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Los sanitarios y el trauma de estrés

En otros post hemos hablado de cómo el miedo ha sido una emoción que ha aparecido en muchos de nosotros para avisarnos de que algo no estaba yendo bien. Nos avisaba de que había un peligro, y esta vez no era imaginado e irracional, sino que realmente había un virus pululando por ahí. Hemos hablado de que hay personas que han optado por evitar lo que estaba pasando, llegando a negar la realidad, y hemos visto otro tipo de personas que han conectado con el miedo, llegando incluso a desbordarse.

Pero, ¿Qué pasa con aquellas personas que han estado en primera línea sin opción a plantearse si querían o no querían estar?

El personal sanitario ha tenido y tiene, un papel esencial en lo que estamos viviendo. Han estado en los sitios donde el nivel de estrés ha sido más elevado, donde, en muchas ocasiones, no ha habido recursos para gestionar la situación y eso ha ocasionado pérdidas. Estar sometido a una situación donde el nivel de activación es muy alto y no se tienen los recursos suficientes para afrontar lo que está pasando puede desencadenar un trauma.

¿Eres sanitario?

¿Has estado al frente durante la pandemia?

¿Has visto a personas morir a causa del covid?

¿Has estado con los familiares que han perdido a un ser querido?

¿Alguien de tu familia ha pasado el covid?

¿Has visto a otros sanitarios desbordados?

¿Has tenido que elegir quién usaba respiradores?

Sí, soy personal sanitario ¿cómo sé si he tenido un trauma?

Si has estado expuesto a mucho estrés, puede que ahora estés experimentando “la resaca” de lo vivido. En el momento en el que te has tenido que hacer cargo de atender a las personas que llegaban al hospital, de habilitar camas, de elegir quién podía utilizar respiradores, etc, no podías escuchar cómo te estabas sintiendo.

Te has podido sentir como un autómata que tenía que seguir para delante sin opción de parar. Todo lo que has vivido ha sido algo nuevo, de gran carga emocional y muy estresante, por lo que necesitas procesar lo que ha pasado.

¿Sientes que no tienes ganas de nada?

¿Te notas con ansiedad?

¿Te da miedo que vuelva a ocurrir algo así?

¿Has llegado a pensar que no lo estabas haciendo todo lo bien que podrías?

¿Te sientes culpable de lo que ha pasado?

¿Estás en alerta constante?

¿Por qué me pasa esto ahora?

Estos síntomas son normales, cuando vives una situación de emergencia el cerebro recibe una señal para ponerse manos a la obra. En ese mismo momento pones todos tus recursos en marcha para hacerte cargo de lo que está pasando, activándote a nivel fisiológico (el corazón va más deprisa, los músculos se tensan, la respiración va más deprisa) y también a nivel emocional (puedes conectar con la tristeza de ver como otras personas pierden a sus familiares, con la culpa porque piensas que podías haber hecho más, con el miedo de que vuelva a pasar, miedo de contagiarte, etc.).

Durante el momento de mayor estrés, te das un atracón emocional que no puedes digerir porque hay cosas más urgentes de las que ocuparte. Y así día tras día, hasta que la exigencia es menor y hasta que todo va volviendo poco a poco a la “normalidad”.

Y ahora puede que…

  • Sea en este mismo momento cuando las emociones y todo aquello que no habías podido escuchar antes salga.
  • Sientas tristeza y conectes con recuerdos de lo que has vivido.
  • Te vengan imágenes que te conecten con el miedo que has pasado.
  • Tengas una sensación de hipervigilancia y te notes más nervioso/a, puedes sentir enfado hacia otros compañeros o hacia ti mismo, etc.

Estos síntomas buscan llamar tu atención y necesitan ser escuchados, es el momento de tener esa pausa y ese espacio para “digerir” todo lo vivido, para organizar y recolocar aquello que ha sido tan doloroso y desagradable para ti.

Si te sientes así, en Quiero Psicología te ofrecemos un espacio para procesar todo lo que has vivido, para que te escuches y te permitas expresar todo aquello que está dentro de ti. Contacta aquí con nosotras.

¿Le hemos perdido el miedo al coronavirus?

Es una pregunta que tras todo este tiempo de confinamiento y la vuelta a esta rara «nueva normalidad» mucha gente puede seguir haciéndose: ¿me asusto lo suficiente o no frente al coronavirus? ¿le he perdido el miedo?

¿Qué es asustarse suficiente?

Lo primero que hay que aclarar es que todas las emociones en su justa medida sirven, funcionan y están ahí para algo. Pero cuando rebasamos la intensidad emocional óptima lo único que ocurre es que nos bloqueamos, saturamos y lejos de que la emoción ayude a conseguir objetivos buenos, nos inunda.

Por ejemplo, es bueno tener algo de ansiedad ante un examen, si no, no estudiaríamos, pero si tenemos demasiada nos podemos quedar en blanco en mitad de la prueba.

El miedo es una emoción que nos sirve en su modo funcional para que no nos acerquemos a algo que represente un peligro para nosotros.

Pero claro, en esta crisis lo que no sabemos es cómo medir cómo de peligroso es contagiarse y cómo de fácil. Todos los días nos vemos inundados de noticias, algunas supuestamente de fuentes fiables y expertos pero que contradicen a otras fuentes fiables y expertos. Todo el día a todas horas oímos: cuidado que….mira las cifras que….

El miedo a los rebrotes parece acechar a la vuelta de la esquina y no sabes si salir, si no, si ir a la playa, si ir de vacaciones. No hay nada claro y no tenemos nada claro.

Entonces ¿qué hago?

Es evidente que hay muchísimos motivos para tomar precauciones: el riesgo de contagiarte tú y contagiar a otros (incluidas personas de riesgo) sigue flotando en el ambiente. Se toman medidas, pero sigue habiendo personas infectadas, contagios, ingresos.

¿No estoy lo suficientemente asustado?

No te pedimos que mantengas el miedo como herramienta para manejar la situación puesto que parece ser que ya no es necesario. Te hablamos de ser prudente y de hasta dónde puedes llevar esa prudencia sin reenganchar con el miedo ni pasar olímpicamente de la situación. La idea es mantener el equilibrio entre ambos extremos.

Si piensas que todo esto son pamplinas, que no hay que volverse histérico y que ya es tiempo de ir de chiringuitos, puede que estés disociado de la situación, que seas una persona que siempre resta importancia a todo aquello que le puede afectar emocionalmente para distanciarse creyendo que es una manera sana de adaptación. Quizás te interesa leer nuestro post sobre la gestión emocional. Vencer esa forma de pensar es duro sobre todo cuando tu propia evitación te hace creer que no tienes ningún problema. No te vas a plantear si estás lo suficientemente asustado o si tomas suficientes precauciones.

¿Estoy demasiado asustado?

Si eres una persona que intenta ser responsable y que ahora mismo ya no sabe ni qué medidas tomar, se siente culpable por si contagia a otros (sobre todo personas de riesgo) y tiene todo el tiempo miedo.

Ahí es cuando el miedo tiene riesgo de no servir para nada excepto para colapsarte. Así que te damos unas pautas:

Controla sólo lo que controles

Lo que viene siendo lo mismo que: no te vuelvas loco pensando en todas las posibilidades infinitas que no controlas, tipo «y si en realidad estoy asintomático y sigo contagiando», «y si mi abrigo ha rozado una estantería y no lo he desinfectado y entonces eso toca con…». Elige las precauciones que te den seguridad dentro de lo razonable y llévalas a cabo. Todas las demás déjalas. Y sobre todo deja de ver mil informaciones de supuestos expertos que cada vez añaden 7 cosas más que hay que hacer.

¿Cómo sabes que estás intentando controlar de más? pues por la ansiedad que te genera pensar las ocho mil trescientas variables. Ser responsable no implica tener que vivir ansioso.

No anticipes

Anticipar lo que va a ocurrir después, ya sea por el propio virus: «contagiaré a alguien o me contagiaré yo», «mi madre va a morir», etc. O por la crisis asociada: «no voy a tener trabajo», «mi sector ya no se recuperará», «no volveremos a ir de vacaciones»…. No te va a servir de ayuda.

Toda crisis es cambio y todo cambio conlleva muchísima incertidumbre. No anticipes sobre todo lo que no controlas, pensar en lo que ocurrirá después no ayuda porque ahora mismo no lo controlamos, cuando lleguemos a ese futuro pondremos en marcha nuestros recursos que no son pocos.

No tomes un ejemplo aislado para entrar en pánico

Por ejemplo: «he leído que hay un caso de un perro contagiado, entonces seguro que mi perro va a morir», o «ha muerto una persona de 20 años entonces eso es que todos podemos morir», o «hay rebrotes en 15 comunidades, de esta volvemos a la cuarentena»…

Tienes que valorar las probabilidades reales, igual que te podría caer una maceta en la cabeza y a lo mejor este mes alguien ha muerto así, pero como no estás expuesto a esa información no tienes miedo a eso. Relativiza las cifras según las probabilidades y si no puedes, desconecta un rato de informaciones.

Cuidado con los supuestos expertos

Pon siempre cabeza en lo que oigas y tradúcelo a lo razonable. Hemos llegado a oír que el perro no tiene que salir de un rincón, que nunca debes tocar a tu hijo, o que según llegues de la calle debes meter la ropa en la lavadora y directo a la ducha.

Informaciones que lejos de ser demasiado útiles provocan maltrato y obsesión.

¿Y si no puedo seguir estos consejos?

¿Qué pasa si no puedo seguir estas recomendaciones porque la ansiedad me sobrepasa?

Quizá antes de esta crisis, del confinamiento y de esta vuelta a la normalidad, ya había unos rasgos predisponentes o un problema subyacente que ha explotado y necesitas ayuda. Quizá no sólo es ansiedad por esto sino también por lo que ves que los demás están haciendo o dejando de hacer.

Lo fundamental es que encuentres el equilibrio entre la prudencia y el miedo paralizante, si necesitas ayuda para manejar todas las emociones que te han surgido durante el confinamiento y esas otras que están apareciendo ante la normalidad, contacta con nosotras y disfruta de tu primera cita gratuita.

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¿La comida se ha convertido en un problema?

¿Cómo puedo saber si tengo un problema con la comida?

Tener un problema con la comida suele implicar que existe un problema emocional muy relacionado con la aceptación de uno mismo/a (muchas veces de tu físico).


Estas son algunas de las características que te pueden ayudar a identificar si estás viviendo con este tipo de problemática:

Experimentas malestar

Te sientes mal cuando te miras al espejo, cuando recibes comentarios acerca de tu físico, cuando te pruebas la ropa, cuando tienes que quedarte en bikini, etc. La forma en la que te hablas te devalúa, comparándote con otros que consideras mejor que tú: “con esta camiseta se me nota mucho la tripa, que asco”, “mira que piernas tan delgadas tiene María, y mis muslos tienen que ser así de anchos…”.

Sentimiento de culpa

Ese sentimiento de culpa aparece cuando has comido algo de más o algo que no tenías pensado comer (puede ser que esa culpa te acompañe para casi cualquier cosa que hagas).

La culpabilidad te genera una sensación de malestar y la forma que tienes de hablarte a ti mismo/a cuando la sientes puede llegar a ser saboteadora. Esta culpa se puede convertir en acciones para eliminar lo que has comido ya sea bien purgándote, haciendo ejercicio extra o dándote un atracón.

Perfeccionismo y exigencia

Muchas veces asociado a estos problemas aparecen un perfeccionismo y una exigencia muy fuertes: no te gusta fallar, te castigas muchísimo por cada error, repites las tareas hasta el agotamiento buscando errores mínimos que corregir… En general te tratas de una forma que nada tiene que ver con cómo tratarías a alguien a quien quieres.

Frases comunes para hablarte pueden ser: «tendría que haber hecho…», «si yo no fuera tan inútil», «si yo hubiera…», «nunca hago nada bien». Si no consigues el resultado X te hablas como si fueras lo peor.

Por intentar tener el control lo pierdo

Como persigues llegar a un ideal inalcanzable o tener siempre las cosas bajo control, te ves afectado a la hora de tomar decisiones de los más simples como ir a la playa, a cenar con tus amigos, hacer un viaje, etc., no únicamente porque tu imagen te genere vergüenza, rabia o tristeza, sino por tus hábitos de comida.

Puede ser que ya no comas tanto como antes porque quieres perder peso y te da vergüenza comer con tus amigos o familia por si te preguntan y hacen comentarios al respecto. Puede ser que te esfuerces por comer sano y que acabes dándote un atracón muchas noches y no quieres que la gente lo sepa. Puede ser que todo esto te provoque ansiedad y acabes perdiendo el control.

Ideas irracionales

Quizás la obsesión con la comida sea tal que desarrolles ideas irracionales desde «si como un cocido hoy, mañana ya he engordado», «sólo puedo comer todo a la plancha porque si no engordo», hasta más graves como «no puedo ni echarme cacao en los labios porque me engordará». Pero no sólo con la delgadez, puede ser todo lo contrario si en tu caso el problema de la comida es con el atracón, tipo: «no pasa nada por comer azúcar todo el tiempo, la gente es una exagerada», o «da igual lo que coma, mi metabolismo es así».

¿Qué tipos de trastornos hay relacionados con la comida?

Puede ser que no hayas desarrollado un trastorno porque no cumplas todos los criterios, pero aquí te dejamos algunos de los más frecuentes para veas qué cosas pueden llegar a pasar. A modo general te diremos que si sientes malestar y te identificas con las características que te explicamos más arriba deberías buscar ayuda.

Ortorexia

Obsesión por la comida sana, suprimiendo alimentos necesarios sin sustituir los nutrientes adecuadamente. La persona suele obsesionarse generando un hábito que ha oído que es bueno (desde sólo comer cosas crudas, hasta hacer un día de sólo lechuga, etc…) y lo lleva al extremo. Es fácilmente identificable porque tendrá muchas ideas irracionales sobre lo que es sano o no y no se le podrán rebatir.

Anorexia nerviosa

El peso corporal de la persona es significativamente bajo debido a restricciones o al ayuno y también puede combinarse con ejercicio excesivo. Además, hay un tipo de anorexia nerviosa que puede ir acompañado de atracones y purgas.

Bulimia nerviosa

Se caracteriza por uno o más atracones por semana durante al menos 1 mes. Durante los atracone0,s la persona pierde el control e ingiere una cantidad de comida superior a lo que está acostumbrado/a en un periodo corto de tiempo. La persona no tiene un peso significativamente bajo, pero sí presenta una preocupación con la forma o el peso corporales, afectando a su autoevaluación.

Trastorno por atracón

La persona sufre episodios de atracones frecuentes, asociados a sentimientos de malestar y emociones negativas. La diferencia es que no se presentan comportamientos compensatorios como purgas o ejercicio excesivo.

¿Cuál es el origen? ¿Qué hago ahora?

A todos nos importa nuestra imagen, de una forma o de otra. Todos nos miramos al espejo y tenemos una idea de cómo somos. Esta idea se empieza a formar desde que somos pequeños en base a cómo nos ven los demás, qué vemos en la publicidad o a través de compararnos con modelos que están aceptados y ensalzados socialmente. Muchas veces las madres y padres han tenido un papel fundamental en esto, poniendo a sus hijos a dieta con 4 años e inculcándoles que estaban «mal» por su cuerpo.

Buscamos sentirnos aceptados e integrados y en una sociedad donde el físico está tan expuesto a críticas, es normal que te hayas preocupado por cómo te ves y cómo te ven, sobre todo en algunas etapas como la adolescencia, los primeros años en ese nuevo instituto, con tus primeras parejas, etc.

Pero hay una forma de mirarte que es sana y hay otra que es dañina porque genera malestar. La primera secrea desde la aceptación, sabiendo cómo eres y aceptándote, aceptando que tu nariz no es tan pequeña como te gustaría, que tus muslos no son tan delgados como quisieras, que tus bíceps no se ven tan fuertes como te gustaría, etc., en definitiva, aceptando quién eres.


Cuando aceptas quién eres, no te sientes forzado/a a dar otra imagen distinta para así poder encajar, te limitas a ser tú.

Pero esto, dada la sociedad y los cánones de belleza en los que vivimos, no es nada sencillo. Requiere de un trabajo de desprogramación que tiene sus fases y lleva su tiempo.


En Quiero Psicología contamos con profesionales formadas que pueden entenderte y adaptarse a tu situación. Si te sientes identificada/o con lo que has leído arriba, ven y nos cuentas, podemos ayudarte. Contacta aquí.

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¿Por qué le doy tantas vueltas a todo?

¿Te pasas la mayor parte del tiempo pensando?

Pensando lo que podrías haber dicho o en lo que dirás la próxima vez, pensando en lo mal que te ha sentado que tu compañera te hiciera ese comentario, pensando en que harás cuando se te acabe el contrato de trabajo, pensando en que pasará el año que viene, pensando…


Al final nunca estás en el momento presente, porque cuando estás en tu cabeza, no estás conectando con lo que realmente está pasando. Te viene un pensamiento, involuntario y repentino y lo tomas tan en serio que empiezas a dialogar con él.


Y es aquí cuando empiezas a rumiar y a crear una cadena de pensamiento en la que cada vez te vas alejando más de lo que está pasando.


En vez de buscar alguna solución que pueda servir para hacer frente al problema, te dedicas a pensar en por qué te pasa esto a ti, en que desgraciado/a eres, en que siempre te pasan estas cosas, etc. y mientras tanto no te estás ocupando de lo que realmente importa.

¿Qué cosas puedo hacer para evitarlo?

Quizá te venga bien hacerte estas preguntas:

¿Te estás preocupando o te estás ocupando?
La misma palabra lo dice: pre-ocuparse, es decir, antes de ponerte manos a la obra para buscar una solución, entras en un bucle rumiativo que no aporta ninguna solución útil a lo que está sucediendo, saltas de una idea a otra que te desvía de lo realmente importante y te genera malestar.

¿Te sueles mandar mensajes negativos a menudo?
Si cuando ocurre cualquier circunstancia vital, te sueles hablar de forma negativa: “es que siempre lo hago mal”, “verás mañana cuando me toque enfrentarme a mi amiga”, etc., tiene sentido que experimentes una sensación de malestar a menudo. Hablarte así no te ayuda y bloquea tus recursos personales.

¿Te suelen generar malestar las cosas que te pasan?
Si la forma de interpretar lo que te ocurre tiene un tinte catastrófico, es normal que vivas en estados constantes de malestar. Cuando pensamos en algo que nos resulta desagradable, el cerebro no diferencia si realmente está sucediendo en el momento o no, por lo que las emociones surgen igualmente aunque el suceso no se esté dando en el momento presente.

¿Por qué me pasa esto?

Quizá durante tu vida hayas recibido comentarios que no te han ayudado a ganar confianza en ti mismo/a por eso crees que si piensas mucho las cosas vas a tener mayor seguridad. Quizá has recibido críticas que te han hecho sentir que no eres lo suficientemente bueno o lo suficientemente válido o quizá te sea de utilidad funcionar así, porque al estar pensando, evitas ocuparte de lo que realmente ocurre.


Lo que está claro es que te preocupas demasiado y crees que si piensas algo muchas veces al final lograrás controlar todo y que nada te pille de improviso. Algo que es imposible porque la vida en sí misma es impredecible y se escapa de tu alcance querer controlar todo.


Es más importante adquirir recursos personales que te permitan hacer frente a las situaciones cuando están ocurriendo ya que por preocuparte más, no solucionas nada. Al contrario: generas malestar, anticipas los acontecimientos negativamente, etc.


Quizá sea el momento de revisar cuánto tiempo inviertes pensando y de qué manera esto afecta a tu forma de afrontar lo que sucede y a cómo te sientes. En Quiero Psicología sabemos por lo que estás pasando, ven y trabajaremos contigo para que cambies.

Contacta aquí.