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Elegir a una pareja: en qué fijarte, qué evitar y qué valorar

Elegir a una pareja es una decisión importante que puede influir profundamente en nuestro bienestar emocional, nuestra autoestima y nuestra calidad de vida. En consulta psicológica, es frecuente que aparezcan dudas, inquietudes o patrones repetitivos relacionados con las elecciones afectivas. ¿Por qué elegimos a determinadas personas? ¿Qué buscamos en una relación? ¿Cómo podemos diferenciar el deseo genuino de estar con alguien, del miedo a estar solos?

Desde un enfoque terapéutico, es fundamental tomar decisiones de pareja con conciencia, respetando nuestros propios límites, necesidades y valores. No se trata únicamente de evitar el sufrimiento, sino de fomentar vínculos que sean fuente de crecimiento, contención y respeto mutuo.

Green Flags: señales de una relación saludable

Las green flags son indicadores de que estás frente a alguien con quien podrías construir una relación basada en el respeto, la empatía y la comunicación. Algunas de las más importantes son:

  • Respeto por tus límites y decisiones: Una pareja que escucha y acepta tus «no», que no insiste ni presiona, está mostrando una base fundamental de respeto y consideración.
  • Interés genuino en tu bienestar emocional: Una persona que se preocupa por cómo te sientes, que te valida y te acompaña en tus emociones, aunque no las entienda del todo, es alguien con quien puedes construir confianza.
  • Espacio para tu individualidad: Poder mantener tus amistades, tus proyectos personales y tu autonomía dentro de la relación es una señal clara de una pareja que no necesita controlarte para sentirse segura.
  • Comunicación abierta y honesta: Una pareja que puede hablar de lo que siente, que da lugar al diálogo y no evita los conflictos, favorece el crecimiento conjunto y la resolución saludable de diferencias.
  • Capacidad de asumir errores y repararlos: No se trata de evitar los desacuerdos, sino de saber qué hacer cuando aparecen. Alguien que puede pedir disculpas sinceramente y trabajar en sus actitudes es alguien que se compromete con el vínculo.

Red Flags: señales de alerta que no deben ignorarse

Las red flags son comportamientos o actitudes que pueden parecer pequeñas al principio, pero que tienden a escalar y generar malestar emocional o dinámicas dañinas. Algunas comunes son:

  • Control disfrazado de “cuidado”: comentarios sobre tu forma de vestir, tus salidas o tus amistades, vigilancia de tus redes sociales o celos constantes son señales de control, no de amor.
  • Desvalorización de tus emociones o logros: si constantemente te hace sentir que exageras, que tus problemas no son importantes, o se burla de lo que te apasiona, es una señal de desinterés y falta de empatía.
  • Invasión del espacio personal: Revisar tu teléfono, exigir explicaciones permanentes o aparecer sin previo aviso puede parecer un gesto romántico, pero muchas veces es una forma de invasión de tu privacidad.
  • Negación de responsabilidades: Cuando, ante un conflicto, la otra persona siempre se victimiza, te culpa o evita cualquier tipo de autocrítica, se dificulta avanzar hacia una relación equilibrada.
  • Violencia emocional, verbal o física: Las humillaciones, las amenazas, los gritos o cualquier tipo de agresión no tienen justificación. Si esto ocurre, es importante buscar ayuda profesional cuanto antes.

Tener pareja no es una necesidad vital ni una obligación. Una relación sana no se basa en llenar vacíos, sino en compartir desde la libertad y la autenticidad. Poder construir vínculos significativos parte de conocerse, validarse y respetarse primero a uno mismo.

Si sientes que te cuesta identificar patrones dañinos, que repites elecciones que te lastiman o que te cuesta poner límites, puede ser útil iniciar un proceso terapéutico. Acompañar estas preguntas con ayuda profesional puede marcar una diferencia real en tu bienestar emocional y en tu forma de vincularte.

En Quiero Psicología, acompañamos procesos de autoconocimiento, autoestima y construcción de vínculos sanos. Ya sea que estés atravesando una relación complicada, iniciando una nueva etapa afectiva, o queriendo aprender a elegir desde otro lugar, podemos ayudarte a encontrar herramientas para cuidar tu salud emocional y elegir desde el respeto.

Contáctanos para agendar una primera consulta o para conocer más sobre nuestros servicios.

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Pacientes insistentes y con apego ansioso

Cómo intervenir sin reforzar la dependencia y favoreciendo el desarrollo y la autonomía.

Muchos terapeutas han experimentado la complejidad de acompañar a pacientes con altos niveles de ansiedad interpersonal: aquellos que envían mensajes entre sesiones, que preguntan reiteradamente si la relación terapéutica está bien, que se angustian si el terapeuta tarda en responder o si una sesión se reprograma. Aunque a veces estas conductas pueden sentirse invasivas o demandantes, en la mayoría de los casos reflejan un patrón emocional profundamente arraigado: un estilo de apego ansioso.

Estos pacientes no son simplemente «dependientes» o “intensos”. Están expresando, a través de su insistencia, un temor profundo a la pérdida del vínculo. Lo que buscan no es atención excesiva, sino aliviar una angustia que sienten como urgente y desbordante. El desafío clínico está en cómo sostener el vínculo con empatía, sin ceder a reforzar patrones que alimentan esa misma ansiedad.

¿Qué significa “apego ansioso” en la práctica clínica?

El apego ansioso se construye muchas veces en historias donde el cuidado fue inconsistente: a veces disponible, a veces no. Como resultado, estos pacientes desarrollan la creencia de que el amor es inestable y que hay que luchar constantemente para mantener la conexión.

En consulta, este patrón se manifiesta con:

  • Necesidad frecuente de confirmación: “¿Qué te parece/qué opinas sobre esto?”, “¿Está bien lo que dije/lo he hecho bien?”.
  • Alta sensibilidad al silencio o al cambio: interpretaciones rápidas de abandono o indiferencia.
  • Dificultad para tolerar pausas, demoras o distancia en la relación terapéutica.
  • Conductas impulsivas para aliviar el malestar: mensajes fuera de sesión, urgencias, audios, alargar las sesiones.

Aunque comprensibles, estas conductas no ayudan a largo plazo. Al contrario, refuerzan el círculo de ansiedad – búsqueda – alivio – ansiedad, generando más dependencia.

¿Por qué no es útil responder a todas las demandas?

Cuando el terapeuta responde siempre de forma inmediata a las demandas (por ejemplo, atendiendo mensajes fuera del horario o modificando frecuentemente el encuadre para evitar angustia), puede estar reforzando sin querer un patrón que perpetúa el malestar:

  • El paciente aprende que solo puede calmarse si el otro responde.
  • Se evita el contacto con el malestar, sin desarrollar herramientas para tolerarlo.
  • La ansiedad aumenta cada vez que el entorno no responde como se espera.

Así, sin buscarlo, el vínculo terapéutico se convierte en una fuente de alivio momentáneo, pero no de crecimiento. La función del terapeuta no es estar siempre disponible, sino ayudar al paciente a tolerar mejor la espera, la incertidumbre y la autonomía emocional.

¿Qué estrategias clínicas se pueden implementar?

Mapear el patrón emocional y relacional

Antes de intervenir, es útil comprender con el paciente qué sucede cuando siente urgencia o temor al abandono:

  • ¿Qué dispara esa ansiedad?
  • ¿Qué interpreta cuando no hay respuesta?
  • ¿Qué siente y cómo actúa en esos momentos?
  • ¿Qué espera que ocurra si contacta inmediatamente?

Explorar estas preguntas permite nombrar el ciclo y empezar a observarlo desde una posición más consciente y menos impulsiva.

Sostener límites con claridad y calidez

Los límites terapéuticos (como no responder mensajes fuera del horario o no extender sesiones) no son castigos. Son parte del marco de trabajo y, correctamente planteados, pueden ser contenedores de la ansiedad.

Frases útiles para comunicar límites sin invalidar:

  • “Entiendo que fue difícil esperar. Me alegra que hayas traído eso a sesión para pensarlo juntos.”
  • “No siempre podré responder fuera de horario, pero eso no significa que no me importe tu malestar.”

Este tipo de respuestas reconocen la emoción sin reforzar la conducta impulsiva, favoreciendo formas más saludables de conexión.

Fortalecer recursos internos para la autorregulación

El objetivo no es que el paciente deje de sentir angustia o necesidad, sino que pueda atravesar esos estados sin quedar atrapado en ellos ni depender exclusivamente de otro para calmarse.

Estrategias posibles:

  • Identificar pensamientos repetitivos que intensifican la ansiedad.
  • Desarrollar autoinstrucciones: frases internas de calma y contención.
  • Técnicas de respiración, escritura o distracción que ayuden en momentos críticos.
  • Acordar planes de acción para situaciones entre sesiones (por ejemplo, esperar un tiempo antes de actuar, registrar la emoción, anticipar que será tema de la próxima sesión).

Reforzar cada avance, por pequeño que sea

Cuando un paciente logra no escribir fuera de sesión, tolera una espera, o puede expresar su angustia en vez de actuarla, es importante reconocerlo:

“Eso que hiciste requiere un gran esfuerzo. Lo que antes necesitabas resolver en el momento, ahora lo pudiste sostener hasta que lo hablemos juntos.”

El refuerzo positivo de estas pequeñas victorias fortalece su sentido de eficacia y aumenta su autoestima.

Los pacientes con apego ansioso no necesitan más respuestas inmediatas. Necesitan experiencias relacionales que les muestren que el vínculo puede sostenerse sin urgencia, que su malestar puede ser sentido sin que se desborde, y que pueden contar con otro sin tener que pedirlo a gritos.

Como terapeutas, nuestra tarea no es calmar cada vez que se enciende la alarma, sino acompañar a que esa alarma pierda poder. No se trata de dejar al paciente solo, sino de ayudarle a descubrir que puede estar consigo mismo sin desmoronarse.

Un vínculo seguro no es uno sin ansiedad, sino uno donde la ansiedad puede ser pensada, sostenida y transformada.

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¿Cómo abordar a un familiar violento?

La violencia dentro del núcleo familiar es uno de los problemas más dolorosos, complejos y difíciles de afrontar en nuestra sociedad. Este tipo de violencia no solo deja huellas físicas o psicológicas en las personas que la padecen, sino que también genera un profundo conflicto emocional y moral, pues quien agrede no es un extraño, sino alguien cercano: un padre, una madre, una pareja, un hijo o un hermano. Es precisamente esa cercanía afectiva la que convierte estos actos en experiencias especialmente traumáticas, ya que el hogar, que debería ser un espacio de seguridad, protección y amor, se transforma en un lugar de miedo, tensión y sufrimiento. Enfrentarse a un familiar violento implica romper silencios, desafiar creencias culturales arraigadas y, en muchos casos, superar la culpa, la vergüenza o el miedo al juicio social.

La violencia familiar tiene muchas formas: física, psicológica, económica, simbólica. Reconocerla es el primer paso, pero ¿cómo actuar, especialmente cuando los estereotipos de género —como la obediencia, el cuidado incondicional o la sumisión— pesan tanto?

  • Priorizar la integridad física y emocional: La seguridad personal no es negociable. Esto puede implicar desde pedir ayuda a redes cercanas hasta activar mecanismos de protección estatal, como denuncias o medidas cautelares.
  • No minimizar ni justificar la violencia: Los mandatos sociales tienden a responsabilizar a las mujeres o disidencias de «provocar» o «exagerar» el conflicto. Reconoce que la violencia nunca es tu culpa.
  • Construir una red de apoyo feminista: Rodearte de personas, organizaciones o colectivos que entiendan y acompañen desde una mirada de género puede ser vital para no quedar aislada.
  • Acceder a recursos institucionales especializados: Existen líneas de atención, refugios, asesorías jurídicas y psicológicas específicas para víctimas de violencia de género. Es fundamental conocer y utilizar estos recursos.
  • Reconocer la violencia estructural: Entender que muchas veces las instituciones (familiares, judiciales, policiales) minimizan o revictimizan a quien denuncia. Esto no invalida tu experiencia ni tus derechos.

¿Cuándo es legítima la defensa propia?

La legítima defensa es un principio jurídico reconocido y protegido por las leyes de la mayoría de los países, y representa una excepción al deber general de no causar daño a otros. Se trata del derecho que tiene toda persona a protegerse a sí misma o a un tercero cuando se enfrenta a una agresión injusta. No obstante, para que esta defensa sea considerada válida ante la ley, deben cumplirse ciertos requisitos claramente establecidos, los cuales buscan evitar abusos y asegurar que la reacción haya sido realmente necesaria y justificada.

Agresión injusta

El primer requisito es la agresión injusta, lo que significa que debe existir una amenaza real, actual e ilegítima contra la integridad física, la libertad o incluso la vida, ya sea propia o de otra persona. Esta agresión no puede ser hipotética ni basada en suposiciones; debe tratarse de un peligro inminente y concreto que justifique la necesidad de una respuesta defensiva inmediata.

Proporcionalidad

El segundo elemento clave es la proporcionalidad. La respuesta defensiva debe estar en equilibrio con el nivel de amenaza recibida. Esto implica que no es lícito responder con una violencia desmedida a un ataque menor. Por ejemplo, no se puede justificar causar un daño grave si la agresión inicial fue leve o no representaba un riesgo serio para la vida o integridad de la persona. La ley exige que el acto de defensa no supere lo estrictamente necesario para neutralizar el peligro.

Necesidad

El tercer criterio es la necesidad. La legítima defensa solo se aplica cuando no hay otra opción viable para evitar el daño. Esto significa que si es posible escapar, pedir ayuda o recurrir a otro medio menos agresivo para resolver la situación sin ponerse en mayor riesgo, se debe optar por esa vía. La violencia como medio de protección solo se justifica cuando no queda ninguna otra alternativa eficaz y segura.

    Cuando estas circunstancias se presentan dentro del ámbito familiar, la situación se vuelve aún más compleja. En el entorno doméstico, donde predominan los lazos afectivos, la convivencia diaria y una carga emocional intensa, es particularmente difícil evaluar con claridad el nivel de amenaza y actuar de forma racional. La emocionalidad puede distorsionar la percepción del peligro y llevar a respuestas impulsivas, lo cual complica la interpretación jurídica de la legítima defensa.

    Aun así, es importante subrayar que el hecho de que el agresor sea un familiar no anula el derecho a defenderse. Si una persona es víctima de una agresión física dentro del hogar, tiene el pleno derecho de proteger su integridad física de forma proporcional y razonable, sin que ello constituya un delito. La ley no obliga a nadie a soportar violencia por parte de sus seres queridos y contempla estas situaciones con especial sensibilidad, considerando tanto el contexto emocional como los riesgos concretos involucrados.

    ¿Qué papel ocupa la culpa?

    Sentirse culpable es extremadamente común después de defenderse o después de tomar medidas drásticas (como denunciar o alejarse de un familiar violento). Hay varias razones para esto:

    • Lealtad familiar: Desde pequeños, se nos enseña a proteger y amar a la familia, a veces incluso a costa de nuestro bienestar.
    • Esperanza de cambio: Muchas personas desean creer que su familiar mejorará, y sienten que rendirse o defenderse es «traicionar» esa esperanza.
    • Internalización de la violencia: A veces la violencia se minimiza o se justifica («no fue para tanto», «yo lo provoqué»), aumentando la culpa.

    Es importante entender que protegerse no es traicionar. Cuidar de ti mismo no es egoísmo, es responsabilidad. La culpa puede ser un síntoma de que valoras los vínculos familiares, pero no debe impedirte actuar en defensa de tu dignidad y tu vida.

    Trabajar la culpa suele requerir acompañamiento psicológico. Un terapeuta puede ayudarte a distinguir entre culpa saludable (que te lleva a la reflexión) y culpa tóxica (que te paraliza y perpetúa el daño).

    Nadie debería tener que elegir entre su seguridad y su familia, pero a veces es inevitable. Enfrentar la violencia de un ser querido es uno de los actos más valientes que existen.

    Reconocer el peligro, actuar en consecuencia y manejar las emociones complejas que surgen —como la culpa— son pasos fundamentales para sanar y construir una vida libre de violencia.

    ruptura-amorosa

    Por qué una ruptura amorosa puede ser tan dolorosa y cómo superarla

    El fin de una relación de pareja puede ser una de las experiencias más difíciles en la vida de una persona. En muchos casos, el impacto emocional es tan fuerte que puede compararse con un duelo por el fallecimiento de un ser querido. Sin embargo, algunas rupturas duelen más que otras debido a ciertos factores emocionales y psicológicos. A continuación, exploramos las razones detrás de este dolor y cómo superarlo de manera saludable.

    Factores que intensifican el dolor de una ruptura

    • Relaciones intermitentes

    Las relaciones que terminan y se reanudan repetidamente generan una fuerte dependencia emocional. La incertidumbre y la esperanza de que «esta vez sí funcionará» pueden hacer que cada separación sea más dolorosa y confusa, alargando el proceso de duelo.

    • Relaciones tóxicas o abusivas

    Cuando una relación implica manipulación emocional o abuso psicológico, la autoestima de la víctima suele verse gravemente afectada. A pesar de que la separación es lo mejor, la persona puede sentirse perdida, culpable o incluso con miedo de seguir adelante.

    • Relaciones de alta intensidad.

    Cuando una relación es extremadamente apasionada o incluso tortuosa, la ruptura puede generar un vacío difícil de llenar. Muchas veces, la vida de una persona gira completamente en torno a su pareja, lo que hace que la separación se sienta como una pérdida de identidad y propósito.

    • Ghosting y abandono repentino

    Cuando una persona desaparece sin dar explicaciones, la otra queda atrapada en la incertidumbre. La falta de respuestas puede generar ansiedad, pensamientos obsesivos y dificultades para confiar en futuras relaciones.

    • Planes y expectativas compartidas

    Si una pareja ha construido juntos proyectos de vida (como vivir juntos, casarse o formar una familia), la ruptura no solo implica perder a la persona, sino también los sueños que se habían construido juntos. Esto puede hacer que la separación se sienta como la pérdida de un futuro entero.

    • Baja autoestima y miedo a la soledad

    Las personas con baja autoestima o con un gran temor a estar solas suelen depender emocionalmente de su pareja. Cuando la relación termina, pueden sentir que han perdido su fuente principal de validación y seguridad, lo que intensifica el sufrimiento.

    • Factores biológicos y químicos

    El amor activa en el cerebro los mismos circuitos que generan adicción. Durante una relación, se liberan dopamina y oxitocina, sustancias que producen bienestar y apego. Cuando la relación se rompe, el cerebro experimenta un «síndrome de abstinencia», lo que puede explicar la sensación de desesperación o necesidad de volver con la expareja.

    Estrategias para superar una ruptura y sanar emocionalmente

    Si bien superar una ruptura es un proceso difícil, existen estrategias que pueden ayudar a afrontar el dolor de manera más saludable:

    • Permítete sentir el dolor

    Es normal sentir tristeza, rabia o confusión tras una ruptura. Reprimir las emociones solo prolonga el sufrimiento. Permitirse llorar y expresar lo que se siente es un paso fundamental para superarlo.

    • Rodéate de apoyo.

    Hablar con amigos, familiares o gente que haya pasado por lo mismo, puede ser de gran ayuda. Expresar lo que sientes con alguien de confianza te permitirá liberar emociones y recibir nuevas perspectivas sobre la situación.

    • Evita el contacto con la expareja

    Seguir en contacto con la persona que has perdido puede dificultar el proceso de superación. Es recomendable establecer distancia, al menos en la fase inicial, para evitar recaídas y darte la oportunidad de exponerte a las mismas cosas contigo mismo o con otras personas.

    • Enfócate en ti mismo

    Aprovecha este momento para redescubrirte. Retomar pasatiempos, fijar nuevas metas, practicar algún deporte, aprender algo nuevo o dedicar tiempo a tu autocuidado te ayudará a poco a poco habituarte y disfrutar de tu propia compañía.

    • Date tiempo y paciencia

    El dolor de una ruptura no desaparece de la noche a la mañana. Superar el duelo es un proceso que toma tiempo, pero con cada día que pasa, el dolor se irá haciendo más llevadero. Sé amable contigo mismo y permítete avanzar a tu propio ritmo.

    Como decíamos al principio, superar una ruptura es todo un desafío. Si sientes que la ruptura se está volviendo insostenible y afecta tu bienestar diario, desde Quiero psicología podemos acompañarte.

    TLP

    Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) y relaciones de pareja

    El Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) es una condición mental compleja que afecta las emociones, las relaciones interpersonales y el comportamiento. Si sospechas que tu pareja podría tener TLP, es importante reconocer los signos comunes de este trastorno para comprender mejor su comportamiento y cómo puede influir en la relación. Sin embargo, solo una persona profesional de la salud mental puede realizar un diagnóstico definitivo.

    A continuación, te compartimos algunas señales clave que podrían indicar que tu pareja tiene TLP.

    Situaciones habituales si tu pareja tiene TLP

    • Inestabilidad emocional: Las personas con TLP suelen experimentar cambios rápidos y extremos de humor, pasando de sentirse muy felices a muy tristes o enojadas en poco tiempo. Esta inestabilidad emocional puede ser desconcertante y difícil de gestionar en una relación.
    • Relaciones intensas y conflictivas: Es común que las personas con TLP tengan relaciones intensas y, a menudo, inestables. Pueden idealizar a su pareja al principio, viéndola como la persona perfecta, solo para luego devaluarla y rechazarla por pequeños errores o malentendidos.
    • Miedo al abandono: El temor al abandono es un aspecto central en el TLP. Quienes lo experimentan pueden reaccionar de manera intensa ante situaciones que perciben como un posible rechazo o separación, incluso cuando no existe una amenaza real.
    • Comportamientos impulsivos y autodestructivos: Las personas con TLP pueden involucrarse en conductas impulsivas y riesgosas, como el abuso de sustancias, el gasto excesivo, la promiscuidad o las autolesiones, especialmente cuando se sienten abrumadas por sus emociones.
    • Sentimientos de vacío crónico: Muchas personas con TLP reportan una sensación constante de vacío, lo que puede llevarlas a buscar estímulos o conductas que les ayuden a llenar ese vacío emocional.
    • Problemas con la identidad: Es común que las personas con TLP tengan una identidad inestable, cambiando de intereses, valores o metas rápidamente. Esto puede hacer que sus comportamientos y decisiones parezcan erráticos o contradictorios.
    • Reacciones extremas al estrés: La baja tolerancia a la frustración puede hacer que las personas con TLP reaccionen de manera desproporcionada ante eventos cotidianos, lo que puede generar conflictos en la relación.

    Si notas varios de estos signos en tu pareja, es posible que tenga TLP. En este caso, es fundamental buscar ayuda profesional para obtener un diagnóstico adecuado y explorar opciones de tratamiento, como la terapia dialéctico-conductual (TDC), que ha demostrado ser eficaz para quienes viven con este trastorno.

    El impacto del TLP en la pareja

    El TLP no solo afecta a quien lo experimenta, sino que también tiene un impacto profundo en quienes le rodean, especialmente en sus relaciones afectivas. Si estás en pareja con alguien que tiene TLP, es importante comprender cómo este trastorno puede influir en tu bienestar emocional y mental.

    Efectos que podrías experimentar

    • Altibajos emocionales constantes: las personas con TLP suelen experimentar cambios emocionales intensos y rápidos, lo que puede generar un ambiente impredecible en la relación. Un día todo puede parecer estar bien, y al siguiente, todo puede cambiar sin previo aviso, creando una sensación de tensión constante. Estos altibajos emocionales pueden generar estrés y ansiedad en su pareja, ya que muchas veces sienten que deben estar en constante alerta para manejar las emociones cambiantes de la otra persona, lo cual puede resultar agotador.
    • Inseguridad y agotamiento emocional: el miedo al abandono es un síntoma central del TLP. Quienes lo padecen pueden temer constantemente que su pareja les deje, lo que puede llevarles a buscar atención excesiva o a comportamientos de dependencia. En algunos casos, este miedo puede derivar en conductas desesperadas para evitar el abandono, lo que genera desgaste emocional en la pareja. Si tu pareja con TLP muestra estas conductas, podrías empezar a sentir que no importa lo que hagas, nunca es suficiente para satisfacer sus necesidades emocionales. Esto puede hacerte sentir agotade, insegure y culpable, lo que afecta tu bienestar personal y la dinámica de la relación.
    • Confusión por la dinámica de la relación: una característica común del TLP es la alternancia entre idealización y devaluación. Esto significa que tu pareja puede verte como la persona más importante y admirable en un momento, y luego desvalorizarte poco después. Esta oscilación emocional puede dejarte confundide y con dificultades para comprender la relación.
    • Impacto en tu bienestar mental: estar en una relación con alguien que tiene TLP puede afectar tu propia salud mental. Las dificultades para entender sus reacciones emocionales o la sensación de no poder hacer nada para aliviar su sufrimiento pueden generar ansiedad, tristeza y desesperación. Si constantemente debes lidiar con reacciones impulsivas e intensas, podrías sentirte frustrade, confundide y estresade. Con el tiempo, esto puede erosionar tu bienestar y generar sentimientos de impotencia.
    • Comportamientos impulsivos y destructivos: las personas con TLP pueden involucrarse en conductas impulsivas o autodestructivas como una forma de lidiar con sus emociones. Esto puede incluir el abuso de sustancias, gastos excesivos, autolesiones o crisis de furia descontrolada. Si te encuentras en una relación con alguien que exhibe estas conductas, podrías sentir una gran angustia y desesperación, ya que puede ser difícil saber cómo actuar para ayudarle sin poner en riesgo tu propia salud emocional.
    • Dificultad para mantener límites saludables: el TLP puede dificultar la creación y el mantenimiento de límites sanos en la relación. La persona con este trastorno puede ser muy demandante, lo que puede llevarte a priorizar sus necesidades por encima de las tuyas. Esto puede hacer que los límites se vuelvan difusos, lo que a su vez genera resentimientos y agotamiento emocional. Además, quienes tienen TLP pueden interpretar cualquier intento de establecer límites como un rechazo, lo que puede hacerte sentir culpable por cuidar de tu propio espacio emocional.
    • Aislamiento social: las dificultades emocionales y de relación con una pareja que tiene TLP pueden llevarte a aislarte de tu círculo social. La relación podría volverse una prioridad absoluta, descuidando así las amistades y vínculos familiares. En algunos casos, tu pareja puede intentar alejarte de otras personas por celos, inseguridad o miedo al abandono. Este aislamiento puede volverte más vulnerable, al reducir tu red de apoyo emocional.

    ¿Qué puedes hacer?

    Si estás en una relación con alguien que tiene TLP, es fundamental que tomes medidas para cuidar de tu bienestar emocional:

    • Establecer límites claros: es importante que ambas personas comprendan qué es aceptable y qué no en la relación. Los límites saludables evitan que te veas absorbide por las necesidades emocionales de tu pareja.
    • Buscar apoyo emocional: hablar con amigues, familiares o unx terapeuta puede ayudarte a procesar tus emociones y obtener una perspectiva externa. Contar con una red de apoyo es clave para mantener tu bienestar mental.
    • Terapia individual o de pareja: la terapia profesional puede ser beneficiosa tanto para la persona con TLP como para su pareja. Si la relación es difícil, la terapia de pareja o individual puede proporcionar herramientas para manejar la dinámica.

    Estar en una relación con alguien que tiene TLP puede ser emocionalmente desafiante. Sin embargo, al establecer límites claros, buscar apoyo y priorizar tu salud emocional, puedes afrontar los desafíos que presenta la relación y proteger tu propio bienestar. Recuerda que tu felicidad y salud también son fundamentales.

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    Ghosteo en Apps de ligue

    El «ghosteo» en apps de ligue es un fenómeno social que ocurre cuando una persona corta toda comunicación sin previo aviso en entornos digitales, como las aplicaciones de citas. Esta forma de evasión, sin explicaciones ni despedidas, puede afectar la autoestima y el bienestar emocional de la persona ghosteada, influyendo en su percepción sobre las relaciones y su propio valor.

    ¿Por qué ocurre el ghosteo?

    Desde el punto de vista psicológico, hay varias razones por las cuales una persona puede optar por desaparecer sin dar explicaciones:

    1. Evitar conversaciones incómodas: Algunas personas prefieren cortar la comunicación abruptamente en lugar de afrontar una despedida o un rechazo directo.
    2. Falta de habilidades sociales y emocionales: Quienes tienen dificultades para expresar sus emociones pueden usar el ghosteo como una forma de evitar la confrontación.
    3. Cultura de inmediatez y gratificación instantánea: En las apps de ligue, donde las opciones parecen ilimitadas, algunas personas tratan las relaciones de forma desechable.
    4. Dinámica de las plataformas digitales: La facilidad para conocer a nuevas personas puede hacer que algunas interacciones se abandonen sin previo aviso.

    Consecuencias del Ghosteo en la Salud Mental

    Ser ghosteado puede generar diferentes respuestas emocionales y afectar la confianza en las relaciones. Algunas de las consecuencias más comunes incluyen:

    • Duda sobre el propio valor: La falta de explicación puede hacer que la persona ghosteada cuestione si hizo algo mal.
    • Ansiedad y rumiación: La incertidumbre sobre lo sucedido puede generar estrés y pensamientos repetitivos.
    • Miedo al rechazo futuro: Después de experimentar ghosteo varias veces, algunas personas pueden desarrollar resistencia a involucrarse emocionalmente.
    • Impacto en la autoestima: Puede reforzar sentimientos de inseguridad, especialmente en personas con antecedentes de experiencias negativas en sus relaciones.

    Estrategias para Afrontar el Ghosteo

    Si bien el ghosteo puede ser doloroso, hay formas de manejarlo de manera saludable y minimizar su impacto emocional:

    1. No tomarlo como algo personal: La decisión de ghostear suele estar más relacionada con las limitaciones emocionales del otro que con la valía propia.
    2. Regulación emocional: La regulación emocional es clave para evitar que el ghosteo genere una respuesta desproporcionada de estrés o ansiedad. Algunas estrategias efectivas incluyen:
      • Identificar y aceptar las emociones: En lugar de reprimir el enojo o la tristeza, reconocer estos sentimientos ayuda a procesarlos de manera saludable.
      • Respiración diafragmática y meditación: Técnicas como la respiración y la meditación guiada pueden ayudar a calmar la mente y reducir la activación.
      • Reinterpretación cognitiva: Enfocar la situación desde una perspectiva menos personal y más objetiva ayuda a reducir la carga emocional negativa.
    1. Reforzar la autoestima y la resiliencia: Recordar las propias cualidades y rodearse de personas que valoran la relación es clave para superar el impacto del ghosteo.
    2. Exposición gradual a nuevas interacciones: No permitir que una mala experiencia defina futuras relaciones. Construir vínculos de calidad es un proceso continuo.

    El ghosteo es una realidad frecuente en el mundo digital, y aunque puede ser frustrante y doloroso, no debe definir la forma en que nos percibimos a nosotros mismos ni nuestra capacidad de conectar con otros. Con una mentalidad adecuada y estrategias emocionales saludables, es posible afrontar el ghosteo sin que afecte nuestro bienestar y nuestras futuras relaciones.

    No obstante, si es algo que te afecta en tu día a día y te impide dar el paso hacia aquello que deseas, desde Quiero psicología podemos ayudarte a conseguir esos objetivos.

    abuso-sexual-infantil

    Síntomas del Abuso Sexual Infantil (ASI)

    El ASI es profundamente traumático y afecta a millones de niños y niñas en todo el mundo. Este tipo de abuso presenta sintomatología psicológica, física y conductual aguda y a medio-largo plazo. A continuación, se exponen los principales síntomas asociados al ASI, cómo se manifiestan en diferentes edades y qué hacer ante la sospecha de abuso.

    Síntomatología psicológica

    • Ansiedad y miedo: lxs niñxs que han sido abusados sexualmente suelen vivir con un miedo constante. Este miedo puede estar dirigido hacia el abusador o hacia situaciones que les recuerden el abuso. También pueden desarrollar fobias o ansiedad generalizada, incluyendo temor excesivo a la oscuridad, a quedarse solxs o a ciertas personas.
    • Depresión y tristeza persistente: el abuso sexual infantil a menudo provoca sentimientos intensos de tristeza, desesperanza y vacío. Algunxs niñxs pueden presentar síntomas de depresión, como pérdida de interés en actividades que solían disfrutar, irritabilidad o irascibilidad, cambios en el apetito, enuresis nocturna o problemas de sueño.
    • Baja autoestima y culpa: muchxs niñxs internalizan el abuso creyendo que es culpa suya o que de alguna manera lo merecen. Esto puede llevar a un deterioro de la autoestima, sentimientos de vergüenza tóxica y una percepción negativa de sí mismxs.
    • Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT): el ASI puede desencadenar síntomas de TEPT, como:
      • Flashbacks o recuerdos intrusivos del abuso.
      • Pesadillas recurrentes.
      • Evitación de personas, lugares o situaciones que recuerden el trauma.
      • Hipervigilancia, sobresaltos fáciles y sensación constante de peligro.
      • Trastornos del sueño.

    Síntomas conductuales

    El comportamiento puede ser una ventana hacia su mundo emocional. Los síntomas conductuales asociados al ASI incluyen:

    • Regresión en el desarrollo: niñxs pequeñxs pueden regresar a comportamientos más propios de edades anteriores, como mojar la cama, chuparse el dedo o aferrarse excesivamente a lxs cuidadorxs.
    • Cambios drásticos en el comportamiento.
    • Agresividad inusual o comportamiento desafiante.
    • Aislamiento social o pérdida de interés en interactuar con amigxs o familiares.
    • Aparición de conductas sexualizadas inapropiadas para su edad como lenguaje sexual explícito, juegos sexuales con otrxs niñxs o curiosidad extrema por temas sexuales.
    • Conductas autodestructivas: en niñxs mayores o adolescentes, el abuso puede conllevar:
      • Autolesiones como cortarse o quemarse.
      • Abuso de sustancias como alcohol o drogas.
      • Comportamientos temerarios o de riesgo, incluyendo actividades sexuales inadecuadas.
    • Dificultades escolares: disminución en el rendimiento académico, problemas de concentración, evitación de la escuela o aumento en las ausencias injustificadas.

    Sintomatología física

    Aunque los síntomas psicológicos y conductuales son más comunes, algunos signos físicos pueden ser indicativos de abuso sexual:

    • Dolor, irritación o lesiones en el área genital.
    • Infecciones de transmisión sexual (ITS) en niñxs.
    • Dolor inexplicable en el abdomen o en otras partes del cuerpo.
    • Alteraciones en el sueño, como insomnio o pesadillas frecuentes.
    • Alteraciones físicas de cualquier índole sin etiología clara.

    Factores que influyen en los síntomas

    La forma en que los síntomas se manifiestan puede variar según diversos factores:

    • Edad del niñx: lxs niñxs más pequeñxs pueden mostrar síntomas más conductuales, mientras que los adolescentes pueden expresar el trauma a través de conductas autodestructivas.
    • Duración del abuso: un abuso prolongado tiende a generar síntomas más graves y persistentes.
    • Relación con el abusador: si el abusador es alguien cercano, como un familiar, las secuelas suelen ser más intensas debido a la traición de confianza.
    • Apoyo recibido: lxs niños que cuentan con un sistema de apoyo sólido pueden manejar mejor los síntomas que aquellxs que enfrentan el trauma en aislamiento.

    Detectar estas señales es crucial para intervenir de manera temprana y brindar el apoyo necesario a las víctimas.

    ¿Evitas los conflictos a toda costa?

    Salvo excepciones, a nadie le resulta agradable y armonioso terminar una relación de pareja donde se ha querido a la otra persona y se han compartido momentos juntos.

    Que te despidan de ese trabajo que sentías que te gustaba y en el que te esforzabas por hacerlo bien; que fallezca algún familiar o que te sientas descuidada por tu grupo de amigas, tampoco son situaciones en las que nos gusta estar y eso es perfectamente normal y sano.

    Pero otra cosa diferente es negar lo que está ocurriendo, evitarlo y no procesarlo. El hecho de asumir lo que sucede y procesarlo hace que experimentes algunas emociones como la tristeza, la rabia o el asco que, una vez han pasado, te ayudan a que superes la situación.

    Si no te permites sentir las emociones nunca superarás del todo lo que pasó.

    ¿Cómo saber si tengo un un problema de evitación?

    Hay algunas pistas que te pueden ayudar a identificar si estás experimentando un problema de evitación:

    • Intentas no hablar de determinados temas porque te generan malestar.

    • Evitas las situaciones que crees que te van a suponer un conflicto con alguien aunque no hablar de lo que te pasa te hace sufrir.

    • Predominan en ti frases como «hay que seguir adelante», «sufrirlo no me va a servir de nada», «lo que hay que hacer es animarse»…

    • Piensas que el hecho de experimentar emociones te impedirá avanzar.

    ¿Por qué puedo ser evitativo?

    Cuando en tu familia de origen tus padres no expresan ni validan algunas emociones, tú aprendes que hay determinadas emociones que no tienen lugar, que no se hablan ni se cuentan.

    Cuando eras pequeño, al experimentar miedo o tristeza, recibiste frases como “tienes que ser fuerte y seguir adelante«, “no te sirve de nada estar triste/tener miedo”, aprendiste que esas emociones no tienen utilidad y aún ahora, crees que si no las reconoces ni expresas, desaparecen.

    Que no te hayan mostrado la realidad como es y te hayan contando una historia alternativa para que así “no sufras/no te preocupes” como por ejemplo negarte la muerte de un familiar y decirte que se ha ido de vacaciones a un sitio lejano, no desarrollas recursos para afrontar los posibles acontecimientos negativos con los que te puedas encontrar en la vida.

    ¿Qué situaciones se suelen evitar?

    Conflictos

    Prefieres pasar por la vida sin hacer mucho ruido y no generar conflictos así que, aunque la situación no te agrade del todo, prefieres pasar en vez de expresar lo que te apetece, lo que piensas o lo que sientes.

    Esto en el fondo te genera un gran malestar ya que sientes que no decides tú por ti, que no vives las situaciones como te gustaría que fueran.

    Expresar lo que sientes.

    No expresas lo que piensas y lo que sientes, consideras que te da igual cuando en realidad el hecho de ignorar lo que estás sintiendo y no atenderlo hace que los síntomas se manifiesten de otra forma: con ansiedad, mucha actividad, irascibilidad, insomnio, etc.

    Es normal que en la fase inicial de un duelo se niegue lo que ha sucedido, es un mecanismo del cerebro para poder adaptarse a la nueva situación y procesar la pérdida, pero, por ejemplo, sería patológico seguir negando lo ocurrido cuando ya ha pasado un año.

    ¿Qué hago si tengo esta tendencia?

    Al final cuanto más te conozcas y más entiendas de dónde vienen tus emociones, más cerca vas a estar de sentirte mejor contigo mismo/a.

    Evitar lo que sientes, lo que te sucede o lo que eres, hace que te alejes de ti y por lo tanto puedas experimentar mayor ansiedad, estado de animo bajo, etc. En definitiva, acabar explotando y sufriendo más porque no estás escuchando y atendiendo a tus emociones.

    Reconocerte en este texto o que hayan sonado campanas lejanas al leerlo te pude dar una pista sobre si eres una persona evitativa.

    Comenzar a cambiarlo está en tu mano y en Quiero Psicología estamos para acompañarte en ese cambio.

    lesbianas

    El amor en el siglo XXI

    Vivimos en una sociedad en la que el amor se ha convertido en algo de usar y tirar. Pensamos una relación como algo temporal y perecedero, sentimos que podemos saltar de relación en relación sin implicarnos demasiado emocionalmente. 

    Esto no es un concepto nuevo, Zygmunt Bauman en su libro “Amor líquido: acerca de la fragilidad de los vínculos humanos” habla justo de esto, de lo volátiles que son los vínculos que nos estamos acostumbrando a crear.

    Esta es la época de la obsolescencia programada, que hace que todo tenga una vida útil determinada y luego se quede obsoleto. Ya no interesa que los productos duren para siempre, se busca que haya un consumismo constante.

    Es justo por eso que estamos todo el tiempo expuestos a actualizaciones: el último modelo de móvil, la última lavadora, la nueva forma de planchar o el nuevo coche, son ejemplos que hacen que pongamos el foco en lo nuevo, en lo actualizado, antes que invertir tiempo y dinero en arreglar lo que ya tenemos. Cuando pedimos presupuesto para arreglar lo que se nos ha estropeado, podemos ver como muchas veces nos sale más rentable comprar algo nuevo y “mejor”.

    Sale más económico comprar algo nuevo que reparar lo viejo.

    Si llevamos esta idea a las relaciones, ¿te suena?

    Esta prisa por “actualizarse”, por cambiar lo antiguo por algo nuevo y supuestamente mejor, puede haber creado en ti una sensación de incertidumbre e inestabilidad porque no sabías cuales eran las bases del vínculo ni dónde están o cuáles son los limites.

    En tu relación, la otra persona, desde su individualismo, realmente no atendía a tus necesidades ni a las necesidades comunes. Aunque esto te generaba malestar te mantenías a su lado esperando que algún día fuera diferente. Sin hacer nada al respecto, claro está, sólo esperando un cambio ajeno a ti pero que podría cambiar tu relación.

    Puede ser que hayas sido tú quien ha tenido esta necesidad de no querer etiquetar, de no poner en palabras lo que está pasando ya que así tienes la sensación de mayor libertad.

    Las personas no somos objetos.

    Sentimos, nos emocionamos y tenemos necesidades. Merecemos saber la verdad, conocer en qué punto está la otra persona y tomar conciencia de en qué punto estamos nosotros. Se trata de ser responsables afectivamente. Serlo para con los demás y, sobre todo, serlo para con nosotros mismos.

    ¿Has sentido que tu pareja no se responsabiliza de las cosas que no van bien en la relación?

    ¿Tienes la sensación de que prefiere pasar del tema y no comprometerse con el cambio?

    ¿Prioriza su necesidad individual de vivir algo placentero y prefiere no ocuparse de aquello que genere malestar?

    Cuando hablamos de vínculos frágiles, hablamos de la incapacidad de permanecer en una relación, de lo fugaz del encuentro y de la búsqueda de otro diferente para que siga satisfaciendo esa necesidad de consumir. De consumir otra relación sin haber intentado estar de manera sincera en la anterior.

    ¿Te has encontrado en alguna situación donde tú querías tener algo más y la otra persona solo buscaba una relación sexual?

    Por supuesto, al hablar de relaciones y de vínculos, también hablamos de sexualidad. El sexo se ha convertido en algo que tiene un fin en sí mismo: la obtención de placer. Lo placentero se consigue en el mismo encuentro y el homo consumens, busca encuentros sexuales sin implicación emocional.

    Este concepto el de homo consumens, (utilizado por primera vez por Eric Fromm en su libro «Socialist Humanism») refleja muy claramente el espíritu que queremos representar en este post: el hombre, la persona, cuyo objetivo principal no es poseer cosas sino consumir. Lo que sea. A toda velocidad. Una detrás de otra. También se pueden consumir personas, sexo, en vez de cosas.

    Pero el sexo no es sólo placer o no tiene porqué serlo. Es una forma de estar con el otro, una forma de acercamiento, de ser junto a otra persona. En el sexo hay una implicación, del tipo que sea, y negar esta parte sería desvincularnos del concepto cuerpo-mente. Como diría Bauman, parafraseando a Milan Kundera, “la insoportable levedad del sexo” puede hacer que sientas confusión, desvinculación o disociación.

    Vivir en una sociedad que promueve el consumismo no implica que tengas que ser consumista.

    Es importante que seas consciente de lo que realmente necesitas, de si te estás sintiendo bien haciendo lo que haces o no, de si esa relación te esta generando una sensación de incertidumbre que no te permite estar seguro/a.

    Tienes derecho a querer algo diferente, o al menos a replantearte lo que estás teniendo o has tenido. Puedes desear que haya sinceridad en tu relación. Sinceridad contigo mismo/a y sinceridad con la otra persona. Quizás necesites plantearte algunas preguntas:

    ¿Cuáles son las necesidades que tienes en tu relación? ¿son iguales para tu pareja? ¿cómo las satisfaces?

    ¿Cuáles son las bases de tu relación?

    ¿Dónde están los limites? ¿cuáles son los tuyos?

    ¿Cómo es la comunicación entre vosotros?

    Puede que ambas partes hayáis acordado tener una relación abierta. Los límites son diferentes que si habéis acordado tener una relación donde el vínculo se limita a vosotros dos.

    Quizás una necesidad de tu pareja sea que ambos paséis tiempo con su familia y para ti no es una necesidad e incluso preferirías no hacerlo.

    En ambos casos es muy importante negociar las necesidades de cada uno y llegar a un punto en común.

    Si vuestras necesidades personales no coinciden, habría que plantear cuáles son las bases de la relación, aquellas sobre las que se asienta el vínculo, sobre lo que descansa, lo que le sirve de soporte.

    Es importante que sepas y busques lo que necesitas. A lo mejor un encuentro sexual cada dos semanas no es lo que te está satisfaciendo realmente, a ti te gustaría compartir más con esa persona pero sin embargo “aceptas” eso que te da, aunque sea mucho menos de lo que te gustaría tener.

    Una vez que has reflexionado sobre el punto en el que estáis, en el que estás y en el que crees que está la otra persona, ¿por qué no hablar sobre ello?: “yo siento esto y necesito esto, ¿tú como te sientes respecto a esto?”. Tienes derecho a una comunicación sincera.

    Una comunicación sincera implica hablar de cómo me siento y esperar que el otro me hable de cómo se siente, de forma sincera. Esto permite tener claro hacia donde ir, con cuidado y respeto.

    Si conozco el punto de partida, puedo ser más consciente de la situación real y no invertir tanto tiempo en adivinar el pensamiento del otro: “no sé si querrá lo mismo que yo”, “parece que quiere una cosa pero luego hace otra”.

    Busca lo que te haga sentir bien a nivel emocional, afectivo y sexual. El ser humano es un ser social y necesita al otro para sobrevivir. El otro es quién nos sirve de modelo, nos enseña a regularnos emocionalmente cuando somos pequeños, es el otro a través del que aprendemos a vivir en el mundo. Cuando somos adultos es el otro el que nos sirve de reflejo, nos acompaña, quien nos sostiene y nos cuida y el que nos debería respetar.

    Si sientes que esa persona no te está acompañando, respetando y cuidando, quizá no estés donde deberías estar. Plantéate si la relación en la que te encuentras es la que te gustaría tener y qué puedes hacer para cambiar eso. ¿Por qué no nos llamas y hablamos de ello?