La convivencia en tiempos de Covid.
¿Te encuentras en una situación de tensión en tu propia casa?
¿Tus compañeros o tu pareja no respetan las normas?
¿El malestar que esto te provoca está subiendo de nivel?
Tú eres consciente de lo que implica el covid y cumples con las medidas sanitarias. No te gustaría contagiarte ni contagiar a tus seres queridos.
Te preocupa cómo podría afectar a tu trabajo, tu familia, etc, pero convives con otras personas, compañeras de piso, familia, pareja, etc. Entran en juego cosas que no dependen de ti, que están fuera de tu control.
La opinión que las personas con las que convives tienen sobre el covid no es la misma que la tuya. Suelen decir frases como “todos tendremos que pasarlo tarde o temprano”, “cuanto antes lo cojamos, antes nos inmunizamos”.
Estos comentarios te conectan con la ansiedad y el miedo. Tú no quieres contagiarte, no quieres que tus hijos se contagien, has elegido cuidarte y tienes derecho a ello.
No sabes qué hacer. No depende de ti lo que tus compañeros, tu padre, tus hijos o tu pareja hagan y aún así te sientes en peligro constante.
Puedes que hayas comenzado a notar un estado de hipervigilancia cuando estás en casa. Que estés pensando qué vas a tocar, si tu compañero se habrá lavado las manos, si se habrá ventilado el salón, si tu hijo ha desinfectado las zapatillas, etc. Vives en un estado de alerta y eso te genera tensión.
Este estado permanente de alerta puede tener repercusiones muy importantes y negativas tanto en tu cuerpo como en tu mente. Ni siquiera en tu propia casa puedes bajar la guardia y encontrar un lugar seguro. Cuando llegas a casa, necesitas poder relajarte y sentirte libre de amenazas.
Puedes ponerte en plan cabezón, discutir cada dos por tres, impedir que tus hijos traigan amigos a casa o regañar a tu padre cada vez que sale sin la mascarilla.
Obviamente, esto no son soluciones, son alertas.
Tomar esta actitud de «policía» va a ser estresante. Además, lo será para todos: para ti, que tendrás que estar pendiente de cada paso que den el resto de personas con las que vives, y para ellos, que se hartarán del control al que los sometes.
¿Qué puedes hacer?
Para solucionar cualquier problema que surge en la convivencia diaria, hay de herramientas que dan buen resultado y son «multiusos», aplicables a cualquier situación.
Comunicar.
Hablar. Contar lo que te pasa. Expresar lo que sientes.
Por supuesto, para poder comunicar adecuadamente (que lo que tú dices y lo que los demás entienden sea lo más parecido a la realidad posible) es importante que todo el mundo esté dispuesto a hacerlo: a comunicarse.
Para ello deberás «convocar» una reunión con todas las personas convivientes, sí, incluso tu hijo de 7 años es importante que esté.
Exprésate de la forma más asertiva posible (sin poner tus deseos o necesidades por encima o por debajo de las de nadie, respetando los derechos y opiniones de todos, etc.). Aunque estés muy ansioso/a intenta que tu emoción no se apodere de la situación y te impida comunicarte de una forma clara.
Puedes preguntar qué idea tienen de la situación actual y qué consideran que es cuidarse, para saber desde dónde parte la conversación.
Todas las personas implicadas tienen derecho a expresar cómo se están sintiendo. Su preocupación o indiferencia, su miedo a coger el covid, la necesidad de ver y compartir con otras personas, las repercusiones que puedan afectar al trabajo, etc.
Es importante estar dispuesto/a a compartir. Hablar y escuchar, procurando mantener la calma y poner interés no sólo en «contar lo mío», sino en saber cómo se sienten los demás.
La incomodidad puede ser expresada por todas las partes: al igual que a ti te estresa la “indiferencia” de los demás, a ellos les puede estresar tu “exceso de precaución”.
Negociar.
Todos tenemos derecho a sentirnos a salvo y seguros en nuestra casa. Esto te incluye a ti y al resto de personas convivientes.
Si las posturas no se flexibilizan, ni la tuya ni la de los demás, será imprescindible establecer unas normas comunes de comportamiento.
Si estás tratando con jóvenes o con menores, te en cuenta que los niños y los adolescentes tienen unas necesidades sociales y relacionales muy específicas. Ya hemos hablado de ello en otros posts: La cuarentena, cómo ha afectado a nuestros niños y niñas o La «nueva» vuelta al cole.
Si compartes piso con varios compañeros o compañeras, entiende también que esas normas no pueden estar por encima de los derechos de nadie. El Ministerio de Sanidad dice que se pueden realizar reuniones en las casas de un máximo de 6 personas. No puedes obligar a nadie a que viva por debajo de eso. Tomar como referencia las indicaciones de seguridad e higiene que las autoridades nos dan, debería ser la base mínima para negociar estas normas de convivencia.
Cuídate tú.
Independientemente de los acuerdos a los que llegues o de las normas que establezcáis, lo que está en tu mano es cuidarte tú.
Hazte cargo de lo que sí depende de ti y trata de poner tu atención en ello. Si tienes pensamientos repetitivos sobre lo que los demás están haciendo, trata de dejarlos pasar y no prestarles demasiada atención. Ya has hecho lo que has podido, lo demás ya no es cosa tuya.
Hay situaciones que son inevitables. No podías saber que la pandemia iba a durar tanto, ni que las personas de tu alrededor iban a tener una actitud tan diferente a la tuya.
Una vez que ya está sucediendo, es normal que te sientas afectado y quieras tomar decisiones, tienes derecho.
Recuerda que los demás también tienen derechos y que la mejor forma de llegar a acuerdos es aprender a ser flexibles. Entender que hay cosas que escapan a nuestro control, especialmente cuando hablamos de relaciones con otras personas, es fundamental-
Intenta mantener la comunicación abierta, sin acumular malestares innecesarios. Expresa lo que te molesta y agradece lo que te gusta, no todo han de ser cajas destempladas y protestas.
Si quien te está dando «problemas» es tu hijo o hija, sé paciente. Habla mucho con el o ella intentando no hacerlo desde el miedo ni trasmitirle tu estrés o tu ansiedad. Suficientemente mal lo están pasando en el cole y con esta forma extraña de relacionarse con sus amigos y amigas.
De esta pandemia podemos aprender muchas cosas. Podemos descubrir cuáles son nuestros límites. Averiguar cómo de efectiva es nuestra forma de comunicarnos y de expresar nuestros sentimientos y emociones. Comprobar cómo de flexibles o de rígidos podemos llegar a ser. Trabajar nuestra capacidad de persuasión o de negociación. Ejercitar la paciencia, etc.
Si sientes que la situación te está desbordando. Si necesitas un espacio para expresar tus inquietudes y observarlas de la forma más neutra posible, no dudes en escribirnos. Te ayudaremos a gestionar aquello que te preocupa.