los mantiene, te toca comunicarle que vuelve a las andadas, saltándose lo que habíais establecido.

Cuando tengas esta conversación de “recordatorio” ten en mente la idea de que lo haces por tu bienestar y por mejorar la relación.

Quizá la otra persona lo intenta pero no lo consigue. En este caso, es bueno que tengáis otra charla en la que lleguéis a una solución alternativa que os haga más fáciles las cosas a los dos.

La peor de las situaciones se da cuando la otra parte ni se molesta. Si se da este caso, es fundamental darle un toque de atención. Tienes que informarle de que, si la situación sigue igual, si no se implica en el cambio que necesitas y que ya has explicado por qué es importante para ti, vuestra relación va a cambiar sí o sí.

No es una amenaza, habrá quien se lo tome como tal.

No es un chantaje porque el beneficio del cambio será mutuo.

Es una decisión que has tomado y que, de no ser atendida, puede significar el distanciamiento o la ruptura definitiva.

Si te identificas con esta situación, ya sea como la persona que demanda el cambio o como la persona que debe hacerlo y no sabes cómo, escríbenos. Estaremos encantadas de ayudarte.

maltrato reality

Realities o la normalización de la toxicidad.

Si asistes al espectáculo de los realities ¿Te sientes identificado/a con algún/a concursante?

En los que muestran parejas ¿Crees que son un reflejo real de cómo son las relaciones, las mujeres y los hombres?

¿Si a ti te pasara algo así, no podrías aguantarlo?

Como norma general en casi cualquier reality, ya desde los primeros minutos observamos dinámicas cargadas de prejuicios, estereotipos, roles de género, toxicidad, etc.

Si nos centramos en los que nos muestran a parejas en un lugar paradisíaco, con villas de lujo y cuerpos esculturales como cebo para justificar infidelidades. “Esta experiencia hay que vivirla” , “esto ocurre porque te sientes en otro mundo” y otros argumentos sobre el por qué es tan fácil descontrolarse o perder la cabeza en aquel lugar.

Vamos a desgranar algunas de las «perlas» que nos muestran este tipo de programas:

Roles de género.

Chicos que abrazan a sus novias por la espalda en señal de protección, posesión y control. Chicas abrazadas por sus novios como signo de dependencia, fragilidad y sumisión.  “Las chicas son celosas”, “las chicas nos molestamos por todo” , mitos y categorías que distan mucho de la realidad: no por ser mujer tienes que ser celosa, y no por ser hombre te enfadas menos. “Bastante tenemos con nuestras novias ya”, la mujer como una carga pesada.

Rivalidad y odio.

“Chihuahua” ,“una mujer que viene a quitarle el novio a otra mujer me demuestra los valores que tiene” , discusiones, insultos y hostilidad entre las chicas y las tentaciones de sus parejas, perdiendo el respeto entre mujeres por luchar por la atención o el cariño de los chicos. A esto le añadimos que los chicos, para calmar a sus novias, infravaloran al resto de chicas con comentarios despectivos como “es fea”.

Lucha de egos.

Al inicio del programa, los chicos tienen que colocar un collar de flores en señal de interés por alguna de las chicas, una lucha de poder entre los «gallitos» en la que la mujer pasa a ser un objeto por el que dos hombres pelean. Ella es sólo un trofeo si opinión ni deseo ni, casi, cerebro.

Amor líquido.

Haciendo referencia a este concepto de Bauman, otra de las «situaciones» es cuando aparecen nuevas tentaciones en las villas. Si quiero cambiar mi cita por otra, puedo hacerlo, tengo donde elegir, hoy quiero contigo y mañana no, al instante. Cambian personas como si cambiasen de pantalones.

Normalización del conflicto.

“Discutimos mucho pero nos queremos” , «estamos teniendo discusiones ya como si fuéramos una pareja” , “nuestra relación es tricíclica, estamos bien, estamos mal y estamos muy mal”. Conductas en las que se acepta el conflicto en las relaciones como algo normal y típico en las parejas. Lo cierto es que está muy lejos de ser normal: el amor es que experimentes tranquilidad y sosiego en tus relaciones de manera habitual y sea un lugar de calma para ti.

Sentido de propiedad sobre las personas.

“Me van a quitar a mi novia” ,“no me importaría que tocara a otra chica”, “le dije que nadie le hiciera masajes”. Conductas posesivas en chicos y chicas. Tratar a una persona como si fuera algo tuyo implica anular sus emociones y necesidades, tener derecho sobre él/ella y estar por encima, yo decido, yo mando.

Ansiedad por separación.

“No puedo estar sin ti”, “no nos separemos nunca más”, “me quiero morir, no voy a aguantar”. Estar lejos de alguien a quien aprecias puede ser doloroso, pero ser incapaz de vivir y continuar debido a la ausencia de tu pareja implica dependencia y la total reducción de tu autonomía. Corres un grave peligro si tu bienestar depende por completo de que alguien se quede o no. 

Comprobaciones constantes de su amor.

“Tengo que verlo todo para saber si puedo confiar al 100% en él”, “no es su prototipo”. Amar no es poner a prueba a tu pareja para estar completamente seguro/a de él/ella. El amor no es un campo de batalla en el que tengas que observar que tu pareja resiste y consigue salir ileso/a ante un montón de tentaciones para saber si realmente te quiere o no. Observar cada paso que da te hace estar alerta constantemente, con el consiguiente desgaste ya que además, nunca podrás controlar absolutamente todo.

Atribuciones erróneas sobre responsabilidades.

“Él está harto de mis celos”, “para no destrozar nuestra relación miento” , “me he cohibido muchas cosas por ella”, “estoy cansado de no poder ser como soy”. ¿Quién es el/la último/a responsable de nuestras propias conductas? Nosotros/as mismos/as, salvo casos en los que exista algún tipo de desequilibrio en la relación y poderes y haya una amenaza. Hacer responsable a tu pareja de algo culpabilizándola, no es amor. Si algo no te gusta, tienes la opción de irte y si decides mantenerte en la relación, no justifiques tus actos culpando a tu pareja.

Aguantar todo por amor.

“Nunca habla bien de mi”, “no me hace masajes”, “en toda la relación nunca ha bailado conmigo”. Una pareja no tiene por qué complementarte en absolutamente todo, sin embargo, si para ti es importante el cariño, y tu pareja no suele tener gestos cariñosos o afectivos hacia ti, quizás habría que replantear si te sientes a gusto y tus necesidades están cubiertas. Muchos son los comentarios de chicos y chicas que denotaban insatisfacción por carencias en sus relaciones o la aceptación de dinámicas contrarias a las que uno desea. Si no te sientes bien, romper la relación también es una opción.

Desconfianza.

“No te acercas a una persona que no conoces sin un interés”, “si yo me siento así, es por algo”. No me fío ni de ti ni de mi, cuestiono todo lo que haces porque me provoca emociones negativas que no sé gestionar ni reconocer. Mi propia inseguridad la vuelco en ti y en tus actos.

Autoestima y calma a través del dolor de otros.

«Ya no quiero que disfrute, quiero verlo triste”, «me hubiera hasta arrodillado”, “a uno le sienta bien ver como dos chicas se pelean por ti”. Si le veo mal, significa que me quiere. Pensamientos alejados de lo que es amar a alguien, ya que, además de tu bienestar también te importa el suyo.

Desprecios.

“Tiene un carácter de mierda”, “no te preocupes, no pueden hacer nada”, “está loca”. Cuando no sé cómo gestionar lo que la otra persona hace, me limito a insultarla y descalificarla porque no soy capaz ni de entender lo que hace, ni el porqué.

Incertidumbre y confusión. Miedo y descontrol.

Una de las parejas que más atención obtiene (T y M) son el ejemplo claro de cómo no tratar a tu pareja: cuando hay un problema de celos, lo ideal es que exista comunicación fluida, empatía, comprensión, calma y seguridad. Si este problema persiste y se hace insostenible, la solución sería terminar la relación antes que estar en una dinámica de desconfianza, mentiras o dudas.

T. era ambivalente y lo mismo le decía un “te quiero” que rompía el compromiso con M. para besarse con otra chica a sus espaldas. Ante la inseguridad que siente M., estas conductas mantienen el bucle y el malestar se intensifica. Lejos de ser sincero y honesto, T. prefiere mantener viva la ilusión de que “todo está bien” “es sólo un juego” y “no ha pasado nada” , desconcertando y manipulando a una M. totalmente dependiente hacia él.

M. pierde el control y experimenta emociones con una intensidad desmedida, presa del miedo se olvida completamente de ella misma, reacciona con agresividad, posesión y sumisión lo que le imposibilita para actuar de la forma más adaptativa y saludable.

Pues bien, los realities no dejan de ser un reflejo pervertido de lo que sucede en la sociedad, si te has sentido identificado/a con alguna de estas situaciones que te mostramos o de alguna otra que resuene en ti y no tienes los recursos para gestionar lo que sucede, en Quiero Psicología trabajaremos toda la esfera que envuelve una relación para ayudarte a conseguir seguridad, calma y bienestar.