¿Vives con el piloto automático puesto?
Probablemente todos los días pases por las mismas calles, coges las mismas líneas de metro y pasas delante de los mismos árboles.
¿Pero cuándo ha sido la última vez que te has parado a mirarlos? ¿Cuándo te has parado a mirar de qué color están las hojas de los árboles, las texturas de sus ramas y tronco? ¿Te has fijado en cómo pisas el suelo de forma diferente en distintas zonas de dónde vives? ¿Qué olores hay? ¿Con qué personas te encuentras, cómo visten y qué aspectos tienen?
¿En qué momento hemos perdido la conexión con nuestro día a día?
El ser humano es la única especie que está constantemente viviendo en dos momentos que no existen: el pasado y el futuro. Rememoramos cosas que han sucedido, revisamos qué podríamos haber hecho distinto y anticipamos que podría suceder poniéndonos en todos los escenarios posibles. En definitiva, rumiamos sin parar, y hasta cierto punto tiene sentido y es adaptativo. Somos previsores y aprendemos de nuestros errores, pero a veces por el camino nos perdemos la vida.
Nos privamos del sentir, del estar aquí y ahora, de conectar con el presente. Nos perdemos el conectar con el mundo sensorial porque a menudo estamos perdidos dando vueltas por nuestra cabeza. Y no nos fijamos en lo que sucede a nuestro alrededor, no conectamos con nuestro entorno y nuestros sentidos.
Comemos viendo la tele o trabajando o hablando con más gente y no apreciamos los sabores, olores y texturas de la comida. Estamos en conversaciones más pendientes de que vamos a contestar o decir que de escuchar a la otra persona. No conectamos entre nosotres.
Tenemos relaciones sexuales pensando: «¿le gustará?», «¿se verá bien mi cuerpo?» «¡A ver si llego ya al orgasmo!». Conectamos más con los pensamientos en nuestra cabeza que con el presente, con el sentirnos y sentir a la(s) otra(s) persona(s).
Tocamos buscando como le gusta ser tocada a la otra persona y no pensamos en cómo nos gusta acariciar. Buscamos gustar sin conectar con lo que me gusta a mí.
Entonces si me estoy perdiendo la vida ¿qué puedo hacer?
Por eso hoy quiero invitarte a que te pares y te escuches. Que te fijes en ese recorrido que haces todos los días, pero que mires de verdad, como si fuese el primer día que pasas por ahí. Que te fijes en los colores de tu zona, en sus ruidos, olores… En la gente con la que te encuentras.
Que escuches de verdad lo que están contando, que te dejes conectar con las personas de tu entorno sin prisa por saber qué contestar. Que comas la comida de hoy fijándote en cómo está hecha, en su temperatura, textura, olor, sabor, en el ruido que hace al masticarla…
Te invito a sentir tu cuerpo y ver cómo te gusta conectar con él. Contigo, con otras personas, pero sobre todo contigo. Que te fijes en como te gusta abrazar, como te gusta ducharte, acariciarte y enjabonarte. Que te des mimos como si fueses lo más valioso y presente allá donde estés.
Si identificas que te vas a otro lugar que no es el aquí y ahora, que conectas de nuevo con preocupaciones o saltas a otros momentos recuerda que eres humano, y que mereces paz y autocompasión. No siempre podemos estar presentes.
No te juzgues por ello, es normal y difícil pararlo. Cuando veas que te enredas con un momento que no es el presente da un paso atrás y amablemente tráete de vuelta. Reconecta con el presente. Fíjate en la temperatura del aire, en que hay a tu alrededor, en que toca tu cuerpo, qué sensaciones te evoca…
A este ejercicio se le llama mindfulness, al pequeño acto de rebeldía de conectar con el aquí y ahora. El otro nombre que recibe es atención plena: se puede hacer mindful eating, pasear o hacer deporte mindful, mindful sex… Es una forma de escucharse y estar presente haciendo lo más pequeñito y cotidiano.
Te invito a tomarte hoy un momento para salir de tu cabeza y quedarte en el presente contigo. Porque te lo mereces, para que te escuches y lo disfrutes.
Y si te es absolutamente imposible salir de tu cabeza para escucharte, para saber lo que necesitas, para vivir el momento presente, saber que cuentas con nuestra ayuda.