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Tengo ataques de celos por un trauma de infidelidad: ¿qué me pasa?

Los celos no son simplemente un “defecto de carácter” ni una muestra de inseguridad superficial. Cuando alguien ha vivido una experiencia de infidelidad, la mente y el cuerpo quedan marcados por una herida que se asemeja a un trauma. Y como ocurre con cualquier trauma, el pasado se queda almacenado en el presente.

Síntomas más comunes

Después de una traición, es habitual que la persona desarrolle una hipervigilancia constante: comprobar redes sociales, interpretar señales ambiguas como amenazas, sentir ansiedad cuando la pareja no responde al teléfono o incluso tener pesadillas.
Otros síntomas frecuentes son:

  • Pensamientos intrusivos: recuerdos de la infidelidad que aparecen de repente.
  • Sensación de peligro constante: como si en cualquier momento “volviera a ocurrir”.
  • Respuestas emocionales intensas: ira, tristeza, miedo, vergüenza, todo en cuestión de segundos.
  • Dificultad para confiar: no solo en la pareja actual, sino también en uno mismo y en el propio criterio.

¿Qué puede activar los ataques de celos?

Los llamados triggers o disparadores son elementos que despiertan la herida emocional. No siempre son lógicos, y de hecho suelen ser desproporcionados en comparación con la situación real. Algunos de los más comunes son:

  • Cambios en la rutina de la pareja (llegar más tarde, usar más el móvil).
  • Ver situaciones en redes sociales que generan comparaciones.
  • Silencios, evasivas o simples distracciones de la otra persona.
  • O incluso, recordar lugares, frases o gestos que estuvieron asociados a la infidelidad pasada.

La mente interpreta todo esto como una amenaza real, aunque en el presente no haya peligro.

¿Por qué no soy capaz de parar?

Aquí está la clave: porque no se trata de un problema de voluntad, sino de un sistema nervioso activado por una herida traumática.
Cuando algo recuerda a la infidelidad vivida, el cerebro activa el mismo circuito de alarma que se enciende en una situación de peligro. Es el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal liberando cortisol, la amígdala disparando la señal de alarma, y el cuerpo respondiendo como si necesitara defenderse. Por eso los pensamientos de celos se vuelven tan obsesivos: en realidad, es una reacción de supervivencia, no un simple capricho.

El problema es que, al intentar controlar compulsivamente a la pareja o comprobar mil veces lo que hace, se obtiene un alivio momentáneo que refuerza la conducta. Es decir, sin querer, el propio miedo se alimenta a sí mismo

Si te reconoces en esta descripción, no es que seas “demasiado celosx” o que tengas un fallo en tu personalidad. Lo que ocurre es que tu sistema emocional todavía no ha podido procesar y elaborar la herida de la traición. Los celos en este caso no hablan de tu falta de valor, sino del dolor no resuelto que se activa una y otra vez.

Trabajar este trauma en terapia puede ayudarte a dejar de vivir en alerta y empezar a recuperar la confianza: en los demás, sí, pero sobre todo en ti mismx.

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Cómo afrontar una crisis de pareja en vacaciones

Las vacaciones suelen llegar con grandes expectativas: descanso, disfrute, conexión y tiempo para compartir con la pareja. Sin embargo, ese mismo tiempo extra de convivencia, sumado al cansancio acumulado del año y a las altas expectativas, puede generar discusiones y tensiones. A veces, lo que imaginábamos como días idílicos acaba convirtiéndose en un terreno de fricciones.

Vivir una crisis en vacaciones no significa necesariamente que la relación esté destinada al fracaso. Al contrario, puede ser una señal de que hay aspectos que necesitan revisarse y de que existe la oportunidad de crecer como pareja. La clave está en cómo afrontamos lo que sucede después.

Reconocer lo ocurrido sin dramatizar

El primer paso es poner palabras a lo que pasó. Muchas veces, el silencio o el dramatismo hacen que la situación se agrave. Reconocer lo ocurrido con serenidad ayuda a ponerlo en perspectiva.

En lugar de negar o minimizar lo que sentimos, conviene decir algo como: “Durante el viaje discutimos varias veces por los planes y eso me hizo sentir frustrade y distante”. Nombrar la emoción es más sanador que callarla o transformar la incomodidad en reproches.

Practicar la comunicación asertiva

Cuando hablamos desde la acusación (“nunca haces”, “siempre me ignoras”), el otro se pone a la defensiva. En cambio, hablar en primera persona acerca de cómo nos sentimos abre espacio para que la otra persona pueda escuchar sin sentirse atacada.

Por ejemplo:

  • En lugar de: “Nunca me escuchas”.
  • Decir: “Cuando siento que mis opiniones no cuentan, me frustro y me cuesta seguir disfrutando”.

Asertividad significa expresarse con sinceridad, pero también con respeto. No es callar lo que duele, ni soltarlo de forma hiriente, sino encontrar un equilibrio.

No quedarse atrapadx en el pasado

Después de una discusión, es fácil quedar enganchade al recuerdo de lo que se dijo o hizo. Pero recrear una y otra vez la pelea solo mantiene el conflicto vivo. Lo que ayuda a la pareja es usar el pasado como punto de partida para pensar en el futuro.

Pregúntate:

  • ¿Qué puedo hacer diferente yo para mejorar la comunicación?
  • ¿Qué necesitamos como pareja para evitar repetir este patrón?

Dejar de buscar culpables y pasar a la construcción conjunta es el verdadero cambio de perspectiva.

Poner el foco en soluciones

Quejarse o señalar lo que no funciona es fácil; lo difícil es ofrecer alternativas. Una crisis se resuelve cuando, en lugar de quedarse en el problema, se proponen acciones concretas:

  • “Cuando organicemos actividades, ¿te parece si primero compartimos nuestras ideas por escrito y luego decidimos juntes?”.
  • “Cuando una discusión se tense demasiado, hagamos una pausa de 10 minutos antes de seguir hablando”.

Este tipo de pactos sencillos ayudan a bajar la carga emocional y previenen que los conflictos se repitan.

Recordar lo que sí funciona

En medio de una crisis, es fácil enfocarse solo en lo negativo. Sin embargo, toda relación también tiene puntos fuertes que merecen ser reconocidos. Valorar lo que sí funciona —el apoyo mutuo, la complicidad, los momentos de ternura— ayuda a equilibrar la balanza y a no perder de vista la razón por la que la relación merece la pena.

Un gesto tan simple como decir: “A pesar de la discusión, agradezco mucho cómo me cuidaste en tal momento”, puede ser un recordatorio de que el vínculo no se reduce al conflicto.

Si hace falta, pedir ayuda

Hay discusiones que se resuelven conversando, y otras que muestran patrones más profundos que conviene revisar. En esos casos, buscar apoyo terapéutico individual o de pareja no es un signo de debilidad, sino de compromiso. Un espacio profesional puede ayudar a traducir esos conflictos en aprendizajes y nuevas herramientas de comunicación.

Tener una crisis de pareja en vacaciones no es el fin del mundo. Es una oportunidad para mirar con honestidad lo que está pasando en la relación y decidir cómo queremos seguir construyendo. Con asertividad, soluciones prácticas y un enfoque en el futuro, incluso una discusión dolorosa puede convertirse en un punto de inflexión que fortalezca el vínculo.

Porque, al final, lo importante no es no discutir nunca, sino aprender a reconciliarnos mejor cada vez.

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Volver al trabajo y sentir agobio

¿Cómo afrontar la vuelta a la rutina y reconectar con lo que te apasiona?

Volver al trabajo después de unas vacaciones, una baja o simplemente tras un tiempo de desconexión puede resultar abrumador. Para muchas personas, el regreso a la rutina laboral viene acompañado de ansiedad, desgana e incluso una sensación de vacío o falta de sentido. Pero ¿por qué ocurre esto? ¿Qué podemos hacer cuando sentimos que no queremos volver? Y, más importante aún, ¿cómo podemos recuperar la motivación y encontrar proyectos que realmente nos inspiren?

¿Por qué me siento así al volver al trabajo?

El agobio al regresar a la rutina no es solo una cuestión de pereza o falta de voluntad. Hay varios factores psicológicos que pueden estar en juego:

  • Desconexión entre tus valores y tu trabajo, Si lo que haces a diario no te representa, no te motiva o no te permite crecer, tu mente y tu cuerpo lo notan. El trabajo deja de ser una fuente de realización y se convierte en una carga.
  • Sobrecarga anticipatoria. Solo pensar en los correos acumulados, las reuniones pendientes o los conflictos sin resolver puede generar una ansiedad anticipatoria que te paraliza.
  • Falta de descanso real, A veces “descansamos” sin haber desconectado de verdad. El móvil, las preocupaciones o la culpa por no ser “productivos” pueden impedir una recuperación auténtica.
  • Síndrome postvacacional. Aunque no es un trastorno clínico, este estado de ánimo bajo y falta de energía que puede durar algunos días tras volver al trabajo es más común de lo que parece.

¿Qué problemas me puedo encontrar?

Volver sin motivación o con ansiedad puede tener consecuencias si no se aborda a tiempo:

  • Desmotivación constante: La apatía se convierte en la norma.
  • Bajada del rendimiento: La productividad y la calidad del trabajo se ven afectadas.
  • Problemas físicos y emocionales: Fatiga, insomnio, irritabilidad o síntomas psicosomáticos.
  • Conflictos laborales: Al estar más irritable o desconectado, pueden aumentar los roces con compañeros o superiores.

¿Cómo encontrar proyectos que me apasionen?

No siempre es posible dejarlo todo y empezar de cero, pero sí puedes hacer pequeños movimientos para acercarte a lo que te motiva:

  • Haz una pausa consciente. Pregúntate: ¿qué me gusta hacer? ¿Qué actividades me llenan, incluso fuera del trabajo? ¿Cuándo me siento más conectado conmigo mismo?
  • Revisa tus valores. Identifica tus valores fundamentales (creatividad, libertad, seguridad, impacto, conexión…) y analiza si tu trabajo actual los respeta o contradice.
  • Explora dentro y fuera del trabajo. Tal vez no puedas cambiar de empleo de inmediato, pero sí puedes buscar proyectos paralelos, proponer nuevas ideas en tu equipo o formarte en algo que te motive.

¿Cómo paliar la vuelta a la rutina?

Aquí algunas estrategias prácticas para amortiguar el golpe del regreso:

  • No intentes volver al 100% desde el día uno. Dosifica la carga de trabajo. Prioriza y no te exijas estar “al día” desde el primer momento.
  • Recupera tus rituales. Una taza de café tranquila, caminar al salir del trabajo o escuchar música en el trayecto pueden marcar la diferencia.
  • Agenda momentos agradables. Planea actividades placenteras fuera del horario laboral: cine, ejercicio, una comida con amigos.
  • Habla de cómo te sientes. Compartir tu malestar puede darte alivio y ayudarte a sentirte comprendido.
  • Haz pequeños ajustes. Cambiar el espacio de trabajo, replantear tus objetivos semanales o delegar tareas pueden ser mejoras importantes,

Sentirte agobiado al volver al trabajo no te hace débil ni raro. Es una señal de que algo dentro de ti pide atención. Tal vez necesites descansar más, establecer límites o replantearte tus metas. Lo importante es no ignorar lo que sientes.

Si consideras que no puedes afrontar la vuelta a la realidad, en Quiero Psicología podemos ayudarte.

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La tiranía del cuerpo perfecto: autoestima corporal, mujeres, disidencias y redes sociales en verano

Llega el verano y con él el calor, las vacaciones… y la presión estética. Para muchas mujeres y personas disidentes, esta época no solo supone un cambio de ropa, sino también una mayor exposición al juicio externo. En redes sociales, en la calle, en la playa: los cuerpos son observados, comentados y comparados.

Y mientras se nos vende libertad, en realidad se nos impone un estándar corporal tan estrecho como asfixiante.

¿Por qué el verano golpea más fuerte?

El verano nos expone. La ropa se acorta, los cuerpos se muestran y las redes se llenan de imágenes que repiten un mismo ideal: delgadez, piel perfecta, cuerpos depilados, vientres planos, músculos tonificados… Este bombardeo afecta especialmente a mujeres, personas trans, gordas, racializadas, neurodivergentes o con discapacidades.

La presión no es solo estética: también es política, social y emocional.

¿Qué tiene que ver la autoestima corporal?

La autoestima corporal no es “quererme mucho todos los días”. Es construir una relación de respeto con el cuerpo, incluso cuando no encaja en lo que el mundo celebra. Para muchas mujeres y disidencias, esa relación se ve dañada por años de mensajes que asocian el valor personal con la apariencia física.

En verano, esto se intensifica: aparece la comparación, el rechazo, el intento de ocultarse o cambiar a contrarreloj. Pero podemos trabajar para desactivar esa tiranía.

Claves prácticas para resistir la presión estética este verano

  • Cuestiona el ideal, no tu cuerpo

El problema no está en tu cuerpo, sino en el modelo que lo invalida.

Pregúntate:

 “¿A quién beneficia que me sienta mal con mi cuerpo?”

Las industrias de las dietas, la moda, las operaciones estéticas o los filtros vive de tu inseguridad. Empieza por hacer consciente ese sistema.

  • Haz limpieza de redes

    Dedica 15 minutos a revisar a quién sigues. Si hay cuentas que te hacen sentir menos, culpa o vergüenza: silencia o deja de seguir.

    Sigue perfiles que muestren cuerpos diversos, mensajes feministas o enfoques de salud desde el autocuidado y la inclusión.

    • Vístete para el placer, no para encajar

    ¿Te incomoda usar ciertas prendas? No te obligues, pero tampoco renuncies si lo que te frena es el miedo al juicio.

    Tarea: haz el ejercicio de ponerte esa ropa en casa, frente al espejo, y conecta con cómo se siente en tu cuerpo más allá de cómo se ve.

    • Redefine el autocuidado

    El autocuidado no es “mejorar mi cuerpo para el verano”, sino tratarlo con respeto: dormir, alimentarte con cariño, descansar, moverte de forma placentera, poner límites.

    Pregúntate cada día: “¿Qué necesita hoy mi cuerpo para sentirse bien?”

    • Practica el diálogo compasivo

    En lugar de criticar tu reflejo, habla como lo harías a una persona que quieres.

     “Hoy no me siento bien en mi piel… pero mi cuerpo no tiene la culpa.”

    Hazlo en voz alta si puedes. La autocompasión es una habilidad entrenable y poderosa.

    • Reúnete con cuerpos reales

    Rodéate de personas que no se reduzcan a su apariencia. Habla del tema, comparte inseguridades, desactiva el tabú.

    La vergüenza se alimenta del silencio. En comunidad se diluye.

    Cuerpo libre, cuerpo presente

    No necesitas un “cuerpo de verano”. Ya lo tienes. Cada cuerpo que habita este mundo merece respeto, espacio y placer, sin condiciones.

    Este verano, en lugar de cambiar tu cuerpo, cambia el marco: deja de pensar que debes encajar, y empieza a preguntarte cómo cuidarte sin violencia estética.

    Si tu insatisfacción corporal te limita en tu día a día, en Quiero Psicología podemos ayudarte.

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    No disfruto de las vacaciones: cuando descansar se vuelve una amenaza

    Hay personas que cuando llegan las vacaciones sienten alivio, alegría, descanso. Y hay otras que, aunque lo deseen, no pueden disfrutar de ese tiempo. Se sienten inquietas, irritables o incluso culpables. Porque no están haciendo “nada”, porque “pierden el tiempo”, porque no producen. Porque el silencio de la pausa confronta demasiado.

    Esto no tiene nada que ver con ser “adictxs al trabajo” o con que “no sepan disfrutar”, como a menudo se les etiqueta. Tiene que ver con un estilo de funcionamiento psicológico que muchas veces ha sido aplaudido: el de las personas autoexigentes, responsables, organizadas. Las que siempre están haciendo algo, aprovechando el tiempo, “sacando rendimiento” a cada minuto.

    Detrás de esa dificultad para desconectar hay muchas veces un perfil perfeccionista. Personas con un alto sentido del deber, con dificultades para ponerse límites, con una mirada crítica constante hacia sí mismas. Personas que han aprendido a sentirse valiosas por lo que hacen, no por lo que son. Y entonces, cuando dejan de hacer, aparece el vacío, la incomodidad, la sensación de estar fallando.

    En vacaciones, el sistema nervioso intenta entrar en modo reposo, pero la mente no sabe cómo sostener esa calma. Se activa la ansiedad, la culpa, la sensación de que algo se está haciendo mal. El descanso se vuelve incómodo porque no hay objetivos claros, no hay resultados visibles, no hay validación externa.

    Este malestar no es caprichoso. Es la consecuencia de un sistema que ha confundido el valor con la productividad, que ha romantizado la hiperactividad y que ha invisibilizado el daño psicológico que puede producir la autoexigencia crónica.

    El problema no es el descanso. El problema es que descansar nos pone frente a nuestras propias heridas: el miedo a no valer, a no ser útiles, a no estar haciendo lo suficiente. Y eso no se resuelve con agendas ni con organización. Se resuelve aprendiendo a mirar con compasión esos lugares internos donde se gestó esa necesidad constante de hacer, de rendir, de demostrar.

    Las vacaciones no deberían ser una prueba de productividad. Deberían ser un derecho y una necesidad. Pero para muchas personas, el verdadero descanso empieza cuando se permiten la incomodidad de parar. Cuando se dejan de buscar excusas para seguir haciendo. Y se empieza a hacer espacio, poco a poco, para simplemente ser.

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    El perfeccionismo en los Trastornos de la Conducta Alimentaria

    Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) como la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón, no se explican únicamente por una preocupación por el peso o la imagen corporal. Cada vez más investigaciones apuntan al perfeccionismo como un rasgo de personalidad profundamente implicado en el desarrollo, mantenimiento y recaída de estos trastornos. Pero, ¿qué significa realmente ser perfeccionista y por qué este rasgo está tan estrechamente relacionado con los TCA?

    ¿Qué es el perfeccionismo?

    El perfeccionismo es una tendencia a fijarse estándares extremadamente altos y rígidos para uno mismo, acompañado de una autocrítica excesiva cuando no se alcanzan esos estándares. Aunque en su forma más adaptativa puede estar vinculado a la motivación y el logro, cuando es desadaptativo se convierte en una fuente de malestar emocional, rigidez cognitiva y baja autoestima.

    Perfeccionismo y TCA: ¿Cuál es la conexión?

    Varios estudios han identificado al perfeccionismo como un factor de vulnerabilidad para el desarrollo de un TCA. Este rasgo se manifiesta en distintos niveles del trastorno:

    1. Como factor predisponente. Muchos individuos con TCA reportan haber tenido rasgos perfeccionistas desde la infancia. Esta tendencia puede surgir en contextos familiares exigentes o críticos, donde el afecto y el reconocimiento están condicionados al rendimiento o a la obediencia. En estos casos, la persona desarrolla una autoimagen dependiente del éxito y del control, aspectos que se trasladan luego a la alimentación y la imagen corporal.
    2. Como factor precipitante. Durante momentos de transición vital (pubertad, cambios sociales, estrés académico), el perfeccionismo puede centrarse en el cuerpo como objeto de control. La dieta extrema o la pérdida de peso se convierten en una forma de demostrar autocontrol, competencia y “valía”, en un intento de alcanzar ideales irreales de belleza y éxito.
    3. Como factor de mantenimiento. El perfeccionismo también perpetúa el trastorno al reforzar ciclos de autoexigencia y culpa. Las reglas alimentarias rígidas, la comparación constante con otros, y la interpretación dicotómica del comportamiento (“he comido perfecto o he fracasado”) dificultan la flexibilidad necesaria para la recuperación. Incluso cuando se alcanza un peso ideal o se cumple una meta dietética, nunca es suficiente: la meta se reajusta, manteniendo el ciclo activo.
    4. Relación con la baja autoestima. El perfeccionismo en TCA suele estar vinculado a una autoestima frágil y condicionada. La autoaceptación depende de lograr estándares difíciles de cumplir. Cualquier desviación de estos ideales alimenta el sentimiento de desprecio, intensifica la sintomatología y refuerza la necesidad de control.

    Tratamiento psicológico: abordando el perfeccionismo

    La terapia cognitivo-conductual (TCC) y enfoques como la Terapia Basada en la Compasión o la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) integran estrategias específicas para trabajar el perfeccionismo. Entre ellas se encuentran:

    • Identificación y flexibilización de creencias perfeccionistas.
    • Desarrollo de una autoimagen más compasiva.
    • Exposición a errores o imperfecciones sin recurrir a conductas compensatorias.
    • Fomento de valores más amplios que no dependan del control corporal o el rendimiento.

    Conclusión

    El perfeccionismo no solo es un síntoma paralelo en los TCA, sino que muchas veces es un eje estructural del trastorno. Comprenderlo como una forma rígida y dolorosa de buscar aprobación, control o seguridad emocional, permite humanizar aún más el sufrimiento de quienes lo padecen. Para una recuperación profunda, no basta con normalizar la conducta alimentaria: es necesario transformar las creencias perfeccionistas que sostienen el malestar interno.

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    Pacientes insistentes y con apego ansioso

    Cómo intervenir sin reforzar la dependencia y favoreciendo el desarrollo y la autonomía.

    Muchos terapeutas han experimentado la complejidad de acompañar a pacientes con altos niveles de ansiedad interpersonal: aquellos que envían mensajes entre sesiones, que preguntan reiteradamente si la relación terapéutica está bien, que se angustian si el terapeuta tarda en responder o si una sesión se reprograma. Aunque a veces estas conductas pueden sentirse invasivas o demandantes, en la mayoría de los casos reflejan un patrón emocional profundamente arraigado: un estilo de apego ansioso.

    Estos pacientes no son simplemente «dependientes» o “intensos”. Están expresando, a través de su insistencia, un temor profundo a la pérdida del vínculo. Lo que buscan no es atención excesiva, sino aliviar una angustia que sienten como urgente y desbordante. El desafío clínico está en cómo sostener el vínculo con empatía, sin ceder a reforzar patrones que alimentan esa misma ansiedad.

    ¿Qué significa “apego ansioso” en la práctica clínica?

    El apego ansioso se construye muchas veces en historias donde el cuidado fue inconsistente: a veces disponible, a veces no. Como resultado, estos pacientes desarrollan la creencia de que el amor es inestable y que hay que luchar constantemente para mantener la conexión.

    En consulta, este patrón se manifiesta con:

    • Necesidad frecuente de confirmación: “¿Qué te parece/qué opinas sobre esto?”, “¿Está bien lo que dije/lo he hecho bien?”.
    • Alta sensibilidad al silencio o al cambio: interpretaciones rápidas de abandono o indiferencia.
    • Dificultad para tolerar pausas, demoras o distancia en la relación terapéutica.
    • Conductas impulsivas para aliviar el malestar: mensajes fuera de sesión, urgencias, audios, alargar las sesiones.

    Aunque comprensibles, estas conductas no ayudan a largo plazo. Al contrario, refuerzan el círculo de ansiedad – búsqueda – alivio – ansiedad, generando más dependencia.

    ¿Por qué no es útil responder a todas las demandas?

    Cuando el terapeuta responde siempre de forma inmediata a las demandas (por ejemplo, atendiendo mensajes fuera del horario o modificando frecuentemente el encuadre para evitar angustia), puede estar reforzando sin querer un patrón que perpetúa el malestar:

    • El paciente aprende que solo puede calmarse si el otro responde.
    • Se evita el contacto con el malestar, sin desarrollar herramientas para tolerarlo.
    • La ansiedad aumenta cada vez que el entorno no responde como se espera.

    Así, sin buscarlo, el vínculo terapéutico se convierte en una fuente de alivio momentáneo, pero no de crecimiento. La función del terapeuta no es estar siempre disponible, sino ayudar al paciente a tolerar mejor la espera, la incertidumbre y la autonomía emocional.

    ¿Qué estrategias clínicas se pueden implementar?

    Mapear el patrón emocional y relacional

    Antes de intervenir, es útil comprender con el paciente qué sucede cuando siente urgencia o temor al abandono:

    • ¿Qué dispara esa ansiedad?
    • ¿Qué interpreta cuando no hay respuesta?
    • ¿Qué siente y cómo actúa en esos momentos?
    • ¿Qué espera que ocurra si contacta inmediatamente?

    Explorar estas preguntas permite nombrar el ciclo y empezar a observarlo desde una posición más consciente y menos impulsiva.

    Sostener límites con claridad y calidez

    Los límites terapéuticos (como no responder mensajes fuera del horario o no extender sesiones) no son castigos. Son parte del marco de trabajo y, correctamente planteados, pueden ser contenedores de la ansiedad.

    Frases útiles para comunicar límites sin invalidar:

    • “Entiendo que fue difícil esperar. Me alegra que hayas traído eso a sesión para pensarlo juntos.”
    • “No siempre podré responder fuera de horario, pero eso no significa que no me importe tu malestar.”

    Este tipo de respuestas reconocen la emoción sin reforzar la conducta impulsiva, favoreciendo formas más saludables de conexión.

    Fortalecer recursos internos para la autorregulación

    El objetivo no es que el paciente deje de sentir angustia o necesidad, sino que pueda atravesar esos estados sin quedar atrapado en ellos ni depender exclusivamente de otro para calmarse.

    Estrategias posibles:

    • Identificar pensamientos repetitivos que intensifican la ansiedad.
    • Desarrollar autoinstrucciones: frases internas de calma y contención.
    • Técnicas de respiración, escritura o distracción que ayuden en momentos críticos.
    • Acordar planes de acción para situaciones entre sesiones (por ejemplo, esperar un tiempo antes de actuar, registrar la emoción, anticipar que será tema de la próxima sesión).

    Reforzar cada avance, por pequeño que sea

    Cuando un paciente logra no escribir fuera de sesión, tolera una espera, o puede expresar su angustia en vez de actuarla, es importante reconocerlo:

    “Eso que hiciste requiere un gran esfuerzo. Lo que antes necesitabas resolver en el momento, ahora lo pudiste sostener hasta que lo hablemos juntos.”

    El refuerzo positivo de estas pequeñas victorias fortalece su sentido de eficacia y aumenta su autoestima.

    Los pacientes con apego ansioso no necesitan más respuestas inmediatas. Necesitan experiencias relacionales que les muestren que el vínculo puede sostenerse sin urgencia, que su malestar puede ser sentido sin que se desborde, y que pueden contar con otro sin tener que pedirlo a gritos.

    Como terapeutas, nuestra tarea no es calmar cada vez que se enciende la alarma, sino acompañar a que esa alarma pierda poder. No se trata de dejar al paciente solo, sino de ayudarle a descubrir que puede estar consigo mismo sin desmoronarse.

    Un vínculo seguro no es uno sin ansiedad, sino uno donde la ansiedad puede ser pensada, sostenida y transformada.

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    ¿Cómo abordar a un familiar violento?

    La violencia dentro del núcleo familiar es uno de los problemas más dolorosos, complejos y difíciles de afrontar en nuestra sociedad. Este tipo de violencia no solo deja huellas físicas o psicológicas en las personas que la padecen, sino que también genera un profundo conflicto emocional y moral, pues quien agrede no es un extraño, sino alguien cercano: un padre, una madre, una pareja, un hijo o un hermano. Es precisamente esa cercanía afectiva la que convierte estos actos en experiencias especialmente traumáticas, ya que el hogar, que debería ser un espacio de seguridad, protección y amor, se transforma en un lugar de miedo, tensión y sufrimiento. Enfrentarse a un familiar violento implica romper silencios, desafiar creencias culturales arraigadas y, en muchos casos, superar la culpa, la vergüenza o el miedo al juicio social.

    La violencia familiar tiene muchas formas: física, psicológica, económica, simbólica. Reconocerla es el primer paso, pero ¿cómo actuar, especialmente cuando los estereotipos de género —como la obediencia, el cuidado incondicional o la sumisión— pesan tanto?

    • Priorizar la integridad física y emocional: La seguridad personal no es negociable. Esto puede implicar desde pedir ayuda a redes cercanas hasta activar mecanismos de protección estatal, como denuncias o medidas cautelares.
    • No minimizar ni justificar la violencia: Los mandatos sociales tienden a responsabilizar a las mujeres o disidencias de «provocar» o «exagerar» el conflicto. Reconoce que la violencia nunca es tu culpa.
    • Construir una red de apoyo feminista: Rodearte de personas, organizaciones o colectivos que entiendan y acompañen desde una mirada de género puede ser vital para no quedar aislada.
    • Acceder a recursos institucionales especializados: Existen líneas de atención, refugios, asesorías jurídicas y psicológicas específicas para víctimas de violencia de género. Es fundamental conocer y utilizar estos recursos.
    • Reconocer la violencia estructural: Entender que muchas veces las instituciones (familiares, judiciales, policiales) minimizan o revictimizan a quien denuncia. Esto no invalida tu experiencia ni tus derechos.

    ¿Cuándo es legítima la defensa propia?

    La legítima defensa es un principio jurídico reconocido y protegido por las leyes de la mayoría de los países, y representa una excepción al deber general de no causar daño a otros. Se trata del derecho que tiene toda persona a protegerse a sí misma o a un tercero cuando se enfrenta a una agresión injusta. No obstante, para que esta defensa sea considerada válida ante la ley, deben cumplirse ciertos requisitos claramente establecidos, los cuales buscan evitar abusos y asegurar que la reacción haya sido realmente necesaria y justificada.

    Agresión injusta

    El primer requisito es la agresión injusta, lo que significa que debe existir una amenaza real, actual e ilegítima contra la integridad física, la libertad o incluso la vida, ya sea propia o de otra persona. Esta agresión no puede ser hipotética ni basada en suposiciones; debe tratarse de un peligro inminente y concreto que justifique la necesidad de una respuesta defensiva inmediata.

    Proporcionalidad

    El segundo elemento clave es la proporcionalidad. La respuesta defensiva debe estar en equilibrio con el nivel de amenaza recibida. Esto implica que no es lícito responder con una violencia desmedida a un ataque menor. Por ejemplo, no se puede justificar causar un daño grave si la agresión inicial fue leve o no representaba un riesgo serio para la vida o integridad de la persona. La ley exige que el acto de defensa no supere lo estrictamente necesario para neutralizar el peligro.

    Necesidad

    El tercer criterio es la necesidad. La legítima defensa solo se aplica cuando no hay otra opción viable para evitar el daño. Esto significa que si es posible escapar, pedir ayuda o recurrir a otro medio menos agresivo para resolver la situación sin ponerse en mayor riesgo, se debe optar por esa vía. La violencia como medio de protección solo se justifica cuando no queda ninguna otra alternativa eficaz y segura.

      Cuando estas circunstancias se presentan dentro del ámbito familiar, la situación se vuelve aún más compleja. En el entorno doméstico, donde predominan los lazos afectivos, la convivencia diaria y una carga emocional intensa, es particularmente difícil evaluar con claridad el nivel de amenaza y actuar de forma racional. La emocionalidad puede distorsionar la percepción del peligro y llevar a respuestas impulsivas, lo cual complica la interpretación jurídica de la legítima defensa.

      Aun así, es importante subrayar que el hecho de que el agresor sea un familiar no anula el derecho a defenderse. Si una persona es víctima de una agresión física dentro del hogar, tiene el pleno derecho de proteger su integridad física de forma proporcional y razonable, sin que ello constituya un delito. La ley no obliga a nadie a soportar violencia por parte de sus seres queridos y contempla estas situaciones con especial sensibilidad, considerando tanto el contexto emocional como los riesgos concretos involucrados.

      ¿Qué papel ocupa la culpa?

      Sentirse culpable es extremadamente común después de defenderse o después de tomar medidas drásticas (como denunciar o alejarse de un familiar violento). Hay varias razones para esto:

      • Lealtad familiar: Desde pequeños, se nos enseña a proteger y amar a la familia, a veces incluso a costa de nuestro bienestar.
      • Esperanza de cambio: Muchas personas desean creer que su familiar mejorará, y sienten que rendirse o defenderse es «traicionar» esa esperanza.
      • Internalización de la violencia: A veces la violencia se minimiza o se justifica («no fue para tanto», «yo lo provoqué»), aumentando la culpa.

      Es importante entender que protegerse no es traicionar. Cuidar de ti mismo no es egoísmo, es responsabilidad. La culpa puede ser un síntoma de que valoras los vínculos familiares, pero no debe impedirte actuar en defensa de tu dignidad y tu vida.

      Trabajar la culpa suele requerir acompañamiento psicológico. Un terapeuta puede ayudarte a distinguir entre culpa saludable (que te lleva a la reflexión) y culpa tóxica (que te paraliza y perpetúa el daño).

      Nadie debería tener que elegir entre su seguridad y su familia, pero a veces es inevitable. Enfrentar la violencia de un ser querido es uno de los actos más valientes que existen.

      Reconocer el peligro, actuar en consecuencia y manejar las emociones complejas que surgen —como la culpa— son pasos fundamentales para sanar y construir una vida libre de violencia.

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      ¿Qué puedo hacer si me da inseguridad buscar trabajo? Pautas, pasos y consejos

      Buscar trabajo puede ser una experiencia desafiante, especialmente si viene acompañada de inseguridad, dudas sobre nuestras capacidades o miedo al rechazo. Estos sentimientos son comunes y humanos, pero cuando se vuelven obstáculos persistentes, es importante abordarlos desde una perspectiva psicológica. En este artículo te brindaremos pautas prácticas, consejos para reforzar tu autoestima y pasos concretos que pueden ayudarte a enfrentar este proceso con mayor seguridad.

      ¿Por qué me siento insegurx al buscar trabajo?

      La inseguridad en la búsqueda laboral puede surgir por múltiples razones, entre ellas:

      • Experiencias previas negativas, como entrevistas fallidas o despidos.
      • Falta de experiencia o de preparación para el mercado laboral actual.
      • Comparación constante con otrxs que parecen tener más logros.
      • Autoexigencia y perfeccionismo, que generan una sensación constante de “no estar listx”.
      • Miedos internos, como el miedo al fracaso, al rechazo o al juicio externo.

      Es importante entender que la inseguridad no define tu valor. Es una emoción que puede ser gestionada, entendida y transformada.

      Trabaja tu autoestima desde lo cotidiano

      La autoestima no es algo fijo: se construye y fortalece cada día con acciones pequeñas y consistentes.

      • Reconoce tus logros, por pequeños que parezcan. Lleva un registro diario o semanal de cosas que hayas hecho bien.
      • Habla con amabilidad contigo mismx. Observa tu diálogo interno: ¿te hablas como lo harías con un amigx que está pasando por lo mismo?
      • Rodéate de personas que te apoyen, no que te hagan dudar de ti.
      • Acepta tus emociones sin juicio. Tener miedo o dudas no significa que seas débil, significa que estás en un momento de crecimiento.

      Reestructura tus pensamientos limitantes

      A menudo, nuestras inseguridades provienen de creencias automáticas como “no soy lo suficientemente buenx” o “nadie me va a contratar”. Puedes practicar una técnica llamada reestructuración cognitiva, que consiste en identificar esos pensamientos y cuestionarlos:

      • ¿Qué evidencia tengo de que esto es cierto?
      • ¿Estoy generalizando por una experiencia negativa?
      • ¿Qué le diría a un amigx que piensa lo mismo?

      Reemplazar estos pensamientos por otros más realistas y compasivos te ayudará a disminuir la ansiedad y recuperar el control.

      Prepara un plan de acción con pasos pequeños y concretos

      La inseguridad se alimenta de la sensación de caos o desorganización. Tener un plan te dará dirección y seguridad:

      • Actualiza tu currículum y adáptalo a cada oferta.
      • Haz una lista de empresas o áreas que te interesan.
      • Practica entrevistas con alguien de confianza o frente a un espejo.
      • Establece metas diarias o semanales, como enviar cierta cantidad de CVs o inscribirte a una capacitación online.

      Lo importante no es la velocidad, sino la constancia.

      Celebra los avances, incluso si no consigues el empleo de inmediato

      Buscar trabajo no solo se trata de conseguirlo, sino de estar en movimiento hacia él. Cada correo enviado, cada entrevista, cada error corregido es un paso hacia adelante. Celebra esos esfuerzos. Te están acercando más de lo que crees.

      Considera acompañamiento psicológico si la ansiedad o la tristeza te paralizan

      Si sientes que la inseguridad es muy intensa, que te sabotea constantemente o que te impide actuar, tal vez sea el momento de buscar ayuda profesional. Podemos ayudarte a identificar patrones de pensamiento, trabajar heridas del pasado y acompañarte en este proceso con herramientas terapéuticas personalizadas.

      Tú no eres tus miedos.

      Buscar trabajo siendo insegurx no es un fracaso, es un acto de valentía. Reconocer lo que sientes ya es un paso poderoso. Desde allí, puedes construir una búsqueda más consciente, cuidarte emocionalmente y recordar que el valor que tienes no se mide por un puesto conseguido, sino por tu historia, tus capacidades y tu forma única de ver el mundo.

      Confía en tu proceso. Estás aprendiendo, creciendo y avanzando.

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      Por qué una ruptura amorosa puede ser tan dolorosa y cómo superarla

      El fin de una relación de pareja puede ser una de las experiencias más difíciles en la vida de una persona. En muchos casos, el impacto emocional es tan fuerte que puede compararse con un duelo por el fallecimiento de un ser querido. Sin embargo, algunas rupturas duelen más que otras debido a ciertos factores emocionales y psicológicos. A continuación, exploramos las razones detrás de este dolor y cómo superarlo de manera saludable.

      Factores que intensifican el dolor de una ruptura

      • Relaciones intermitentes

      Las relaciones que terminan y se reanudan repetidamente generan una fuerte dependencia emocional. La incertidumbre y la esperanza de que «esta vez sí funcionará» pueden hacer que cada separación sea más dolorosa y confusa, alargando el proceso de duelo.

      • Relaciones tóxicas o abusivas

      Cuando una relación implica manipulación emocional o abuso psicológico, la autoestima de la víctima suele verse gravemente afectada. A pesar de que la separación es lo mejor, la persona puede sentirse perdida, culpable o incluso con miedo de seguir adelante.

      • Relaciones de alta intensidad.

      Cuando una relación es extremadamente apasionada o incluso tortuosa, la ruptura puede generar un vacío difícil de llenar. Muchas veces, la vida de una persona gira completamente en torno a su pareja, lo que hace que la separación se sienta como una pérdida de identidad y propósito.

      • Ghosting y abandono repentino

      Cuando una persona desaparece sin dar explicaciones, la otra queda atrapada en la incertidumbre. La falta de respuestas puede generar ansiedad, pensamientos obsesivos y dificultades para confiar en futuras relaciones.

      • Planes y expectativas compartidas

      Si una pareja ha construido juntos proyectos de vida (como vivir juntos, casarse o formar una familia), la ruptura no solo implica perder a la persona, sino también los sueños que se habían construido juntos. Esto puede hacer que la separación se sienta como la pérdida de un futuro entero.

      • Baja autoestima y miedo a la soledad

      Las personas con baja autoestima o con un gran temor a estar solas suelen depender emocionalmente de su pareja. Cuando la relación termina, pueden sentir que han perdido su fuente principal de validación y seguridad, lo que intensifica el sufrimiento.

      • Factores biológicos y químicos

      El amor activa en el cerebro los mismos circuitos que generan adicción. Durante una relación, se liberan dopamina y oxitocina, sustancias que producen bienestar y apego. Cuando la relación se rompe, el cerebro experimenta un «síndrome de abstinencia», lo que puede explicar la sensación de desesperación o necesidad de volver con la expareja.

      Estrategias para superar una ruptura y sanar emocionalmente

      Si bien superar una ruptura es un proceso difícil, existen estrategias que pueden ayudar a afrontar el dolor de manera más saludable:

      • Permítete sentir el dolor

      Es normal sentir tristeza, rabia o confusión tras una ruptura. Reprimir las emociones solo prolonga el sufrimiento. Permitirse llorar y expresar lo que se siente es un paso fundamental para superarlo.

      • Rodéate de apoyo.

      Hablar con amigos, familiares o gente que haya pasado por lo mismo, puede ser de gran ayuda. Expresar lo que sientes con alguien de confianza te permitirá liberar emociones y recibir nuevas perspectivas sobre la situación.

      • Evita el contacto con la expareja

      Seguir en contacto con la persona que has perdido puede dificultar el proceso de superación. Es recomendable establecer distancia, al menos en la fase inicial, para evitar recaídas y darte la oportunidad de exponerte a las mismas cosas contigo mismo o con otras personas.

      • Enfócate en ti mismo

      Aprovecha este momento para redescubrirte. Retomar pasatiempos, fijar nuevas metas, practicar algún deporte, aprender algo nuevo o dedicar tiempo a tu autocuidado te ayudará a poco a poco habituarte y disfrutar de tu propia compañía.

      • Date tiempo y paciencia

      El dolor de una ruptura no desaparece de la noche a la mañana. Superar el duelo es un proceso que toma tiempo, pero con cada día que pasa, el dolor se irá haciendo más llevadero. Sé amable contigo mismo y permítete avanzar a tu propio ritmo.

      Como decíamos al principio, superar una ruptura es todo un desafío. Si sientes que la ruptura se está volviendo insostenible y afecta tu bienestar diario, desde Quiero psicología podemos acompañarte.